El terrorismo nuclear
constituye el gran desafío que impulsa a las principales naciones del mundo a
crear una Arquitectura de Seguridad Global para contenerlo.
UN
HECHO PREOCUPANTE
Diversas señales indican que
el mundo vive bajo la preocupación creciente de que se produzca un atentado
terrorista de carácter nuclear en alguna importante ciudad occidental.
Recientemente, la decisión del
gobierno belga de suministrar en forma preventiva píldoras de yodo, que reducen
la acumulación de radiación en la glándula tiroides, a todos los pobladores que
residan dentro de un radio de cien kilómetros de una central nuclear, para
protegerlos en caso de un posible ataque terrorista contra dichas instalaciones
ha contribuido a incrementar la alarma. Lamentablemente no es el único
acontecimiento en este sentido.
VOCES
DE ALERTA
A ello se suman las reiteradas
declaraciones de expertos como el director general del Organismo Internacional
de Energía Atómica, Yukiya Amano, que en declaraciones a la prensa efectuadas
el mes pasado señaló: “El terrorismo se
está extendiendo y no puede excluirse la posibilidad de que utilice materiales
nucleares.”
También reuniones
internacionales como la Cumbre de Seguridad Nuclear que tuvo lugar en la ciudad
de Washington, el pasado mes de abril, y en la cual los líderes de 52 estados
acordaron la creación de una “Arquitectura
de Seguridad Global” especialmente concebida para prevenir este tipo de
atentados.
En esa ocasión, abriendo las
sesiones el presidente estadounidense Barak Obama resumió en gran medida el
pensamiento de los líderes mundiales allí presentes señalando que: “No hay duda de qué si estos locos llegan a
poner sus manos sobre una bomba nuclear o sobre material nuclear, lo usarían
para matar a tantas personas inocentes como les sea posible.”
¿QUÉ
ES EL TERRORISMO NUCLEAR?
La Convención Internacional
para la Supresión de Actos de Terrorismo Nuclear de las Naciones Unidas,
aprobada en el año 2005, define el delito de terrorismo como el empleo por
parte de un individuo, individuos u organizaciones de material radioactivo “con la intención de causar muerte o serio
daño corporal; o con la intención de causar substancial daño a la propiedad o
al ambiente; o con la intención de obligar a una persona natural o jurídica,
una organización internacional o a un Estado a realizar o abstenerse de realizar
un acto.”
Por su parte, el Harvard Kennedy School’s Belfer enter for
Science and International Affairs consigna la existencia de tres tipos
potenciales de “terrorismo nuclear o radiológico”. El primero de ellos -el más
difícil de implementar pero de consecuencias más devastadoras si se llega a
concretar- consiste en la posibilidad de que los terroristas se apoderen,
adquieran o construyan una bomba nuclear y consigan hacerla detonar en una
ciudad densamente poblada. El material nuclear apto para fabricar un artefacto
de tales características es el uranio altamente enriquecido (HEU) al menos al
90%.
Una segunda posibilidad es la
fabricación de una “bomba sucia”,
tras el robo de una fuente radiactiva, de uso científico, médico o industrial,
y dispersada mediante un explosivo o por cualquier otro procedimiento con el
fin de diseminar elementos radioactivos en la atmósfera. Aparentemente, se
trata de algo tan sencillo que muchos expertos se sorprenden de que no haya
sucedido aún.
El tercer escenario está basado
en la posibilidad de que un grupo terrorista ataque o lleve a cabo un acto de
sabotaje con explosivos convencionales (o cualquier otro procedimiento) contra
una instalación nuclear con el fin de provocar un daño en la instalación, con
el resultado de una emisión incontrolada de radiación y la contaminación de las
personas y el medio ambiente.
LOS
TERRORISTAS NUCLEARES YA ESTÁN ENTRE NOSOTROS
La verdad es que el terrorismo
nuclear es algo más que una seria hipótesis es casi una realidad. Recientemente,
el mundo se conmocionó al saber que la célula yihadista que atacó Bruselas el
pasado 22-M planeaba provocar en Bélgica un desastre similar a los ocurridos en
Chernóbil o Fukushima.
El presunto cerebro logístico
de los atentados del 13-N en París, Salah Abdeslam, guardaba en su departamento
de Bruselas diez horas de grabaciones de vídeo con los movimientos de un alto
funcionario del centro de investigación nuclear de Jülich, en el oeste de
Alemania, según informó el grupo de medios Redaktionsnetzwerk
Deutshland (RND).
Las autoridades belgas
detectaron también que dos ciudadanos belgas con acceso a instalaciones
nucleares se habían radicalizado viajando a Siria como combatientes.
Uno de ellos había trabajado
durante años, antes de morir en Siria combatiendo en las filas de Daesh, en la
zona de alta seguridad de la central nuclear belga de Doel-4 como empleado de
una empresa externa proveedora de servicios.
El otro terrorista de Daesh
con acceso a instalaciones nucleares fue detectado por las autoridades belgas a
su regreso de Siria y actualmente cumple condena en un penal de Bélgica.
La plata nuclear de Doel-4
también sufrió un acto de sabotaje en 2014, cuando un individuo no
identificado, vertió 65.000 litros de lubricante en una turbina. El incidente
no puso en peligro la seguridad de la central, debido a que no se dispersó
ningún material radioactivo, pero la planta estuvo cerrada cuatro meses y el
coste estimado de su reparación ascendió a aproximadamente doscientos millones
de dólares.
UN
RELOJ EN MARCHA
Es por estos antecedentes que
muchos expertos en seguridad nuclear creen que el reloj que marca el momento en
que el primer ataque terrorista realizado empleando medios nucleares se
encuentra en marcha y que todas las medidas destinadas a detenerla o al menos
retrasarla son pocas.
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