El dictador tunecino Kaïs Saied abre una
crisis diplomática con Marruecos al ceder a las presiones de Argelia invitando
al terrorista Brahim Ghali a una cumbre internacional para el desarrollo de
África.
LA
HERENCIA DE LA REVOLUCIÓN DE LOS JAZMINES
Túnez
ha sido una cuna de las Primaveras Árabes. El 17 de diciembre de 2010, en la
ciudad de Sidi Bouzid, un vendedor ambulante llamado Mohamed Bouazizi fue
despojado por la policía de todas sus posesiones: un carrito manual cargado de
naranjas con el cual se ganaba la vida. Ante la impotencia de perder el único
medio de llevar el sustento a su familia, el infortunado vendedor se roció con
combustible y se inmolo al “estilo bonzo”.
Las
llamas encendieron la revuelta popular en las calles. El dictador Zine al
Abidine Ben Ali, en el poder desde 1987, debió renunciar el 14 de enero de 2011
y marchar al exilio en Arabia Saudí.
Mohamed
Bouazizi no sabía que al encender el combustible que cubría su cuerpo estaba
encendiendo una hoguera que se expandiría terminando con las dictaduras de
Hosni Mubarak, en Egipto después de treinta años en el poder y de Muamar Gadafi
tras 42 años rigiendo despóticamente al pueblo libio y en 2019, en Argelia, con
el gobierno de Abdelaziz Bouteflika, tras veinte años de dictadura.
Las
convulsiones de las primaveras árabes también provocaron cruentas guerras
civiles en Libia, Yemen y Siria donde pronto se involucraron fuerzas
extranjeras.
Todo
el mundo árabe, en mayor o menor medida enfrentaron los remesones y
consecuencias de las Primaveras Árabes y su propuesta de más libertad,
democracia y justicia social.
¿Pero,
qué ocurrió finalmente con la Primavera de los Jazmines en Túnez?
OTRA DICTADURA
EN TÚNEZ
El 23
de octubre de 2011, en Túnez se llevaron a cabo elecciones libres y
democráticas para conformar una Asamblea Constituyente, que designó a Moncef
Marzouki, líder del izquierdista Partido del Congreso para la República como
presidente provisional.
El 26
de enero de 2014 fue aprobado el texto final de la nueva constitución.
Sin
embargo, bajo esa capa de aparente normalidad democrática se estaba gestando un
profundo descontento popular debido a la situación económica. La juventud
mostraba cada vez menor interés en la política. Muchos jóvenes no avizoraban
perspectivas de futuro en un pequeño país, con grandes áreas desérticas,
estancado y dominado por estructuras sociales arcaicas. Los jóvenes solo
pensaban en la emigración para superar su frustración.
Además
de demandar libertad y dignidad, durante la Primavera Árabe, los descontentos
pedían justicia social que se traducía en un trabajo digno y productivo. Pero,
la falta de reales reformas socioeconómicas, de una administración pública eficiente,
sumados a los continuos atentados terroristas de los yihadistas contra la
industria turística hicieron que la economía se estancara. El algunas regiones,
la desocupación entre los jóvenes superó el 40% de la población económicamente
activa.
EL NUEVO
DICTADOR
En 2019,
un profesor universitario de derecho constitucional, que se había hecho célebre
como comentarista en los programas de políticos televisivos, se convirtió en
presidente con tan sólo el 18,4% de los votos emitidos.
Después
de confrontar durante meses con la mayoría opositora en el Parlamento, el 25 de
julio de 2021, el presidente Saied se amparó en un artículo de la Constitución
previsto para ocasiones de crisis para asumir plenos poderes.
El
virtual dictador tunecino cerró el Parlamento, suprimió la inmunidad de los
diputados, eliminó el órgano de elección de los jueces, estableció el Estado de
Emergencia, se otorgó a sí mismo plena autoridad legislativa y un año más tarde
destituyo de un plumazo a 57 jueces.
El
dictador Kaïs Saied redactó una nueva constitución para Túnez que refuerzan los
poderes presidenciales.
Entre
otras particularidades el nuevo texto constitucional releva al Presidente de
rendir cuentas de sus acciones ante el Parlamento e impide su destitución.
La
nueva Constitución fue sometida a referéndum, el pasado 25 de julio de 2022,
siendo aprobada por el 94,5% de los votos emitidos, pero con una participación
de tan solo el 30% del electorado. Hecho que fue duramente cuestionado por el
Departamento de Estado de los Estados Unidos y por el Parlamento Europeo.
La
escasa participación electoral es una señal de el cambio en los intereses del
pueblo tunecino más preocupado por la crisis económica y el estancamiento en
que se encuentra el país.
Túnez
es el país de África del Norte más afectado por la pandemia del Covid, los
servicios públicos son cada vez más ineficientes y se observa un brusco
descenso en el nivel de vida de la población en parte provocado por el
incremento en el precio de los alimentos debido al conflicto entre Ucrania y
Rusia. Túnez importa el 50% del trigo que consume de Ucrania y Rusia. También
se ha incrementado el endeudamiento externo y comienza a notarse un mayor
aislamiento internacional a medida que se acentúan las características
dictatorial del gobierno de Kaïs Saied.
Argelia
ha sabido aprovechar la creciente fragilidad del pequeño país magrebí para
aumentar su influencia sobre el presidente Saied.
Recientemente,
Argelia ha amenazado con mantener el cierre de la frontera común que afecta al
comercio bilateral y con reducir sus exportaciones de gas.
Sin el
gas argelino, Túnez tendrá serios problemas para producir electricidad, hacer
funcionar sus industrias y calefaccionar a los hogares en el invierno que se
avecina.
LA
PROVOCACIÓN Y LA RESPUESTA
Es por
ello, que cediendo a las presiones de Argel, el dictador Kaïs Saied ha
incrementado en los últimos meses sus actos hostiles hacia Marruecos.
La
mayor provocación ha sido la invitación al terrorista y delincuente Brahim
Ghali para que asista en representación de la inexistente República Árabe
Saharaui Democrática a la 8° Cumbre del Foro de Cooperación Japón – África
(TICAD según sus siglas en inglés), que se realizará los días 27 y 28 de agosto
en Túnez.
L
invitación de Saied fue cursada en contra del punto de vista de Japón y en
clara violación del proceso de preparación y de las reglas establecidas por el
Foro. Además, en un “acto grave e inédito, que hiere profundamente los
sentimientos del pueblo marroquí”, como lo calificó la cancillería
marroquí, Saied recibió al separatista Ghali en el aeropuerto como si se
tratara de un jefe de Estado.
La
justa reacción del Reino de Marruecos no se hizo esperar. El Ministerio de
Asuntos Exteriores, Cooperación Africana y Marroquíes Residentes en el
Extranjero, emitió un comunicado señalando: "Después de haber
multiplicado recientemente las posiciones y los actos negativos hacia el Reino
de Marruecos y sus intereses superiores, la actitud de Túnez en el marco del
proceso de la TICAD confirma de manera flagrante su hostilidad."
Ante
esta actitud hostil y que perjudica las relaciones fraternales que siempre han
mantenido los dos países, el Reino de Marruecos ha decidido no participar en la
8ª Cumbre de la TICAD y llamar inmediatamente a consultas al embajador de Su
Majestad el Rey en Túnez, prosigue el comunicado.
Esta
decisión no afecta en absoluto a los fuertes e intactos vínculos entre los
pueblos marroquí y tunecino, que están unidos por una historia común y un
destino compartido, insiste el ministerio.
Tampoco
pone en duda el compromiso del Reino de Marruecos con los intereses de África y
su acción en el seno de la Unión Africana, ni el compromiso del Reino en el
seno de la TICAD, concluye el comunicado.
De
aquí en más, el dictador tunecino deberá medir con mucho cuidado sus decisiones
a riesgo de quedar a merced de los intereses geopolíticos de la dictadura
militar que en realidad gobierna en Argelia.
Para
Túnez la amistad y el apoyo del Reino de Marruecos es la única garantía posible
de que terminará convirtiéndose en una virtual colonia de Argelia.
Cuanto
más rápido el presidente Kaïs Saied comprenda esto menos sufrimientos tendrá el
pueblo tunecino y más posibilidades tendrá el Magreb de lograr la tan ansiada
integración económica.
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