martes, 27 de diciembre de 2022

Los Estados Unidos liberarán a la Reina de Cuba


 

Estados Unidos liberará a Ana Belén Montes, una agente de la Agencia de Inteligencia de la Defensa que en realidad era una espía cubana infiltrada.

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La agente de la Agencia de Inteligencia de la Defensa de los Estados Unidos, Ana Belén Montes, era conocida entre sus colegas como “la Reina de Cuba”, por ser la Analista Principal sobre Cuba de esa Agencia, pero en especial por sus grandes conocimientos sobre la Isla. Todo iba muy bien, hasta el día en que se descubrió que en realidad la Reina de Cuba era la espía cubana más exitosa y dañina en la historia estadounidense.

Ahora, el 6 de enero de 2023, a 22 años de su detención, la Reina de Cuba recobrará su libertad, si bien deberá permanecer durante los próximo cinco años bajo vigilancia y sin poder salir del país sin autorización judicial.  

Conmoción en el Pentágono

El 20 de septiembre de 2001, Ana Belén Montes, la analista a cargo del tema de Cuba en la Agencia de Inteligencia para la Defensa y posiblemente la voz más autorizada sobre asuntos cubanos dentro del gobierno estadounidense fue detenida acusada de ser precisamente una espía de Fidel Castro. El arresto alteró a toda la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos pero debido a la conmoción provocada por los atentados terroristas del 11 de septiembre el caso pasó prácticamente desapercibido para el gran público. Así comenzó uno de los más enigmáticos affaires de la historia del espionaje mundial.

Los primeros pasos

Ana Belén Montes había nacido, el 28 de febrero de 1957, en una base militar estadounidense cercana a Nüremberg, en la entonces República Federal Alemana. Pertenecía a una familia de origen portorriqueño. Su padre Alberto Montes era un médico psiquíatra del Ejército estadounidense y su madre Emilia una trabajadora social que se desempeñaba en la ayuda a los inmigrantes. En 1979 se graduó en estudios internacionales en la Universidad de Virginia, y en 1988 obtuvo una maestría en la Escuela de Estudios Internacionales Avanzados de la Universidad John Hopkins. En 1984, Montes trabajaba en la Oficina de Información y Privacidad del Departamento de Justicia en Washington. Sus colegas de esa época recuerdan sus frecuentes opiniones a favor de Cuba y contrarias al embargo establecido por el gobierno estadounidense. Se supone que en esa época fue reclutada por la inteligencia cubana que decidió orientar su carrera hacia donde mejor pudiera servir a los intereses del régimen castristas. Fue entonces, septiembre de 1985, cuando Montes ingresó a la DIA, como analista de inteligencia, pasando a cumplir funciones en las oficinas centrales de la Base Aérea de Bolling en las afueras de la ciudad de Washington. Por ser absolutamente bilingüe su primera asignación como analista menor fue producir inteligencia sobre la situación en Nicaragua.

Su primer éxito como espía parece haber consistido en suministrar a los cubanos información sobre instalaciones secretas en El Salvador desde donde operaban las fuerzas especiales de los Estados Unidos en el país. Montes visitó esas instalaciones en 1987. Poco después de su regreso a Washington las guerrillas del Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí atacaron las instalaciones matando al sargento de los Boinas Verdes, Gregory A. Fronius.

La Reina de Cuba

En 1990, Ana Belén Montes pasó a formar parte de un grupo selecto de analistas estadounidenses que visitó varias veces Nicaragua con el objeto de informar personalmente a la entonces presidenta Violeta Chamorro sobre las actividades de la inteligencia cubana en ese país. La presidenta Chamorro enfrentaba, en ese entonces, una difícil situación política debido a que los sandinistas ocupaban diversos cargos en la administración pública y controlaban al ejército nicaragüense.

En 1992, Montes fue seleccionada por la Agencia Central de Inteligencia para realizar un curso de capacitación especial en el Centro de Estudios sobre Inteligencia. Finalizado el mismo ascendió al cargo de Analista Principal para Cuba de la DIA. Para sus colegas se transformó en “La reina de Cuba”. Una posición era la ideal para un espía cubano. Montes adquirió acceso a prácticamente toda la información que la comunidad de inteligencia estadounidense recolectaba sobre Cuba. En especial, pudo conocer cuál era la evaluación que el Departamento de Defensa hacía con relación a las capacidades militares de la Isla y cuáles eran los planes de contingencia en caso de crisis.

En 1993, la DIA la envió a un “viaje de estudios” a Cuba. En una operación financiada por la CIA, Ana Belén Montes viajó a la Isla para analizar y familiarizarse con el estado de las fuerzas armadas cubanas. Durante su estadía entrevistó a generales cubanos para interrogarlos sobre su opinión ante la apertura económica y una eventual transición del régimen hacia la democracia.

En enero de 1998 retornó a Cuba acompañada de dos asesores del Senador Jesse Helms para evaluar la situación cubana durante la visita que el Papa Juan Pablo II realizó a la Isla. Montes empleó la información recolectada para justificar el argumento de que después de la desintegración de la Unión Soviética, Cuba no representaba una real amenaza para la seguridad de los Estados Unidos, debido a su incapacidad tecnológica para proyectar su poderío fuera del ámbito territorial de la Isla.

Debido a su prestigio como analista sobre Cuba, Ana Belén Montes pasó a coordinar un comité especial interagencias sobre la Isla que agrupaba a los responsables del área en todos los organismos federales. Sus integrantes se conocían entre sí, pero fuera de ese círculo de expertos pocos sabían realmente de la existencia de ese Comité. Paralelamente, Ana Belén Montes se convirtió en una voz autorizada dentro del Grupo de Estudio sobre Cuba de la Universidad de Georgetown, donde se nucleaban alrededor de setenta académicos, analistas de inteligencia y otros profesionales involucrados en el tema de las relaciones cubano – estadounidenses.

Una operación de desinformación

A fines de marzo de 1998, el Departamento de Defensa envió al Congreso estadounidense un informe confidencial elaborado por el Comité Interagencias titulado “La amenaza cubana a la seguridad nacional de los Estados Unidos”. Las conclusiones del informe consignaban claramente que Cuba no planteaba una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos. Según algunas versiones, Montes, habría tratado de atemperar en la redacción del texto la peligrosidad de Cuba, en tanto que los representantes de otras agencias –tales como la Agencia de Seguridad Nacional, del staff permanente del Consejo Nacional de Inteligencia, la Agencia Central de Inteligencia, la Oficina de Investigación en el Departamento de Estado, el Centro Conjunto de Inteligencia del Comando Sur y la Oficina del Secretario de Defensa- preferían ser más severos y considerar que el régimen castrista continuaba siendo una grave amenaza no convencional. Destacando que su aparato de inteligencia se mostraba particularmente activo y no parecía haber sufrido deterioro tras la caída de la URSS.

En ese entonces, el FBI conocía, al menos desde 1995, que una organización de espionaje cubano operaba desde el condado de Miami-Dade. El grupo denominado “Red Avispa” sería desenmascarado pocos meses más tarde y llevaría al procesamiento por espionaje de doce personas. 

En el apartado titulado “La amenaza de la guerra biológica”, el informe analizaba especialmente la capacidad de Cuba para producir armas bacteriológicas. Afirmando que el régimen castrista tenía la capacidad de biotecnología suficiente para desarrollar con éxito un programa de guerra biológica. Cuando el secretario de Defensa, William S. Cohen remitió su informe al Congreso, añadió que estaba preocupado por la capacidad potencial de Cuba para desarrollar y producir armas biológicas.

A partir de la difusión de este informe, algunos analistas académicos y militares retirados de los Estados Unidos comenzaron a reiterar que Cuba había dejado de ser una amenaza para la seguridad de los Estados Unidos. Este argumento trataba de influir sobre la Administración Clinton creando la idea de que la mejor transición para Cuba debían llevarla a cabo los hermanos Castro, con el apoyo de las fuerzas armadas. Los defensores de esta idea sostenían que una transición de esas características beneficiaría a los Estados Unidos en tres aspectos:

1.- Evitaría una masiva inmigración de cubanos hacia los Estados Unidos.

2.- Alejaría la posibilidad de que en Cuba se produjera una guerra civil que obligara a una intervención militar estadounidense.

3.- Abriría la posibilidad de desarrollar formas de cooperación con Cuba en el control del narcotráfico en la región.

Es difícil establecer cuál fue el daño que la labor de Ana Belén Montes como espía cubana causó al esfuerzo de inteligencia de los Estados Unidos. Su trabajo le facilitaba contactar directamente a los responsables de formular la política estadounidense hacia Cuba, le permitía conocer sus ideas e influir sobre los mismos con sus informes y razonamientos. Montes continuamente llevaba a cabo reuniones informativas sobre Cuba a miembros del Congreso y del Comando Sur. Ella se reunía en forma regular con sus colegas de la CIA y tenía acceso libre a la “Intelink” la red de información clasificada de la comunidad de inteligencia estadounidense.

En 1996, Montes asistió a los ejercicios militares del Comando Atlántico de las Fuerzas Armadas de los Estados Unidos, celebrados en Norfolk, Virginia. En esa época, Ana Belén Montes informó a la inteligencia cubana sobre la inminente llegada a Cuba de un agente de inteligencia militar de los Estados Unidos, que operaba en forma encubierta. En el acuse de recibo, la inteligencia cubana le contestó: “Estamos aquí esperando por él con los brazos abiertos”.[1]

Posteriormente, al reconocer su culpabilidad, Montes admitió que entre la información suministrada a la inteligencia cubana figuraba el nombre de cuatro agentes estadounidenses que operaban encubiertos en la Isla.

Para transmitir su información a la inteligencia cubana, Montes empleaba los mismos procedimientos que los agentes cubanos que integraban la mencionada “Red Avispa”. A tal efecto se servía de transmisiones radiales de alta frecuencia, en onda corta, recibiendo señales numéricas por la misma vía que decodificaba utilizando un programa de su computadora. La técnica de recibir datos codificados por banda radial de onda corta es común en la inteligencia cubana. Los mensajes consistían en conjuntos de 150 grupos numéricos. El FBI determinó que números de este tipo, en un orden exacto se radio el 6 de febrero de 1999, en una frecuencia de AM, por los 7887 kilohertzios, por una mujer que habló en castellano y que inició la transmisión diciendo: “atención, atención”. Producido su arresto el FBI encontró en la vivienda de Montes una radio Sony, así como un par de auriculares.

Uno de los textos recuperados de la computadora portátil de la espía cubana, una laptop marca Toshiba (Refurbished) modelo 405CS con el número de serie #10568512, que había adquirido en octubre de 1996 en una tienda de CompUSA, por los expertos del FBI, consistía en un ultrasecreto programa para almacenar información de inteligencia empleando satélites y otros medios tecnológicos.

Al momento de su detención, Ana Belén Montes vivía sola en su departamento, el número 20, del número 3039 de la calle Macomb, un barrio residencial situado en el noroeste de Washington. La zona donde vivía Ana Belén era el lugar de residencia tradicional para funcionarios gubernamentales de mediana jerarquía de Washington. Como todo espía eficiente no tenía amigos ni personas que compartieran su intimida. Quienes debieron tratarla por razones profesionales la describían como brillante, organizada, con poco sentido del humor e introvertida. No acudía a reuniones sociales, no se le conocían parejas ni vínculos sentimentales. Su único hobby conocido era concurrir a los conciertos que la Orquesta Sinfónica nacional solía brindar en el Kennedy Center. No tenía problemas financieros y vivía en forma acorde con sus ingresos. En ese entonces tenía un automóvil Toyota “Echo”, modelo 2000, de color rojo.

La caída

Es difícil saber que motivó a Ana Belén Montes a traicionar a su país. Las motivaciones tradicionales, tales como el deseo de ganar dinero, la frustración profesional y otros no parecen haber sido la causa. Montes no recibió dinero del gobierno cubano más allá de alguna compensación por gastos. Tampoco hay evidencias de que los cubanos la estuvieran extorsionando o de que hubiera sido reclutada por algún “Romeo” cubano. Ni siquiera era una fanática marxista. En el juicio, su abogado defensor Plato Cacheris justificó el proceder de Montes diciendo: “Ella realizó estas actividades porque creen que la política de Estados Unidos no respeta a los cubanos, ni siquiera es tolerante o trata de entenderlos. Ella estuvo motivada por un deseo de ayudad al pueblo cubano y no recibió compensación monetaria por eso”.[2] De lo que se puede inferir que su conducta posiblemente se originó en algún conflicto causado por su condición de latina y católica en un ambiente dominado por anglosajones protestantes. Pero esto es tan solo una especulación.

Se ignora con certeza, en qué momento Ana Belén Montes comenzó a espiar para los cubanos. Tampoco se sabe que despertó las sospechas del FBI sobre ella y cuando comenzó a vigilar sus actividades. Lo más probable es que las primeras sospechas surgieran al investigar a los miembros de la “Red Avispa” o como resultado de algunas informaciones suministradas por los agentes cubanos detenidos. Lo cierto es que el FBI tenía suficientes pruebas para proceder contra ella desde varios meses antes de su arresto y por alguna razón no tomó medidas para detener o dificultar sus actividades. Ni siquiera interrumpió su acceso a la información clasificada para no alertarla. Su detención, nueve días después de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001, parece haberse debido al temor de las autoridades estadounidenses de que alguna parte de la información proporcionada por Montes sobre las acciones que Estados Unidos adoptaría contra los terroristas fuera compartida por los cubanos con gobiernos árabes hostiles o incluso con grupos terroristas.

Otra hipótesis surge del libro “Castro’s Nemesis. True stories of a master spycatcher” (Némesis de Castro: Historias verdaderas de un maestro cazador de espías) de Chris Simmons, un teniente coronel retirado del ejército estadounidense y ex oficial de contrainteligencia que fue una figura central en la identificación de Montes a través de la investigación denominada “Wrong Spirit” (Espíritu equivocado) que llevó a cabo el FBI durante tres años.

Según Simmons, la demora en la detención de Montes se deberá a que, dentro de la DIA, había otro espía cubano, un agente operativo que en ocasiones trabajaba con Ana Belén y al cual finalmente no se pudo probar su traición, pero que igual fue obligado a dimitir pese a que no se le formularon cargos penales.

Cualquiera haya sido el motivo, finalmente, el 20 de septiembre de 2001, Ana Belén Montes fue detenida sin incidentes en su oficina de la DIA en la base Aérea Bolling. Las autoridades registraron su domicilio, automóvil e incluso la caja de seguridad que había rentado en un banco local. Así Montes se convirtió en la espía cubana número diecisiete arrestadas desde 1998 y la funcionaria de más alto rango de la DIA en ser condenada por traición y espionaje de esa Agencia.

La detención de Montes provocó una honda conmoción dentro de la comunidad de inteligencia estadounidense, ámbito donde era bien conocida y gozaba de gran prestigio.

No conozco a esa mujer

La defensa de la espía cubana fue asumida por el estudio jurídico de Plato Cacheris y Preston Burton. Este bufete se ha especializado en la defensa de espías al servicio del bloque socialista. Entre otros representó al agente del FBI, Robert Hansen, convicto por espiar a favor de la antigua URSS y luego para la Federación de Rusia. Cacheris y Burton salvaron la vida de Hansen al convencerlo para que colaborar con las autoridades estadounidenses. También representaron al funcionario de la CIA, jefe de la Subdivisión de Contrainteligencia Soviética de la División Soviética y de Europa Oriental de esa Agencia, Aldrich Ames, detenido en 1992 junto a su esposa, la colombiana María del Rosario Casas Dupuy, por espiar para los rusos.

En 1994, Cacheris y Burton lograron un acuerdo para Ames con el gobierno estadounidense donde el espía reconoció su culpabilidad y obtuvo una condena a cadena perpetua sin opción a libertad condicional o reducción de pena a cambio de que su esposa recibiera una pena de tan sólo cinco años con posibilidad de libertad condicional para poder criar al hijo de ambos. Ames debió entregar también parte de la cuantiosa suma de dinero recibida de los rusos.[3]

En el caso de Ana Belén Montes, Cacheris y Burton alcanzaron una negociación con la Fiscalía donde a cambio de aceptar su culpabilidad y demostrar una total cooperación brindando información sobre sus actividades a favor de Cuba esta pudo evitar la pena de muerte. El gobierno estadounidense llega con frecuencia a este tipo de arreglos para evitar que en un juicio público se expongan secretos que afecten a la seguridad nacional.

Desde 2003, Ana Belén Montes cumple una condena a veinticinco años en la cárcel de FWC Carswell en Fort Worth. Una prisión militar de máxima seguridad ubicada en los extensos territorios de la base naval y aérea de Forth Worth en Texas, con el número de prisionera 25037-016.[4]

Montes no podría beneficiarse con la posibilidad de libertad condicional. Sin embargo, por alguna circunstancia que no trascendido (probablemente por problemas de salud) el gobierno federal resolvió liberarla el próximo 8 de enero de 2023, poco antes de cumplir los 67 años, aunque deberá permanecer otros cinco años bajo libertad vigilada.

La vida de Ana Belén Montes inspiró a Scott W. Carmichael, miembro en actividad de la DIA que participó de su arresto, el libro “True Believer. Inside the investigation and capture of Ana Montes, Cuba´s Master Spy”, donde se da una versión semioficial de los hechos.

Como suele ocurrir en estos casos, los medios de prensa cubanos no se pronunciaron sobre el arresto o el proceso judicial contra Montes. El Ministerio de Relaciones Exteriores de Cuba, igualmente, guardó silencio. Como réquiem cabe citar las palabras de Luis Fernández, diplomático de la Sección de Intereses de Cuba, en Washington: “No tengo la más remota idea de que me están hablando, no conozco a esa mujer”.

En 22 años, el gobierno cubano nunca reconoció los servicios de Ana Belén Montes como espía, algo que si hicieron con los cinco miembros de la “Red Avispa” detenidos en los Estados Unidos. Posiblemente, ello se deba a que Montes no era cubana ni descendiente de cubanos o, lo más probable sea debido a que Ana Belén Montes, una vez detenida, aceptó colaborar con las autoridades estadounidenses detallando que información había entregado a los cubanos y cualquier otra información de valor de la que tuviera conocimiento.

Lo cierto es que como a muchos agentes dobles, Ana Belén Montes posiblemente pase sus últimos días abandonada y repudiada por todos aquellos a los que un día traicionó.

 



[1] BENAMETIS, Juan F.: “Ana Belén Montes: Un topo en el Pentágono”. Artículo publicado para el Think Tank de Cubanálisis y reproducido por Baracutey Cubano. Miami, 27/03/2007. http://baracuteycubano.blogspot.com/2007/03/ana-beln-montes-un-topo-en-el-pentgono.htp

[2] BENEMETIS, Juan F. Ob. Cit. p. 7 de 9.

[3] AGOZINO, Adalberto C. Y Graciela L. COSENTINO: “Diccionario de Inteligencia”, Ed. Seguridad y Defensa. Bs. As. 2005, p. 17.

[4] IGLESIAS, María José: “Ana María, la espía asturiana que trabajó en el Pentágono para Fidel Castro”. Artículo publicado en el diario La Nueva España. Diario Independiente de Asturias. http://www.lne.es/seccionesnoticiajsp?Ref=2009061000_50_766350_ultimapagina.htm

 

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