Las peleas entre
Alberto Fernández y Cristina Kirchner han creado dentro del gobierno y del Frente
de Todos una grieta que afecta a funcionarios, dirigentes y finalmente a todos
los argentinos.
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Desde la angustiante culminación del encuentro final
con Francia, los argentinos vivieron treinta y seis horas de alucinante
euforia.
No era para menos. Habían obtenido su tercera copa
mundial de futbol. También asistían a la consagración de su ídolo, Leonel
Messi, como campeón mundial. El logro que le faltaba al rosarino para ser
considerado grande entre los grandes.
El triunfo en el mundial borró por un instante la
grieta política que divide a la sociedad argentina. Eufóricos, los 44 millones
de argentinos incluso olvidaron la “malaria” económica en que
transcurren estas fechas navideñas.
Sin embargo, estas celebraciones no alcanzaron a todos
los argentinos. Al menos dos de ellos no encontraron motivos para alegrarse. El
presidente Alberto Fernández y su vicepresidenta Cristina Fernández de Kirchner
vivieron el momento sin alegría.
Enfrentados entre sí desde hace años, el mundial de
futbol marcó también su aislamiento y distancia del resto de la sociedad
argentina.
El pato rengo
Alberto Fernández ha sido, desde que asumió la
presidencia, un “pato rengo”. Así denominan en los “mentideros”
de la política argentina a los presidentes cuando por alguna causa no tienen
posibilidad de ser reelectos.
El presidente Fernández nunca tuvo esa posibilidad.
Cristina Kirchner, la auténtica “jefa” del Frente de Todos, lo nominó
como el “candidato designado” (y se encargó desde el primer momento en
dejar muy claro este hecho). Cristina se dejó convencer por su entorno y por
las encuestas de que en una segunda vuelta sería derrotada por Mauricio Macri y
buscó un delegado con imagen de moderado para encabezar la fórmula presidencial.
Fue un intento exitoso de atraer al electorado independiente y más moderado
desencantado con la gestión de Macri.
El problema consiste en que una estrategia
implementada para ganar una elección después puede demostrar que no es útil al
momento de gobernar. Esta parece ser la situación que se generó con el gobierno
de los Fernández.
Según algunas versiones, al ver el resultado de la
segunda vuelta electoral Cristina Kirchner sintió que se había equivocado y que
ella habría sido capaz de ganar en la misma forma, si se hubiera presentado
como presidenta. Entonces, como en la fábula de la rana y el alacrán, la
naturaleza de Cristina Kirchner pudo más que su astucia y prudencia política.
Al observar, lo ocurrido en los últimos tres años en
que gobernó el binomio de los Fernández, parece evidente que Cristina Kirchner
no tuvo otro plan de gobierno que resolver los problemas que le generaban los
trece juicios en su contra que arrastraba desde el final de su anterior gobierno
y que no solo la afectaban a ella sino también a sus hijos Máximo y Florencia.
Alberto Fernández, como simple delegado en el poder no
podía tener un plan de gobierno propio. El mismo se encargó de resaltarlo en
más de una ocasión. El 17 de julio de 2020, por ejemplo, en pleno aislamiento
generado por la pandemia del COVID, dijo: “Francamente,
no creo en planes económicos. Creo en las metas que podemos establecernos”. Y luego refiriéndose a sus relaciones con Cristina
Kirchner agregó: “No somos necesariamente iguales, pero nuestras diferencias
no nos dividen, por el contrario, hace un tiempo nos dimos cuenta de que estar
separados facilitó nuestra derrota. ¿Hablo con Cristina? Sí. ¿Me importan sus
ideas? Sí, por supuesto . . . pero el que toma decisiones aquí estoy yo”,
sentenció. A buen entendedor pocas palabras, señala el refrán.
Al
parecer Alberto Fernández no supo, o no quiso, encontrar las soluciones
judiciales que le demandaba su vicepresidenta. Este parece haber sido el
principal problema entre ambos.
El
presidente quizás temió que, una vez solucionados los problemas de Cristina,
esta no lo necesitará más y se viera tentada de removerlo del cargo, o tal vez
no había una solución legal para resolver las numerosas cuitas judiciales que
enfrentaba la vicepresidenta.
El
presidente no estaba dispuesto a violar el orden constitucional para solucionar
los problemas de Cristina y probablemente el país tampoco se lo hubiera
permitido.
Al no
obtener la solución que ansiaba, Cristina comenzó con las presiones, las
indirectas públicas mencionando a: “los funcionarios que no funcionan”; los
regalos de lapiceras para destacar la inoperancia del presidente y libros sobre
la renuncia de Raúl Alfonsín, como augurio de un final similar.
También
el kirchnerismo se aseguró de aislar a Alberto Fernández. Cuando el presidente,
al comienzo de su gestión, gozaba de mayor popularidad y conversaba
civilizadamente con la oposición lo forzaron a interrumpir esa colaboración.
Máximo Kirchner sostenía que “con Rodríguez Larreta no debemos ni siquiera
sentarnos a tomar un café”.
Así,
surgió la sorpresiva decisión de reducir el porcentaje de la coparticipación
federal que recibía la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Esta medida
intempestiva e inconsulta rompió todo diálogo con la oposición. Una medida que
la Corte Suprema de la Nación acaba de revertir con un fallo que significa un
nuevo revés para el gobierno.
A esta
situación se agregan los propios desaciertos de Alberto Fernández: la fiesta de
cumpleaños de su esposa en pleno aislamiento por la pandemia (“Olivosgate”),
el “vacunatorio vip” donde se vacunaban contra el COVID los amigos del
gobierno antes que el resto de la población, las versiones sobre visitas de
algunas señoritas en horas de la noche a la residencia presidencial o sobre supuestas
conversaciones y fotografías almacenadas en el celular presidencial.
Finalmente,
están los patéticos dislates de Alberto Fernández frente al micrófono, como
afirmar que los brasileños salieron de la selva o al confundir la revista
villera “Garganta Poderosa” con el filme porno, de 1972, “Garganta
Profunda”.
Cristina
Kirchner no dejaba pasar ninguno de estos errores y fustigaba públicamente al
presidente. “¿Y
cómo construye Perón el poder? ¿Qué se le ocurre a Perón? Pide ir al
Departamento Nacional del Trabajo, Departamento… no lo conocía ni el gato,
Departamento Nacional del Trabajo, ahí va Perón. Eso fue junio, en noviembre consigue
transformarlo en la Secretaría del Trabajo y Previsión, y ahí, mis queridos y
mis queridas, cazó la lapicera y no la largó más. Cazó la lapicera y entró a
firmar, ¿y qué firmó Perón en esa Secretaría de Trabajo y Previsión? El
Estatuto del Peón Rural, por ejemplo, derechos que los peones no tenían”, señaló en un
discurso la vicepresidenta para destacar la inoperancia de Alberto Fernández.
En otro discurso, irónica
Cristina dijo: “¡Hoy estoy positiva! Hoy estoy positiva, sí, sí, ¡pum para arriba!
Y bueno, bueno. Iba a contar, este señor, voy a leer el mensaje que me manda,
cualquiera puede abrir mi celular, no sé si todos pueden decir lo mismo. Pero
lo que está en mi celular puede ser visto y leído por todos y todas.” El
selecto auditorio partidario acompañó la ironía con risas cómplices, al
comprender la velada referencia a celular del presidente.
Grieta dentro de la grieta
Ante
la falta de una solución a las causas judiciales, siguieron los pedidos de
renuncia de los ministros más cercanos al presidente (en la mayoría de los
casos concretadas, como ser las de Marcela Losardo, Matías Kulfas, Martín
Guzmán, etc.) y las renuncias de funcionarios kirchneristas. Finalmente, se
produjo la ruptura.
En un
país dividido entre moderados y populistas (léase kirchneristas), Alberto y
Cristina crearon la grieta dentro de la grieta. El Frente de Todos, el
peronismo, el sindicalismo, las organizaciones sociales piqueteras y el mismo
gobierno nacional se dividieron entre “albertistas” y “cristinistas”.
Lógicamente,
la grieta dentro de la coalición gobernante, acompañada de presiones y pedidos
de renuncias, no contribuyeron a la buena marcha del gobierno, muy por el contrario,
acentuaron los errores, las contradicciones y contramarchas. La imagen tanto
del gobierno, como de las principales figuras del Frente de Todos (Alberto
Fernández, Cristina Kirchner, Sergio Massa, Máximo Kirchner) caía brutalmente
en las encuestas registrando el marcado repudio de la gente.
Hoy
Alberto Fernández es un presidente aislado y solitario. Sergio Massa desde el
ministerio de Economía actúa como una suerte de interventor en el Gobierno, cuyas
atribuciones anulan las del jefe de Gabinete, Juan Manzur y opacan el rol del
presidente apartándolo de las decisiones claves para la marcha de la gestión.
Ante
la debilidad del presidente, los intendentes que habían dejado sus municipios
para asumir como ministros se apuraron a renunciar y retornar a sus
territorios. El propio Manzur ha anunciado que dejará el cargo en marzo próximo
para regresar a su provincia, Tucumán, para organizar la campaña electoral. Al
parecer, nadie quiere ser el último en abandonar un barco que hace agua por
todos lados.
La más
clara evidencia de la soledad y falta de poder del presidente fueron dos
incidentes ocurridos recientemente. El 10 de diciembre, el presidente decidió
celebrar sus tres años de gobierno con un acto. Pero, la convocatoria fue
frustrante. Ni la vicepresidenta, ni la mayoría de los ministros (incluido
Sergio Massa) asistieron al acto, como si ellos no fueran parte del gobierno.
Tampoco lo hicieron la mayoría de los gobernadores e intendentes, los líderes
sindicales más relevantes, los integrantes de las organizaciones piqueteras, o
las figuras mediáticas afines al gobierno.
Un
tanto consternado por la escasa concurrencia al acto, Alberto Fernández,
pronunció uno de sus tantos desafortunados discursos y cosecho los aplausos
resignados de una cada vez más reducida claque de los aduladores de siempre.
Para
remover la imagen de aislamiento y absoluta soledad que rodea al presidente
Fernández, a los pocos días se sumó la reciente negativa de la selección
nacional de futbol, a su regreso triunfal de Qatar, de concurrir a la Casa
Rosada para saludar a Alberto Fernández.
Este
es un hecho habitual en cualquier país y se desarrolla con normalidad. Pero, no
es así en la Argentina kirchnerista.
Algunos
futbolistas viven en Argentina y los que juegan en ligas del exterior tienen a
sus familias en el país y hablan con argentinos que se vieron forzados a
emigrar por la crítica situación económica porque atraviesa el país. Por lo
tanto, saben muy bien lo que ocurre en Argentina y no están dispuestos a apoyar
a un presidente impopular que ha demostrado muy poca idoneidad para desempeñar
el cargo.
Entonces,
los jugadores de la Selección Nacional de Futbol decidieron no concurrir a
saludar al presidente de la Nación y las autoridades de la AFA convalidaron esa
actitud.
Frente
al rechazo de los futbolistas, el debilitado presidente Fernández no tuvo ni la
autoridad ni la habilidad de negociación para revertir esa decisión. Para colmó
evidenció su impotencia con prolongadas y estériles negociaciones y
declaraciones posteriores de despecho frente al desplante sufrido. ¡Patético! ¡Todo
muy patético!
La
vicepresidente condenada
A Cristina
Fernández de Kirchner no le ha ido mucho mejor. Si bien logró el sobreseimiento
en algunas causas, aún continúa como imputada en seis causas y en otra de ellas,
la referida al direccionamiento ilegal de las obras públicas en la provincia de
Santa Cruz, ha resultado condenada, en primera instancia, a seis años de
cárcel, inhabilitación perpetua para ejercer cargos públicos, costas y un abultado
monto indemnizatorio.
En
esta forma Cristina Kirchner se ha convertido en la primera vicepresidenta en
ejercicio en ser condenada a una pena efectiva de cárcel. Independientemente de
que por razones de edad quizá nunca pise un establecimiento penal, Cristina ha
sufrido lo que para ella es la peor humillación: pasará a la historia como una
expresidenta condenada por corrupción.
En un
rapto de ira, al conocer la sentencia, anunció que no sería candidata a ningún
cargo en las elecciones de 2023. Era el primer paso para un “operativo
clamor” que, ella pensaba, la rescataría de la condena y la posicionaría
nuevamente como candidata el año próximo. Pero, para su sorpresa, no recibió el
apoyo internacional que esperaba. Otros exmandatarios se negaron a sumarse a la
maniobra y brindar apoyo a una figura condenada por corrupción. Solo estaban
dispuestos a tomar parte, otros expresidentes procesados por corrupción: Evo
Morales y Rafael Correa.
Incluso
el ex condenado y hoy reelecto presidente brasileiro Luiz Inacio “Lula”
da Silva retaceo su presencia (lo mismo hicieron discretamente el uruguayo José
Mujica, el español Rodríguez Zapatero y la dirigente Yolanda Díaz del partido
español Unidos Podemos).
Un muy
oportuno contagio de COVID sirvió para archivar disimuladamente la maniobra
internacional y reemplazarla por un muy discreto acto partidario “casero”,
en la provincia de Buenos Aires,
Su condena,
el anuncio de prescindencia en las próximas elecciones, el alto nivel de
rechazo hacia su figura que muestran todas las encuestas y la falta de una
propuesta de gobierno o ideas que puedan enamorar nuevamente al electorado, han
hecho que el poder de Cristina Kirchner se haya diluido considerablemente.
Aunque
muchos sospechan que finalmente será candidata a algún cargo político que le
garantice inmunidad frente a una detención, Cristina ya no despierta ni el
amor, ni el temor de antaño dentro del peronismo. Pareciera que algunos creen
que el ciclo de Cristina Kirchner ya ha concluido y que es el momento propicio para
que surja un nuevo liderazgo partidario que saque al peronismo de su actual
decadencia y le permita, en las elecciones de 2023, retener la mayor parte de
los cargos y posiciones de poder alcanzadas. Previendo que seguramente la
oposición se impondrá en esos comicios.
Tanto
Alberto Fernández y Cristina Kirchner han creado una segunda grieta, esta vez
dentro del Frente de Todos. Ninguno de los dos puede ser reelecto, tampoco se
encuentran en condiciones de nominar a un tercero (¿Sergio Massa?) como
candidato con posibilidades de alcanzar la presidencia.
Es así
como el poder de presidente y de su vicepresidenta se va reduciendo con el
tiempo y la proximidad de las elecciones como dos patos rengos. Solo que en
Argentina, los patos rengos están cada día más solos, más aisladas y más
necios.
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