Macron apela
a golpes de efecto, reuniones, maniobras secretas, operaciones de propaganda y
pactos con países que desafían el orden mundial en un intento desesperados por
compensar su pérdida de prestigio internacional.
Si el primer mandato presidencial de Emmanuel Macron,
en materia de política internacional, ha dejado un saldo anodino, en este
segundo mandato parece girar sin rumbo.
Macron busca desesperadamente un protagonismo internacional
que ni él ni Francia se encuentra en condiciones de reclamar. Sus socios de la
Unión Europea, en especial la primera ministra italiana Giorgia Meloni,
observan con preocupación ese accionar del mandatario galo.
El
mes pasado, la primera ministra de Italia, Giorgia Meloni, calificó
de “inapropiado” que el presidente
de Francia, Emmanuel Macron, invitase a París al mandatario ucraniano, Volodimir
Zelensky, un día antes de su visita a Bruselas,
donde participaría por primera vez de manera presencial en una reunión de los
jefes de Estado y de Gobierno de toda la Unión Europea.
“La
invitación a Zelensky me pareció más que todo inapropiada porque creo que
nuestra fuerza en este caso es la unidad, presentarnos compactos”, dijo
Meloni al llegar a Bruselas para participar en una cumbre de líderes de la
Unión Europea (UE), donde también estará el presidente ucraniano. “Entiendo
los asuntos de política interna, el hecho de
privilegiar las propias opiniones públicas internas, pero hay momentos en que
privilegiar esas opiniones puede desfavorecer la causa y me parece que este ha
sido el caso”, aseguró la política derechista y reiteró
que Zelensky tiene oportunidad de verse con “todos los líderes” en
Bruselas.
Por detrás de esas declaraciones, están los permanente
roces entre Macrón y Meloni por la política migratoria italiana y las quejas de
la premier italiana por lo que considera son gestos innecesarios de hegemonía
por parte de Francia y Alemania en detrimento de los otros integrantes de la
Unión Europea.
Pero, la Unión Europea y Ucrania no son los únicos
escenarios donde el presidente francés intenta recuperar protagonismo para él y
para su país. Macron busca superar la pérdida de prestigio que Francia sufre en
África reforzando su alianza con Argelia.
Lo que no parece comprender o no le importa a Macron
es que Argelia es gobernada por una camarilla militar que no duda en violar los
derechos humanos y en establecer alianzas con países retadores del orden
internacional: Rusia e Irán.
Al proceder en esa forma, Macron está obviando que
Rusia es el invasor de la Ucrania que defiende la OTAN y que Argelia ayuda al
Kremlin a financiar su guerra con desmesuradas adquisiciones de armamentos.
En cuanto a Irán, Macron mira hacia otro lado con
respecto a un Estado que patrocina a grupos terroristas como Hezbollah, los
utíes yemeníes o el Frente Polisario, mientras intenta denodadamente producir
armas de destrucción masiva.
Para congraciarse con Argel, Emmanuel Macron ha decidió
hacer el trabajo sucio de atacar a Marruecos en forma nada sutil.
Primero propició una artera declaración del Parlamento
Europeo en contra de Marruecos alegando una falsa persecución a la prensa
independiente. Como esta falaz maniobra no dio el resultado esperado, luego hizo
que el canal televisivo oficial France 24 emitiera un informe de cinco minutos
sobre el Sahara donde repite uno por uno todos los falsos argumentos de los
separatistas del Frente Polisario, el grupo terrorista apoyado por Argelia.
Comenzando por la patraña de que el Sáhara era un
territorio sin dueño antes de la ocupación colonial española, una suerte de “res
nullius”. Lo cual es una flagrante mentira porque los pueblos de esa región
rendían pleitesía al Sultán de Marruecos quien refrendaba a los jefes de las
tribus, mediaba en los conflictos surgidos entre tribus y era la voz de
referencia en asuntos religiosos. La pleitesía es en el mundo árabe el
equivalente al concepto de soberanía explicitado por Jean Bodino, en el siglo
XVII, en Occidente. De hecho, en Europa durante los diez siglos de vigencia del
feudalismo, la soberanía dependía del pacto de vasallaje, es decir, de la
pleitesía que un vasallo ofrecía a su Señor.
En consecuencia, resulta claro que el Sáhara era un
territorio perteneciente al Sultán de Marruecos y, cuando España abandonó su
colonia en esa región, en 1975, la restituyó a su legítimo propietario: el Rey
de Marruecos.
El conflicto artificial sobre la soberanía de
Marruecos es un invento de Argelia para servir a sus intereses geopolíticos, en
el marco de la Guerra Fría, y para el cual ha apoyado durante décadas al Frente
Polisario militar, política y económicamente, albergando en su territorio los
infames campamentos de población marroquí retenida por los separatistas.
Estos hechos convierten a Argelia en un actor protagónico
del Conflicto del Sáhara, algo que el documental de France 24 niega
tajantemente.
Al hablar de la no realización de “referéndum”
para determinar la soberanía de la región. France 24 omite mencionar que desde
1975, el Frente Polisario se opone a que se cense a la población de los campos
de Tinduf, para determinar cuantos son y quiénes son. Toda la población
retenida en Argelia por el Frente Polisario es indocumentada. Esto le permite a
los dirigentes polisarios solicitar a Naciones Unidas, a la Unión Europea y a
las ONG humanitarias ayuda alimentaria para un número superior de personas a
las existentes.
La ayuda humanitaria excedente termina siendo
comercializada ilegalmente en los mercados informales del Sahel, tal como ha documentado
y denunciado la Oficina Antifraude de la Unión Europea.
Podríamos seguir, demostrando la falsedad y mala
intención de todos las afirmaciones y argumentos contenidos en el informe de
France 24, pero realmente, ese documental carece de toda seriedad. Es tan sólo
uno más de los manotones de ahogado con que el presidente de Francia pretende compensar
su caída libre en el escenario internacional.
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