domingo, 23 de septiembre de 2018

UNA INTERNACIONAL POPULISTA PROTEGE A LAS DICTADURAS LATINOAMERICANAS





En América Latinas, los gobierno populistas remanentes buscan perpetuarse en el poder con el apoyo de una compleja red de apoyo internacional.

LAS DICTADURAS POPULISTAS

En el siglo XX las dictaduras personalistas que se eternizaban en el poder eran de derecha, nacionalistas, anticomunistas y conservadoras. La dinastía Somoza gobernó en Nicaragua entre 1934 y 1979; Rafael Leónidas Trujillo “El benefactor” controló República Dominicana desde 1930 hasta su asesinado en 1961; Alfredo Stroessner hizo lo propio en Paraguay entre 1954 y 1989, por último, Francisco Franco Bahamonde, “Caudillo de España por gracia de Dios”, rigió los destinos de este Reino desde 1939 hasta su muerte en 1975; fueron claros ejemplos de ese hecho.

Pero, las cosas comenzaron a cambiar en 1959 con el triunfo de la Revolución Cubana. Los Castros, Fidel y Raúl, demostraron que las dictaduras podían adoptar también la ideología de izquierda, anticapitalista y antiimperialista para perpetuarse en el poder por más de sesenta años.

En la República Popular Democrática de Corea, la dinastía Kim (Kim il-Song, Kim Jong-il y Kim Jong-un) en el poder desde 1948, han creado la versión coreana del estalinismo, al que llamaron “Pensamiento Juché”, para dar cobertura ideológica al establecimiento de la primera saga de gobernante socialistas en el mundo.

En el siglo XXI, se gestó en América Latina un brote de populismo que levantó las banderas de la izquierda: socialismo, nacionalismo antiimperialista y anticapitalismo para encubrir, con algún sustento de legitimidad ideológica, su apetito voraz por el poder.

En todos los casos se trató de gobierno con clara legitimidad democrática en su origen, que una vez a cargo del gobierno cambiaron las reglas de juego (muchas veces mediante reformas constitucionales) a los efectos de perpetuarse y terminaron estableciendo dictaduras que atropellan los derechos de sus opositores y se llevan por delante a las instituciones, a la libertad de prensa y a los más elementales derechos de la gente.

En realidad el procedimiento no tuvo nada de nuevo. En 1933, Adolfo Hitler llegó al poder por elecciones absolutamente libres y democráticas donde el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (Nationalsozialistische Deutsche Arbeiter Partei -NSDAP-), resultó el más votado aunque no alcanzó la mayoría absoluta.

Una vez en el gobierno, los nazis aprovecharon una excusa – el incendio intencional del Reichstag- para disolver el Parlamento, decretar el estado de excepción y recluir a los opositores en campos de concentración. Fue el principio de la hora más oscura para Alemania y luego para el mundo.

En América Latina, al menos por el momento, no se ha llegado a tanto, pero si al establecimiento de dictaduras populistas con líderes que pretenden gobernar a sus países en forma vitalicia.

El primer de ellos fue el caudillo bolivariano de Venezuela, Hugo Chávez Frías, quien se mantuvo al frente de su país desde 1999 a su muerte en 2013. Ahora, su sucesor, el inefable Nicolás Maduro pretende tomar contra viento y marea el relevo de la Revolución Bolivariana. Aunque ello signifique expulsar a seis millones de venezolanos de su país.

Una inspiración similar tiene el boliviano Evo Morales. Aunque la constitución boliviana establece claramente un máximo de dos mandatos presidentes consecutivos y que en el referéndum, llevado a cabo el 21 de febrero de 2016, el pueblo voto en contra de una nueva reelección del líder indigenista, indiferente a todo esto, intentará en 2019 acceder a un cuarto mandato.

Evo logró, en 2017, mediante un “Recurso Abstracto de Inconstitucionalidad”, que el Tribunal Constitucional Plurinacional -la Corte Suprema integrada por jueces nombrados con el apoyo del presidente- autorizara una nueva candidatura con el polémico argumento de que la Constitución al proscribirlo lesionaba sus derechos humanos.

En Argentina, los Kirchner, Néstor y Cristina, intentaron burlar la limitación constitucional de los dos mandatos consecutivos y aspiraron a la reelección indefinida apelando a la alternancia de los miembros del binomio presidencial.
La muerte de Néstor Kirchner, en 2010, frustró el intento.

En 2015, con la economía en llamas, la popularidad en baja y sin posibilidad alguna de reformar la constitución Cristina Kirchner se vio forzada a ceder la presidencia.

Algo similar ocurrió con Rafael Correa en Ecuador. Para imponer la reelección indefinida en la constitución, Correa debió aceptar que se aplicara a partir del mandato presidencial siguiente al suyo.

Pero su suceso, Lenin Moreno, quien supuestamente debía tan sólo cuidarle el cargo por cuatro años, demostró tener otras ideas. Moreno convocó a un referéndum en 2017 y anuló la reelección.

Correa se quedó sin posibilidades de ser nuevamente presidente y con problemas en la justicia ecuatoriana por hechos de corrupción ligados a la trama Odebrecht.

Después de la jubilación del cubano Raúl Castro, el encarcelamiento de Luis Inacio “Lula” Da Silva, en Brasil, y los problemas judiciales por corrupción generalizada que enfrenta Cristina Kirchner, junto a Nicolás Maduro y Evo Morales solo sobrevive otro populista: el exguerrillero sandinista Daniel Ortega.

Ortega enfrenta desde hace un año una autentica campaña de resistencia civil que busca su renuncia y la de su esposa como pasó previo a que rinda cuentas ante la justicia nicaragüense por delitos de corrupción y por la persecución violenta de la oposición.

Asistido por los gobiernos de Venezuela y Cuba, Ortega resiste en el poder, indiferente a la muerte de más de cuatrocientos manifestantes. Su objetivo es ganar tiempo con simulacros de diálogo político y apostando al desgaste de la oposición y de que parte de ella cansada de caos en Nicaragua, emigre al exilio. Una estrategia que parece haber dado buen resultado a Nicolás Maduro.

LA INTERNACIONAL POPULISTA

Uno de los mayores problemas que enfrentan estas dictaduras populistas es su aislamiento internacional. Para reducirlo han conformado una suerte de “Internacional Populista”.

De ella participan gobierno igualmente cuestionados internacionalmente, como Argelia, Irán o Rusia, y una extensa red de partidos políticos y grupos antisistema. Entre ellos se encuentra el español Podemos, en Argentina la kirchnerista “Unidad Ciudadana”, el Movimiento Patriótico Quebracho y el minúsculo Partido Patria Grande.

Esta “Internacional Populista” se unen también diversos grupúsculos separatistas como los catalanes Esquerra Republicana de Catalunya, el Frente Polisario y los mapuches de la Resistencia Ancestral Mapuche.

Los voceros de la internacional socialista difunden sus “fake news” y propaganda a través de cadenas informativas como Telesur, Prensa Latina e Hispantv, además de cientos de portales en la web.

En síntesis, la Internacional Populista constituye un complejo entramado de gobiernos, partidos políticos antisistema, grupos separatistas y figuras de izquierda que pretenden legitimar regímenes personalistas, antidemocráticos y corruptos esgrimiendo la bandera del socialismo del siglo XXI.
 

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