En
América Latinas, los gobierno populistas remanentes buscan perpetuarse en el
poder con el apoyo de una compleja red de apoyo internacional.
LAS
DICTADURAS POPULISTAS
En el siglo XX las dictaduras
personalistas que se eternizaban en el poder eran de derecha, nacionalistas,
anticomunistas y conservadoras. La dinastía Somoza gobernó en Nicaragua entre
1934 y 1979; Rafael Leónidas Trujillo “El
benefactor” controló República Dominicana desde 1930 hasta su asesinado en 1961;
Alfredo Stroessner hizo lo propio en Paraguay entre 1954 y 1989, por último, Francisco
Franco Bahamonde, “Caudillo de España por
gracia de Dios”, rigió los destinos de este Reino desde 1939 hasta su muerte
en 1975; fueron claros ejemplos de ese hecho.
Pero, las cosas comenzaron a
cambiar en 1959 con el triunfo de la Revolución Cubana. Los Castros, Fidel y
Raúl, demostraron que las dictaduras podían adoptar también la ideología de
izquierda, anticapitalista y antiimperialista para perpetuarse en el poder por
más de sesenta años.
En la República Popular
Democrática de Corea, la dinastía Kim (Kim il-Song, Kim Jong-il y Kim Jong-un)
en el poder desde 1948, han creado la versión coreana del estalinismo, al que
llamaron “Pensamiento Juché”, para
dar cobertura ideológica al establecimiento de la primera saga de gobernante
socialistas en el mundo.
En el siglo XXI, se gestó en
América Latina un brote de populismo que levantó las banderas de la izquierda: socialismo,
nacionalismo antiimperialista y anticapitalismo para encubrir, con algún
sustento de legitimidad ideológica, su apetito voraz por el poder.
En todos los casos se trató de
gobierno con clara legitimidad democrática en su origen, que una vez a cargo del
gobierno cambiaron las reglas de juego (muchas veces mediante reformas
constitucionales) a los efectos de perpetuarse y terminaron estableciendo
dictaduras que atropellan los derechos de sus opositores y se llevan por
delante a las instituciones, a la libertad de prensa y a los más elementales
derechos de la gente.
En realidad el procedimiento
no tuvo nada de nuevo. En 1933, Adolfo Hitler llegó al poder por elecciones
absolutamente libres y democráticas donde el Partido Nacionalsocialista Obrero
Alemán (Nationalsozialistische Deutsche
Arbeiter Partei -NSDAP-), resultó el más votado aunque no alcanzó la
mayoría absoluta.
Una vez en el gobierno, los
nazis aprovecharon una excusa – el incendio intencional del Reichstag- para
disolver el Parlamento, decretar el estado de excepción y recluir a los
opositores en campos de concentración. Fue el principio de la hora más oscura
para Alemania y luego para el mundo.
En América Latina, al menos
por el momento, no se ha llegado a tanto, pero si al establecimiento de
dictaduras populistas con líderes que pretenden gobernar a sus países en forma
vitalicia.
El primer de ellos fue el
caudillo bolivariano de Venezuela, Hugo Chávez Frías, quien se mantuvo al
frente de su país desde 1999 a su muerte en 2013. Ahora, su sucesor, el
inefable Nicolás Maduro pretende tomar contra viento y marea el relevo de la
Revolución Bolivariana. Aunque ello signifique expulsar a seis millones de
venezolanos de su país.
Una inspiración similar tiene
el boliviano Evo Morales. Aunque la constitución boliviana establece claramente
un máximo de dos mandatos presidentes consecutivos y que en el referéndum,
llevado a cabo el 21 de febrero de 2016, el pueblo voto en contra de una nueva
reelección del líder indigenista, indiferente a todo esto, intentará en 2019
acceder a un cuarto mandato.
Evo logró, en 2017, mediante
un “Recurso Abstracto de
Inconstitucionalidad”, que el Tribunal Constitucional Plurinacional -la
Corte Suprema integrada por jueces nombrados con el apoyo del presidente-
autorizara una nueva candidatura con el polémico argumento de que la
Constitución al proscribirlo lesionaba sus derechos humanos.
En Argentina, los Kirchner,
Néstor y Cristina, intentaron burlar la limitación constitucional de los dos
mandatos consecutivos y aspiraron a la reelección indefinida apelando a la
alternancia de los miembros del binomio presidencial.
La muerte de Néstor Kirchner,
en 2010, frustró el intento.
En 2015, con la economía en
llamas, la popularidad en baja y sin posibilidad alguna de reformar la
constitución Cristina Kirchner se vio forzada a ceder la presidencia.
Algo similar ocurrió con
Rafael Correa en Ecuador. Para imponer la reelección indefinida en la
constitución, Correa debió aceptar que se aplicara a partir del mandato
presidencial siguiente al suyo.
Pero su suceso, Lenin Moreno,
quien supuestamente debía tan sólo cuidarle el cargo por cuatro años, demostró
tener otras ideas. Moreno convocó a un referéndum en 2017 y anuló la
reelección.
Correa se quedó sin posibilidades
de ser nuevamente presidente y con problemas en la justicia ecuatoriana por
hechos de corrupción ligados a la trama Odebrecht.
Después de la jubilación del
cubano Raúl Castro, el encarcelamiento de Luis Inacio “Lula” Da Silva, en Brasil, y los problemas judiciales por
corrupción generalizada que enfrenta Cristina Kirchner, junto a Nicolás Maduro
y Evo Morales solo sobrevive otro populista: el exguerrillero sandinista Daniel
Ortega.
Ortega enfrenta desde hace un
año una autentica campaña de resistencia civil que busca su renuncia y la de su
esposa como pasó previo a que rinda cuentas ante la justicia nicaragüense por
delitos de corrupción y por la persecución violenta de la oposición.
Asistido por los gobiernos de
Venezuela y Cuba, Ortega resiste en el poder, indiferente a la muerte de más de
cuatrocientos manifestantes. Su objetivo es ganar tiempo con simulacros de
diálogo político y apostando al desgaste de la oposición y de que parte de ella
cansada de caos en Nicaragua, emigre al exilio. Una estrategia que parece haber
dado buen resultado a Nicolás Maduro.
LA
INTERNACIONAL POPULISTA
Uno de los mayores problemas
que enfrentan estas dictaduras populistas es su aislamiento internacional. Para
reducirlo han conformado una suerte de “Internacional
Populista”.
De ella participan gobierno
igualmente cuestionados internacionalmente, como Argelia, Irán o Rusia, y una
extensa red de partidos políticos y grupos antisistema. Entre ellos se
encuentra el español Podemos, en Argentina la kirchnerista “Unidad Ciudadana”, el Movimiento Patriótico Quebracho y el
minúsculo Partido Patria Grande.
Esta “Internacional Populista” se unen también diversos grupúsculos
separatistas como los catalanes Esquerra
Republicana de Catalunya, el Frente Polisario y los mapuches de la Resistencia
Ancestral Mapuche.
Los
voceros de la internacional socialista difunden sus “fake news” y propaganda a través de cadenas informativas como
Telesur, Prensa Latina e Hispantv, además de cientos de portales en la web.
En síntesis, la Internacional
Populista constituye un complejo entramado de gobiernos, partidos políticos
antisistema, grupos separatistas y figuras de izquierda que pretenden legitimar
regímenes personalistas, antidemocráticos y corruptos esgrimiendo la bandera
del socialismo del siglo XXI.
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