La agónica forma
en que logró el economista Gabriel Rubinstein ser confirmado como secretario de
Programación Económica es un ejemplo del travestismo político imperante en el
kirchnerismo.
Lenta pero continuamente Cristina Fernández de Kirchner
erosiona el poder del llamado “superministro” Sergio Massa.
Después de muchas idas y vueltas, la vicepresidente
terminó por consentir, tras dieciocho desgastantes días, la designación del
economista lavagnista Gabriel Rubinstein como secretario de Programación
Económica, dejando bien en claro que es ella quien tiene la última palabra.
Fue esta una venganza personal, una demostración de
fuerza o la forma que tiene la vicepresidenta de, desde un comienzo, marcarle la
cancha al virtual nuevo ministro de Economía al obligarlo a pedir disculpa por
sus opiniones vertidas en unos tweets.
“Quiero destacar además la amplitud del Gobierno de
incorporarme al equipo a pesar de comentarios agraviantes de mi parte en redes
sociales que no correspondía efectuar”, tuiteó el arrepentido funcionario.
Como en el Génesis, Rubinstein, al igual que Esaú, cambio
sus ideales por un plato de lentejas.
Anteriormente, Rubinstein había publicado tweets aleccionadores
y categóricos como “Para mí, sumarse al kirchnerismo sería como decir: Soy
un idiota, pero vivan Néstor y Cristina, Carajo”, escrito en septiembre de
2014.
Parece que la dignidad de nuevo funcionario solo vale el “plato
de lentejas” de un cargo.
Cómo dijo el periodista Feinmann, Rubinstein nos hace
recordar al cómico Groucho Marx cuando decía: “estos son mis principios,
sino le gustan, tengo otros.”
Pero, seamos justos con el nuevo secretario de
Programación Económica, el travestismo moral de Rubinstein es endémico en el
kirchnerismo.
Sergio Massa, el “superministro” y jefe de
Rubinstein, tiene muchas frases memorables en este sentido. Al conocer el
resultado de las elecciones legislativas de 2013, donde su Frente Renovador se
impuso al Frente para la Victoria, 43,95 a 32,33%, dijo: “Perdió Cristina,
perdió La Cámpora perdió la soberbia.”
Luego, el 1 de mayo de 2015, durante la campaña
presidencial de ese año, al lanzar su candidatura en un acto en el estadio del
club Vélez Sarsfield señaló: “El camino de la Argentina no es ajuste o la
impunidad” […] “porque me da asco la corrupción y los voy a meter presos, yo no
les tengo miedo”. […] “Yo voy a barrer a los ñoquis de La Cámpora, que nos
quieren dejar como parásitos en el Estado.”
Parece que, con el tiempo, Massa logró que no le de asco
la corrupción, la impunidad y los militantes de La Cámpora.
Debe haber escuchado mucho a Mercedes Sosa cuando cantaba:
“Cambia / todo cambia / cambia lo superficial / cambia también lo profundo /
Cambia el modo de pensar / Cambia todo el mundo”.
Otro miembro del actual Gobierno que ha modificado con
los años sus opiniones es el propio presidente Alberto Fernández.
En realidad, el Señor Presidente, es un cambiador serial.
Dice algo por la mañana y todo lo contrario pocas horas después.
A titulo ilustrativo mencionaremos tan solo un par de los
cambios más significativos. El 26 de febrero de 2015, en una entrevista con el
periodista Nelson Castro, durante el programa “El juego limpio”: “Creo
que Cristina va a dejar su Gobierno con dos máculas indudables que es el deber
de (haber) hecho dictar dos leyes para proteger penalmente a dos delitos
cometidos. Primero, el encubrimiento a Boudou, estatizando Ciccone, y segundo,
el encubrimiento de haber hecho aprobar por ley el tratado con Irán”.
Días antes, Alberto Fernández había participado, junto a
Sergio Massa y Malena Galmarini, de la histórica “Marcha de los Paraguas”
pidiendo justicia por la muerte del fiscal Alberto Nisman y luego declaró: “Nadie
en Argentina piensa que Nisman se ha suicidado. Nadie. Absolutamente nadie. La
primera que no cree que Nisman se ha suicidado es Cristina Fernández”.
Pero, para el 31 de diciembre de 2020, quizá por efecto
de la pandemia había cambiado de idea. Ese día dijo a Radio 10: “En el caso
Nisman, estoy convencido de que fue un suicidio”.
Es realmente, sorprendente el poco valor que dan a su
palabra y a sus convicciones los políticos kirchneristas y la forma en que
creen poder manipular a la sociedad.
Alberto Fernández, Sergio Massa y Gabriel Rubinstein no
son los únicos que han cambiado sus principios por un cargo, también lo han
hecho Vilma Ibarra, Gustavo Beliz, Felipe Sola y Marcela Lozardo, entre otros.
¿Será quizás que el kirchnerismo se ha transformado en
una secta fanatizada que no razona ni quiere ver la realidad?
No hay comentarios:
Publicar un comentario