miércoles, 7 de febrero de 2024

Milei sitúa a la Argentina en el ojo de la tormenta en Medio Oriente


 

El presidente argentino de visita en Israel adopta polémicas medidas que involucran a su país en el conflicto de Medio Oriente.

El presidente Javier Milei realiza una visita de Estado a Israel de tres días durante la cual ha efectuado importantes anuncios que involucran a la Argentina en el conflicto de Medio Oriente, entre ese país y el grupo terrorista Hamas.

En Israel, Milei se reunió con las máximas autoridades del Estado judío: el presidente, Isaac Herzog, y el primer ministro, Benjamín Netanyahu.

Milei es ferviente defensor de Israel y, aunque no es judío, se acercó al judaísmo en los últimos años y se prevé que designe al rabino Axel Wahnish -que lo acompaña en esta visita- como futuro embajador.

Durante esta visita, el presidente Milei reiteró su anunció de trasladar la embajada argentina de Tel Aviv a Jerusalén y declara a Hamas como grupo terrorista internacional.

Cuando Israel se anexó, en 1980. la mitad Este de la Ciudad Santa -ocupada desde la Guerra de los Seis Días en 1967- la comunidad internacional trasladó sus embajadas a Tel Aviv como protesta por esta medida.

Sin embargo, desde que el expresidente estadounidense, Donald Trump, reabriera en 2018 la legación de EE. UU. en Jerusalén, otros países como Guatemala, Honduras o Kosovo siguieron sus pasos; y varios más, como Hungría o Argentina, expresaron su intención de hacerlo.

La reacción del grupo terrorista palestino, frente a los anuncios del mandatario argentino, no se hizo esperar: “Condenamos y deploramos enérgicamente el anuncio del presidente de Argentina sobre su intención de trasladar la embajada de su país en la entidad nazi-sionista (Israel) a Jerusalén”, se pronunció Hamas en un comunicado.

El grupo islamista añadió que este paso supondría “una violación de los derechos del pueblo palestino a su tierra, y una vulneración de las normas del derecho internacional”, e instó al presidente argentino “a que revierta una decisión injusta y equivocada que coloca a Argentina como socio del ocupante sionista”.

Esta declaración no debería ser tomada a la ligera, ni por Argentina ni por el Estado de Israel. Argentina alberga la quinta comunidad judía en el mundo y la más grande de América Latina. La comunidad judía en Argentina cuenta con colegios, universidades, hospitales, entidades culturales y deportivas de jerarquía. Todas estas instituciones, sus instalaciones y miembros constituyen blancos potenciales para el accionar terrorista de Hamas.

Argentina tiene un triste historial con respecto al terrorismo islamista. Es el único país de Sudamérica que ha sufrido un ataque terrorista, en realidad dos atentados.

El 17 de marzo de 1992, se produjo el atentado contra la Embajada de Israel en Buenos Aires (22 muertos y 242 heridos) y, el 18 de julio de 1994, otro coche bomba destruyó el edificio de la Asociación Mutual Israelita en Argentina (AMIA) (85 fallecidos y 300 heridos) ambos ataques fueron atribuidos a Irán a través de la organización terrorista libanesa Hezbollah. Seis altos dirigentes iraníes, entre los que se encontraba el agregado cultural de la Embajada de Irán en Buenos Aires, sheik Mohsen Rabbani, fueron imputados por la justicia argentina. Aunque los organismos de inteligencia de Argentina e Israel atribuyen la planificación y autoría del atentado al jefe de inteligencia de Hezbollah Imad Fayez Mugniyah quien encontró la muerte en Damasco, Siria, el 12 de febrero de 2008, en la explosión de un coche bomba. Irán acusó a Israel por el atentado.

En estos momentos, la Argentina no se encuentra en las mejores condiciones para contrarrestar una amenaza terrorista proveniente de Medio Oriente. Tiene extensas y porosas fronteras, está cerca de un área focal favorable a las actividades ilícitas y al terrorismo, que alberga una gran comunidad proveniente de Medio Oriente: la Triple Frontera con Paraguay y Brasil. Por otra parte, la fronteriza Bolivia estrecha sus vínculos y su cooperación militar y de inteligencia con Irán.

Además, su estructura de seguridad e inteligencia presenta serias deficiencias para contrarrestas las actividades del terrorismo islamista en el país.

Sus servicios de inteligencia tienen grandes falencias para operar en este campo: Están escasos de personal y medios materiales, carecen de traductores, sus analistas y agentes no hablan árabe y en muchos casos ni siquiera inglés.

Muchos de los “expertos” argentinos en terrorismo, no hablan árabe, desconocen las bases más elementales de la cultura islámica, nunca han visitado Medio Oriente, mucho menos participado del entrevistas o interrogatorios con miembros de organizaciones terroristas.

Los conocimientos y experiencia de estos “expertos” suelen provenir de libros, información de prensa y algún seminario o curso de posgrado realizado en Argentina. Son solo teóricos sin experiencia de campo alguna;

Por otra parte, en los últimos veinticinco años, desde que Hugo Anzorreguy dejó la conducción de la Secretaria de Inteligencia, hoy Agencia Federal de Inteligencia, y; en 1999; este organismo, cabeza del Sistema Nacional de Inteligencia, ha estado perdiendo eficacia continuamente debido al despido de cuadros técnicos profesionales y su reemplazo por militantes del partido gobernante sin ninguna capacitación profesional, a la pérdida de agentes en el exterior y al empleo del organismo para perseguir a opositores políticos

A ello, se suma una pronunciada pérdida de confianza por parte de otras organizaciones de inteligencia de los países occidentales debido al acercamiento de Argentina a Cuba, Venezuela, Rusia y China, lo cual ha reducido la cooperación de inteligencia, el intercambio de información y las alertas en todos los campos.

Otra constante de los últimos veinticinco años, ha sido la designación al frente de este organismo de autoridades no vinculadas al mundo de la inteligencia y con total desconocimiento del funcionamiento de un organismo tan específico, un pecado que han cometido todos los gobiernos de la democracia.

Le evidencia de estas falencias se demuestran cuando, después de nueve años, la justicia argentina no ha podido establecer fehacientemente, si el fiscal especial que investigaba los atentados de la Embajada de Israel y la AMIA, Alberto Nisman, se suicidó o fue asesinado el 15 de enero de 2015, por no hablar de continuo avance del narcotráfico y el aumento de la criminalidad en el país.

Antes de buscar protagonismo internacional con audaces anuncios, el presidente Milei debería reestructurar y potenciar su sistema de seguridad e inteligencia, preparándolo para los nuevos tiempos y mayores desafíos que él imagina para la Argentina.  

 

 

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