La intensa relación de amistad entre
Marruecos y Francia no es solamente fruto de la historia o la geografía, sino
también de una voluntad compartida de encarar juntos los desafíos del
desarrollo.
Contenido:
La
asociación entre el Reino de Marruecos, tejida a lo largo de décadas, ha
conocido en los últimos meses un nuevo impulso en una región de enorme
simbolismo político y económico: el Sáhara marroquí.
El
reciente viaje de Rémy Rioux, director general de la Agencia Francesa de
Desarrollo (AFD), a la región de Dajla-Ued Edahab, confirma el interés de París
por acompañar a Rabat en su estrategia de crecimiento equilibrado e integrador.
Acompañado por una importante delegación francesa,
La
Agencia Francesa de Desarrollo (Agence Française de Développement, AFD).
Conocida entre 1992 y 1998 como Caisse Française de Développement (CFD),
literalmente Fondo Francés para el Desarrollo. Es una institución financiera
pública que contempla las políticas de desarrollo y solidaridad internacional
de Francia.
En
su visita el Director Rioux ha dejado claro que la cooperación bilateral
trasciende las palabras y se traduce en acciones concretas. “La AFD, en
nombre del Estado francés, desea explorar los medios de contribuir al
desarrollo de la región de Dajla-Ued Edahab”, declaró tras reunirse con las
autoridades locales.
Una
apuesta por el desarrollo regional
El
objetivo es ambicioso pero estratégico: consolidar una red de cooperación que
permita transformar a la bella ciudad – puerto de Dajla —puerta del Sáhara
Atlántico— en un polo de desarrollo sostenible. Para ello, Francia pone sobre
la mesa no sólo fondos, sino también conocimiento técnico y una red de
colaboración institucional que articula los intereses del Estado francés con
los del Reino marroquí.
La
presencia de la AFD en esta región se inscribe en la llamada “Asociación
Excepcional Reforzada”, un marco de colaboración sellado entre el rey
Mohammed VI y el presidente Emmanuel Macron, cuyo alcance va más allá de los
protocolos diplomáticos. Se trata de una hoja de ruta que contempla desde la
financiación de infraestructuras hasta el refuerzo de capacidades locales.
Dajla:
un enclave con vocación global
La
delegación gala visitó las obras del puerto de Dajla Atlántico, una de las
piezas clave del nuevo modelo de desarrollo impulsado por Rabat para las
provincias del sur. Este proyecto emblemático no sólo persigue mejorar la
conectividad marítima y logística, sino también dinamizar sectores como la
pesca, el turismo y las energías renovables.
Rioux
se mostró “impresionado” por las riquezas naturales y culturales de la
región: el océano Atlántico, los paisajes desérticos, los yacimientos
arqueológicos y la diversidad patrimonial forman un mosaico que, adecuadamente
gestionado, podría convertirse en motor de crecimiento económico.
El
interés francés por este enclave estratégico no es casual. Marruecos representa
desde hace años un socio prioritario para París, tanto en el plano económico
como en el geopolítico. La estabilidad institucional del Reino, su papel en la
gestión de los flujos migratorios y su creciente protagonismo en el África
subsahariana lo convierten en un aliado de primer orden para Francia en un
contexto de reconfiguración de las alianzas globales.
Diplomacia
de desarrollo
Pero
más allá de las cifras y los proyectos, la visita de la AFD deja entrever una
forma de diplomacia basada en la cooperación horizontal y el codesarrollo. En
lugar de exportar modelos prefabricados, París apuesta por fortalecer las
capacidades de los actores locales —los consejos regionales, las sociedades de
desarrollo local, los servicios multiservicios— para que sean ellos quienes
definan su hoja de ruta.
Este
enfoque ha sido bien recibido por las autoridades marroquíes, que subrayan la
importancia de construir una relación basada en el respeto mutuo y los
intereses compartidos. “Esta cooperación se enmarca en una visión común del
desarrollo integrador y sostenible”, afirmó Ali Khalil, wali de la región.
Lazos
históricos, desafíos contemporáneos
Francia
y Marruecos comparten una historia y elementos culturales comunes, pero también
por una intensa relación humana y económica. Más de 1,3 millones de marroquíes
viven en Francia, y el Reino es uno de los principales destinos de inversión de
las empresas francesas en África.
Sin
embargo, en los últimos años, la relación bilateral ha atravesado ciertos
altibajos. La visita de la AFD a Dajla puede interpretarse también como un
gesto de distensión, un intento de retomar el pulso a una cooperación que
necesita actualizarse al ritmo de los nuevos desafíos: la lucha contra el
cambio climático, la seguridad energética, la movilidad juvenil y la
transformación digital.
Más
allá del simbolismo
El
compromiso de Francia en el Sáhara marroquí tiene también una carga simbólica.
Al invertir en esta región, París envía una señal política que no pasa
desapercibida en un contexto internacional en el que la cuestión del Sáhara
Occidental sigue siendo objeto de tensiones diplomáticas. Marruecos, que
defiende una solución basada en la autonomía bajo su soberanía, encuentra en
Francia un socio dispuesto a acompañar su visión de desarrollo, sin
interferencias políticas pero con una clara apuesta por la estabilidad
regional.
Una
alianza por redescubrir
La
relación entre Rabat y París no se define ya únicamente por la historia o por
la lengua común, sino por la capacidad de reinventarse frente a los desafíos
del siglo XXI. En ese camino, el desarrollo de Dajla y de las provincias del
sur se convierte en una metáfora de una relación bilateral que, lejos de
agotarse, busca nuevos horizontes.
El
Sáhara se consolida así como un escenario privilegiado para que Marruecos y
Francia ensayen una diplomacia de futuro: una alianza basada en proyectos
tangibles, respeto mutuo y una visión compartida del desarrollo. Una relación
especial que, como el océano que baña Dajla, encuentra en la profundidad su
mejor anclaje.
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