jueves, 15 de mayo de 2025

El secuestro de Amir Boukhors desata una tormenta diplomática entre Argelia y Francia




Un escándalo de espionaje reaviva heridas coloniales, agrava tensiones geopolíticas, congela la cooperación bilateral y pone en evidencia la represión del régimen argelino.

 

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El 29 de abril de 2024, Amir Boukhors, exmilitar y feroz opositor al régimen argelino conocido como Amir DZ, fue secuestrado en las afueras de París. Veintisiete horas después, aparecía drogado y aturdido en una zona boscosa. Lo que parecía un caso aislado se ha convertido en una crisis diplomática de gran calado entre Francia y Argelia, marcada por acusaciones de injerencia, espionaje y violación del derecho internacional.

Según la Fiscalía Nacional Antiterrorista (PNAT), detrás del secuestro se encontraba una célula compuesta por agentes de los servicios de inteligencia argelinos (específicamente la temida Dirección General de Documentación y Seguridad Externa -DGDSE-) y personal del consulado argelino en Francia. El plan era trasladar a Boukhors en un vehículo diplomático hasta Alicante y desde allí a Argel. La operación fracasó por motivos logísticos y por la inesperada reacción del propio Boukhors, que logró convencer a sus captores de que era un refugiado político protegido por Francia.

Las detenciones de varios implicados, entre ellos un vicecónsul y el ex primer secretario de la embajada argelina, Salah-eddine S., han provocado una escalada sin precedentes. Francia expulsó a una docena de funcionarios diplomáticos argelinos. Argelia respondió con la misma moneda, alegando “detención ostentosa e injustificada” y acusando a París de "menospreciar deliberadamente" sus instituciones.

“El secuestro de un opositor bajo asilo político constituye un acto inaceptable de extraterritorialidad y una amenaza directa a la soberanía nacional”, declaró Jean-Noël Barrot, ministro francés de Exteriores. “Responderemos con firmeza, sin ambigüedades ni complacencias”.

Las relaciones entre ambos países, marcadas por una historia común dolorosa, han ido deteriorándose desde el verano de 2023. La decisión de Emmanuel Macron de alinearse con Marruecos en el contencioso del Sáhara llevó a Argelia a retirar a su embajador. Las tensiones se agravaron aún más este año cuando ambos países lanzaron la llamada “Asociación Excepcional Reforzada”, un marco de colaboración sellado entre el rey Mohammed VI y el presidente Emmanuel Macron,

Desde entonces, la tensión ha ido en aumento, agravada por la detención en Argel del escritor franco-argelino Boualem Sansal, condenado por “atentar contra la integridad territorial del país”.

Para Francia, el caso Boukhors ha cruzado una línea roja. No solo se trata de una violación de su soberanía, sino de un desafío abierto a los valores republicanos que garantizan el derecho de asilo. Para Argelia, en cambio, se trata de un pulso geopolítico en el que París estaría protegiendo a “delincuentes disfrazados de activistas”.

El abogado de Boukhors, Éric Plouvier, asegura que “la operación fue organizada al más alto nivel del Estado argelino”. Las órdenes de arresto que Francia emitirá en breve contra altos mandos como el general de división Abdelghani Rachedi y el coronel Souahi Zerguine se enfrentan a un muro político: Argelia no reconoce su implicación y no contempla su entrega. “Sería una rendición humillante”, apuntan fuentes diplomáticas.

La figura de Amir Boukhors, con más de un millón de seguidores en TikTok y miles en otras redes, se ha convertido en un símbolo. Desde su refugio en Francia, ha denunciado sin descanso la corrupción de las élites argelinas y los abusos en los centros de detención secretos de Ben Aknoun y Blida, comparándolos con las infames prisiones del régimen sirio.

Francia, que rechazó su extradición en 2022 por riesgo de tortura, considera que Boukhors fue víctima de una “operación de Estado” en suelo francés. “No es solo un crimen, es un asunto de Estado”, sentencia Plouvier.

Mientras tanto, la cooperación bilateral en materia de seguridad, migración y energía permanece congelada. Los gestos de acercamiento de los últimos meses han quedado en nada. Lo que debía ser una primavera diplomática se ha transformado en un invierno de hielo.

Amir Boukhors, cuya lucha desafía a dos gobiernos, simboliza ahora el coste personal de enfrentarse al poder. Y su caso —más que un hecho aislado— evidencia las fisuras profundas de una relación todavía cautiva de su pasado colonial.

  

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