martes, 29 de abril de 2025

India y Paquistán: el viejo conflicto de Cachemira se asoma al abismo nuclear


 

El subcontinente indio, una de las regiones más densamente pobladas y sensibles del planeta, vuelve a estremecerse. Tras el brutal atentado en Pahalgam, Cachemira, que dejó 26 muertos —en su mayoría turistas indios—, las tensiones entre India y Pakistán han escalado peligrosamente, reavivando un conflicto que durante décadas ha oscilado entre el enfrentamiento abierto y la tensa calma militarizada.

El atentado que encendió la mecha

El 22 de abril, hombres armados irrumpieron en la popular estación montañosa de Pahalgam. Las víctimas, mayoritariamente hindúes, fueron atacadas en un asalto que evocó los peores años de violencia en Cachemira durante la década de 1990. La reivindicación del ataque por parte del Frente de Resistencia (TRF), un grupo insurgente vinculado a Lashkar-e-Taiba, conocido por su historial de atentados en India, no ha servido para calmar los ánimos. Nueva Delhi señala directamente a Pakistán, acusándolo de seguir patrocinando el “terrorismo transfronterizo”. Islamabad lo niega tajantemente.

Las respuestas no tardaron en llegar: India suspendió unilateralmente el Tratado de Aguas del Indo —un acuerdo vital para la seguridad hídrica de Pakistán desde 1960—, prohibió el acceso aéreo a aerolíneas pakistaníes, redujo su representación diplomática y expulsó a 5.000 ciudadanos paquistaníes residentes den Delhi. Pakistán, por su parte, expulsó diplomáticos indios, cerró su espacio aéreo y advirtió que cualquier manipulación del caudal del Indo sería considerada “acto de guerra”.

Actores e intereses en juego

India: una potencia emergente bajo presión

El gobierno del primer ministro Narendra Modi, inmerso en una campaña electoral anticipada, se enfrenta al reto de mantener su narrativa de fortaleza nacionalista. Desde la revocación en 2019 del estatus de autonomía especial de Jammu y Cachemira, el Ejecutivo indio ha prometido una “normalización” de la región. El atentado, sin embargo, pone en cuestión ese relato y exige una respuesta contundente.

Para Modi, el conflicto también es una cuestión de prestigio internacional. India, convertida ya en la quinta economía del mundo, con un crecimiento del productor bruto interno de entre el 7 y 8% anual, aspira a reformar el multilateralismo global y a obtener un asiento permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU​. Ceder ante un atentado sería incompatible con esa ambición.

India tiene una de las industrias de defensa más grandes del mundo después de los Estados Unidos, Rusia, China y Alemania. El país fabrica helicópteros, drones y artillería además de armas ligeras. Al mismo tiempo, India se ha convertido en uno de los principales compradores de armas a nivel mundial debido a la creciente amenaza de seguridad y la necesidad de modernizar su Ejército. La India ha estado invirtiendo en el desarrollo de una fuerza militar moderna y se ha comprometido a aumentar sus compras de armamento para fortalecer su seguridad.

Pakistán: atrapado entre la presión interna y el aislamiento exterior

Pakistán, bajo el liderazgo de Shehbaz Sharif, atraviesa una profunda crisis económica y de legitimidad política. Aislado de sus antiguos aliados árabes, que ahora priorizan la modernización económica sobre el respaldo ideológico, Islamabad ha volcado sus esfuerzos diplomáticos en China e Irán​. Su tradicional estrategia de internacionalizar el conflicto de Cachemira encuentra ahora poco eco en las cancillerías occidentales y árabes.

Para Sharif, aceptar las acusaciones de India sería políticamente suicida en un país donde Cachemira sigue siendo una causa nacionalista transversal. A su vez, responder de manera desproporcionada podría desencadenar una guerra abierta que Pakistán, debilitado, difícilmente podría sostener.

Otros actores: el papel de las grandes potencias

Estados Unidos, en plena redefinición de su política exterior tras el desgaste en Ucrania y Oriente Medio, mantiene una postura ambigua, llamando a la “moderación” pero sin ofrecer una mediación activa. Irán y Egipto han ofrecido sus buenos oficios para una posible negociación, aunque con escasas perspectivas de éxito real​.

China, aliada estratégica de Pakistán pero también rival de India en los Himalayas, observa los acontecimientos con interés pero evita por ahora un involucramiento directo que pueda afectar sus propios planes de expansión económica en Asia meridional.

Aunque India y Pakistán son los protagonistas de esta historia, China también posee una pieza estratégica del rompecabezas. En la parte noreste de la región, Shaksgam y Aksai Chin son administradas por el gigante asiático, pero reclamadas por India. Si bien el valle de Shaksgam apenas está habitado debido a su difícil geografía, Aksai Chin es crucial para la conectividad terrestre entre Tíbet y la región occidental de Xinjiang.

China estableció su control sobre Aksai Chin en la década de 1950 por medio de la construcción de una carretera que unía Xinjiang con Tíbet, atravesando un territorio reclamado por India. Este país se opuso a la presencia china en la zona, y las tensiones se intensificaron hasta la breve pero intensa guerra chino-india de 1962. Después de ese conflicto, China retuvo el control de Aksai Chin y lo ha administrado desde entonces. En los últimos años, Pekín ha ampliado su presencia militar a lo largo de la disputada Línea de Control Real, destinada a demarcar la frontera entre China e India, lo que ha llevado a frecuentes enfrentamientos entre tropas de ambos bandos.

¿Un nuevo conflicto armado?

La dinámica de escalada recuerda peligrosamente a la crisis de Pulwama de 2019, cuando India lanzó ataques aéreos en territorio paquistaní tras otro atentado en Cachemira​. Esta vez, sin embargo, el escenario es aún más inestable: se han destruido los pocos puentes de diálogo que quedaban, incluidos los acuerdos bilaterales de Simla (1972) y el marco de cooperación sobre el agua.

Los analistas temen que un pequeño error de cálculo pueda desembocar en un conflicto mayor entre dos potencias nucleares. La militarización extrema de Cachemira —con más de 750.000 soldados indios desplegados— y la presencia de grupos insurgentes bien armados elevan el riesgo de incidentes imprevisibles.

Además, el retiro de moderadores regionales —como Arabia Saudí o los Emiratos Árabes Unidos, centrados en su transformación interna— deja a India y Pakistán sin canales de mediación efectivos​.

Escenarios posibles

1. Escenario más favorable: Contención diplomática y desescalada progresiva

En el mejor de los casos, la presión internacional —particularmente de China, Estados Unidos y la Unión Europea— lograría imponer una lógica de contención. Bajo este escenario, ambas partes aceptarían establecer canales de comunicación de emergencia, quizás a través de Egipto o Irán como mediadores discretos.

India reduciría sus operaciones militares a medidas antiterroristas internas en Cachemira, evitando ataques a gran escala contra Pakistán. Islamabad, a su vez, actuaría para limitar las actividades de grupos insurgentes en su territorio, incluso si es solo de forma simbólica.

Aunque la tensión seguiría latente, se restaurarían parcialmente los acuerdos de cooperación sobre el agua y se reabrirían canales diplomáticos básicos. La violencia disminuiría a niveles "controlados" y ambos países podrían centrarse en sus desafíos económicos internos.

2. Escenario más probable: Conflicto de baja intensidad prolongado

El escenario más probable apunta a una prolongación de la crisis bajo la forma de un conflicto de baja intensidad. En este contexto, se producirían enfrentamientos regulares en la Línea de Control, atentados esporádicos en Cachemira y campañas diplomáticas hostiles en foros internacionales.

Nueva Delhi incrementaría su presencia militar y adoptaría medidas más duras en Cachemira, mientras Islamabad reforzaría su retórica de apoyo a los derechos de los cachemires. La ruptura del Tratado del Indo añadiría nuevas tensiones medioambientales y humanitarias.

Este escenario mantendría a ambos países atrapados en una espiral de desconfianza, sin un conflicto abierto pero con un riesgo constante de escalada accidental.

3. Escenario menos probable: Escalada militar y guerra limitada

En el peor de los casos, un nuevo atentado o un incidente fronterizo grave podría desencadenar ataques militares directos. India podría optar por ataques "quirúrgicos" sobre campamentos de insurgentes en territorio pakistaní, como ya hizo en 2016 y 2019.

Pakistán respondería militarmente para evitar aparecer débil, lo que iniciaría una guerra limitada a Cachemira, con combates terrestres y ataques aéreos. A pesar de la posesión de armas nucleares por ambas partes, los analistas creen que existe un umbral "convencional" antes de cualquier consideración nuclear. Sin embargo, el riesgo de error de cálculo sería extremadamente alto, con consecuencias desastrosas para toda la región.

En este escenario, además del colapso económico y humanitario en ambas naciones, el conflicto podría internacionalizarse si China o Estados Unidos se ven obligados a intervenir de algún modo

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