Argelia vive
una nueva ola represiva desatada, con total desprecio por los derechos humanos
por el gobierno, para intentar aplastar al Hirak
Los militares argelinos que son el poder real en
Argelia, por detrás del presidente títere Abdelmadjid Tebboune, tienen un
extenso historial de violaciones a los derechos humanos y de represión a los
elementos y organizaciones disidentes o que el régimen considera indeseables.
Podríamos comenzar mencionando la represión desatada
contra los islamistas del Frente Islámico de Salvación (FIS) que sumió al país
en los “años de plomo” (1992 – 2002) que dejaron un saldo de cien mil
persona muertas o desaparecidas, la mayor parte de ellas asesinadas en
ejecuciones extrajudiciales o bajo la tortura.
Luego, bajo el gobierno de Abdelazis Bouteflika las
cosas no fueron mucho mejor. Frecuentemente los migrantes subsaharianos, en
tránsito hacia la Europa comunitaria, eran expulsados masivamente, cualquiera
fuera su condición (mujeres embarazadas, niños solos o personas enfermas).
Los migrantes eran capturados dentro de Argelia y
reunidos en precarios centros de detención en condiciones muy precarias hasta
el día en que los embarcaban en camiones que los trasladaban al territorio de
Níger donde eran abandonados en áreas desérticas a varios kilómetros de la
ciudad de Agadez, sin agua, dinero o teléfonos celulares para pedir algún tipo
de auxilio o asistencia, según han denunciado reiteradamente la Organización
Internacional para las Migraciones y Human Rights Watch.
Los disidentes internos no sufren mejor suerte a manos
de los militares argelinos.
El 11 de diciembre de 2016, a modo de ejemplo, falleció
en prisión el periodista argelino – británico Mohamed Tamalt a consecuencia de
la huelga de hambre que llevaba a cabo protestar contra su arbitraria
detención.
Mohamed Tamalt, residía en Londres desde 2002 donde se
desempeñaba como corresponsal del período argelino El Khabar y había creado el
periódico online Assiyak Alarabi crítico de las autoridades argelinas. El 27 de
junio de 2026, cuando retornó a Argelia para visitar a su familia fue detenido,
y condenado el 4 de julio, a dos años de cárcel, condena que se transformó en
una suerte de pena de muerte para el periodista disidente.
De nada sirvieron los intentos de Amnistía
Internacional y Reporteros sin Fronteras por esclarecer las circunstancias
reales que rodearon su muerte y castigar a los responsables.
La represión contra el Hirak
En febrero de 2019 se inició en Argelia una ola de
protestas populares que llevó al derrocamiento por parte de las fuerzas armadas
del presidente Abdelaziz Buteflika, después de veinte años ininterrumpidos en
la presidencia y por ese entonces reducido a ser un anciano postrado en una
silla de ruedas y con serias limitaciones para comunicarse.
Así nació el movimiento denominado Hirak que en un
primer momento solo pretendía evitar un quinto mandato presidencial de
Buteflika, luego demandó una apertura democrática y mayores libertades
individuales y actualmente, además piden el fin de la injerencia de los
militares en la política y la renuncia de Tebboune, un antiguo ministro y primer
ministro de Bouteflika.
Con el arribo de Abdelmadjid Tebboune a El Mouradia
las protestas callejeras no cesaron. Solo las restricciones impuestas por la
pandemia del Covid lograron desarticularlas transitoriamente. Momento en el
cual las autoridades aprovecharon para realizar una violenta represión sobre
los principales activistas del Hirak.
Así fueron detenidos Karim Tabbou, Fodhil Bumala,
Abdelwahab Fersaui y muchos más para infundir el temor entre los militantes y
privar al movimiento de sus principales dirigentes.
El ataque represivo gubernamental hizo blanco también
entre los periodistas independientes como Jaled Drareni, de la Radio M y
corresponsal de Reporteros Sin Fronteras, o Walid Kachida, creador de la página
de Facebook, “Hirak Menes”.
Para fines del año 2020, en plena pandemia y cuando
comenzaban a distribuirse las primeras vacunas, el gobierno argelino tenía más
de cien presos políticos en sus cárceles.
Pero, el 22 de febrero de 2021, las calles de Argel y
de las principales ciudades andinas se llenaron de manifestantes que demandaban
el fin de la dictadura militar.
La respuesta del régimen fue sencilla: incrementaron
la represión, por ejemplo, deteniendo a la periodista Ihsane el Kadi, mientras
el año 2023 se inició con un incidente con Francia provocado por la huida de
Argelia de la activista franco – argelina Amira Bouraoui, que llevó al retiro
del embajador argelino de París.
El incidente de Bouraoui provocó una serie de
detenciones arbitrarias de personas cercanas a la periodista. Las autoridades
argelinas arrestaron a su hermana, su primo y a su madre de 74 años y con
problemas cardíacos. Asimismo, han detenido al experto en geopolítica Raouf
Farah, a su padre, al taxista que supuestamente llevó a Bouraoui a Túnez y a un
agente de la policía de fronteras. El activista Sofiane Berkane también fue
puesto bajo vigilancia judicial.
La embestía contra las organizaciones de derechos
humanos
No solo los activistas del Hirak y los periodistas que
difunden sus acciones son blanco de la represión llevada a cabo por la
dictadura militar, también las organizaciones defensoras de los derechos
humanos y las que apoyan las protestas demandando democracia y libertades
individuales, sufren de persecución y proscripción.
En este sentido, el año 2023 comenzó con la disolución
forzada de la Liga Argelina para la Defensa de los Derechos Humanos (LADDH),
una entidad señera en este campo y con 38 años de existencia, a quienes el
régimen acusó de ser “agentes sionistas y marroquíes” para desacreditar
a sus dirigentes. Inmediatamente, el gobierno procedió a clausurar todos sus locales
en el país.
Luego, el 22 de febrero, el Consejo de Estado, la más
alta instancia administrativa de Argelia confirmó la disolución de la ONG,
Reagrupación Acción Juventud (RAJ) organización que había apoyado activamente
al movimiento Hirak.
Creada en 1992, la RAJ había sido condenada
disolverse, por crear el caos y alterar el orden público, por un tribunal
administrativo de Argel, en octubre de 2021, sentencia que ahora quedó firme.
La decisión del Consejo de Estado fue duramente
cuestionada por Amnistía Internacional y Human Rights Watch.
El Consejo de Estado también decidió suspender al
Movimiento Social Democrático (MDS), un partido de izquierda también muy activo
durante las protestas del Hirak.
La Relatora Especial de Naciones Unidas sobre la
situación de los Derechos Humanos, Mary Lawlor, se expidió afirmando que los
actos de intimidación, silenciamiento y represión contra el movimiento de los
derechos humanos en Argelia debe cesar de inmediato.
Curiosamente, el Parlamento Europeo y el insidioso “Intergrupo
para el Sáhara Occidental”, el caballo de Troya de Argelia, que tan rápido
encuentran algún falso motivo para cuestionar a Marruecos y ahora guardan un
silencio cómplice frente a la inocultable ola represiva que se abate sobre la
sociedad argelina.
Los compañeros de ruta de Argelia y los legisladores
europeos que reciben sus favores de los argelinos callan cómplices cuando una
veintena de periodistas están cumpliendo condenas o siguen procesados, cerca de
260 presos de conciencia están encarcelados en oscuras mazmorras en condiciones
inhumanas, aislados, sin poder recibir visitas ni tratamientos médicos y
mientras miles de argelinos han pasado por las prisiones del régimen desde
junio de 2019.
El silencio europeo responde, en parte, a la gran
cantidad de dinero que Argelia invierte anualmente en actividades de lobby y en
financiar a grupos de presión que defienden sus intereses. Pero, especialmente,
al chantaje que Argelia ejerce con los precios del gas y en los cupos de
exportaciones que otorga a cada país, especialmente, Francia, Italia y España.
Debido a la guerra en Ucrania los países europeos
tratan de reducir su dependencia del gas ruso, pero en realidad es como “saltar
de la sartén a las brasas”, porque el gobierno argelino es un muy cercano
aliado de Moscú que no duda en ayudarlo a financiar su guerra de agresión en
Ucrania con grandes adquisiciones de armamentos rusos.
Lo cierto es que esta nueva ola represiva que se vive
en Argelia constituye en realidad una expresión de la impotencia de los
militares argelinos que, después de múltiples maniobras intimidatorias y de
exaltaciones al nacionalismo
expansionista y belicista, no logra acallar las fuertes demandas de la
población por una renovación de los elencos gobernantes, por una verdadera
democracia liberada de la tutela de los militares y, especialmente, por más
libertad.
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