lunes, 3 de septiembre de 2018

MACRI Y LA MALDICIÓN DEL PERONISMO



El gobierno argentino sigue sin encontrar las claves para controlar la crisis financiera y política que comienza a afectar la gobernabilidad del país.

En octubre de 2017, la coalición oficialista Cambiemos obtenía una clara victoria en las elecciones legislativas de medio término. El presidente Mauricio Macri parecía tener asegurada su reelección en 2019.

Pero, en política nada puede darse por sentado. Los mismos analistas que auguraban cuatro años más de gobierno de Cambiemos, hoy se preguntan si logrará completar su actual mandato o sucumbirá a la maldición del peronismo.

Desde que Juan D. Perón obtuvo la presidencia en las elecciones de marzo de 1946, ningún presidente que no pertenezca al Partido Peronista ha logrado completar el período presidencial previsto en la Constitución Nacional.

¿Qué ocurrió este año para que Argentina se asome nuevamente al precipicio?

En esencia diversos factores se combinaron para generar la actual crisis. En primer término, una herencia de desquicio administrativo, aislamiento internacional, la segunda tasa inflacionaria más alta después de Venezuela, cepo cambiario, precios subsidiados de combustibles, energía eléctrica y gas, una política social dispendiosa que insumía en jubilaciones, pensiones, asignación universal por hijo, apoyo alimentario y otros subsidios el 58% del gasto fiscal, recesión económica, etc., etc.

Luego un contexto internacional donde el aumento de las tasas de interés en los Estados Unidos, el resurgir del proletariado y las turbulencias operaron en detrimento de los países emergentes y tornaron obsoleta la apertura de la economía y la recepción de inversiones extranjeras que pretendía lograr el presidente Macri.

A ello se agregó una sequía récord que redujo drásticamente los ingresos provenientes de las exportaciones agropecuarias y llevó a la quiebra a muchos pequeños productores.

El gobierno de Cambiemos también tiene una gran responsabilidad en la crisis. Sus cuadros dirigentes conformados por jóvenes empresarios carente de experiencia en la gestión pública aportaron una buena cuota de errores de todo tipo.

La frutilla del postre fue la aparición de los denominados “cuadernos de la corrupción”. Un exchofer y custodio de funcionarios kirchneristas aportó pruebas irrefutables del sistema de recaudación de sobornos durante los años de gobierno del matrimonio Kirchner.

La corrupción en el otorgamiento y control de las obras públicas se había convertido, con el paso de los años, en una aceitada maquinaria que dejaba en manos de los políticos kirchneristas un promedio de tres millones de dólares diarios. El progresismo populista en Argentina devino en una cleptodemocracia.

Y los cuadernos del chófer sólo describían uno de los circuitos de corrupción. Los analistas sospechan que existían otros circuitos similares en diversas áreas del Estado.

Pronto los empresarios imputados de pagar sobornos comenzaron a declarar y a cambio de ser admitidos en la causa como “imputados colaboradores” (arrepentidos) aportaron nuevas pruebas que expandieron geométricamente las investigaciones.

Así, comenzó a evidenciarse que las imputaciones no se detendrían en las principales figuras del gobierno kirchnerista: Cristina Fernández de Kirchner, Julio de Vido, etc. Las imputaciones se expandirían hasta involucrar a gobernadores, intendentes y legisladores peronistas en ejercicio, a los directivos de las grandes empresas nacionales e internacionales que operan en el rubro de las obras públicas e incluso a algunos bancos locales involucrados en las maniobras de cohecho y lavado de dinero de la corrupción.

En ese contexto, la depreciación de la moneda argentina, que había comenzado gradualmente en diciembre de 2017, comenzó a acelerarse. El gobierno de Cambiemos se puso nervioso y comenzó a gastar sus reservas en un estéril intento por contener la “corrida del dólar”. El presidente reformuló su equipo económico pero pronto se hizo evidente que los nuevos funcionarios tampoco lograban insuflar confianza a los mercados y controlar al dólar.

Para mayo, el peso había perdido el 25% de su valor. Entonces el presidente decidió recurrir al FMI. El organismo financiero internacional otorgó un sustancial crédito de 50.000 millones de dólares pero demandó la implementación de un duro plan de austeridad fiscal que aumentó la recesión económico y la inflación, sin resolver ninguno de los problemas que generaban la crisis.

El mundial de futbol y las vacaciones de invierno le dieron al gobierno una tregua, pero el 1° de agosto detonó el affaire de los “cuadernos” y el dólar comenzó nuevamente su escalada. Para la última semana de agosto el dólar alcanzó los $42, perdiendo en un año el 50% de su valor y en algunas provincias se produjeron saqueos a supermercados. El ambiente político se llenó de toda clase de rumores.

La tormenta política sacudió fuertemente al gobierno sin lograr que se le cayera una sola idea.

El presidente decidió implementar un ajuste fiscal aún más violento, acompañado de un cambio de gabinete que diera una aire de “refundación” a su gestión. Pero la intransigencia de sus aliados de la Unión Cívica Radical y de la Coalición Cívica que responde a la diputada Elisa “Lilita” Carrió lo impidieron. Los aliados del gobierno pretendían participar en el proceso de toma de decisiones y ocupar algunos ministerios claves. Macri no estaba dispuesto a ceder el control.

La iniciativa terminó en una reducción cosmética de once ministerios que pasaron a ser “secretarías de Estado” sin que ni un solo funcionario perdiera su cargo. El gobierno intento presentar la reducción de ministerios como un gran ajuste del gasto fiscal.

Por el momento al menos, las únicas medidas económica realmente implementadas fue el crear un impuesto a la exportación de productos primarios del 10%, y al resto de las exportaciones del 7,5%.

La medida lejos de aportar soluciones a la crisis hará aún más difícil la relación del gobierno con el campo y con los sectores empresariales.

Los mercados tampoco tomaron en serio la reforma. Pese a que en los Estados Unidos era feriado, el dólar, que había bajado a $38 el viernes 31, el lunes 3 de septiembre subió a $39. Aunque el Banco Central vendió cien millones de dólares para hacer descender la cotización de la divisa estadounidense al final de la jornada cambiaria.

Esto hace que la crisis financiera que afecta a la gobernabilidad de Argentina siga estando con un final abierto. ¿Logrará Mauricio Macri finalmente terminar con la maldición del peronismo y completar su mandato o sucumbirá en el intento?


No hay comentarios: