Milei, los gordos, el paro y el helicóptero
Por Adalberto Agozino
El gobierno
del libertario Javier Milei enfrentó, sin mayor zozobra, a los 45 días de
gestión el primer paro general organizado por un gremialismo burocratizado y
totalmente desprestigiado.
El peronismo, su expresión sindical la Central General
de los Trabajadores -CGT- y sus aliados, los pequeños partidos de izquierda y
los movimientos sociales (las organizaciones “de frente” de la
izquierda: grupos piqueteros, la Central de Trabajadores Argentinos -CTA-, una
central sindical combativa sin personería jurídica ni reconocimiento oficial,
asociaciones defensoras de los derechos humanos y diversas entidades culturales
que reúnen a artistas plásticos, actores, intelectuales, etc.) acometieron, el pasado
miércoles 24, contra el gobierno del presidente libertario Javier Milei con un
insólito para general de doce horas.
La medida sorprendió porque en Argentina el mes de
enero es el período de vacaciones, donde muchas empresas y comercios cierran o
le dan vacaciones a parte de su personal, también los tribunales de justicia,
las escuelas y universidades, etc. entran en receso. En ese mes, unos dos
millones de personas interrumpen sus labores habituales y se trasladan a los
centros de veraneo. Al mismo tiempo, las temperaturas en la ciudad de Buenos
Aires y en otros centros urbanos densamente poblados suelen situarse por encima
de los treinta grados centígrados.
Para decirlo, en otros términos, un paro general
durante el mes de enero es como realizar un cese de actividades en un domingo
cuando la mayoría de los trabajadores descansan.
Por lo cual, durante enero nunca hay paros generales y
aún los movimientos piqueteros reducen sus movilizaciones callejeras al mínimo
durante ese mes.
Pero, la CGT estaba urgida de frenar las iniciativas
presentadas por el presidente Milei: el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) y
el proyecto de ley ómnibus denominado “Bases y Puntos de Partida para la Libertad
de los Argentinos”. Ambas normas contienen regulaciones que afectan los
intereses sindicales. En especial, de artículos que
regulaban y modificaban las condiciones de retención de la cuota sindical,
reglas para la negociación colectiva, la vigencia de las cláusulas
obligacionales, el derecho de hacer asambleas “sin perjudicar las
actividades normales de la empresa o afectar a terceros”. También el que
consideraba como infracción muy grave bloquear o tomar un establecimiento
durante una medida de fuerza y afectar la libertad de quienes quieran trabajar
durante un paro y el que fijaba que para determinadas actividades esenciales se
debía garantizar la prestación de entre el 50 y 75 por ciento del personal.
Los sindicalistas han tratado de frenar los artículos
de ambas normas que los afectan recurriendo con éxito a la justicia laboral y
ahora el tema se encuentra en manos de la Corte Suprema de Justicia. La
decisión de los tribunales de trabajo bloquea transitoriamente la aplicación de
6 (arts. 73, 79, 86, 87, 88 y 97) de los 366 artículos que forman el DNU
emitido por el presidente Milei, los 360 restantes están vigentes.
No conformes con esto, los sindicalistas peronistas
han recurrido a la movilización callejera y al paro general para tratar de
frenar o al menos convencer al gobierno de modificar la iniciativa legislativa
que los afecta.
El sector sindical que controla a la CGT, es conocido
en la jerga política y periodística argentina, como “los gordos”, debido
a la masa corporal que han cosechado sus principales miembros a través de los
años.
Se trata de un conjunto de veteranos gremialistas que
llevan como secretarios generales de sus respectivos sindicatos entre treinta y
cuarenta años. Todos ellos se iniciaron en la militancia sindical cuando aún
vivía Juan D. Perón y han sobrevivido a todos los gobiernos negociando y
presionando con sus paros generales.
En los años sesenta y setenta pasaron por los ataques
de la guerrilla marxista que acabo con la vida de muchos de ellos: Augusto
Timoteo Vandor, José Alonso, José Ignacio Rucci, Dirk Kloosterman, Rogelio
Coria y muchos otros menos conocidos. Luego fueron perseguidos y encarcelados
durante el gobierno militar de facto (1976 – 1983).
Una vez restablecido el orden constitucional,
resistieron con trece paros generales los intentos del presidente radical Raúl
Alfonsín (1983 – 1989) de democratizar la vida sindical de los argentinos a
través del llamado proyecto de Ley Mucci, elaborado por el entonces ministro de
trabajo Antonio Mucci.
Más tarde, con sus ocho paros en dos años, fueron una
pieza clave en la desestabilización y derrocamiento del débil e inoperante
gobierno del presidente radical Fernando de la Rúa (1999 – 2001).
Después de acompañar mansamente las privatizaciones
del presidente peronista Carlos S. Menem, mantuvieron una pulseada constante
con los gobiernos de Néstor Kirchner y su viuda que a duras penas soportaban su
presencia y recelaban.
Néstor y Cristina Kirchner, que en su juventud
estuvieron vinculados al grupo terrorista Montoneros, siempre consideraron a
los sindicalistas de la CGT, como herederos de la burocracia sindical
vandorista. Tal como los Montoneros llamaban al sindicalismo peronista en los
años setenta.
Los sindicalistas de la CGT fueron socios silenciosos
y aliados incondicionales del presidente Alberto Fernández, a quien permitieron
convertirse en el único presidente, del actual periodo constitucional de la
historia argentina, que nunca sufrió un paro general. Los sindicalista fueron
cómplices de un gobierno que puso por debajo de la línea de la pobreza a la
mitad de los argentinos, disparó la inflación hasta situar al país al borde de
la hiperinflación y no creó en cuatro años nuevos puestos de trabajo
registrado.
Se trata de personajes con muy mala imagen pública,
que dejaron de ser trabajadores hace décadas, para transformarse en
enriquecidos empresarios que ocultan sus abultados patrimonios mientras se
desplazan en lujosos automóviles de alta gama, rodeados de guardaespaldas, viajan
fuera de país en asientos de primera clase y realizan frecuente cruceros de
lujo por el Caribe y Miami.
Todos ellos han superado hace años la edad legal necesaria
para acogerse a la jubilación. Armando Oriente “El gitano” Cavalieri,
tiene 88 años y, desde 1986, es secretario general de la Federación Argentina
de Empleados de Comercio y Servicios -FAECYS-, electo nueve veces, la última en
2022, con el 70% de los votos emitidos por los afiliados.
Estos gremialistas mantienen un férreo control de sus
gremios con una efectiva combinación de elecciones fraudulentas, “patotas”
que intimidan a la oposición y obteniendo para sus afiliados importantes aumentos
salariales en las negociaciones paritarias con las entidades patronales.
Los gordos de la CGT se han enriquecido con el manejo
de sus sindicatos, poseen a través de familiares u otros testaferros empresas
que son prestadoras de servicios de sus propios gremios y obras sociales,
perciben porcentajes de las clínicas y estudios jurídicos que trabajan para el
gremio, viven en lujosas casa, dirigen clubes de futbol (lo que les facilita
entrar en contacto con los violentos que integran las “barras bravas”
del futbol) o se compran estancias y hoteles.
El sindicato de encargados de edificios, por ejemplo, el
Sindicato Único de Trabajadores y Empleados de Renta y Horizontal -SUTERH- en
propietario del Grupo Octubre formado por el periódico Página 12, la revista
Caras y Caretas, revista El Planeta Urbano, revista PIN, el canal 9 de
televisión abierta, el canal temático de noticia IP noticias, siete emisoras de
radio: AM 750, FM 89,1 Blackie, FM 94,7 Mucha Radio; Aspen 102,3; FM 97,1 Like,
Radio Malena y Radio Oktubre que se emiten por streaming; el club de futbol
Sportivo Barracas, la Universidad
Metropolitana de la Educación y el Trabajo -UMET-, un terciario el Instituto
Superior Octubre, Octubre TV una plataforma de vídeo, el Portal de Internet
Latinoamérica Piensa y Filmar Fondeart, proyecto de cine; el Centro Cultural
Caras y Caretas: un teatro con tres salas, la Editorial Octubre que edita
libros. Su secretario general Víctor Santamarina es además presidente del club Sportivo
Barracas y presidente del Partido Justicialista de la Ciudad Autónoma de Buenos
Aires.
Es decir, que Santamarina se ha construido una sólida
base de poder con una importante presencia en el sindicalismo, los medios de
prensa y artísticos, el futbol y el Partido Justicialista.
Son el ejemplo más claro de lo que ha expresado el
gremialista gastronómico Luis Barrionuevo: “en este país nadie hace la plata
trabajando”.
Los principales dirigentes de la CGT son: Héctor Daer
(Sanidad), Gerardo Martínez (construcción -UOCRA-), Andrés Rodríguez (Empelados
públicos -UPCN-), José Luis Lingeri (Obras Sanitarias), Antonio Cavalieri
(Comercio), Luis Barrionuevo (Gastronómicos), Sergio Palazzo (Bancarios), Abel
Furlán (Unión Obrera Metalúrgica), Víctor Santamarína (SUTERH) y Mario Manrique
(mecánicos -SMATA-).
En ocasiones, estos dirigentes cuentan con el apoyo
del empresariado que prefiere negociar con el sindicalismo corrupto que
defiende sus “conquistas sociales” pero no cuestiona las base del
sistema como sí intentan, en última instancia, los sindicalistas de la
izquierda combativa, como los trotskistas del Partido Obrero.
Hablando de izquierdas es bueno tomar en consideración
que, en Argentina, la izquierda tiene posiciones muy combativas y
anticapitalistas que suelen alejarlos de las mayorías electorales. Solo
obtuvieron el 2,69% de los votos en los comicios generales de octubre de 2023.
Su representación en la Cámara de Diputados de la
Nación es de solo cinco bancas sobre un total de 257 diputados y no han
gobernado nunca ni siquiera un municipio.
Su mayor peso político reside en el poder de
movilización y el ascendiente que tienen en los medios intelectuales,
artísticos y periodísticos donde tienen una presencia que no se condice con el
apoyo electoral que obstentan.
La “tercera pata” en el paro y movilización
contra el gobierno de Milei es el kirchnerismo representado por los
exfuncionarios del gobierno de Alberto Fernández y Cristina Kirchner que
dejaron sus cargos hace tan solo 45 días y hoy están en la trinchera opositora.
Muchos de estos exfuncionarios hoy tienen nuevos
cargos públicos que les permiten seguir alimentándose de la teta del Estado
mientras hacen política partidaria.
En la movilización fue posible ver, por ejemplo, al
gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, que entre otros
notables errores de gestión, fue responsable de la deuda de U$S 1.600 millones
de dólares que le impusieron a la Argentina los tribunales de Nueva York como
multa por la ilegal estatización de la empresa petrolera YPF durante el segundo
gobierno de Cristina Kirchner; Malena Galmarini, la esposa del excandidato
presidencial peronista Sergio Massa, que el 10 de diciembre dejó su cargo como
presidenta de Agua y Saneamientos de Argentina -AYSA-, para asumir como
presidenta del holding Grupo Banco Provincia, designada por Kicillof, al frente
de la columna del Partido Renovador; el ministro de Infraestructura y Servicios
Públicos bonaerense Gabriel Katopodis, la exministra de Desarrollo Social,
electa como diputada, el exministro de Relaciones Exteriores, hoy diputado, Santiago
Cafiero, los diputados Leopoldo y Cecilia Moreau, Eduardo Valdez, Máximo
Kirchner, Germán Martínez y otros, varios intendentes peronistas del conurbano
bonaerense, además de militantes peronistas de segundo orden.
El kirchnerismo duro cree que Milei fracasará y se
verá obligado a renunciar en menos de seis meses abriendo paso a una nueva
elección presidencial que les permitirá retornar al gobierno. Por eso se
proponen derrocar al presidente libertario por cualquier medio ellos conforman
el llamado “Club del Helicóptero”[i].
Este variopinto conglomerado destituyente solo fue
capaz de implementar un paro general de poco y dispar acatamiento, el comercio
trabajo normalmente, los bancos hasta las 12.00 hs. y el transporte público
también hasta las 19.00 hs. y en los centros vacacionales el paro se ignoró
totalmente.
La movilización de los dirigentes sindicales y
políticos congregó, a las 14.30 horas, a unas sesenta mil personas en la céntrica
Plaza de los dos Congresos, frente a la sede del Congreso nacional, a veinte
cuadras de la Casa Rosada.
Los asistentes se reunieron para escuchar los breves y
poco claros discursos pronunciados por el líder del sindicato de camioneros,
Pablo Moyano y del secretario general de la CGT, el dirigente de los
trabajadores de la salud, Héctor Daer. Debido al intenso calor el acto finalizó,
sin mayores incidentes o detenciones de manifestantes, poco después de las
15.00 horas
El gobierno se limitó a quitar todo carácter sindical
a la protesta, calificándola de golpista, descontó el día no trabajado a los
empleados públicos nacionales que dejaron sus puestos de trabajo para adherirse
a la medida de fuerza sindical.
También aplicó el protocolo de seguridad que regula
las protestas callejeras, que implicó instrumentar un fuerte dispositivo
policial y que permitió la confiscación algunos vehículos que trasladaban
manifestantes.
El gobierno de la ciudad Autónoma de Buenos Aires, en
manos de Jorge Macri, ha sido el territorio más afectado por el acto. Macri
adoptó similar criterio, descuento de haberes a los empleados públicos que
dejaron sus labores. Incluso aplicó una multa de cuarenta millones de pesos a
una empresa concesionaria de la recolección de residuos urbanos que permitió a
unos de sus camiones participar del traslado de manifestantes y equipos de
sonido para la protesta.
Así concluyó el pálido primer paro general contra el
gobierno de Milei, que no cambio absolutamente nada en la política argentina y
que tuvo mayor repercusión en la prensa internacional ideológicamente hostil a
Milei de la que cosecho en Argentina. Lo único concreto es que este paro solo
promete que no será el último. Algunas voces sindicales, comenzaron a hablar de
una nueva medida de fuerza nacional para marzo próximo.
NOTA: La fotografía que ilustra este artículo fue tomada por el periodista Carlos Elías Fruman y fue publicada por él en la red social X.
[i] CLUB DEL
HELICÓPTERO: Esa expresión recuerda la situación de los presidentes María
Estela Martínez Carta de Perón y Fernando de la Rúa que se vieron forzados a
dejar sus cargos por golpes de Estado y que en su último día de gobierno
dejaron la Casa Rosada en helicópteros.
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