¿SERÁ PERONISTA EL PRÓXIMO GOBIERNO
ARGENTINO?
Por el Dr. Adalberto C. Agozino
El peronismo ha gobernado 22 de los 30 años de la democracia recuperada.
Este hecho ha llevado a pensar a muchas personas que indefectiblemente el
gobierno que asuma el 10 de diciembre de 2015 será también de signo peronista.
Este artículo pretende ofrecer otro análisis y alguna esperanza a aquellos que
como Jorge Luis Borges piensan que el peronismo no es ni bueno ni malo sino tan
solo incorregible.
Para un partido político, frente a una elección presidencial hay dos tipos
de problemas: uno es el tener demasiados buenos candidatos presidenciales, el
otro puede ser no tener ningún candidato presidencial realmente bueno.
Actualmente, el peronismo parece enfrentar el primer tipo de dilemas
mientras que la oposición no peronista se aproxima a la segunda posición.
En las elecciones del año 2015, seguramente el peronismo concurrirá
dividido en tres o más candidaturas que competirán entre sí. A esta altura de
los acontecimientos, ni Daniel Scioli ni Sergio Massa pueden resignar sus
aspiraciones presidenciales sin poner fin al mismo tiempo a sus carreras
políticas.
Por otra parte, parece muy difícil que Cristina Kirchner abandone el
escenario presidencial sin intentar dejar en el sillón de Rivadavia a un
“Delfín” que garantice la continuidad del modelo nacional y popular con
inclusión social de matriz productiva diversificada. Modelo que difícilmente
continuará ninguno de los candidatos peronistas mencionados. Al mismo tiempo,
contar con una lista de candidatos kirchnerista le garantizaría a la Presidente
seguir disponiendo en el Congreso de una fuerza electoral suficiente para
garantizar un cierto grado de protección política, para sí y para sus
funcionarios más cercanos, frente a los reclamos judiciales que surjan cuando
todos dejen el gobierno. Es por ello, que en el kirchnerismo más acérrimo se
especula con una candidatura a senadora por la provincia de Bs. As. para dotar
de fueros a Crisitna Kirchner cuando se transforme en ex mandataria.
Incluso no sería aventurado considerar la posibilidad de una cuarta fórmula
presidencial peronista compitiendo en las futuras elecciones. Esto podría
ocurrir si desde Balcarce 50 se alentara financieramente a Alberto Rodríguez
Saa o a cualquier otro gobernador peronista a presentar candidatura al sólo
efectos de atomizar aún más el voto peronista y de esta forma sustraer entre un
4 y 5% del voto peronista a las fórmulas con mayores posibilidades de triunfar.
Si el voto peronista se atomizara en esta forma, se consolidarían las
posibilidades de la oposición de llegar a la segunda vuelta electoral. Ante
esta eventualidad, Mauricio Macri, sin posibilidad inmediata de reelección, se
vería obligado a competir en la contienda electoral prácticamente en solitario.
Pero, el PRO continúa siendo una fuerza municipal. Su base electoral está en la
Ciudad Autónoma de Bs. As. y sus débiles apoyos en la provincia de Santa Fe, la
Pampa y algunas ciudades del interior del país como Bahía Blanca. Estos apoyos
no son suficientes para que el PRO sea considerado una fuerza nacional con
capacidad para desarrollar y controlar una campaña electoral a nivel nacional.
Y sin un aparato político de dimensiones nacionales que respalde su
candidatura, la postulación de Mauricio Macri será tan sólo testimonial.
Es decir, que la construcción de una alternativa opositora al peronismo
queda librada a una coalición entre la Unión Cívica Radical y el Partido
Socialista con el agregado de otras pequeñas fuerzas locales. En esa coalición
la UCR aportaría la estructura de carácter nacional y muchos valiosos cuadros
políticos entrenados en el desarrollo y control electoral. No olvidemos que en
cada pueblo de la república hay siempre al menos un local radical y otro
peronista, un puntero radical y otro peronista, ningún otro partido político
argentino cuenta con un despliegue territorial similar.
El principal problema para la oposición no peronista es que en sus filas
milita un conjunto de “primas donas” de la política nacional con buena imagen,
poco caudal electoral real y menos recursos financieros y humanos para liderar
una campaña presidencial con posibilidades pero con capacidad para fragmentar
un espacio político unido con los sutiles hilos de la telaraña. Muchos deberán
dejar de lado sus aspiraciones personales, su vedetismo y resignar su orgullo
si desean construir una real alternativa de gobierno para el 2015.
Así podría arribarse a una fórmula presidencial conjunta entre radicales y
socialista –o viceversa como en “cartel
francés”- acompañada de un reparto equitativo de los restantes cargos
electivos. Los que queden afuera deberán aguardar con la esperanza de integrar
el futuro gabinete nacional. Pero no siempre puede alcanzarse la combinación
ideal ni restañarse todas las heridas al narcisismo de los políticos.
Imaginemos, al menos por un momento, que la cordura política se impone
entre los máximos dirigentes opositores. Qué el ex vicepresidente Julio Cleto
Cobos en un acto de realismo dirige sus esfuerzos a la gobernación de Mendoza
asegurando así no sólo su triunfo personal sino un importante caudal de votos
para la coalición opositora en esa provincia. Que al mismo tiempo Lilita Carrió
encamina su candidatura hacia la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de Buenos
Aires donde tiene una buena base electoral que la habilita para disputar la
campaña también con posibilidades de éxito y al mismo tiempo traccionar otra
importante cantidad de votos en favor de la fórmula opositora radical –
socialista.
En este escenario, los candidatos presidenciales de la oposición con mayores
posibilidades podrían ser en cualquier orden el ex gobernador santafecino
Hermes Binner y el senador radical mendocino Ernesto Sanz. Con un Ricardo
Alfonsín como candidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires y con un
poderoso banco de suplentes conformado por figuras de la estatura de Rodolfo
Terragno, Margarita Stolbizer, Pino Solanas, Martín Lousteau y siguen los
nombres.
Lo racional sería que este segmento opositor, mediante acuerdos de
dirigentes o por medio de elecciones internas –para ello están después de todo
las PASO- arribara a una fórmula presidencial de consenso capaz de competir con
serias posibilidades de éxito en una segunda ronda electoral con la fórmula
presidencial peronista más votada.
Ante la eventualidad de un panorama electoral donde competirán tantas
fuerzas electorales tan parejas en las preferencias de los votantes. Ningún
binomio presidencial alcanzaría el 40% de los votos, forzando, por primera vez
desde la Reforma Constitucional de 1995, a la realización de una segunda ronda
electoral para definir la presidencia de la Nación.
Aunque parezca que un escenario de tales características está sujeto a un gran número de imponderables, a un
conjunto de hechos a esta altura de los acontecimientos es imposible de
ponderar, lo cierto es que tales hechos, u otros muy similares, pueden terminar
ocurriendo. En ese caso se producirá una segunda vuelta electoral entre una
fórmula peronista y otra no peronista.
En tal escenario, el resultado final está abierto y en gran medida
dependerá de la forma en que concluya su gestión el gobierno de Cristina
Fernández de Kirchner. Si el gobierno avanza el ajuste económico que afecta el
nivel de actividad económica, el poder adquisitivo de los salarios y genera aún
mayor desempleo e informalidad, inevitablemente pagará altos costos políticos
que se harán sentir sobre el caudal electoral del peronismo en su conjunto.
Mucho peor sería para el peronismo, el estallido de una nueva crisis económica
que obligue al retiro anticipado de Cristina Kirchner y a un adelantamiento de
los comicios presidenciales.
En síntesis, los errores económicos del actual gobierno golpearan mucho más
a cualquier candidato peronista, por más opositor al kirchnerismo que pretenda
presentarse, que a un candidato realmente opositor ajeno al peronismo. Un
candidato ajeno al peronismo, en una segunda vuelta electoral, podría captar no
sólo el voto antiperonista, el voto progresista y de izquierda, el voto
independiente que en la primera vuelta hubiera apoyado al PRO y hasta el voto
de algunos kirchneristas dispuestos a castigar al peronismo ortodoxo por no
aceptar el liderazgo indiscutido de Cristina Kirchner. Los kirchneristas
incluso podrían pensar que un gobierno no peronista ofrecería mejores oportunidades
para un retorno triunfal de CFK en el 2019.
Lo cierto es que en política nunca está dicha la última palabra y que no
necesariamente el próximo gobierno deberá ser peronista.
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