Imagen gentileza Tiempo Argentino
Con pocas perspectivas de mantenerse en el
gobierno más allá del 2023, el kirchnerismo reorganiza sus filas e intimida a
la oposición para preservar su núcleo duro de votantes y aliados.
Si mal
no recuerdo las clases de táctica, cuando estudiaba en el Liceo Militar General
San Martín hace cincuenta años, un ejército tras sufrir una derrota importante
en el campo de batalla enfrentaba dos alternativas.
Sus
mandos y cuadros de oficiales pueden dejarse ganar por el pánico, entonces sus
soldados huirán en desordenada desbandada. En esta situación los heridos y
equipos son abandonados y la mayor parte de las tropas derrotadas resulta
muerta, herida o es hecha prisionera.
Si por
el contrario, los mandos de la fuerza derrotada mantienen la calma y los
oficiales controlan a sus soldados, los derrotados podrán replegarse
ordenadamente hasta una nueva posición defensiva donde intentaran reorganizar
sus fuerzas. En este caso los heridos salvan su vida, los equipos militares son
evacuados y reutilizados y la mayoría de las tropas podrán seguir luchando.
Para
que esta segunda situación tenga lugar es necesario que al menos una parte de
las tropas derrotadas retrocedan en orden, combatiendo y efectuando contraataques
para detener el avance del enemigo.
Y esto
último parece ser precisamente lo que está haciendo el Frente de Todos después
de la importante derrota sufrida en las elecciones legislativas del pasado
domingo 14.
En ese
marco parecen inscribirse algunos hechos violentos ocurridos después de la
votación como el ataque al diario Clarín, el acto del Día del Militante, la
movilización del Polo Obrero y los incidentes violentos protagonizados por
separatistas mapuches en Río Negro o por narcotraficantes en la ciudad de
Rosario.
Alguien
podrá pensar que son hechos independientes y que no hay que dejarse ganar por
las interpretaciones conspiranóicas. Sin embargo, recordemos que las brujas no
existen, pero que las hay, las hay…
EL
CONTRATAQUE A LA OPOSICIÓN
Poco
importa quienes fueron los autores materiales del ataque con “cocteles
Molotov” al diario Clarín. Podrá ser mano de obra violenta proveniente de
grupúsculos anarquistas, barras bravas o incluso “soldados” del
narcotráfico.
Siempre
hay con quien pactar una operación mercenaria de intimidación a cambio de
dinero u otra compensación política.
De lo
que no cabe duda es que los autores intelectuales del atentado terrorista son
los dirigentes kirchneristas que desde hace dieciocho años acusan a la prensa
de toda clase de villanías.
El
relato kirchnerista consiste en proclamar que su gobierno toma todas las
medidas correctas, que la Argentina es un país rico y próspero donde hay menos
pobres que en Alemania, tampoco existen aquí los funcionarios corruptos sino
víctimas del lawfare, donde no hay inseguridad sino que las víctimas de la
delincuencia -incluso los muertos- solo tienen una “sensación de
inseguridad” generada por los medios de comunicación.
El
kirchnerismo cree que como la prensa solo difunde un “discurso de odio”,
que divide y entristece a los argentinos con fake news y mala onda, es
legítimo que “el pueblo” -o sea, ellos- silencie su maledicencia con
algún acto violento.
En ese
contexto se inscribe el “robo” (ataque) sufrido por el periodista
Alfredo Leuco, el 7 de noviembre de 2013, en el microcentro porteño -Av. De
Mayo al 800, frente al bar Tortoni-. El periodista opositor sufrió contusiones
y el robo de su computadora.
El 18
de noviembre de 2017, un grupo de manifestantes kirchneristas agredieron al
periodista Julio Bazán, de Todo Noticias, mientras cubría los violentos
incidentes en la zona del Congreso Nacional al tratarse la reforma previsional.
Estos
actos violentos contra la prensa se producen en todo el país. El 23 de marzo de
este año manifestantes de la CTA atacaron el edificio del diario Río Negro,
golpearon a un fotógrafo y un recepcionista, vandalizaron el mobiliario y
realizaron pintadas en las paredes.
En
octubre pasado, en este mismo contexto se inscriben las veladas amenazas por
WhatsApp del ministro de Seguridad Aníbal Fernández a las hijas del humorista
Cristian Dzwonik (Nik).
El
Foro de Periodistas Argentinos (FOPEA)
en su “Informe del Monitoreo de Libertad de Expresión 2020”
registró 82 ataques a periodistas, un incremento del 41% con respecto al 2019.
Entonces,
el ataque al edificio del multimedio Clarín debe leerse como un mensaje mafioso
contra periodistas muy críticos del gobierno de Alberto Fernández, como: Carlos
Pagni, Sebastián Borensztein, Eduardo Feinmann, Alfredo Leuco, Joni Viale,
Pablo Rossi, Joaquín Morales Sola, Luis Majul, Jorge Fernández Díaz, Ricardo
Kirschbaum, para nombrar tan solo a algunos de los más conocidos, a efectos de
que moderen su discurso.
Recordemos
que todas las dictaduras comienzan por acallar a la prensa.
En la
misma línea se inscriben los intentos de subir las retenciones a la soja, al
trigo y al maíz y extender el cepo a la carne una semana después de que el
kirchnerismo perdiera duramente en todos los distritos con fuerte producción agropecuaria.
LA
DISPUTA POR EL CONTROL DE LA CALLE
El
acto kirchnerista del miércoles 17 de noviembre conmemorando el “Día del
militante peronista” e incluso la movilización del Polo Obrero de ayer
martes 23 contienen otro tipo de mensaje mafioso.
Un
mensaje destinado a intimidar a los sectores moderados de clase media,
especialmente a los que Carlos Pagni ha denominado “la derecha bolsonarista”.
En referencia a una derecha liberal en lo económico y conservadora en lo
social. Un nuevo sector político e ideológico en crecimiento que propicia la
formación de un movimiento populista de derecha alternativa y que busca un
líder al estilo de Donald Trump, el brasileño Jair Bolsonaro o incluso el
candidato pinochetista a la presidencia de Chile José Antonio Kast.
La
idea es impactar con el poder de movilización de la izquierda y dejar en claro
que “la calle” -especialmente la Plaza de Mayo- le pertenece y que no
están dispuestos a permitir que surja un espacio político de derecha sin
confrontar.
EL
FANTASMA DEL TERRORISMO
Desde
la asunción del gobierno de Alberto Fernández han estado produciéndose
crecientes hechos de violencia política y criminal en dos escenarios bien
diferenciados, ante la total indiferencia -o hasta complicidad en algunos
casos- de las autoridades.
Por un
lado, la violencia terrorista protagonizada por grupúsculos separatistas que se
reivindican como mapuches y que pretenden separar las provincias de Chubut, Río
Negro y Neuquén para crear un Estado mapuche junto con otros territorios de
Chile.
Estos
grupos cuentan con el apoyo financiero de ONG europeas, la asistencia
organizativa y jurídica de exterroristas montoneros como Fernando Vaca Narvaja
y Roberto Cirilo Perdía.
Si
fuera necesario justificar los vínculos del kirchnerismo con los delincuentes
mapuches, es suficiente con recordar el papel del embajador argentino ante el
gobierno de Chile, Rafael Bielsa en la defensa del terrorista Facundo Jones
Huala, líder del grupo autodenominado Resistencia Ancestral Mapuche,
actualmente preso en el país transandino, señalar los vínculos de la abogada
Magdalena Odarda, hoy directora del Instituto Nacional de Asuntos Indígenas,
con el mencionado Jones Huala y su participación en la ocupación de propiedades
privadas por seudo mapuches en Río Negro, o las resistencia del ministro de
Seguridad Aníbal Fernández a mandar fuerzas federales a dicha provincia cuando
se lo requirió formalmente la gobernadora Arabela Carreras.
En
pocas palabras, a nadie le pueden caber dudas que desde el kirchnerismo se
apoya la usurpación de propiedades privadas y tierras de los parques nacionales
en la Patagonia por parte de los falsos mapuches.
El
otro foco donde está en juego la seguridad nacional es en la provincia de Santa
Fe, donde el gobernador Omar Perotti, por desidia o incapacidad parece haber
permitido que los narcotraficantes de la Banda de los Monos, después de
una sangrienta lucha por territorios con otros grupos criminales, extendiera su
accionar en toda la ciudad de Rosario y el Gran Rosario. Incrementando su
accionar del narcotráfico a la extorsión a los hoteles, restaurantes,
estaciones de servicio y concesionarias de automóviles.
Aquí
también la reticencia del ministerio de Seguridad a enviar fuerzas federales
agravó la situación. Finalmente, cuando llegaron lo hicieron en un número
insuficiente para retomar el control de la ciudad y poner a los narco
crimínales a la defensiva.
Hoy la
provincia, donde perdió las elecciones el gobierno, constituye una suerte de
espacio sin ley en manos de los narcos.
Con
estas acciones el kirchnerismo parece estar generando una herencia de
inestabilidad y conflicto que estallará en las manos del próximo gobierno.
EL
REPLIEGUE
El
peronismo sabe que le restan dos años de mandato, los cuales transcurrirán en
medio de una crisis económica con hiperinflación (el estimado de la inflación
para 2022 ronda el 62%) y la mitad de los argentinos en la pobreza.
La
gravedad de la situación demandará adoptar medidas impopulares. No habrá mucha “platita”
para poner en el bolsillo de los argentinos. Por lo tanto, es difícil que en
2023 se reviertan los números del 2021.
Intuyendo
un futuro no muy venturoso para lo que le resta de mandato, el gobierno
kirchnerista refuerza la lealtad de su núcleo duro de militantes y votantes.
También protege sus relaciones con los pocos aliados internacionales con que
cuenta: Cuba, Venezuela, Nicaragua, Bolivia, como así también los activistas
del Grupo de Puebla y del Foro de San Pablo.
Sabiendo
que en el futuro dependerá de ellos, cuando algunos de sus dirigentes deban
responder ante la justicia por los errores de su gestión, y para sobrevivir
como espacio político opositor. Especialmente porque en 2023, Cristina
Fernández de Kirchner tendrá setenta años, su salud no es para nada buena y aún
arrastrará las secuelas de sus problemas judiciales. En tanto que a su heredero
Máximo Kirchner le queda mucho por aprender en política.
La
principal duda es saber si el kirchnerismo se replegará ordenadamente o en
algún momento se dejará ganar por el pánico y se iniciará la desbandada.
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