jueves, 24 de julio de 2025

Tailandia y Camboya reabren una larga confrontación


 

 La frontera más caliente del Sudeste Asiático revive su eterno conflicto, ahora con misiles, minas y muertos. Una disputa territorial enquistada, un nacionalismo inflamado y el la asimetría militar siembran el riesgo de una guerra abierta.


El conflicto entre Camboya y Tailandia, enquistado desde los tiempos del dominio colonial francés, ha vuelto a estallar con violencia. Una línea de frontera trazada hace más de un siglo, un templo milenario en lo alto de una montaña y el nacionalismo herido de dos pueblos son los ingredientes de una crisis que ya se ha cobrado al menos una docena de vidas y amenaza con convertirse en una guerra regional de consecuencias imprevisibles.

El jueves 24 de julio, las tropas de ambos países intercambiaron fuego en al menos seis puntos a lo largo de su porosa frontera de 817 kilómetros. Bombardeos, misiles y ataques con drones transformaron en zona de guerra un área donde se erigen los templos de Ta Muen Thom y Preah Vihear, santuarios del antiguo Imperio jemer. Las víctimas se cuentan por decenas. La diplomacia, entre ruinas: embajadores expulsados, fronteras cerradas, acusaciones cruzadas. El fantasma del 2011 —cuando una disputa similar dejó una veintena de muertos— se torna hoy más denso, más volátil.

Las huellas del pasado

La raíz del conflicto no está en el presente, sino en 1907, cuando Francia, entonces potencia colonial en Indochina, impuso un trazado fronterizo que Tailandia (entonces Siam) nunca aceptó del todo. El templo de Preah Vihear fue adjudicado a Camboya por la Corte Internacional de Justicia en 1962, fallo que Bangkok acató a regañadientes. Pero la soberanía de los terrenos adyacentes —incluidos otros templos como Ta Muen Thom— sigue sin resolución.

A lo largo del siglo XX y lo que va del XXI, los estallidos armados han sido periódicos, inflamados por ciclos de nacionalismo y aprovechados por líderes en apuros políticos. En esta ocasión, el conflicto se ha visto agudizado por el reciente desplome político en Tailandia, donde la primera ministra Paetongtarn Shinawatra fue suspendida tras una llamada filtrada con el veterano líder camboyano Hun Sen, lo que desató protestas en Bangkok y minó su legitimidad.

Un choque asimétrico

Aunque Camboya ha respondido con determinación, la diferencia de poder militar entre ambos países es abismal y jugará un papel crucial en el desenlace de la crisis. Tailandia cuenta con unas Fuerzas Armadas modernas y bien financiadas, que superan en número y capacidad tecnológica a las camboyanas.

·       Efectivos: Tailandia dispone de 361.000 soldados activos (más del triple que los 120.000 de Camboya) y una reserva bien entrenada.

·       Capacidades aéreas: La Fuerza Aérea tailandesa opera cazas Gripen suecos, F-16 y F-5 estadounidenses, además de helicópteros Black Hawk y aviones de ataque Cobra. Camboya carece prácticamente de aviación de combate, dependiendo solo de helicópteros de transporte y modelos soviéticos obsoletos.

·       Blindados y artillería: El Ejército tailandés dispone de tanques VT-4 de fabricación china y centenares de unidades estadounidenses, junto con más de 600 piezas de artillería pesada. Camboya, en contraste, opera tanques soviéticos T-55 y artillería ligera, lejos de la capacidad de fuego de su vecino.

·       Apoyo internacional: Estados Unidos considera a Tailandia un aliado estratégico, y China ha incrementado su influencia en años recientes, dotando al país de tecnología y asesoramiento militar.

Esa desproporción ha quedado expuesta en los últimos días, cuando Bangkok utilizó su poder aéreo para bombardear objetivos camboyanos tras la muerte de 11 civiles tailandeses en ataques con cohetes BM-21 procedentes de Phnom Penh. Mientras tanto, casi 5.000 camboyanos han sido evacuados de las zonas fronterizas.

Nacionalismo, minas y diplomacia rota

A la escalada armada se suma un componente emocional y simbólico. Tanto en Tailandia como en Camboya, el nacionalismo se ha agitado como un látigo. El templo de Preah Vihear no es solo una ruina antigua: es un emblema identitario, una joya del pasado imperial jemer que cada país reivindica como propia. Y cuando la historia se convierte en política, las soluciones racionales suelen esfumarse.

El uso de minas terrestres, atribuidas por Tailandia a Camboya y negadas por esta, ha elevado el nivel de la confrontación. Soldados mutilados, civiles muertos, templos milenarios convertidos en trincheras: el conflicto se torna cada vez más tóxico.

Mientras tanto, la vía diplomática parece clausurada. Ambos países han retirado a sus embajadores, suspendido los cruces fronterizos, boicoteado productos y hasta prohibido programas de televisión. La retórica oficial es beligerante y no hay visos inmediatos de desescalada.

Tres posibles escenarios

La evolución del conflicto depende de muchos factores, pero pueden trazarse tres posibles desenlaces:

1. Escalada militar abierta

Una posibilidad alarmante. Si continúan los ataques sobre zonas civiles o templos históricos, y si el fervor nacionalista impide cualquier negociación, el conflicto podría escalar a una guerra regional limitada. Con el desequilibrio militar a su favor, Tailandia podría arrasar puestos avanzados camboyanos, forzando una reacción internacional.

2. Contención con mediación externa

China y Estados Unidos han llamado a la calma. Si alguna potencia logra ejercer presión sobre ambos gobiernos —por intereses comerciales, de seguridad o estabilidad regional—, podría forzarse un alto el fuego provisional. Esto requeriría una mediación firme y creíble, quizás bajo el paraguas de la ASEAN o Naciones Unidas.

3. Congelamiento del conflicto

El escenario más probable a corto plazo. Sin un acuerdo formal, los combates pueden cesar y reanudarse intermitentemente, como ha ocurrido en años anteriores. Se mantendría la tensión, los despliegues militares y el discurso nacionalista, sin una solución de fondo. La frontera seguiría siendo una herida abierta.

Una frontera, muchos riesgos

El conflicto entre Tailandia y Camboya ilustra los peligros de los nacionalismos en contextos frágiles. Lo que comienza como una disputa territorial puede arrastrar a millones a la inseguridad, destruir patrimonio irremplazable y generar una espiral de violencia difícil de revertir.

Los templos antiguos son testigos de imperios muertos. Que no se conviertan también en tumbas de la razón.

 

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