miércoles, 12 de febrero de 2014

EL PROBLEMA ESTÁ EN EL MODELO


ELPROBLEMA ESTÁ EN EL MODELO

Por el Dr. Adalberto C. Agozino
El célebre politólogo Mario Justo López, en su tratado de Derecho Político, señalaba que la política presentaba dos fases. Una faz arquitectónica donde se realizaban las grandes construcciones políticas: se creaban partidos políticos, se formulaban ideologías, modelos de desarrollo, etc. y una faz agonal donde tenían lugar las luchas políticas, es decir, las contiendas entre los que ocupaban los cargos políticos y aquellos que desde el llano trataban de desplazarlos de esos cargos para ocuparlos ellos.

Por cuanto, la política es simultáneamente construcción y lucha. Esto quiere decir que desde el mismo día en que un gobierno comienza su gestión se inicia la contienda para desgastarlo, derribarlo y reemplazarlo. En síntesis, todo gobierno está enfrentando continuamente “conspiraciones políticas” destinadas a destituirlo. Es lo habitual, lo normal, tanto en Argentina como en cualquier otro país, aún en las democracias más sólidas institucionalmente.
Por ello no son creíbles, ni atendibles, las quejas del kirchnerismo denunciando  que pretenden desplazarlo del poder o las denuncias de la Señora Presidente sobre la existencia de maniobras o sectores destituyentes. Es cierto, muchas personas comunes, dirigentes políticos y gremiales, empresarios, banqueros, hacendados e intelectuales desean destituirla, desplazarla del poder y verla sometida a una justicia imparcial si ella existiera en la Argentina. Si no lo han hecho hasta el momento es porque no han podido.

¿No fue ésta acaso la actitud seguida por la Señora Presidente y por su difunto esposo durante los gobiernos de Carlos Menem y Fernando de la Rúa? En esos tiempos ellos eran los aspirantes a ocupar los cargos políticos y conspiraban con sus seguidores contra quienes ocupaban el gobierno nacional. ¿Eso estaba mal? No, de ninguna manera es la condición natural, normal de la política en su faz agonal. Alguien gobierna y otro quiere sacarlo para situarse él en el gobierno y ser él quien manda.

Son las reglas del juego democrático y como tales deben ser aceptadas. Por lo tanto el kirchnerismo no puede justificar sus errores en la existencia de complot en su contra, en que existe una prensa opositora dedicada a ventilar sus “trapitos sucios” –que son unos cuantos-, su nepotismo y corrupción. A todo gobierno lo controla –y a veces lo persigue-, la prensa, los opositores magnifican sus errores, critican sus decisiones y erosionan su poder por todos los medios. El kircherismo no podía ser la excepción. Existe un viejo dogma en la política que dice: “El que no resista el calor de la cocina no debe entrar en ella.”

Durante más de una década en kirchnerismo ha gobernado a la Argentina casi con la suma del poder público. El resultado está a la vista de todos, es inocultable. Néstor Kichner asumió con una economía en crisis, con la gente protestando en la calle y con una situación internacional complicada. En algún momento la economía internacional brindó condiciones sumamente favorables para revertir este cuadro pero el kirchnerismo eligió la fiesta. Una fiesta distributiva de subsidios, despilfarro de recursos, mala administración, soberbia y corrupción. Hoy la factura debe ser abonada por su esposa. Una dirigente política que, más allá de la verborragia y la indignación discursiva, no parece capaz de encontrar una solución adecuada a los males que enfrenta el país y que en gran medida son su propia responsabilidad.

Cristina Kirchner dejará a su sucesor un país con una inflación desbocada, en medio de una aguda recesión, en cesación de pagos y sin posibilidades de obtener financiación externa. Nunca la Argentina se encontró tan aislada internacionalmente, ni siquiera después de la Guerra de Malvinas, cuando era gobernada por una dictadura militar que había violado los derechos humanos y sufrido una derrota en una guerra internacional. En ese entonces, al menos contábamos con buenas relaciones en nuestro marco regional y con el apoyo y simpatía de muchos países europeos y del tercer mundo. Hoy la presidente argentina no puede volar con aviones de Aerolíneas Argentinas por temor a que sean embargados y la Fragata Libertad debe cambiar su viaje alrededor del mundo por un lamentable periplo alrededor del vecindario. La gente protesta más que nunca contra el gobierno en las calles y la sociedad argentina se encuentra profundamente divida y con los ánimos exasperados.

Es natural que ante este conflictivo cuadro de situación, se alcen voces pidiendo el fin de este gobierno. Pero miremos bien quienes lo están pidiendo. Los principales detractores de este gobierno son precisamente sus ex funcionarios. Es decir, los críticos más feroces son precisamente aquellos políticos que acompañaron este irresponsable modelo nacional y popular con inclusión y matriz productiva diversificada. Comenzando por el hombre que hizo posible que Néstor Kirchner fuera presidente: Eduardo Duhalde, quienes fueron sus Jefes de Gabinete: Alberto Fernández y Sergio Masa, sus ex ministros de economía: Roberto Lavagna y Martín Lousteau, sus ex vicepresidentes: Daniel Scioli y Julio Cobos, sus principales espadas gremiales como Hugo Moyano, ex embajadores como Jorge Yoma y un número importante de intendentes, ex gobernadores y ex funcionarios. Todos han sido admiradores, discípulos y hasta cómplices de Néstor, de la misma forma que Néstor, en su momento, llegó a gobernador de Santa Cruz en la boleta presidencial de Carlos S. Menem.
Es decir, en su mayoría kirchneristas arrepentidos que proponen un kirchnerismo más prolijo, menos confrontativo, menos corrupto y más abierto al mundo. Una suerte de kirchnerismo sin los Kirchner, pero kircherismo al fin.

Y aquí lo que no ha funcionado es el precisamente el kircherismo. No solo han fallado los dirigentes ha fracasado el modelo y debe ser reemplazado por algo distinto sino seguiremos en un círculo vicioso mordiendo la cola de nuestro propio fracaso.

El país debe retornar a la senda del crecimiento y desarrollo productivo. Sin generación de riquezas no habrá posibilidad de distribuir otra cosa que miseria. Primero hay que generar la riqueza y luego pensar los mecanismos de distribución equitativa de los beneficios obtenidos. La “justicia social” del peronismo fue posible gracias a los recursos económicos acumulados por el país con políticas racionales durante la siempre denostada “Década Infame”. Perón no generó ninguna riqueza, en el mejor de los casos distribuyó la existente.
Hoy se pretende seguir repartiendo lo que no existe. Porque no se generó nada o muy poco y porque no se administró correctamente e incluso se malverso la poca riqueza que el país generó. Es decir, que el kirchnerismo fracasó en su faz arquitectónica porque puso el énfasis en la faz agonal de la política. En cómo mantener el poder, en pretender “ir por todo”.

Por lo tanto, lo mejor que le puede ocurrir a la Argentina es que los errores de este modelo sean tan evidentes que ningún ciudadano pueda ignorarlos ni negarlos. Así, en el 2015, no cambiaremos un elenco gobernante por otro de similares característica e idiosincrasia, sino que podremos elegir un nuevo modelo de gobierno. Un modelo que proponga reposicionar a la Argentina en el mundo, reflotar el MERCOSUR, establecer una favorable alianza con Brasil y desarrollar nuestras potencialidades humanas y productivas. El próximo gobierno no tendrá nada que distribuir con equidad como no sea miseria. Por lo tanto, su tarea debe ser generar riqueza no distribuirla, o desarrollamos de una vez por todas al país, o seguiremos a los tumbos, de crisis en crisis, cayendo cada vez más.  

     

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