sábado, 20 de agosto de 2022

INGERENCIA ESTADOUNIDENSE EN LOS ASUNTOS INTERNOS DE ARGENTINA


El embajador estadounidense Marc R. Stanley cometió un inaceptable error diplomático al proponer un gobierno de coalición para Argentina.

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Todos los gobiernos acostumbran a ceder a la tentación de retribuir favores políticos o alejar a algunos personajes molestos enviándolos a cargos diplomáticos en el extranjero.

Esta suele ser una mala decisión. Los diplomáticos no profesionales, por lo general desconocen los usos y costumbres del quehacer internacional. Por lo tanto, no resulta extraño que estos personajes terminen comportándose como elefantes en un bazar.

Argentina tiene muy mala experiencia con los embajadores de los Estados Unidos cuando no son profesionales de carrera formados en el Departamento de Estado.

El antecedente más emblemático fue la traumática gestión del empresario minero y lobista estadounidense Spruide Braden en la década de 1940.

El embajador Braden fue el constructor de la Unión Democrática, la coalición electoral que enfrentó a Perón en 1946. La injerencia de Braden en la política argentina lo llevó a desfilar por las calles porteñas al frente de los sectores opositores al gobierno argentino, ante quien estaba acreditado, en la llamada “Marcha de la Constitución y la Libertad” del 19 de septiembre de 1945.

No conforme con esto, desde el cargo de secretario adjunto de Estado, publicó el famoso “Libro Azul” donde el gobierno estadounidense acusaba a Perón de ser un agente nazi.

La burda injerencia estadounidense terminó generando el efecto contrario al buscado. Perón aprovecho la ocasión para incentivar el nacionalismo y antiimperialismo local con la consigna “Braden o Perón” que terminó por asegurar su triunfo en los comicios del 24 de febrero de 1946.

Casi ochenta años más tarde, el actual embajador Marc R. Stanley, un abogado y lobista de la colectividad judía de Dallas, cometió un error similar al demandar que el gobierno kirchnerista y la oposición constituyen en forma urgente un “gobierno de coalición” para sacer al país de la crisis institucional y financiera en que se encuentra.

La declaración del embajador de los Estados Unidos tuvo lugar durante la 19ª edición del Council of the Americas, la conferencia Buenos Aires de la serie de encuentros en ciudades latinoamericanas de la organización empresarial estadounidense American Society – Council of the Americas (AS/COA) en conjunto con la Cámara Argentina de Comercio y Servicios, titulada “Argentina: perspectivas económicas y políticas” y que se desarrolló en el Hotel Alvear.

Al hacer uso de la palabra el embajador Stanley dijo: “Todas las personas con las que hablé están de acuerdo que, en la explotación de estos tres mercados, el petróleo y gas, ganado y agricultura y los minerales está la respuesta. Cómo llegarán a ella. Una vez que un lado u otro tome el control tras las elecciones de 2023, mi sugerencia, y no les estoy diciendo qué hacer… lo que me encantaría ver es a alguien que ame a la Argentina, que vea el potencial que hay aquí. Es hora de que trabajen juntos ahora mismo. No esperen 16 meses. Hoy es el día de hacer esto.”

¿ES POSIBLE UN GOBIERNO DE COALICIÓN?

Además de lo impertinente de su consejo, el diplomático estadounidense no tuvo en consideración que para conformar un gobierno de coalición entre el kirchnerismo y Juntos por el Cambio, la oposición debería comenzar por aceptar y garantizar la impunidad de Cristina Kirchner frente a los procesos judiciales en marcha.

Eso resulta absolutamente imposible. Las pruebas, en contra de la vicepresidente y demás miembros de la asociación ilícita que saqueo al país mediante las adjudicaciones amañadas de obras públicas, son abrumadoras.

No es posible, garantizar esa impunidad sin destruir la credibilidad del Poder Judicial y el orden constitucional del país, exponiéndose a una reacción popular, contra la clase política en su conjunto, de impredecibles consecuencias.

Por otra parte, el peronismo no esta dispuesto a ver a otro de sus expresidentes de la Nación (el primero jue Carlos S. Menem) condenado a penas de cárcel y forzado a ampararse de por vida en fueros legislativos y seguramente apelará a todo su poder legislativo, sindical y de movilización callejera para intentar impedirlo.

Tampoco es posible formar una coalición de gobierno, mientras Cristina Fernández de Kirchner tenga el poder de veto sobre cualquier medida o decisión política de envergadura.

La vicepresidencia vigila atentamente para impedir que en el peronismo surja algún liderazgo alternativo al suyo. Tampoco tiene interés en que un futuro gobierno opositor tenga una gestión exitosa, estabilice al país y la aleje a ella o a su hijo Máximo de un nuevo período en la Casa Rosada.

Cristina es dura y egoísta. Ha demostrado en muchas ocasiones que siempre pone sus intereses y los de sus hijos por encima del bienestar del pueblo argentino. Con ella no se puede acordar nada y sin ella tampoco.

Por último, están las insuperables diferencias políticas e ideológicas que separan al kirchnerismo de la oposición. Diferencias que van mucho más allá de un programa económico o las retenciones al campo.

Kirchnerismo y oposición tienen posiciones enfrentadas con respecto a las violaciones a los derechos humanos en Cuba, Nicaragua y Venezuela, a las relaciones con Irán, al alineamiento con Rusia o a las inversiones chinas, entre otros aspectos.

También discrepan en otros temas como el número de miembros de la Corte Suprema de Justicia, el tratamiento de la violencia separatista de algunos grupos mapuches en Patagonia, la edad de imputabilidad de los menores, la lucha contra el narcotráfico y hasta la ley de alquileres.

Además, formar una coalición de gobierno implica acordar un programa de gobierno común. Hoy el principal obstáculo para la formación de una coalición política de este tipo es que el kirchnerismo ha demostrado no tener ningún programa de gobierno.  No olvidemos que, en julio de 2020, el presidente Alberto Fernández, muy seguro de si mismo dijo: “Francamente, no creo en los planes económicos”.

En los últimos años, el kirchnerismo ha demostrado que no cree en planes económicos ni en planificaciones de ningún tipo. Por lo cual, habrá que esperar hasta el 10 de diciembre de 2023 para intentar acuerdos políticos de estabilización y crecimiento en Argentina.

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