Los ataques con
drones en operaciones “más allá del horizonte” constituyen la más eficiente
estrategia de los Estados Unidos en la guerra contra el terrorismo.
La eliminación del
líder de Al Qaeda, Ayman al Zawahiri, el sábado 30 de julio, en Kabul, capital
de Afganistán, por medio de un ataque con un misil Hellfire de última
generación tipo AGM-114R9X, lanzado desde un dron Reaper, ha puesto en
evidencia la eficacia de esta táctica para la eliminación de blancos puntuales
con el mínimo de daños colaterales.
El empleo combinado
de métodos de reunión y producción de inteligencia a través del empleo de
satélites de vigilancia, monitoreo de las comunicaciones y la realización de
drones para observación y ataques quirúrgicos está permitiendo a los Estados
Unidos destruir las redes terroristas en todo el mundo mediante la supresión de
sus líderes.
Los drones de
vigilancia y ataque han interrumpido en la guerra moderna, como los demuestran
la guerra de Karabaj entre Armenia y Azerbaiján. Las fuerzas azeríes se
impusieron gracias al empleo de una amplia gama de drones como los Herón,
Orbiter-3 y Hermes 450/800 israelíes de observación y balísticos Sky Striker y HAROP/HARPY
israelíes y los temibles Bayraktar TB-2 turcos.
También hubo un
intenso empleo de drones en Afganistán, el conflicto interno en Libia, Irak, Siria,
Yemen y otros escenarios bélicos.
Aproximadamente, sesenta
países han incorporado para misiones de vigilancia interna u operaciones
militares. Otro importante número de Estados están desarrollando la tecnología
necesaria para su fabricación y exportación. Esto también incluye a grupos
criminales y terroristas con disponibilidad de recursos para acceder a este
tipo de tecnología que está proliferando a escala global.
Si bien el empleo
de aviones no tripulados para operaciones de vigilancia y ataque se remonta a
la década de 1960 durante la Guerra de Vietnam, los nuevos desarrollos
tecnológicos y las crecientes necesidades militares y de seguridad han
propiciado su proliferación especial a partir de los atentados contra las
Torres Gemelas, el 11 de septiembre de 2001, y el inicio de la Guerra contra el
Terror.
La Administración
Bush comenzó a emplear drones RQ-11 con frecuencia para operaciones militares
de eliminación selectiva de miembros de la red terrorista Al Qaeda en el marco
de su accionar militar en Afganistán e Irak. Pero fue durante la Administración
del presidente Barack Obama cuando el empleo de esta táctica se generalizó. La
New America Foundation estima que durante los ocho años de Obama en la Casa
Blanca al menos unos tres mil terroristas yihadistas fueron eliminados mediante
ataques con drones, entre los cuales se encontraban cincuenta dirigentes de
alto rango.
Aunque resulta
absolutamente imposible saber el número real de blancos abatidos mediante el
empleo de este tipo de armamentos debido al secreto que rodea a estas
operaciones y al hecho que en la modalidad “más allá del horizonte” los
ataques se producen en diversos países.
En algunas ocasiones,
debido a la importancia de los terroristas muertos, el gobierno estadounidense
informa del resultado de sus ataques o son los mismos grupos yihadistas quienes
denuncian el hecho.
Es así como se ha
podido saber que un bombardeo con drones estadounidense terminó con la vida del
yihadista jordano Abu Musab al Zarqui, quién en 2003 había fundado el grupo
denominado “Ŷama at al-Tamhȉ wal-yihad” (Organización para el Monoteísmo
y la Yihad), abatido en Irak, en 2006.
En otra acción, el
3 de enero de 2020, cuatro misiles estadounidenses, disparados desde drones MQ-9
Reaper, destruyeron un convoy de varios automóviles blindados matando al
importante general iraní Qasem Soleimani, principal estratega de las
operaciones militares y de inteligencia iraníes en Medio Oriente y máximo líder
de la Fuerza Al Quds.
La caravana Soleimani
y Abu Mahdi al-Muhandis, líder de la milicia shií “Kataib Hezbollah”,
aliada de Irán. El cadáver del general iraní quedó totalmente despedazado al
punto de que solo pudo ser identificado por un resto consistente en una mano
que portaba un anillo.
Más recientemente,
el 12 de julio de 2022, un dron estadounidense terminó con la vida de Maher Al
Agal, líder del grupo yihadista Daesh o Estado Islámico en Siria. El ataque que
eliminó al líder terrorista y a un estrecho colaborador suyo se produjo cuando
ambos hombres viajaban en una motocicleta por la aldea de Khaltan, en el cantón
Afrin, en la zona norte de la gobernación de Alepo, en Siria. No se produjeron
víctimas civiles debido al bombeo.
A esta nómina se
suma la reciente supresión de Ayman al-Zawahiri en Kabul mencionada a comienzo
del análisis.
Los partidarios del
empleo de drones para ataques quirúrgicos argumentan que el costo de uno de
estos equipos es muy inferior al de un avión tripulado (un dron Reaper cuesta
unos cien millones de dólares). Además, estos vehículos al no estar tripulados
operan sin riesgo para el piloto ni necesidad de desplegar personal de apoyo en
tierra. Por otra parte, los drones requieren menor mantenimiento y un operador
de dron es mucho más fácil de entrenar que un piloto de avión de combate. Por
último, suele argumentarse que el empleo de drones reduce el número de bajas
civiles porque permite en una población determinada discriminar entre
combatientes y no combatientes.
Aunque los drones
no son a prueba de errores humanos. El radio de acción de la explosión de un
misil Hellfire lanzado desde un dron alcanza a un promedio de entre 15 y 20
metros, a lo cual se suma la metralla que incrementa considerablemente los
daños ocasionados y el número potencial de víctimas.
Es por lo cual, las
fuerzas estadounidenses han adoptado para algunas misiones el nuevo misil
Hellfire AGM-114R9X, también denominado periodísticamente “misil ninja”, que no
explota, sino que mata por impacto directo. Segundos antes de golpear a su
blanco, el misil despliega seis afiladísimas cuchillas rotativas que van
cortando todo a su paso. Precisamente, este tipo de misil fue precisamente el empleado
para terminar con la vida de Ayman al Zawahiri.
No obstante,
incluso el empleo de este tipo de misil que reduce los daños colaterales no
elimina la totalidad de los riesgos de que se produzcan víctimas inocentes y
errores fatales.
El 29 de agosto de
2021, por ejemplo, un ataque con drones terminó por error con la vida de diez
civiles en Kabul. Las fuerzas estadounidenses creían que interceptaban un
camión cargado con explosivos y múltiples terroristas suicidas que se dirigía hacia
el aeropuerto de la capital afgana para llevar a cabo un atentado. Pero, en
realidad, el vehículo no transportaba ni explosivos ni terroristas, sino que
trasladaba a civiles afganos. El Pentágono reconoció públicamente el trágico
error cometido y pidió públicamente disculpas por la tragedia.
Aunque la polémica
sobre la legalidad del empleo de drones y su impacto sobre los derechos humanos
y el derecho internacional público continúa, todo parece indicar que los
Estados Unidos incrementará en el futuro este tipo de operaciones militares debido
a su alta eficacia, sus bajos costos humanos y materiales y el gran impacto
psicológico sobre el enemigo en las zonas donde operan.
En otras palabras,
los drones y los misiles inteligentes parecen ser, al menos por el momento, la
mejor arma contra el terrorismo yihadista.
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