La candidata
de Juntos por el Cambio debe encontrar una nueva estrategia electoral si quiere
llegar a la segunda ronda presidencial porque no basta con incorporar a Carlos Melconían
para mejorar su pobre desempeño en las PASO.
Patricia Bullrich, la candidata de JxC, enfrenta un muy
difícil momento político. Después de aparentemente liderar las encuestas preelectorales
durante los últimos dos años, Bullrich debió asumir que estaba segunda en las
Primarias Abiertas Simultáneas Obligatorias a menos de un punto del candidato
de Unidos por la Patria (UxP), Sergio Massa (28% a 27,28%).
Como candidata individual Bullrich saco 3.212.678 votos
menos que Javier Milei que se situó primero y 1.137.972 votos menos que el
segundo, Sergio Massa, números difíciles de remontar en los cincuenta días que
restan hasta la elección del 22 de octubre.
El principal problema que enfrenta Bullrich es que no
retiene gran parte de los votantes de JxC que apoyaron a su rival interno
Horacio Rodríguez Larreta.
Un grupo de dirigentes radicales encabezados por
Freddy Storani y Ricardo Alfonsín se niegan a apoyarla. También los radicales
del grupo Evolución, liderado por el diputado Emiliano Yacobitti y el senador
Martín Lousteau y la Coalición Cívica son reticentes a militar su candidatura,
aunque no lo manifiestan abiertamente.
Los radicales de Lousteau están heridos porque Jorge
Macri eligió a una candidata a vice jefa de Gobierno perteneciente al PRO,
marginando una vez más a sus aliados de coalición. Los herederos de Alem se
sienten otra vez relegados y maltratados, tal como ocurrió durante la
presidencia de Mauricio Macri.
En realidad, lo que ocurre es que dentro de JxC se ha
operado un cisma. La grieta no es cuestión de hombres o partidos si no de la
existencia de dos modelos ideológicamente incompatibles.
Por un lado, están los partidarios de un modelo
liberal prooccidental que propicia la apertura de la economía, encarnado por
Mauricio Macri, Patricia Bullrich, Ricardo López Murphy y otros. Por el otro
lado, se sitúan los partidarios del modelo socialdemócrata que postula un mayor
dirigismo económico y está representado por Horacio Rodríguez Larreta, la Unión
Cívica Radical, la Coalición Cívica de Lilita Carrió y en especial los radicales
de Evolución, orientados desde las sombras por Enrique “Coti” Nosiglia,
son los más críticos e ideológicamente más próximos al kirchnerismo. De allí el
discurso que no ha abandonado Horacio Rodríguez Larreta, pese a su derrota en
las PASO, que postula la necesidad de formar un gobierno de coalición con el
peronismo que le proporcione gobernabilidad al país.
También el acercamiento público entre Mauricio Macri y
Javier Milei, con intercambio de elogios, afectó seriamente las posibilidades
de recuperación de la candidata de JxC.
Patricia Bullrich creció como alternativa presidencial
de la mano de Mauricio Macri, quien la impuso como presidente del Pro y la
impulso a confrontar al kirchnerismo. Macri alentó la candidatura presidencial
de Bullrich, para así tener una carta con que presionar a Horacio Rodríguez
Larreta en las negociaciones que llevaron a su primo Jorge Macri a convertirse
en candidato a jefe de gobierno porteño.
Bullrich aprovechó la grieta entre kirchneristas y anti-kirchneristas
para crecer como figura política. Así de pronto Macri se encontró que la
candidatura presidencial de su exministra había crecido demasiado y era
imposible bajarla sin generar una fractura dentro de JxC. Entonces Rodríguez
Larreta se sintió traicionado y la relación entre ambos se rompió.
La candidatura presidencial de Patricia Bullrich
creció pese a la evidente precariedad intelectual de la candidata, porque
aparecía como la única dirigente con el valor y la determinación necesaria para
enfrentar al gobierno kirchnerista en sus primeros años.
Bullrich se convirtió en la referente obligada para
quienes estaban de un lado de la grieta. Hasta las PASO, Patricia Bullrich se
beneficiaba además de por la grieta, por el deseo de algunos votantes de frenar
la candidatura de Horacio Rodríguez Larreta de quien sospechaban que tenía
acuerdos secretos con Sergio Massa e incluso a quien veían proponiendo las
mismas políticas que el kirchnerismo, pero con algo menos de corrupción.
Por último, Bullrich también se beneficio de la
natural tendencia del electorado a buscar el “voto útil” que lo lleva a
votar al candidato con mayores posibilidades de ganar que no siempre es quien
mejor representa sus ideas y deseos.
Todas estas ventajas que impulsaban la candidatura de
Patricia Bullrich desaparecieron en la noche del 13 de agosto, cuando se
conocieron los resultados de la votación en las PASO.
En realidad, Bullrich no ofrecía mucho al electorado.
Su principal propuesta consistía en la promesa de aplicar políticas de “mano
dura” contra delincuentes, narcotraficantes y piqueteros.
El electorado de centroderecha decidió olvidar tanto
su pasado juvenil de miembro del grupo terrorista Montoneros y el escaso éxito
que tuvo combatiendo a la inseguridad y a los movimientos sociales más
revoltosos durante sus cuatro años como ministra de Seguridad.
Los votantes anti-kirchneristas, ansiosos por
desplazar del gobierno a seguidores de Cristina Kirchner, disimulaban sus
frecuentes derrapes verbales, la ausencia de una clara propuesta de gobierno
que materializara “el cambio” que prometía llevar a cabo e incluso la creencia de
una idea fuerza que generara esperanzas y movilizara al electorado. La figura y
el mensaje de Patricia Bullrich no penetraba en el electorado joven e incluso
para algunos antiguos votantes de clase media de JxC, la exministra de
Seguridad recordaba demasiado a los errores del gobierno macrista y las medidas
impopulares adoptadas por Macri que perjudicaron particularmente a los estratos
medios.
A partir de entonces, Patricia Bullrich, roto el
encanto que la hacia ver como una estadista y como la próxima presidenta,
apareció como desorientada y golpeada por los resultados. Posiblemente su
reacción de abandonar a los equipos económicos que coordinaba el diputado y
economista Luciano Laspina, con los cuales venía trabajando desde hacia tiempo,
para arrojarse desesperada a los brazos de Carlos Melconian y la Fundación
Mediterránea no fue la mejor idea.
Después de las PASO, Bullrich pareció eclipsarse para
dar mayor protagonismo a su futuro ministro de Economía. Esto permitió a
Melconían recorrer los programas televisivos y radiales haciendo gala de gran
divismo, apelando a sofismas y argumentos absurdos para atacar las ideas de
Javier Milei, sin presentar claramente una propuesta alternativa para comenzar
a solucionar los problemas de Argentina a partir del 11 de diciembre próximo.
Sus escasas definiciones eran cuando menos incongruentes
como su idea de establecer una economía bimonetaria, permitiendo contratos en
dólares y al mismo tiempo mantener el cepo a la venta de dólares a la
población. Dónde conseguiría entonces la gente los dólares para cumplir sus
obligaciones contractuales.
Por otra parte, Melconían pretende ubicarse como el
personaje central olvidando que no es el candidato presidencial sino un posible
ministro de Economía.
Otro vocero económico de JxC, el diputado Martín
Tetaz, un economista radical de Evolución, por su parte anunciaba un posible cambio
de signo monetario para reemplazar al desvalorizado peso actual, si triunfaba Bullrich.
Mientras tanto, Patricia Bullrich guarda un prudente
silencio para no cometer mayores errores.
Hoy, Bullrich debe destinar todas sus energías
políticas a intentar ingresar en la segunda vuelta electoral e impedir que Javier
Milei se imponga en primera vuelta.
Para ello deberá hacer un papel decoroso en las dos
rondas del debate presidencial (lo cual para ella no será una tarea sencilla) y
reconstruir su relación con ese sector de antiguos votantes de JXC que no la
han apoyado en las PASO.
Las cosas no están bien planteadas para “La Piba”,
tal como la bautizó el gremialista Hugo Moyano cuando en el 2000 era ministra
de Trabajo del presidente Fernando de la Rúa.
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