El triunfo de la Revolución Cubana no
trajo la democracia en Cuba sino una larga dictadura familiar que lleva en el
poder casi seis décadas de opresión y sufrimientos.
El 10 de marzo de
1952, Fulgencio Batista dio un golpe de Estado. El nuevo gobierno fue
inmediatamente reconocido por los Estados Unidos. El abogado Fidel Castro,
apoyado por unos 170 jóvenes universitarios, comenzó a organizar un plan de
lucha armada con el objetivo de derrocar a Batista. Su primera acción fue el
sangriento asalto al cuartel de Moncada, una base del Ejército con una dotación
de mil hombres, efectuado el 26 de julio de 1953, y que fracasó
estruendosamente. Los sobrevivientes fueron juzgados y recibieron duras
condenas. Pero a los dos años gracias a la intervención del arzobispo de
Santiago de Cuba, monseñor Pérez Serantes, Batista indultó a los rebeldes y les
permitió marchar al exilio en los Estados Unidos. Hacia fines de 1955, luego de
dos años de cárcel, Castro se reunió en México con un grupo de revolucionarios
cubanos y de otros países latinoamericanos que se sumaron a la lucha contra
Batista y fundo el Movimiento 26 de julio. Durante casi un año se
entrenaron, en territorio mexicano, en la táctica de la guerra de guerrillas.
De acuerdo con plan
trazado previamente, los revolucionarios debían arribar a Cuba el 30 de
noviembre de 1956, en coordinación con un levantamiento civil en Santiago de
Cuba, organizado por los integrantes del Movimiento que se encontraban en la
isla. Pero el arribo del yate “Granma”
-que transportaba a la fuerza guerrillera de 82 hombres- se demoró, el 2 de diciembre
de 1956 desembarcaron en Los Cayuelos, cerca de Las
Coloradas, Cuba, procedentes de Santiago de la Peña, un lugar próximo a Tuxpan,
Méjico. Tras siete días de pesadilla para los navegantes.
El levantamiento
civil fue aplastado y las fuerzas de Batista se encontraron en condiciones de
repeler el desembarco de los guerrilleros con bombas de napalm. Sólo sobrevivieron
Fidel Castro, su hermano Raúl, Ernesto “Che”
Guevara y nueve hombres más que se refugiaron en la Sierra Maestra, un agreste
cordón montañoso situado al oeste de la isla.
Durante los
primeros meses de 1957, los guerrilleros comenzaron a instalar bases en la
Sierra Maestra y a librar encarnizados combates con las fuerzas de Batista. Los
guerrilleros lograron el apoyo de los campesinos a quienes prometían expropiar
las haciendas –latifundios- y entregar la tierra a quienes la trabajaban. En
las ciudades la adhesión inicial sólo correspondió a los sectores
universitarios, el movimiento obrero no comunista se mantuvo fiel al gobierno,
el Partido Comunista se declaró neutral, los sectores medios urbanos y el
movimiento obrero comunista se sumaron a la revolución recién cuando ésta hubo
triunfado.
Fueron seis años de combate de guerrillas, ataques y atentados que
no lograban hacerse con el control de Cuba, ni siquiera de alguna capital de
alguna provincia.
Fulgencio Batista recibía desde Washington armamento que llegó a
incluir el napalm, pero en marzo de 1958, el gobierno del presidente Dwight
Eisenhower, presionado por la opinión pública, anunció que dejaría de vender
armas al gobierno cubano, y entonces todo cambió.
El embargo de los Estados Unidos a la venta de armas a Batista
marcó el destino del frágil gobierno dictatorial. Para diciembre, los únicos
que apoyaban a Batista eran los propietarios de tierras y empresarios cubanos
que se había beneficiado económicamente de su dictadura.
El
15 de diciembre de 1958, los guerrilleros lograron abrir un segundo frente en
el este de la isla aislando a la mayor parte de las fuerzas gubernamentales,
establecidas en la ciudad de Santa Clara, una zona
estratégica en el centro de Cuba, paso obligado para el transporte terrestre,
y el último bastión defensivo hasta La Habana.
El Ejército Rebelde necesitaba dejar incomunicado el Occidente
del Oriente de Cuba, controlar toda la provincia de Las Villas, forzando a
que los traslados de tropas enemigas hacia Oriente tuviesen que hacerse por
vía aérea, aviones que ya no tenía Batista. Además, aumentaría la
credibilidad del Ejército Rebelde.
Pero Santa Clara contaba con una importante guarnición, tanques,
morteros y buen armamento, además de aviación.
Los ataques comenzaron por Fomento, Nazareno, Remedios, el
cierre de la vía Báez-Santa Clara, los cuarteles de Cabaiguán, Guayos, Sancti
Espíritu, Placetas y el derribo del Puente de Falcón, en el tramo de la
Carretera Central entre Placetas y Santa Clara.
Con la ola de ataques se terminó con un total de armamento y
equipamiento militar capturado para abastecer a unos doscientos efectivos, y
así se organizaron dos nuevos pelotones de reclutas. Todo quedó listo para el
ataque a Santa Clara.
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Una vez en el
poder, Castro inmediatamente realizó una durísima represión de los ex
partidarios de Batista, “las cárceles de la Cabaña en La Habana y de Santa
Clara fueron escenario de ejecuciones masivas. Según la prensa extranjera, en
un período de cinco meses esta depuración sumaria causó 6.000 víctimas entre
los partidarios de Batista. Se organizaron tribunales de ejecución
exclusivamente con el fin de pronunciar condenas. ‘Las formas de los procesos y
los siguientes sobre los cuales se concebía el derecho eran altamente
significativos: la naturaleza totalitaria del régimen estaba definida en ellos
desde el principio’... Se celebraban simulacros de juicios en un ambiente de
fiesta: una muchedumbre de 18.000 personas reunidas en el Palacio de los
Deportes ‘juzgó’ apuntando con los pulgares hacia el suelo al comandante (pro –
Batista) Jesús Sosa Blanco, acusado de cometer varios asesinatos. El comandante
exclamó: ‘¡Esto es digno de la Roma antigua!’. Fue fusilado”.
El “Che” Guevara se encargo de los juicios
y fusilamientos en “La Cabaña”, una
tenebrosa fortaleza colonial de piedra donde fueron ejecutados miles de
opositores -reales o potenciales-. Pronto los cubanos comenzarían a conocer a
Guevara como “El carnicero de La Cabaña”.
En La Cabaña se
fusilaba de lunes a viernes, en horas de la madrugada, poco después de dictar
sentencia y lugar a apelaciones. Allí se hacinaban contingentes de ochocientas
personas en un espacio calculado para trescientas personas. Los detenidos eran
militares y policías del régimen de Batista, pero también periodistas, empresarios
y comerciantes a quienes se consideraba como “enemigos de la Revolución”.
El padre Javier
Arzuaga, quien ofició de capellán en La Cabaña dijo al respecto: “El “Che” nunca trató de ocultar su
crueldad, por el contrario, entre más se le pedía compasión más el se mostraba
cruel. El estaba completamente dedicado a su utopía. La Revolución le exigía que
hubiera muertos, el mataba; ella le pedía que mintiera, el mentía. En La Cabaña,
cuando las familias iban a visitar a sus parientes encarcelados, Guevara, en el
colmo del sadismo, llegaba a exigirles que pasaran delante del paredón manchado
de sangre fresca.”
En ocasiones,
Guevara mandaba al paredón a los condenados con tan sólo una breve nota: “Dale
aspirina”.
El propio Ernesto “Che” Guevara reconocería más tarde esto
al declarar: “Nosotros tenemos que decir
aquí lo que es una verdad conocida, que hemos expresado siempre ante el mundo.
Fusilamientos, sí hemos fusilado, fusilamos y seguiremos fusilando mientras sea
necesario. Nuestra lucha es una lucha a muerte. Nosotros sabemos cual sería el
resultado de una batalla perdida y también tienen que saber los gusanos cual es
el resultado de la batalla perdida hoy en Cuba.”
Fidel Castro asumió
como “primer ministro” y designó como presidente a Manuel Urrutia Lleó,
representante de las clases medias urbanas. Aunque el poder político siempre
estuvo en manos de Fidel y el control de las fuerzas armadas –por entonces
denominadas “Ejército Rebelde”- bajo el control de su hermano Raúl
Castro. Como hemos visto, inicialmente la Revolución Cubana contó con la
aprobación y el apoyo de los Estados Unidos que impulsaban la democratización
de América Latina.
Pero pronto la
orientación de los cambios económicos en general y de la reforma agraria en
particular, provocó el alejamiento de los sectores moderados. En julio de 1959,
Urrutia exigió la convocatoria a elecciones y Castro lo destituyó. En los meses
siguientes se registró un éxodo hacia Miami de los integrantes más acomodados
de dichos sectores. El comunista Osvaldo Dorticós Torrado fue designado
presidente, bajo la tutela de Castro.
Inmediatamente
–mayo de 1959- el gobierno revolucionario lanzó la reforma agraria que afectó
los intereses económicos de las empresas estadounidenses radicadas en la isla y
durante 1960 se sucedieron una serie de agresiones económicas y militares de
parte de los Estados Unidos contra Cuba –circunstancias en las cuales Cuba
contó con el apoyo de la Unión Soviética. Como respuesta, el gobierno cubano
expropió las compañías de capital estadounidense. El gobierno estadounidense
decretó entonces un embargo comercial sobre todas las mercancías –excepto
productos alimenticios y medicinales- destinados a la isla.
En diciembre de
1960, Cuba firmó tratados comerciales y de asistencia técnica con Rumania, la
República Popular China, Alemania Oriental y Hungría. Estos tratados
multiplicaron los mercados para el azúcar y posibilitaron, a través de
convenios de trueque, la instalación de fábricas montadas por soviéticos y
alemanes orientales.
En enero de 1961,
después del fracaso de una invasión de exiliados cubanos en Bahía de los
Cochinos –Playa Girón para los castristas- organizada por la Agencia Central de
Inteligencia –CIA- de los Estados Unidos, que fracasó, Fidel Castro declaró el
carácter socialista de la Revolución Cubana. Con lo cual la Guerra Fría
irrumpió en América Latina. El gobierno de Washington quiso contar con el apoyo
de los gobiernos latinoamericanos y revalorizó el papel político de los
militares anticomunistas en la región.
Algunos sectores
tenían una imagen romántica y un tanto idílica de los sucesos ocurridos en Cuba
y creían que el ejemplo cubano debía ser seguido para “liberar” al país
de la oligarquía y el imperialismo.
Después de Bahía de los Cochinos, el presidente Kennedy lanzó
un programa de ayuda para el desarrollo económico de América Latina que
denominó “Alianza para el Progreso”, según el cual se invertirían
veinte mil millones en la región en un plazo de veinte años.
En agosto de 1961, a los efectos de poner en marcha la Alianza para el Progreso se llevó a
cabo en un balneario uruguayo la denominada “Conferencia de Punta del
Este”. Al respecto recuerda Oscar Camilión, quien tuvo un importante
papel en la organización de la misma: “La presencia de Cuba en la reunión
de Punta del Este fue extremadamente importante y traumática. El
enfrentamiento que planteó el jefe de la delegación cubana, Ernesto Guevara,
desde el primer momento, fue indisimulado. Cuba había llegado con la decisión
muy clara de separarse de América Latina y de señalar que tenía su propio
camino hacia el desarrollo económico, que no se confundía con el camino
latinoamericano. El famoso discurso de Guevara criticando a la Alianza con la
imagen de las letrinas fue un momento muy dramático en la política
continental, uno de los más emotivos que el sistema interamericano tuvo en el
curso de su historia. Fue una brillante pieza de retórica la que pronunció
Guevara, aunque a nuestro juicio totalmente alejada de la realidad y de los
intereses verdaderos del pueblo cubano, como lo ha demostrado la historia”.
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Pero el balance
fundamental fue que Estados Unidos fue acompañado por la región en su conjunto,
y que la llamada Carta de Punta del Este resultó un compromiso más o menos
aceptable para todos los países. Brasil se sintió totalmente satisfecho. La
Argentina, un poco menos. El gobierno de Kennedy pudo decir al final de la
reunión que había conseguido por una parte aislar a Cuba, ya que había decidido
tomar su propio camino, y por otra que los acuerdos básicos alcanzados con
Brasil, la Argentina, Chile, México, abrían una expectativa de cooperación
promisoria.”
A partir de ese
momento, Cuba comenzaría a exportar su Revolución por los países del Tercer
Mundo. La Revolución Cubana ensangrentó a América Latina durante los siguientes
cincuenta años. La isla comenzó a apoyar financiera y políticamente a diversos
grupos radicalizados dispuestos a conquistar el poder por medio de la “lucha armada” siguiendo el ejemplo del “foco guerrillero”. También los asistió
con entrenamiento militar y armas.
En África, no solo
brindaron apoyo y entrenamiento a los grupos guerrilleros, sino que fueron las mismas
tropas cubanas -que en algún momento alcanzaron a 40.000 hombres- que se involucraron
en los conflictos africanos, especialmente en Angola, pero también el Congo y
en Argelia.
La Revolución
Cubana, llevada a cabo en nombre de la democracia, terminó por sumir a Cuba en
la dictadura y ensangrentar a muchos países del Tercer Mundo. La utopía se
convirtió en pesadilla.
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