La
profundización de la crisis política en Brasil, con el encarcelamiento del expresidente
Luis Inácio “Lula” da Silva para cumplir una condena por delitos de corrupción,
abre la puerta para la expansión de la inestabilidad en la región.
BRASIL
EN CRISIS
Brasil arrastra un lustro de
inestabilidad política, desde la inauguración de las protestas callejeras en
2013, en reacción por el aumento de las tarifas del transporte y la política de
ajuste del gasto público implementada por la presidente Dilma Rousseff.
En 2015, estalló el Lava Jato
-que investiga una mega causa de corrupción en la empresa petrolera estatal
Petrobras- y se detonaron las protestas por el gasto desmedido en la
organización de la Copa Mundial de Futbol y las Olimpiadas de Río.
Mediante las protestas
callejeras la clase media mostraba su indignación por tres años continuos de
recesión económica y la difusión de los escándalos de corrupción. El
tradicional “roba, pero hace” se
transformó en un categórico “si roba no
hace”.
LA
CRISIS DE CORRUPCIÓN EN AMÉRICA LATINA
El tiro de gracia para la gobernabilidad
de Brasil se disparó el 21 de diciembre de 2016 cuando el Departamento de
Justicia de los Estados Unidos reveló que la empresa constructora brasileña
Odebrecht había pagado unos 788 millones de dólares, durante veinte años,
sobornos a políticos en doce países latinoamericanos para obtener contratos de
obra pública.
En Brasil, Odebrecht pagó
entre 2007 y 2014, sobornos por unos 350 millones de dólares y obtuvo ingresos
por contratos firmados de 1.900 millones.
La noticia provocó un
verdadero cataclismo en la clase política de la región. Al menos dos
presidentes perdieron sus cargos, otros ex jefes de Estado sufrieron embargos,
terminaron en cárcel o debieron responder ante la justicia y aún hoy se ignora
cual será su destino final.
Dilma Rousseff y el peruano
Pedro Pablo Kuczynski debieron renunciar a la presidencia y dar explicaciones
ante la justicia. En Perú el expresidente Ollanta Humala (2011 – 2016) y su
esposa Nadine Heredia se encuentran detenidos desde hace un año y el expresidente
Alejandro Toledo ha debido refugiarse en los Estados Unidos para evitar cumplir
una condena de cárcel de 18 meses. En tanto el expresidente Alan García se
defiende de las acusaciones en los tribunales.
En Panamá las sospechas recaen
sobre los expresidentes: Ricardo Martinelli (2009 – 2014) detenido en Miami y Martín
Torrijos. También se sospecha que el actual presidente Juan Carlos Varela ha
financiado su campaña presidencial con dinero de la constructora brasileña.
En Colombia, los dineros de
Odebrecht se filtraron a la campaña presidencial del hoy premio nobel Juan
Manuel Santos.
En Argentina, la expresidente
Cristina Fernández de Kirchner ha logrado, al menos por el momento, eludir el
ir a prisión gracias a que dispone de fueros como legisladora y la protección
del Partido Justicialista.
Sin embargo, esos mismos fueros
no protegieron a su ministro de Planeamiento, el arquitecto Julio de Vido y a
empresario que evidenciaron un exponencial crecimiento patrimonial durante los
años del kirchnerismo, como Lázaro Báez y sus hijos o el magnate del juego y
los medios de comunicación Cristóbal López.
También en Ecuador, el
escándalo Odebrecht golpeó en el corazón de la clase política local. Allí la
constructora brasileña pagó sobornos por 33,5 millones de dólares. El vicepresidente
Jorge Glas perdió su cargo y sufrió una condena seis años de cárcel por
corrupción.
La actitud por seguir frente a
las denuncias de corrupción desató la abierta confrontación entre el expresidente
Rafael Correa (2007 – 2017) y su sucesor Lenin Moreno. Correa resultó
derrotado. No podrá aspirar a ocupar la presidencia nunca más y deberá
responder ante los tribunales por diversos casos de corrupción ocurridos durante
su gestión.
Los escándalos por corrupción
y los problemas económicos terminaron por sepultar a la mayoría de los
gobiernos populistas de la región. Solo Evo Morales, que pretende forzar la
letra de la constitución boliviana, presentándose como candidato presidencial
para un cuarto mandato, el inefable Nicolás Maduro que ha establecido una
dictadura cuasi militar sobre las ruinas de lo que alguna vez fue la República
de Venezuela y el exguerrillero sandinista Daniel Ortega en Nicaragua,
mantienen la alicaída bandera del “socialismo
del siglo XXI” en América Latina.
BRASIL
EN LA INCERTIDUMBRE
El encarcelamiento de Lula da
Silva para cumplir una condena doce años de prisión deja al Partido de los
Trabajadores, que encabeza las preferencias en las encuestas, sin candidato
presidencial y a Brasil ante la incertidumbre de quién regirá su destino a
partir de octubre.
El principal beneficiario con
la marginación de Lula es el candidato derechista, Jair Bolsonaro, un ex
oficial del ejército, que hace campaña reivindicando a las Fuerzas Armadas y
prometiendo “mano dura” contra delincuentes y violadores en un país con
frecuentes guerras entre criminales en las favelas, 60.000 asesinatos por año y
la tercera población carcelaria del mundo con 750.000 reclusos.
Así ha logrado situarse
claramente segundo en las encuestas, con el 20% de las preferencias, mientras
que otros candidatos de la izquierda (Geraldo Alckmin, Marina Silva o Ciro
Gómes) no logran romper la barrera del 10% en los sondeos.
Aunque aun restan seis meses
antes de que los brasileños concurran a las urnas y, en ese entonces, muchas
cosas pueden ocurrir, es difícil evitar el clima de incertidumbre.
Resulta difícil imaginarnos
donde ha quedado aquel Brasil que, hace tan sólo ocho años, asomaba como una
potencia emergente y motor de los Brics.
No debemos olvidar, que Brasil
es en sí mismo un inmenso subcontinente. Su territorio, población y PBI
constituyen la mitad de todo Sudamérica. Es el gran motor que impulsa al
Mercosur y el principal socio comercial de la Argentina.
Sin un Brasil estabilizado
políticamente y retomando a paso firme la senda del crecimiento es imposible,
por ejemplo, pensar que el Mercosur logre el tan necesario acuerdo económico
con la Comunidad Europea o cualquier negociación favorable con el temperamental
presidente estadounidense Donald Trump.
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