En las últimas cuatro décadas en América Latina el
activismo militar cedió protagonismo a los movimientos sociales y a los
mecanismos institucionales para remover a los gobiernos impopulares. Pero la
región sigue sin encontrar los procedimientos eficaces para ganar
gobernabilidad y evitar los golpes blandos de Estado.
¿A QUÉ LLAMAMOS
GOBERNABILIDAD?
Uno de los problemas más serios que afrontan los sistemas políticos contemporáneos, especialmente los pertenecientes a países del Tercer Mundo, es como mantener la gobernabilidad. En el mundo anglosajón, “governance”, es un término que ha sido empleado habitualmente para hacer referencia al ejercicio de la autoridad en una determinada esfera. A menudo se ha utilizado como sinónimo de gestión eficaz.
El concepto de “gobernabilidad” ha sido
introducido dentro del vocabulario de la ciencia política por los expertos de
la “Trilateral Comisión”, en la década de los años setenta, para hacer
mención a los problemas que enfrentaban los regímenes democráticos debido al
aumento de las demandas sociales.
Actualmente se habla de gobernabilidad para
indicar la razonable capacidad de mando, de conducción política y de disciplina
democrática que pueden alcanzar las autoridades de una sociedad.
En la mayoría de las sociedades la gobernabilidad
se sustenta sobre la existencia de una relación armónica entre los principales
actores de la comunidad. En especial de aquellos actores dotados de un poder
suficiente como para alterar de una forma significativa el orden público,
impulsar o detener el crecimiento económico o, en general, afectar el normal
funcionamiento y desarrollo de la sociedad. Estos actores suelen controlar
factores claves del aparato productivo –sindicatos, entidades empresariales,
etc.-, dirigen organizaciones de masas –partidos políticos, organizaciones
sociales de protestas, grupos de desocupados, campesinos sin tierra, indígenas,
etc.-, o tienen influencia sobre la maquinaria burocrática del Estado, detentan
el control de los armamentos –cuerpos militares y de seguridad- o poseen la
capacidad de influir en la formación de ideas y en la distribución de la
información –la prensa y otros medios de comunicación de masas-.
En consecuencia, podemos caracterizar también a la
gobernabilidad como la capacidad previsible de un sistema político de perdurar
en el tiempo.
GOBERNABILIDAD EN
AMÉRICA LATINA
En América Latina la gobernabilidad se encuentra
amenazada, entre otros factores, por la crisis fiscal de los estados, la falta
de institucionalización de las organizaciones y procesos políticos, el colapso
de los aparatos administrativos y la falta de legitimación de las estructuras
políticas. Los problemas de gobernabilidad en la región se han expresado a
través de revoluciones, insurrecciones civiles y golpes de Estado y han tenido
lugar siempre en el marco de una crisis económica provocada por factores
internacionales o domésticos que generaron recesión, inflación, altos niveles
de desocupación, etc.
En las últimas décadas, en particular, la amenaza
más seria a la gobernabilidad democrática, esta representada por la aparición
de ciertos “movimientos sociales” que someten al Estado a una sobrecarga
de demandas que no se encuentra en capacidad de satisfacer en tiempo y forma.
La incapacidad de los gobiernos para responder a esas demandas incrementa el
nivel de frustración y agresividad de quienes integran estos movimientos hasta
que la misma deriva en la apelación a diversas formas de coacción violenta que
pueden ser calificadas como “resistencia civil”.
La metodología revolucionaria que, en los países del Tercer
Mundo, durante los años de la Guerra Fría apeló al “foquismo” y a la guerrilla urbana como método para la toma
del poder, parece ser cosa del pasado. No obstante, algunos grupos extremistas no
han renunciado a la violencia como método de lucha política. El Estado burgués ha aprendido a enfrentar
con éxito a la guerrilla. Existen sin embargo otros medios de violencia política
que se adaptan mejor a la actual coyuntura, como la resistencia civil o resistencia
social como prefieren denominarla los grupos que la practican.
LA MÉCANICA DE LOS GOLPES BLANDOS
En América Latina, una región caracterizada por recurrentes problemas de
gobernabilidad política, los golpes blandos parecen estar desempeñando, en el
sistema político, el papel que antes cumplían los golpes de Estado militares.
De Puerto Príncipe a Buenos Aires, de La Paz a Quito y a Lima, las
instituciones tiemblan cuando una fracción del pueblo se pone en movimiento y
se arroga la representación de la totalidad de la ciudadanía. En consecuencia,
los estallidos sociales, protagonizados por amplios sectores de la población,
que expresan su descontento con violencia en las calles, están reemplazando a
las tradicionales asonadas militares.
La protesta social se ha convertido, en la región, en un
mecanismo utilizado con frecuencia para remover del poder a gobiernos legítimos
que, aunque elegidos democráticamente, pierden por alguna causa el apoyo de su
población. Refiriéndose a esta circunstancia señala el eminente politólogo
Natalio R. Botana: “El principio de la democracia representativa, fundado en
elecciones periódicas y transparentes y en el papel mediador de los partidos,
choca con otro principio, ajeno a las disposiciones constitucionales que, con
objeto de destituir a los gobernantes, atribuye un valor preponderante a las
movilizaciones populares en calles, plazas y rutas públicas”... “Esta lógica
latinoamericana de la acción colectiva impugna la legitimidad de los regímenes
constitucionales, refleja las convulsiones sociales de nuestros países y, al
mismo tiempo, está forjando una suerte de estrategia de asonadas populares tan
tumultuaria como incierta”.
Considerando la historia reciente de Latinoamérica es
posible observar que, desde 1989, hasta la fecha diecisiete presidentes
constitucionales no han podido concluir su mandato por causas ajenas a su voluntad.
De ellos trece perdieron sus cargos debido al estallido de violentas protestas
sociales –piquetes, saqueos, cacerolazos, marchas, huelgas de hambre, etc.- que
derivaron en incidentes con las fuerzas de seguridad que a su vez originaron
importantes pérdidas de vidas humanas y cuantiosos daños materiales. En todos
los casos las protestas cesaron una vez que el primer mandatario renunció.
A las protestas sociales como instrumento para producir cambios de
gobierno en América Latina se suma otro procedimiento menos violento, más
institucional, pero que suele emplearse reiterativamente como etapa final de
los golpes blandos de Estado. Este procedimiento es el juicio político por
corrupción o mal desempeño en las funciones. Veamos en la siguiente tabla como
han operado alternativamente estos dos procedimientos para producir golpes
blandos:
CRISIS DE GOBERNABILIDAD EN AMÉRICA LATINA
1989 - 2016
AÑO
|
PAIS
|
PRESIDENTE
|
CAUSA DE
INTERRUPCIÓN
|
RESISTENCIA
CIVIL
|
ACTIVISMO
MILITAR
|
1989
|
Paraguay
|
Alfredo Stroessner
|
Golpe de Estado
|
NO
|
SI
|
1989
|
Argentina
|
Raúl Alfonsín
|
Renuncia
|
Saqueos
14 muertos
|
1987, 1988 y 1989
|
1992
|
Brasil
|
Fernando Collor de Melo
|
Juicio Político y Destitución
|
NO
|
NO
|
1993
|
Venezuela
|
Carlos Andrés Pérez
|
Destitución
|
Caracazo
(1989) más de 300 muertos
|
1991 y 1992
|
1997
|
Ecuador
|
Abdalá Bucarám
|
Destitución
|
Manifestaciones
|
NO
|
1999
|
Paraguay
|
Raúl Cubas
Grau
|
Renuncia
|
Magnicidio
Protestas violentas 7 muertos.
|
NO
|
2000
|
Ecuador
|
Jamil Mahuad
|
Golpe de Estado
|
Protestas violentas
2 muertos
|
SI
|
2000
|
Perú
|
Alberto Fujimori
|
Renuncia
|
Manifestaciones
|
NO
|
2001
|
Argentina
|
Fernando De la Rúa
|
Renuncia
|
Protestas violentas
32 muertos
|
NO
|
2001
|
Argentina
|
Adolfo
Rodríguez Saa
|
Renuncia
|
NO
|
NO
|
2003
|
Argentina
|
Eduardo Duhalde
|
Renuncia
|
Piquetes
(junio 2002)
2 muertos
|
NO
|
2003
|
Bolivia
|
Gonzalo
Sánchez de Lozada
|
Renuncia
|
Piquetes y
manifestaciones violentas 70 muertos
|
NO
|
2004
|
Haití
|
Jean Bertrand
Arístide
|
Renuncia
|
Piquetes y
manifestaciones
50 muertos
|
NO
|
2005
|
Ecuador
|
Lucio Gutiérrez
|
Destitución
|
Manifestaciones
violentas 3 muertos
|
NO
|
2005
|
Bolivia
|
Carlos Mesa
|
Renuncia
|
Manifestaciones
continuas durante meses. Un muerto
|
NO
|
2012
|
Paraguay
|
Fernando Lugo
|
Juicio Político y Destitución
|
Protestas
campesinas. 17 muertos.
|
NO
|
2016
|
Brasil
|
Dilma Rousseff
|
Juicio Político
|
Manifestaciones
pacíficas de repudio.
|
NO
|
Esta tabla demuestra que en las últimas cuatro décadas el activismo
militar se redujo a su mínima expresión pero, lamentablemente esto no inrementó
la gobernabilidad de los países de la región.
La verdadera amenaza a la institucionalidad en América Latina no
proviene de los militares o de organizaciones de lucha social sino de las
crisis económicas. Ellas son la verdadera causa. Cuando un gobierno no acierta
en las soluciones adecuadas a una crisis económica la sociedad busca quien
pueda realizar la tarea. Allí se produce un conflicto entre legitimidad de iure
y legitimidad de factum. Los casos de Fernando de la Rúa en Argentina o de
Dilma Rousseff en Brasil son un claro ejemplo de ello.
Generalmente el gobierno legítimo es forzado a dimitir y lo reemplaza un
gobierno provisional que se mantiene en el poder siempre y cuando encuentre las
soluciones adecuadas a la crisis económica. En algunos casos el gobierno
provisional constituye tan solo una breve transición hacia nuevas elecciones
democráticas.
En la tabla consignada se aprecia que Argentina es posiblemente el país
con mayor inestabilidad de la región.
En los últimos treinta y dos años (desde el 10 de diciembre de 1983 al
10 de diciembre de 2015) de régimen constitucional se alternaron siete
presidentes que completaron un total de nueve periodos presidenciales. Esto es
si descartamos las breves presidencias de algunas horas de Ramón Puerta,
Eduardo Caamaño y Federico Pinedo.
De esos siete presidentes tan sólo tres completaron su mandato
constitucional: Néstor Kirchner, Carlos S. Menem y Cristina Fernández de
Kirchner, estos dos últimos en dos ocasiones. Al mismo tiempo, cuatro
presidentes no pudieron completar el período para el cual fueron elegidos o
designados: Raúl Alfonsín, Fernando de la Rúa, Adolfo Rodríguez Saá y Eduardo
Duhalde, dos por la Unión Cívica Radical y dos por el Partido Justicialista.
En todos los casos, es conveniente reiterarlo la clave de la
gobernabilidad está más en las soluciones económicas que en las combinaciones
políticas a que se arribe.
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