El fin de siete años de cepo
cambiario y la reducción de la inflación crean un panorama esperanzador para la
Argentina gobernada por el libertario Javier Milei después del desquicio provocado
por dos décadas de populismo kirchnerista.
A
contracorriente de los vientos proteccionistas que azotan la economía global, y
con una región marcada por el estancamiento, Argentina se perfila este 2025
como una excepción de peso en el mapa latinoamericano. El Fondo Monetario
Internacional, tradicionalmente escéptico respecto a las variables argentinas,
ha tenido que reconfigurar sus previsiones para ubicar al país austral entre
las cinco economías con mayor crecimiento del planeta. La causa de esta
mutación económica tiene un nombre propio: Javier Milei.
La
economía argentina, tras dos años de contracción consecutiva, ha experimentado
un rebote sorprendente. El Producto Interior Bruto creció un 5,7% interanual en
febrero y el FMI estima un 5,5% de crecimiento total para el año. Aunque aún se
trata de una recuperación desde una base baja, el ritmo y el contexto
macroeconómico en que se produce son inéditos. La recuperación se da sin
recurrir a políticas expansivas tradicionales, ni a controles de precios ni
subsidios generalizados, sino más bien con una política de ajuste del gasto
fiscal que ha sido tan severa como efectiva.
El
fin del cepo
El
pasado 11 de abril, el Gobierno de Milei anunció el desmantelamiento del cepo
cambiario, vigente desde 2019, y la entrada en vigor de la Fase 3 de su plan
económico. Lejos de provocar una corrida cambiaria, el levantamiento fue
seguido por una apreciación del peso, que sorprendió incluso a los operadores
más optimistas. El tipo de cambio oficial, ahora dentro de bandas de flotación,
ha sido entregado al mercado, eliminando la noción de “dólar atrasado”
tan arraigada en la historia económica argentina.
El
ministro de Economía, Luis Caputo, y el presidente del Banco Central, Santiago
Bausili, articularon una estrategia que conjuga disciplina fiscal,
independencia monetaria y liberalización cambiaria. Esta arquitectura técnica
ha logrado estabilizar precios relativos sin desatar la hiperinflación que
algunos auguraban. El FMI lo resumió con una fórmula precisa: “ajuste fiscal
fuerte y recuperación de la confianza”.
Una
macroeconomía sobria
El
éxito técnico contrasta, sin embargo, con el estilo político de Milei. Su
liderazgo, incendiario en redes sociales y frontal en las formas, ha generado
fisuras en el Congreso y tensiones con sectores moderados de la oposición. El
desafío es claro: lograr que las reformas estructurales—tributaria, previsional
y laboral—no sólo sean aprobadas, sino que adquieran carácter irreversible, aun
en caso de alternancia política.
La
paradoja argentina reside hoy en su convivencia entre una macroeconomía
ortodoxa, digna de manuales liberales, y una praxis política más cercana a los
vaivenes de la polarización global. “La brecha más difícil de cerrar ya no
es la cambiaria, sino la institucional entre la macro y la política”,
señala un asesor gubernamental.
El
motor de la recuperación
Detrás
del rebote económico destacan sectores puntuales como la gestión financiera
(+30,2%), la pesca (+28,3%) y el comercio (+7,4%). La reactivación del crédito,
ha revitalizado a las fintech y a la banca tradicional. La minería, otro pilar
estratégico, también ha contribuido al nuevo impulso productivo.
No
obstante, el crecimiento es desigual. Servicios esenciales como la salud
(-0,5%) y la educación (+0,5%) siguen rezagados. El recorte del gasto público,
necesario para sanear las cuentas fiscales, ha afectado a las capas más
vulnerables, especialmente a los pensionados y trabajadores informales. La
pobreza, aunque se redujo sustancialmente del 52,9% heredado del gobierno de
Alberto Fernández al 38,1% de la población, una significativa caída de 14,8
puntos porcentuales, aún se mantiene escandalosamente alta.
Perspectivas
y desafíos
El
plan económico de Milei ha logrado sortear con éxito lo que históricamente ha
arrastrado a sus antecesores: una crisis cambiaria con efectos
hiperinflacionarios. Hoy, con una brecha cambiaria bajo control, inflación contenida
y confianza en ascenso, Argentina ofrece señales de previsibilidad que vuelven
a seducir a los inversores.
Pero
el gran desafío es la sostenibilidad. Como lo señala Jorge Vasconcelos,
economista jefe del IERAL, la estabilidad macro es condición necesaria pero no
suficiente. Hace falta una fiscalidad ordenada, un marco laboral moderno y una
apertura económica con sesgo productivo. Es decir, el "triángulo del
crecimiento sustentable": estabilidad, sustentabilidad fiscal e
inserción global.
En
octubre, las elecciones legislativas pondrán a prueba el modelo Milei. El
presidente deberá demostrar que puede construir mayorías parlamentarias
estables sin ceder a la lógica del clientelismo o la improvisación. Por el
momento, al menos, todo parece indicar que el gobierno de Javier Milei implementa
un cambio estructural en la historia económica argentina.
Conclusión
Argentina
parece haber encontrado en Milei una figura capaz de implementar un plan
económico coherente y duradero, en un país donde la coherencia ha sido
históricamente efímera. Si logra cerrar la brecha entre la institucionalidad
técnica y la política, el país podría no solo recuperar terreno, sino marcar el
inicio de un nuevo ciclo económico permanente. Si fracasa, el péndulo podría
oscilar nuevamente hacia el populismo económico, una trágica historia por demás
conocida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario