La
intransigencia del presidente Joseph Kabila a dejar el poder después de
diecisiete años y fijar una fecha para la realización de elecciones libres y
transparentes amenaza con sumir a la República Democrática del Congo en una
nueva guerra civil.
Una
nueva ola de violencia sacude al país más pobre de la tierra según el Índice de
Desarrollo Humano de Naciones Unidas: la República Democrática del Congo (RDC).
Situado
en la región ecuatorial de África, comprende gran parte de la cuenca del río
Congo, extendiéndose hasta la región de los grandes lagos. Es el segundo país
más extenso del continente. Su superficie es similar a la de toda la Europa del
Este en su conjunto. País predominantemente mediterráneo; una escasa faja
costera de 37 kilómetros le otorga salida al mar.
Pese a las
enormes posibilidades económicas que tiene gracias a sus ingentes recursos
naturales (o, según algunos observadores, debido precisamente a ello), la RDC
cuenta con una de las historias más sangrientas y convulsionadas de África.
UNA HISTORIA CARGADA DE VIOLENCIA
Esta
antigua colonia belga, alcanzó su independencia, en 1960, de la mano del
carismático y polémico Patrice Lumumba. Tras el asesinato de Lumumba, el 17 de
enero de 1961, el país vivió varios años de inestabilidad y guerra civil.
Finalmente, en 1965, un golpe de Estado desplazó del poder al presidente Joseph
Kasavubu y permitió a Mobutu Sese Seko establecer una dictadura de partido
único.
El
régimen de Mobutu se caracterizó por la violencia y la corrupción. Fuentes
occidentales estiman que el ex dictador robo entre 4.000 y 5.000 millones de
dólares del erario de la RDC.
A
mediados de la década de 1990, la situación interna de la RDC empeoró
bruscamente. Dentro del marco de una gran crisis de refugiados de la región de
los Grandes Lagos, el genocidio ruandés provocó una gran ola de refugiados que
huían de la guerra y la tragedia humanitaria que asolaba a Ruanda y Burundi.
La
incapacidad de Mobutu para manejar esta crisis, acompañado por la pérdida de
apoyo por parte de las naciones occidentales que suministraban ayuda
humanitaria, permitió a los grupos armados de oposición triunfar. El anciano
dictador se vio forzado a huir y murió ese mismo año.
Un
líder guerrillero, Laurent-Désiré Kabila tomó el poder en mayo de 1997. Pero
los aliados de Kabila pronto se volcaron en su contra, apoyados por Ruanda y
Uganda, en agosto de 1998. Tropas de Zimbabue, Angola, Namibia, Chad y Sudán
intervinieron en favor del nuevo gobierno de Kinsasa. Así comenzó una de las
guerras mas sangrientas que ha conocido África la llamada “Segunda Guerra de Congo” o “Guerra
Continental Africana”.
El 10
de julio de 1999 se acordó un alto al fuego, pero la lucha continúo intermitentemente
en especial en aquellas zonas del país con riquezas mineras, donde se extraían entre
otros coltán, casiterita y diamantes entre otros. Laurente-Désiré Kabila fue
asesinado, el 17 de enero de 2001, por
el viceministro de Defensa, coronel Kayembe, al que acababa de destituir junto
con otros oficiales superiores, debido a su conducta en la guerra.
Su
hijo, Joseph Kabila, de 29 años, en ese entonces Comandante en Jefe del
Ejército, asumió la presidencia. El nuevo presidente rápidamente comenzó negociaciones
de paz. En 2002, el “Acuerdo de Pretoria”
puso fin a las hostilidades.
Aunque
la RDC nunca se pacificó en su totalidad, especialmente en la región de Ituri,
en el nordeste del país, donde la etnia lendu
de agricultores se enfrentaba con los ganaderos de la etnia hema por las tierras y en las provincias
de Kivu del Norte y Kivu del Sur donde actuaban las guerrillas de las Fuerzas Democráticas para la Liberación de
Ruanda.
Como
parte del Acuerdo de Pretoria, en 2005, se promulgó una nueva Constitución
reorganizando la administración pública. Las provincias pasaron de ser diez a
ser veinticinco, se estableció un Parlamento bicameral (conformado por un
Senado y una Asamblea Nacional) y se reorganizó la justicia.
El 30 de
julio de 2006 se celebraron en el país las primeras elecciones multipartidarias
y libres desde la independencia del país en 1960. Joseph Kabila se
presentó como candidato del Partido de
Pueblo para la Reconstrucción y la Democracia. En los comicios Kabila se
impuso en la segunda vuelta realizada el 29 de octubre. Desde entonces, Kabila
es el árbitro de los destinos del país.
LA BOMBA DEMOGRÁFICA
Con
ochenta y dos millones de habitantes, distribuidos entre 250 etnias, y un
promedio de 6,37 hijos por mujer (una de las tasas más elevadas de África, la
RDC es una verdadera bomba demográfica que para el año 2050 puede alcanzar más
de 177 millones de habitantes.
Al
problema que representa el incremento descontrolado de población se suma la
pobreza generalizada que pone a una proporción importante de esta población en
riesgo alimentario. Unos diez millones de personas de su población actual
enfrentan inseguridad alimentaria y malnutrición.
Los
más afectados entre estos congoleños mal alimentados se encuentran cuatro
millones de niños. Uno de cada diez de los niños peor desnutridos del mundo
reside en este país.
Además,
la violencia que generan los más de setenta grupos armados que operan en el
país y la brutal represión del régimen de Kabila, han generado que unos cuatro
millones de congoleños se conviertan en desplazados, en especial, en las
regiones más inestables de Kasai Norte y Sur, Tanganica y Kivu Norte.
Al
menos quinientos mil congoleños se encuentran como desplazados en los países
vecinos, mientras que otros deciden arriesgarse y se suman a los flujos
subsaharianos que intentan llegar a Europa.
Por lo
tanto, la inestabilidad política y la situación humanitaria en la República
Democrática del Congo constituye una potencial amenaza a la estabilidad
regional y del resto de mundo.
UNA DEMOCRACIA ENDÉMICAMENTE INESTABLE
En
diciembre de 2011, Joseph Kabila fue reelecto para un segundo mandato
presidencial. Al igual que ocurrió en 2006, la oposición cuestionó la legalidad
de los comicios, pero sus protestas fueron infructuosas.
Después
de diecisiete años en el poder, Joseph Kabila es inmensamente impopular, en
parte por los conflictos en la RDC, pero también por los altos niveles de
corrupción que rodean a su gobierno. La creencia generalizada es que el
presidente y su familia se han enriquecido mientras millones de congoleños se
debaten en la miseria.
En
2016, cuando estalló el escándalo de los Panamá
Papers, se reveló que la hermana gemela de Kabila, Jaynet, era
copropietaria de una de las principales empresas congoleñas de
telecomunicaciones, Digital Congo TV, a través de empresas fantasmas en el
exterior.
Los
conflictos armados en el Este del país continuaron provocando numerosas
violaciones a los derechos humanos de los civiles -incluidas ejecuciones
sumarias, asesinatos, secuestros, actos de violencia sexual y saqueos- no sólo
por parte de los insurgentes sino también por parte de las fuerzas de seguridad.
La
operación conjunta “Sokola 2”
realizada por las fuerzas armadas de la República Democrática del Congo y la Misión de Estabilización Naciones Unidas
para el Congo (MONUSCO), persistió en sus esfuerzos para neutralizar a las Fuerzas Democráticas de Liberación de Ruanda
(FDLR), grupo armado establecido en el este de la RDC e integrado por hutus
ruandeses vinculados al genocidio de Ruanda en 1994. La operación no logró la
captura del jefe de las FDLR, Sylvestre Mudacumura.
Cientos
de combatientes de Sudán del Sur, pertenecientes al Ejército de Liberación Popular de Sudán en Oposición (SPLA-IO, por sus siglas en inglés)
entraron en la RDC tras los combates en la capital sursudanesa, Yuba.
La
endémica crisis económica se agravó aún más aumentando los ya elevados niveles
de pobreza y hambre. Para colmo de males se produjeron brotes de cólera y
fiebre amarilla que causaron cientos de muertes. El descontento de la población
estalló en nuevas protestas duramente reprimidas por el gobierno.
Los
opositores son perseguidos por la policía y sus actividades, incluso en locales
cerrados, prohibidas. La dura represión siempre termina con manifestantes
muertos por las fuerzas que responden a Kabila.
De
acuerdo con la Constitución de la República Democrática del Congo, el
presidente Joseph Kabila no puede ser nuevamente reelecto. El 19 de septiembre
de 2016 se realizaron protestas masivas en todo el país pidiendo la renuncia de
Kabila que dejaron un saldo de diecisiete personas muertas.
Las
elecciones presidenciales estaban originariamente para ser realizadas el 27 de
noviembre de 2016. Pero, el gobierno estableció la obligatoriedad de la
realización de un censo poblacional antes de los comicios.
El 29
de septiembre de 2016, la autoridad electoral anunció que debido a que el censo
no había podido realizarse los comicios deberían posponerse hasta principios de
2018. La oposición inmediatamente denunció que se estaba llevando a cabo una
maniobra para permitir al presidente permanecer en el poder. Se realizaron
nuevas protestas en Kinsasa, Lubumbashi, Boma y Matadi, con mayor represión y
nuevas víctimas fatales.
Los
movimientos juveniles Lutte pour le changement (Lucha por el Cambio) y Filimbi
son los más activos en la protesta y el gobierno los declarado ilegales.
La Conferencia Episcopal Congolesa (CENCO) y
el Comité de Coordinación de los Laicos,
propiciaron un diálogo entre el presidente y los sectores opositores.
Finalmente, el 31 de diciembre de 2016, se establecieron los acuerdos de San
Silvestre, con el objetivo de lograr la celebración de elecciones creíbles y
transparentes en las cuales Joseph Kabila no se presente como candidato.
Los
Acuerdos de San Silvestre, apoyados por la Unión Africana, establecieron el
compromiso del presidente Kabila de no presentarse a un tercer mandato y el
celebrar las elecciones antes del final de 2017.
El 5
de noviembre de 2017, la Comisión
Nacional Electoral Independiente (CENI) anunció que las elecciones
presidenciales, legislativas, provinciales y locales no tendrían lugar hasta el
23 de diciembre de 2018.
El
anuncio despertó inmediatamente las protestas tanto de la oposición como de la
Iglesia Católica. La CENCO anunció que cada jueves, entre las 21 y 21,15 las
campanas de todas las iglesias sonarían en señal de protesta e invitó a la
población a sumarse con bocinazos, vuvuzelas y cacerolazos.
A lo
largo del mes de enero se produjeron protestas callejeras que dejaron el
lamentable saldo de diez manifestantes muertos por acción de las fuerzas de
seguridad.
Al
frente de la protesta se ha situado la Iglesia Católica. El 21 de enero, desde
Lima, sumó su voz el propio papa Francisco al pedir a la multitud congregada en
la Plaza de Armas para asistir al Ángelus, “Recemos
por el Congo”.
El 24
de enero, el arzobispo de Kinshasa, Laurent Monsengwo, se expidió duramente
contra el régimen del presidente Kabila: “Estamos
en una prisión a cielo abierto? ¿Cómo se puede matar a hombres, mujeres, niños,
jóvenes y ancianos que entonan cánticos religiosos y portan biblias, rosarios y
crucifijos?” -dijo el prelado-.
También
el Alto Comisionado de la ONU para los Derechos Humanos ha indicado que el
organismo está preocupado “por lo que
parece ser un patrón recurrente de represión, incluso el uso de la fuerza,
contra las manifestaciones en la RDC, en el contexto de las crecientes
tensiones políticas”.
Todo
indica que de no establecerse una hoja de ruta creíble para la realización de
elecciones y la entrega del poder en la RDC la violencia continuará
incrementándose con el riesgo de que el país nuevamente se vea sumido en una
guerra civil.
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