El presidente argentino de visita en Israel adopta polémicas medidas que
involucran a su país en el conflicto de Medio Oriente.
El presidente Javier Milei realiza una visita de
Estado a Israel de tres días durante la cual ha efectuado importantes anuncios
que involucran a la Argentina en el conflicto de Medio Oriente, entre ese país
y el grupo terrorista Hamas.
En Israel, Milei se reunió con las máximas autoridades
del Estado judío: el
presidente, Isaac Herzog, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu.
Milei es
ferviente defensor de Israel y, aunque no es judío, se acercó al judaísmo en
los últimos años y se prevé que designe al rabino Axel Wahnish -que lo acompaña
en esta visita- como futuro embajador.
Durante esta
visita, el presidente Milei reiteró su anunció de trasladar la embajada
argentina de Tel Aviv a Jerusalén y declara a Hamas como grupo terrorista
internacional.
Cuando Israel
se anexó, en 1980. la mitad Este de la Ciudad Santa -ocupada desde la Guerra de
los Seis Días en 1967- la comunidad internacional trasladó sus embajadas a Tel
Aviv como protesta por esta medida.
Sin embargo,
desde que el expresidente estadounidense, Donald Trump, reabriera en 2018
la legación de EE. UU. en Jerusalén, otros países como Guatemala, Honduras
o Kosovo siguieron sus pasos; y varios más, como Hungría o Argentina,
expresaron su intención de hacerlo.
La reacción
del grupo terrorista palestino, frente a los anuncios del mandatario argentino,
no se hizo esperar: “Condenamos y deploramos enérgicamente el anuncio del
presidente de Argentina sobre su intención de trasladar la embajada
de su país en la entidad nazi-sionista (Israel) a Jerusalén”, se pronunció
Hamas en un comunicado.
El grupo
islamista añadió que este paso supondría “una violación de los derechos del
pueblo palestino a su tierra, y una vulneración de las normas del derecho
internacional”, e instó al presidente argentino “a que revierta una
decisión injusta y equivocada que coloca a Argentina como socio del ocupante
sionista”.
Esta
declaración no debería ser tomada a la ligera, ni por Argentina ni por el
Estado de Israel. Argentina alberga la quinta comunidad judía en el mundo y la
más grande de América Latina. La comunidad judía en Argentina cuenta con
colegios, universidades, hospitales, entidades culturales y deportivas de
jerarquía. Todas estas instituciones, sus instalaciones y miembros constituyen
blancos potenciales para el accionar terrorista de Hamas.
Argentina
tiene un triste historial con respecto al terrorismo islamista. Es el único
país de Sudamérica que ha sufrido un ataque terrorista, en realidad dos
atentados.
El 17 de marzo de 1992, se produjo el atentado
contra la Embajada de Israel en Buenos Aires (22 muertos y 242 heridos) y, el
18 de julio de 1994, otro coche bomba destruyó el edificio de la Asociación
Mutual Israelita en Argentina (AMIA) (85 fallecidos y 300 heridos) ambos ataques
fueron atribuidos a Irán a través de la organización terrorista libanesa
Hezbollah. Seis altos dirigentes iraníes, entre los que se encontraba el
agregado cultural de la Embajada de Irán en Buenos Aires, sheik Mohsen Rabbani,
fueron imputados por la justicia argentina. Aunque los organismos de
inteligencia de Argentina e Israel atribuyen la planificación y autoría del
atentado al jefe de inteligencia de Hezbollah Imad Fayez Mugniyah quien
encontró la muerte en Damasco, Siria, el 12 de febrero de 2008, en la explosión
de un coche bomba. Irán acusó a Israel por el atentado.
En estos momentos, la Argentina no se encuentra
en las mejores condiciones para contrarrestar una amenaza terrorista
proveniente de Medio Oriente. Tiene extensas y porosas fronteras, está cerca de
un área focal favorable a las actividades ilícitas y al terrorismo, que alberga
una gran comunidad proveniente de Medio Oriente: la Triple Frontera con
Paraguay y Brasil. Por otra parte, la fronteriza Bolivia estrecha sus vínculos
y su cooperación militar y de inteligencia con Irán.
Además, su estructura de seguridad e
inteligencia presenta serias deficiencias para contrarrestas las actividades
del terrorismo islamista en el país.
Sus servicios de inteligencia tienen grandes
falencias para operar en este campo: Están escasos de personal y medios
materiales, carecen de traductores, sus analistas y agentes no hablan árabe y
en muchos casos ni siquiera inglés.
Muchos de los “expertos” argentinos en
terrorismo, no hablan árabe, desconocen las bases más elementales de la cultura
islámica, nunca han visitado Medio Oriente, mucho menos participado del
entrevistas o interrogatorios con miembros de organizaciones terroristas.
Los conocimientos y experiencia de estos “expertos”
suelen provenir de libros, información de prensa y algún seminario o curso de
posgrado realizado en Argentina. Son solo teóricos sin experiencia de campo
alguna;
Por otra parte, en los últimos veinticinco
años, desde que Hugo Anzorreguy dejó la conducción de la Secretaria de
Inteligencia, hoy Agencia Federal de Inteligencia, y; en 1999; este organismo, cabeza
del Sistema Nacional de Inteligencia, ha estado perdiendo eficacia
continuamente debido al despido de cuadros técnicos profesionales y su
reemplazo por militantes del partido gobernante sin ninguna capacitación profesional,
a la pérdida de agentes en el exterior y al empleo del organismo para perseguir
a opositores políticos
A ello, se suma una pronunciada pérdida de
confianza por parte de otras organizaciones de inteligencia de los países
occidentales debido al acercamiento de Argentina a Cuba, Venezuela, Rusia y
China, lo cual ha reducido la cooperación de inteligencia, el intercambio de
información y las alertas en todos los campos.
Otra constante de los últimos veinticinco años,
ha sido la designación al frente de este organismo de autoridades no vinculadas
al mundo de la inteligencia y con total desconocimiento del funcionamiento de
un organismo tan específico, un pecado que han cometido todos los gobiernos de
la democracia.
Le evidencia de estas falencias se demuestran
cuando, después de nueve años, la justicia argentina no ha podido establecer fehacientemente,
si el fiscal especial que investigaba los atentados de la Embajada de Israel y
la AMIA, Alberto Nisman, se suicidó o fue asesinado el 15 de enero de 2015, por
no hablar de continuo avance del narcotráfico y el aumento de la criminalidad
en el país.
Antes de buscar protagonismo internacional con
audaces anuncios, el presidente Milei debería reestructurar y potenciar su
sistema de seguridad e inteligencia, preparándolo para los nuevos tiempos y
mayores desafíos que él imagina para la Argentina.
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