EL
29 de marzo de 1962, las fuerzas armadas pusieron fin al gobierno del
presidente Arturo Frondizi que consolidó la industrialización del país,
desarrolló la industria automotriz y alcanzó el autoabastecimiento petrolero.
A
comienzos de los años sesenta, Arturo Frondizi en tan sólo 34 meses de gobierno
transformó la estructura socioeconómica de la Argentina.
Atrajo
inversiones extranjeras para desarrollar la industria de base del país e impulsó
el sector automotriz. Entre 1958 y 1963 se llegó a
alcanzar el máximo histórico de las inversiones extranjeras en Argentina:
alrededor del 23 % del total del período entre 1912 a 1975. Las ramas
industriales privilegiadas fueron la automotriz, la petrolera y
petroquímica, la química, la metalúrgica y la de maquinarias
eléctricas y no eléctricas. Las inversiones se orientaron hacia el
aprovechamiento de las posibilidades que ofrecía un mercado interno protegido.
En 1958, se firmaron contratos con empresas petroleras
estadounidenses para que estas operaran por cuenta de YPF. El propósito era
lograr el autoabastecimiento de hidrocarburos y no tener que comprarlos en
el exterior. En tres años de gestión se logró un aumento del 150 % en la
producción de petróleo y gas natural en Argentina. Por primera vez en la
historia, en el país se logró el autoabastecimiento de petrolero, y Argentina
pasó de ser importador a ser exportador de petróleo. El logro del
autoabastecimiento produjo una ganancia de cientos de millones de dólares en
costos anuales de importación de crudo, lo que ayudó a crear en los siguientes
trece años un crecimiento económico casi ininterrumpido, sobre todo en lo
tocante a la industria.
El 25 de julio de 1960, se inauguró el alto horno de
San Nicolás de los Arroyos, sobre el río Paraná, para la producción de acero, albergando
doce mil puestos de trabajo.
Se radicaron varias empresas automotrices
en el país: en el primer año de gobierno se asentaron la Dinborg, Citroën y
Alcre; en el año 1959 De Carlo, A. y L. Decaroli, Deutz Argentina, Dinarq,
Isard Argentina, Peugeot, Renault Y Siam Di Tella Automotores S. A., creadora
del mítico Siam Di Tella 1.500 cuya versión para taxi inauguró la tradición de
pintar de amarillo y negro a los vehículos de alquiler; y en el año 1960, Auto
Unión, Autoar, Bambi y Goliath Hansa S. A. Además de las nuevas
empresas que llegaron, hubo algunas fábricas que ampliaron sus plantas
industriales, como la Fiat en el año 1959 y General Motors en
el mismo año.
Con el crecimiento en la siderurgia, la
industria automotriz produjo en 1961 137.000 automóviles y camiones, dándole
trabajo a un total de 150.000 obreros, y ahorrando unos 250.000.000 de dólares
que antes se utilizaban en importaciones de automotores. En 1958, se
fabricaron diez mil tractores, y tres años después, las unidades llegaron a
veinticinco mil.
La red vial creció en diez mil kilómetros. Hubo un
aumento en la producción industrial de un 10 %. Se inauguró la planta de
SOMISA (Sociedad Mixta Siderurgia Argentina).
Se inició un plan de construcción de aeropuertos, instalándose diez terminales
con alta tecnología.
Frondizi encaró al mismo tiempo la reforma integral del
sistema educativo legalizando la educación de los institutos privados, pese a
la oposición de la FUA y de su propio hermano Rizzieri, rector de la
Universidad de Buenos Aires. Incluso reglamentó el Estatuto Docente, la ley
fundamental que rige la actividad de los educadores protegiendo sus derechos y
regulando sus obligaciones. Además, creó la rama de educación técnica para
formar los recursos humanos que demandaba el desarrollo industrial del país.
Frondizi restauró el lugar de la Argentina en el
concierto de las naciones como nunca había estado desde el 4 de junio de 1943. Frondizi
se reunió con los presidentes estadounidenses Dwight D. Eisenhower y John F.
Kennedy (en dos ocasiones) para acordar la radicación de empresas americanas en
Argentina y analizar la política regional.
El presidente desarrollista implementó una activa
política exterior viajando por Europa y Oriente. Fue el primer mandatario
argentino en visitar la India, Japón, Tailandia y Hong Kong para abrir nuevos
mercados y atraer inversiones.
También fue el primer mandatario argentino en dirigirse
ante ambas cámaras reunidas del Congreso de los Estados Unidos. El 21 de enero
de 1959, asumiendo un liderazgo regional señaló premonitoriamente ante los
legisladores estadounidenses un programa de desarrollo industrial para América
Latina. Una asignatura aún pendiente en la mayoría de los países de la región.
Dijo en esa ocasión Frondizi: “Las inmensas riquezas naturales que atesora América latina, deberán ser
extraídas y utilizadas en beneficio de todos sus habitantes. América latina
deberá dejar de ser productora exclusiva de materias primas. Deberá alzar su
propia industria pesada, su industria petroquímica y sus fábricas de equipos.
Deberá construir centrales hidroeléctricas y reactores nucleares. Tendrá que
mecanizar y electrificar las explotaciones rurales para multiplicar la
producción y elevar el nivel de vida de la familia campesina. Deberá realizar,
en suma, el mismo proceso de expansión y complementación económica interna que
condujo a los Estados Unidos a su portentoso grado de desarrollo actual.”[i]
En
los días más duros de la Guerra Fría, Frondizi escapó al macartismo imperante y
no dudó en reunirse en dos ocasiones con Fidel Castro o, en recibir a Ernesto “Che”
Guevara en la residencia presidencial de Olivos. También se opuso, en nombre
del derecho de autodeterminación de los pueblos y el derecho de no injerencia en
los asuntos internos de un Estado, a la expulsión de Cuba del sistema
interamericano.
Estos
importantes logros en el crecimiento económico del país y el mayor protagonismo
internacional, no fueron suficientes
para conformar a sus muchos opositores.
Los
militares, por ejemplo, no le perdonaban a Frondizi que triunfara en las
elecciones presidenciales de 1958 gracias a un pacto secreto con Juan D. Perón.
Después de haber bombardeado la Plaza de Mayo, realizado un sangriento golpe de
Estado en septiembre de 1955, y fusilado a sus camaradas en junio de 1956, el
pacto entre Frondizi y Perón era una afrenta muy difícil de digerir para los
militares antiperonistas.
Desde
la asunción de Frondizi el 1º de mayo de 1958, en los Casinos[ii]
de las fuerzas armadas comenzó a debatirse si Frondizi debía ser derrocados por
ser “criptoperonista” o por ser “criptocomunista” pero ningún
militar parecía dudar de que era necesario un golpe militar para sacar a ese
perverso “Maquiavelo” de la Casa Rosada. Esto obligó a Frondizi a
conjurar 34 “planteos” militares, a un promedio de uno por cada mes de
gobierno.
También
en las filas de la Unión Cívica del Pueblo, la otra parte del histórico partido
radical que lideraba Ricardo “el Chino” Balbín, imperaba un profundo
resentimiento contra Frondizi.
No
importaba que Arturo Frondizi se hubiera afiliado a la UCR a los dieciocho años
y que hubiera enfrentado la cárcel en numerosas ocasiones por defender su
ideario, ni que fuera convencional nacional, diputado nacional, presidente de
la UCR y candidato a vicepresidente de la Nación por su partido.
Los
radicales (incluso algunos dentro de la oficialista UCRI) no le perdonaban que
hubiera divido a la UCR por sus aspiraciones presidenciales, que hubiera
pactado con “el tirano prófugo” (Perón) o que abandonara las banderas
históricas del Partido: la defensa del monopolio de YPF en la extracción del
petróleo, la exclusividad de la enseñanza pública y el abandono del Programa de
Avellaneda.
El
peronismo en la resistencia hostigaba al gobierno con atentados y huelgas
salvajes. Perón lo acusaba de no cumplir lo pactado al no legalizar al partido
peronista. También cuestionaba las privatizaciones de empresas del Estado, la
legalización de la enseñanza privada, la dura represión de los huelguistas que
se oponían a la privatización del Frigorífico Lisandro de la Torre, la
represión de las huelgas ferroviarias que se oponían al Plan de Racionalización
Ferroviaria, la aplicación del Plan Conintes (Conmoción Interior del Estado)
que llevó a las fuerzas armadas a realizar operaciones policiales para contener
los desbordes callejeros protagonizados por los sindicatos peronistas.
Incluso
los sectores de izquierda atacaban a Frondizi por la política petrolera, la
reforma educativa, la ruptura de las relaciones con Cuba y la apelación al Plan
Conintes.
Finalmente,
los sectores de clase media se distanciaron del presidente Frondizi ante los
rigores de la política económica aplicada por el ministro Álvaro Alsogaray, la
estafa de los bonos del Empréstito 9 de Julio con los que se pagaba el sueldo
de los empleados públicos y las deudas de los proveedores del Estado.
EL GOLPE DE ESTADO
El
derrocamiento de Frondizi se debió finalmente al revés electoral en los
comicios de marzo de 1962 donde se renovaban catorce gobiernos provinciales y
la mitad de la Cámara de Diputados.
La
UCRI había ganado en varias elecciones de alcance local realizadas en 1961.
Esto se logró mediante una estrategia de propaganda que tendía a nuclear a la
opinión antiperonista en defensa de los logros de gobierno, más que a
conquistar, como antes se había intentado, del voto peronista. Además, entre
1960 y 1961 la economía había crecido a un 8% anual, la cifra más importante en
más de diez años. La inflación estaba disminuyendo. Pero, la proliferación de
grandes emprendimientos, la planta de SOMISA, la red caminera, la usina de Dock
Sud, el gasoducto Campo Durán – Buenos Aires, el proyecto hidroeléctrico del
Chocón y el crédito para la industria privada crearon dificultades en la
balanza de pagos al exterior. Por otra parte, el agro no había mejorado su
producción en forma suficiente como para aportar las indispensables divisas.
Incomprensiblemente,
el entorno presidencial no advirtió el desgaste de la imagen de Frondizi
producto de algunas decisiones del gobierno que no habían sido bien explicadas
o bien comprendidas por la población, ni el disgusto que provocaba el ajuste
salarial, ni la posibilidad de un voto de castigo. Confiado en la victoria
electoral que pronosticaba el ministro del Interior Alfredo R. Vítolo, Frondizi
admitió que se presentaran listas de candidatos peronistas a fin de legitimar
el sistema, viciado por la exclusión del partido mayoritario. Los militares
cansados de los manejos de Frondizi lo dejaron hacer reservándose el papel de
árbitros.
El
peronismo participó sin demasiada unidad, pues además de la línea mayoritaria
reunida en el partido Unión Popular, hicieron su aparición líderes provinciales
más o menos nuevos, integrantes de un sector partidario que por ese entonces se
denominó: “neoperonismo”. En las elecciones del 18 de marzo de 1962 el
peronismo sólo alcanzó el tercer lugar en la votación -17,8%- pero se impuso en
la mayoría de los distritos. Obtuvo nueve de ellos –cinco de los cuales
correspondían al neoperonismo- mientras el oficialismo triunfaba en
cinco, y la UCRP, los bloquistas y los conservadores en uno cada uno. Pero el
factor decisivo en la reacción de las fuerzas armadas fue el triunfo de la
fórmula Andrés Framini – Carlos Anglada en la provincia de Buenos Aires.[iii]
La
crisis institucional se prolongó por diez días. Los partidos opositores se
regocijaban e incentivaban el malestar militar como revancha por su revés
electoral. El líder de la UCRP, el chino Balbín se negó a reunirse con el
presidente para buscar una solución política a la crisis. El general Pedro E.
Aramburu fue invitado por Frondizi para mediar en el conflicto, porque como
aspiraba a ser el próximo presidente constitucional, se hallaba involucrado en
la supervivencia del sistema. Insólitamente, Aramburu pidió por la televisión
la renuncia del presidente como un acto patriótico.
Ante
el inminente golpe de Estado, el presidente Arturo Frondizi envió una extensa
misiva al presidente del Comité Nacional de la Unión Cívica Radical
Intransigente el senador Alfredo García que comenzaba diciendo: “Tengo la
firme decisión de enfrentar todo lo que pueda sobrevenir. No me suicidaré, no
me iré del país, ni cederé. Permaneceré en mi puesto en esta lucha que no es
mía ni solo del pueblo argentino. Se está librando en nuestra América; la están
librando a lo largo y a lo ancho de todo el mundo los pueblos que se levantan
contra la opresión y el privilegio, y combaten por la libertad, la justicia y
el progreso del género humano. En momentos en que la crisis política que
vivimos llega a su máxima gravedad, quiero ratificar ante usted y demás
integrantes de ese comité nacional partidario, mi irrevocable determinación de
no renunciar y de permanecer en el gobierno hasta que me derroquen por la
fuerza. Nuestros enemigos –los enemigos del pueblo argentino– quieren mi
renuncia. Con mi renuncia se prepara una parodia institucional, sobre las bases
de una democracia restringida que excluya a todos los sectores populares y,
como consecuencia ineludible, una despiadada represión contra el pueblo, con la
que me han amenazado continuamente. Esta es, por lo tanto y, lo digo aquí con
tanta solemnidad, la razón fundamental de mi obstinada y tenaz negativa a
renunciar a mi cargo o terminar con mi vida. Quienes se atrevan a sacarme del
gobierno por la fuerza o eliminarme físicamente deberán asumir ante la historia
la responsabilidad de haber desatado en la Argentina la represión popular y su
inevitable consecuencia: la guerra social.” (…)[iv]
El
29 de marzo, los comandantes en jefe del Ejército Teniente General Raúl Poggi,
la Marina Almirante Agustín Penas y la Aeronáutica Brigadier General Cayo
Alsina, ante el temor de que en las elecciones presidenciales de 1964 triunfara
un gobierno neoperonista que posibilitara el retorno al país de Juan D. Perón, detuvieron
al presidente y lo enviaron a la isla Martín García, el mismo lugar donde
fueron internados otros presidentes como Hipólito Yrigoyen, Marcelo T. Alvear y
Juan D. Perón.
No
obstante, una sorpresiva maniobra del presidente de la Corte Suprema Dr. Julio Oyhanarte
salvó en parte la institucionalidad haciendo jurar como presidente de la Nación
al presidente provisional del Senado, el senador por Río Negro José María Guido,
aplicando la ley de acefalía vigente.
El
golpe de Estado protagonizado por las fuerzas armadas contra el presidente
Frondizi dio paso a dos décadas de sangrienta confrontación en Argentina, con
gobiernos de facto, terrorismo revolucionario y terrorismo de Estado,
asesinatos y desapariciones.
Curiosamente
Cuba sería participe necesario del drama argentino. Segregado del sistema
americano Fidel Castro sentenció que si no podía entenderse con los gobiernos americanos
lo haría con los pueblos y se dedicó a apoyar con entrenamiento militar,
asistencia política y financiera a todos los movimientos revolucionarios de
América Latina.
Cientos
de argentinos pasarían por los campos de entrenamiento cubano para luego
encarar la “lucha armada” en nuestro país y la Isla caribeña se
transformó en el santuario donde buscaron refugio los revolucionarios
derrotados en sus países. Frondizi había comprendido que esto sucedería mucho
antes de que comenzara a ocurrir. Lamentablemente, nadie lo escuchó hasta que
fue muy tarde.
[i] MENOTTI, Emilia: Arturo Frondizi. Biografía. Ed. Planeta. Bs.
As. 1998. P.334.
[ii] CASINOS: denominación castrense para los espacios reservados a los
oficiales que comprenden una habitación individual para dormir y guardar
uniformes y equipos; además de un espacio común para desayunar, almorzar y
cenar, consumir bebidas y recreación. Los oficiales deben pagar de su salario
por los consumos que realizan en los casinos.
[iii] FLORIA, Carlos y César A. GARCIA BELSUNCE: “Historia de los
argentinos”. Ed.
Larousse. Bs. As. 1992. Tomo II, p. 440.
[iv] GAMBINI, Hugo: Frondizi. El estadista acorralado. Ediciones B
de bolsillo. Bs. As. 2012. P.343.
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