Acorralada entre una economía en recesión,
crecientes reclamos de mayor democracia y aislada internacionalmente, Argelia
apela a la búsqueda de un conflicto externo para cohesionar un frente interno
que se derrumba.
Una
economía basada únicamente en la exportación de hidrocarburos, que oscila entre
la recesión y el estancamiento y no registra crecimiento desde el brusco
descenso de los precios del petróleo en 2014, pone el jaque a la administración
del presidente Tebboune en Argelia.
Tampoco
ayuda al crecimiento económico la existencia de un sistema de economía
dirigista de inspiración soviética que obliga al país a importar la mayor parte
de los productos esenciales que requiere su población y su posterior venta a
precios subsidiados para hacerlos accesibles. El Estado provee todo, incluida
la vivienda, y es también el principal proveer de empleo.
A
pesar de los muchos atractivos turísticos que el país puede ofrecer (buenas
playas, hotelería y gastronomía de calidad, además de un importante patrimonio
arqueológico y cultural que comprende siete sitios declarados Patrimonio de la
Humanidad por la UNESCO) la industria turística solo aporta un 10% al PBI, un
poco menos del 14,2% que agregó en 2020 la agricultura.
Si
bien la mayor parte del territorio argelino es desértico, la parte norte del
país alberga 41.360 hectáreas de tierra apta para la agricultura. No obstante,
la agricultura argelina es una actividad poco diversificada (produce cereales
-en especial avena sativa-, legumbres, frutas y verduras para consumo local)
que ocupa tan sólo al 9,4% de la población.
Con
una producción de 93.499 millones de metros cúbicos al año, Argelia s l décimo
mayor productor d gas natural del mundo. El 95% de las exportaciones argelinas
son hidrocarburos, lo cual explica el poco interés de la casta militar que
gobierna el país por lograr un desarrollo industrial y un crecimiento económico
armónico y sostenido.
Argelia
es la economía número 58 por volumen de PIB, con 127.091 millones de euros según
el Banco Mundial. Pero, cuando se observa el PBI per cápita como indicador del
nivel de vida de los argelinos, el país desciende al puesto 129 de los 169
medidos por el ranking del organismo financiero mundial, con tan solo 2.898
euros en 2020.
En
cuanto al Índice de Desarrollo Humano que elabora Naciones Unidas, Argelia se
sitúa en el puesto 91.
En lo
referente a su receptibilidad a los negocios con empresas extranjeras el
ranking Doing Business que mide las facilidades que los Estados ofrecen para
hacer negocios, Argelia ocupa el puesto 157 entre 190 países.
Argelia
es en la práctica una seudo democracia con un gobierno impopular tutelado por
los militares, que goza de cierta aceptación internacional debido a la
dependencia europea de sus exportaciones de gas y petróleo.
La
economía argelina estaba estancada y al borde del desabastecimiento. Uno de
cada cuatro jóvenes menores de treinta años no encuentra un trabajo estable y
su mejor alternativa es el “hrig”, la dura y riesgosa emigración hacia
las costas europeas.
En ese
contexto desde abril de 2020, el Hirak, el movimiento de protesta civil
argelino reclama elecciones realmente libres y competitivas y la creación de un
Estado civil democrático, es decir que, los argelinos quieren que los desacreditados
y devaluados gerentes que comandan el Ejército abandonen su control tiránico
sobre el país.
Sin
embargo, este país en crisis y quebrado financieramente, según sus propios
periódicos, ha invertido, en 46 años, más de 375.000 millones de dólares en una
guerra de desgaste contra el Reino de Marruecos, incluso financiando,
entrenando y armando a las milicias de los separatistas del Frente Polisario.
No le ha importado que para ello debiera sumergir en la pobreza a su propio
pueblo.
Como
muy bien ha declarado el embajador de Marruecos ante las Naciones Unidas, Omar
Hilale, Argelia “dedica su aparato diplomático al servicio de una agenda
única, la del Sáhara marroquí.”
Cabe
preguntarse entonces que derechos y que intereses mueven a Argelia para
apoderarse del Sáhara Marroquí.
Derechos
ninguno, absolutamente ninguno. La República Argelina Democrática y Popular es
una creación del colonialismo francés.
Mientras
que el Reino de Marruecos remonta sus orígenes al reino que el Mouley Idriss
ibn Abdullah ben Hassan ben Alí, bisnieto del profeta Mohammed, y sus sucesores
fundaran en el año 790, en la zona septentrional del actual territorio
marroquí.
En esa
misma época Argelia se convertía en una provincia del Imperio Otomano. Durante
los siguientes tres siglos se mantuvo en esa condición. Una provincia donde se
hablaba el idioma turco como lengua oficial y los pobladores árabes y bereberes
estaban excluidos de la administración imperial.
En
1710, Argelia se transformó en una Regencia del Impero Otomano con un Dey
hereditario.
La Regencia
de Argel sólo controlaba las áreas costeras y montañosas contiguas. En otras
palabras, Argel y sus alrededores. En las regiones del Oeste, Central y Este
del país gobernaban los Bey y en el interior existían algunos reinos locales en
los oasis, como el Sultanato de Tuggurt, bajo el control de las tribus locales
de bereberes y árabes.
La
regencia de Argel fue una de las principales bases de los piratas de Berbería
que atacaban los barcos cristianos, los asentamientos del Mediterráneo y el
Atlántico Norte. La prosperidad de la Regencia provenía del comercio de
esclavos y de los bienes obtenidos en esos saqueos.
El 5
de julio de 1830, después del incidente entre el Dey Hussein y el cónsul
francés en Argel, Pierre Deval, Francia ocupó Argel y comenzó a expandir el
territorio de su nueva colonia en el Norte de África. Después de una cruenta
guerra, desarrollada entre 1857 y 1870, logró incorporar a Argelia la región
independiente de la Cabilia poblada por bereberes.
Durante los años en que
Francia ejerció su Protectorado sobre Marruecos (1912 – 1956), los funcionarios
franceses decidieron “estabilizar” las frontera entre ambos
países, sin embargo la línea de demarcación de ambas fronteras variaban de un
mapa a otro debido a la mala definición (la Línea Varnier de 1912 y la Línea
Trincke de 1938). El descubrimiento de minas de hierro y manganeso en la región
hizo que Francia decidiera, en 1950, redefinir la demarcación de las fronteras
e incluir las regiones marroquíes de Tinduf y Colomb Béchar entre las
provincias de la entonces Argelia Francesa.
Desde la independencia en
1956, Marruecos reclama el reintegro de esos territorios y otros que han sido
parte del Marruecos histórico.
Ni
Francia, ni Argelia tuvieron nunca presencia o injerencia en el Sáhara marroquí
dónde la única ocupación colonial provino de España. La soberanía marroquí
sobre el Sáhara fue restituida a su
legítimo titular, el Reino de Marruecos, después de la heroica Marcha Verde del
6 al 9 de noviembre de 1975.
Resulta
evidente entonces, que careciendo de derechos o antecedentes históricos de
ningún tipo sobre el Sáhara marroquí, Argelia sólo tiene demandas e intereses
expansionistas sobre este territorio.
Por un
lado pretende obtener una salida hacia el Océano Atlántico para dinamizar sus
exportaciones de hidrocarburos y desarrollar proyectos portuarios y pesqueros
en su beneficio. Por un lado, también pretende aislar a Marruecos de sus rutas
terrestre de comercio hacia el África Occidental.
Con ese
objetivo ha estado apoyando durante décadas a los separatistas del Frente
Polisario y ahora, el gobierno argelino bajo tutela de los militares comprende
con frustración e impotencia que sus esfuerzos de tantos años resultaron
inútiles y que la comunidad internacional gradualmente está reconociendo la
soberanía marroquí sobre su Sáhara y que los separatistas saharauis están cada
vez más relegados y aislados en sus pretensiones.
Es por
lo que cómo último recurso amenaza a Marruecos con escalar el conflicto hacia
un confrontación militar abierta.
Si se
llegara a esa trágica situación la opinión pública debe tener muy presente que
siempre será Argelia el Estado agresor porque Marruecos está en su Sáhara y no
caerá ningún tipo de provocación de un Estado totalitario, frustrado y en
crisis.
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