El
gobierno argentino sigue sin encontrar las claves para controlar la crisis
financiera y política que comienza a afectar la gobernabilidad del país.
En
octubre de 2017, la coalición oficialista Cambiemos obtenía una clara victoria
en las elecciones legislativas de medio término. El presidente Mauricio Macri
parecía tener asegurada su reelección en 2019.
Pero,
en política nada puede darse por sentado. Los mismos analistas que auguraban
cuatro años más de gobierno de Cambiemos, hoy se preguntan si logrará completar
su actual mandato o sucumbirá a la maldición del peronismo.
Desde
que Juan D. Perón obtuvo la presidencia en las elecciones de marzo de 1946,
ningún presidente que no pertenezca al Partido Peronista ha logrado completar
el período presidencial previsto en la Constitución Nacional.
¿Qué
ocurrió este año para que Argentina se asome nuevamente al precipicio?
En
esencia diversos factores se combinaron para generar la actual crisis. En
primer término, una herencia de desquicio administrativo, aislamiento
internacional, la segunda tasa inflacionaria más alta después de Venezuela,
cepo cambiario, precios subsidiados de combustibles, energía eléctrica y gas,
una política social dispendiosa que insumía en jubilaciones, pensiones,
asignación universal por hijo, apoyo alimentario y otros subsidios el 58% del
gasto fiscal, recesión económica, etc., etc.
Luego
un contexto internacional donde el aumento de las tasas de interés en los
Estados Unidos, el resurgir del proletariado y las turbulencias operaron en
detrimento de los países emergentes y tornaron obsoleta la apertura de la
economía y la recepción de inversiones extranjeras que pretendía lograr el
presidente Macri.
A ello
se agregó una sequía récord que redujo drásticamente los ingresos provenientes
de las exportaciones agropecuarias y llevó a la quiebra a muchos pequeños
productores.
El
gobierno de Cambiemos también tiene una gran responsabilidad en la crisis. Sus
cuadros dirigentes conformados por jóvenes empresarios carente de experiencia
en la gestión pública aportaron una buena cuota de errores de todo tipo.
La
frutilla del postre fue la aparición de los denominados “cuadernos de la corrupción”. Un exchofer y custodio de
funcionarios kirchneristas aportó pruebas irrefutables del sistema de
recaudación de sobornos durante los años de gobierno del matrimonio Kirchner.
La
corrupción en el otorgamiento y control de las obras públicas se había
convertido, con el paso de los años, en una aceitada maquinaria que dejaba en
manos de los políticos kirchneristas un promedio de tres millones de dólares
diarios. El progresismo populista en Argentina devino en una cleptodemocracia.
Y los
cuadernos del chófer sólo describían uno de los circuitos de corrupción. Los
analistas sospechan que existían otros circuitos similares en diversas áreas
del Estado.
Pronto
los empresarios imputados de pagar sobornos comenzaron a declarar y a cambio de
ser admitidos en la causa como “imputados
colaboradores” (arrepentidos) aportaron nuevas pruebas que expandieron
geométricamente las investigaciones.
Así,
comenzó a evidenciarse que las imputaciones no se detendrían en las principales
figuras del gobierno kirchnerista: Cristina Fernández de Kirchner, Julio de
Vido, etc. Las imputaciones se expandirían hasta involucrar a gobernadores,
intendentes y legisladores peronistas en ejercicio, a los directivos de las
grandes empresas nacionales e internacionales que operan en el rubro de las
obras públicas e incluso a algunos bancos locales involucrados en las maniobras
de cohecho y lavado de dinero de la corrupción.
En ese
contexto, la depreciación de la moneda argentina, que había comenzado
gradualmente en diciembre de 2017, comenzó a acelerarse. El gobierno de
Cambiemos se puso nervioso y comenzó a gastar sus reservas en un estéril
intento por contener la “corrida del
dólar”. El presidente reformuló su equipo económico pero pronto se hizo
evidente que los nuevos funcionarios tampoco lograban insuflar confianza a los
mercados y controlar al dólar.
Para
mayo, el peso había perdido el 25% de su valor. Entonces el presidente decidió recurrir
al FMI. El organismo financiero internacional otorgó un sustancial crédito de
50.000 millones de dólares pero demandó la implementación de un duro plan de
austeridad fiscal que aumentó la recesión económico y la inflación, sin
resolver ninguno de los problemas que generaban la crisis.
El
mundial de futbol y las vacaciones de invierno le dieron al gobierno una
tregua, pero el 1° de agosto detonó el affaire de los “cuadernos” y el dólar comenzó nuevamente su escalada. Para la
última semana de agosto el dólar alcanzó los $42, perdiendo en un año el 50% de
su valor y en algunas provincias se produjeron saqueos a supermercados. El
ambiente político se llenó de toda clase de rumores.
La
tormenta política sacudió fuertemente al gobierno sin lograr que se le cayera
una sola idea.
El
presidente decidió implementar un ajuste fiscal aún más violento, acompañado de
un cambio de gabinete que diera una aire de “refundación”
a su gestión. Pero la intransigencia de sus aliados de la Unión Cívica Radical
y de la Coalición Cívica que responde a la diputada Elisa “Lilita” Carrió lo impidieron. Los aliados del gobierno pretendían
participar en el proceso de toma de decisiones y ocupar algunos ministerios
claves. Macri no estaba dispuesto a ceder el control.
La
iniciativa terminó en una reducción cosmética de once ministerios que pasaron a
ser “secretarías de Estado” sin que
ni un solo funcionario perdiera su cargo. El gobierno intento presentar la
reducción de ministerios como un gran ajuste del gasto fiscal.
Por el
momento al menos, las únicas medidas económica realmente implementadas fue el
crear un impuesto a la exportación de productos primarios del 10%, y al resto
de las exportaciones del 7,5%.
La
medida lejos de aportar soluciones a la crisis hará aún más difícil la relación
del gobierno con el campo y con los sectores empresariales.
Los
mercados tampoco tomaron en serio la reforma. Pese a que en los Estados Unidos
era feriado, el dólar, que había bajado a $38 el viernes 31, el lunes 3 de
septiembre subió a $39. Aunque el Banco Central vendió cien millones de dólares
para hacer descender la cotización de la divisa estadounidense al final de la
jornada cambiaria.
Esto
hace que la crisis financiera que afecta a la gobernabilidad de Argentina siga
estando con un final abierto. ¿Logrará Mauricio Macri finalmente terminar con
la maldición del peronismo y completar su mandato o sucumbirá en el intento?
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