“Bueno: los hay
ortodoxos, los hay heterodoxos,
los hay
combativos, los hay contemplativos,
pero todos
trabajan”.
Juan D. Perón refiriéndose a los peronistas desde su exilio en Madrid,
en 1972.
La República Perdida I
El peronismo ha gobernado diecisiete de los últimos
veintiún años. Desde la profunda crisis y la operación desestabilizadora
organizada por el peronismo que puso término abruptamente a la desastrosa
presidencia del radical Fernando de la Rúa, en diciembre de 2001, al costo de
39 muertos, el default de la deuda externa y el empobrecimiento general de los
argentinos.
Durante esos diecisiete años, el peronismo
kirchnerista pretendió aplicar un modelo que definió como de acumulación con
matriz productiva diversificada e inclusión social. En realidad, se trataba de
una mala “remake” del “Plan Argentina Potencia”, aplicado con
desastrosos resultados por el ministro José Ber Gelbar, durante los gobiernos
de Héctor J. Cámpora, Raúl Lastiri y Juan D. Perón. El “modelo” terminó de
igual modo que en 1973, en una hiperinflación.
Después de tres gobiernos el peronismo kirchnerista deja
un país con el 43% de la población en la pobreza, donde incluso un trabajador
legalmente registrado no gana lo suficiente para superar el índice de
necesidades básicas. Donde el 60% de los jóvenes menores de veinte años son
pobres y la mitad de ellos pertenecen a la categoría de “Ni, Ni”, es
decir, que ni trabajan, ni estudian. La inflación anual supera el 147%.
Un país que no tiene reservas en divisas y que, al
carecer de los recursos necesarios para pagar sus importaciones, sufre el
desabastecimiento de productos esenciales desde los fármacos y prótesis para
ciertos tratamientos médicos. Incluso las góndolas de los supermercados de las
grandes cadenas muestran grandes claros por falta de productos o están llenas
del mismo producto de una sola marca, generalmente las más económicas y de
menor calidad, para no mostrar espacios vacíos. Faltan bienes consumo
elementales como: bananas y café. El gobierno, por falta de plástico, no puede
emitir la chapa patente de los automóviles y ha debido reemplazarlas por patentes
de papel pegadas en los parabrisas. Tampoco puede emitir los documentos
nacionales de identidad o las tarjetas de crédito y débito de los bancos oficiales
por falta del mismo insumo.
De otros productos hay limitaciones de compra. El
aceite, por ejemplo, esta reducido a dos litros por grupo familiar. Un
racionamiento de guerra, solo que no hay ni hubo ninguna guerra.
En cuanto al dólar, el 1° de enero de 2002, cuando el
peronista Eduardo Duhalde asumió la presidencia un dólar valía un peso ($1 X
U$S 1), regía la convertibilidad. El 25 de mayo de 2003, cuando Néstor Kirchner
asumió la presidencia esa relación se había transformado en cuatro pesos por
dólar ($4 X U$S 1). Cristina Kirchner se lo dejó a diecisiete pesos por dólar ($17
X U$S 1), en 2015. Macrí se lo entregó a Alberto Fernández en cuarenta y seis
pesos por dólar ($46 X U$S 1). Ahora la gestión de los “Tres Chiflados”
(Alberto Fernández, Cristina Kirchner y Sergio Massa) lo entrega a mil pesos
por dólar ($1000 X U$S 1).
Es decir, que el peronismo, con la ayuda de los cuatro
años de Macri, logró obtener una devaluación del mil por ciento (1000%) en el
peso. Otra gran “conquista” del peronismo.
Hay que reconocer que pese a dejar semejante herencia,
en las elecciones generales del 22 de octubre de 2023, el aparato peronista fue
capaz de obtener el 36% de los votos y lo que le permitió retener el gobierno
de ocho provincias y la primera minoría, tanto en el Senado, como en la Cámara
de Diputados de la Nación.
Este poder territorial y legislativo unido al apoyo
del sindicalismo nucleado en la CGT, le da al peronismo un importante “poder
de fuego” frente a un gobierno de distinto signo, como es el de Javier
Milei, que pretende llevar a cabo profundas reformas, muchas de las cuales son
contrarias a la visión nacionalista y estatista, defensora de la arcaica industrialización
por sustitución de importaciones, que lleva al proteccionismo desmedido y a la
economía dirigista que tradicionalmente ha caracterizado al peronismo desde
1946.
Sin embargo, el importante poder de veto que el
peronismo podría imponer a los planes reformistas del presidente Javier Milei
se diluye en gran medida debido a la falta de un liderazgo claro que unifique
el accionar del partido con objetivos concretos compartidos por todos sus
integrantes.
Rara vez los intereses, aspiraciones y relaciones
personales de gobernadores, legisladores y sindicalistas son coincidentes.
Esto genera un escenario propicio para la elaboración
de alianzas, también para la “borocotización”[i]
de dirigentes, para realineamientos y traiciones.
Para complicar aún más el panorama político dentro del
peronismo, diversos dirigentes se imaginan candidatos presidenciales con
posibilidades.
El primero es sin duda Sergio Massa. El ministro de
Economía técnicamente es presidente del Partido Renovador, pero siempre (o casi
siempre) se ha imaginado a sí mismo como peronista y, posiblemente, después de
tomar distancia viajando al exterior por un tiempo, seguramente retornará para tomar
parte en las elecciones legislativas de 2025.
Mientras tanto comandará a la distancia, tanto a su
partido como a los legisladores que le responden. Posiblemente, hará pesar el
44% de los votos que obtuvo en el ballotage como argumento para sustentar sus
aspiraciones presidenciales, en 2007.
Mientras tanto, tratará de mantener la mayor parte
posible de los grandes apoyos empresariales que sustentaron sus aspiraciones
presidenciales este año.
Otro dirigente con evidentes aspiraciones
presidenciales es el gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof.
El otrora “hijo putativo” de Cristina Kirchner,
tiene un mandato por cuatro años, luego deberá buscar un nuevo cargo.
Anteriormente, se desempeñó como ministro de Economía y diputado nacional, por
lo tanto, su aspiración a la presidencia tiene cierta lógica.
Sin embargo, Cristina Kirchner esta resentida con él
porque se negó a ser su candidato presidencial este año y en esa forma ella se
vio forzada a apoyar a Sergio Massa por presiones de algunos gobernadores y de
los empresarios del llamado “Círculo Rojo”.
Además, Cristina siempre pensó que las elecciones
generales de 2027 serían el turno presidencial de su hijo Máximo, aunque hoy
las encuestas sepultan cualquier aspiración de su hijo de ocupar el sillón de
Rivadavia. Pero, nunca se sabe…
Cristina Kirchner, por otra parte, nunca fue realmente
la jefa del peronismo. Tan sólo era la dirigente con mayor intención de voto,
que le aseguraba a este partido un piso electoral de aproximadamente un 30%,
pero no todos dentro del peronismo compartían sus posiciones de izquierda, sus estrechos
vínculos con los organismos de derechos humanos o que promocionara a los
miembros de La Cámpora para ocupar cargos legislativos y para competir con los
intendentes bonaerenses.
No obstante, Cristina fue capaz de imponer en su
momento a Amado Boudou como vicepresidente y luego a Alberto Fernández como
presidente. Aunque se rebelaron cuando intentó impulsar la candidatura
presidencial de Eduardo “Wado” de Pedro.
En ese momento, sino antes, Cristina, a los setenta
años y con múltiples problemas judiciales, debió admitir que su poder dentro
del peronismo tenía límites.
Además de los nombrados, hay en el peronismo otros
candidatos que aprestan la candidatura presidencial entre ellos: Martín Llaryora,
flamante gobernador de Córdoba, el ex multiministro y ex gobernador de Tucumán
Juan Manzur, el exgobernador de Córdoba, Juan Schiaretti, el piquetero Juan
Grabois, Juan Manuel Urtubey, Florencio Randazzo, etc.
Siempre se ha dicho que el peronismo tiene un enorme
poder de resiliencia y que rápidamente se recupera, adapta y encolumna detrás
del ganador.
El problema actual es que no hay un ganador, ni un
piloto de tormentas o un líder aceptado por todos los sectores para que fije
una hoja de ruta que todos estén dispuestos a seguir. El peronismo deberá
realizar una actualización doctrinaria, elaborar una nueva propuesta superadora
del tradicional acuerdo de precios y salarios heredado de Gelbar.
La Argentina del 2023 está muy lejos de la posguerra y
también, de los años en que se movilizaba con solo la frase: “liberación o
dependencia”. Hoy el peronismo necesita mucho más si aspira a frenar el
avance de las ideas de la libertad que propone Javier Milei.
La fractura y desorden del peronismo, al menos por el
momento, abre una ventana de oportunidad para que el nuevo presidente, Javier
Milei, pueda negociar con cada sector y con cada dirigente para lograr
gobernabilidad y llevar a cabo su plan de reformas.
Aunque pueda parecer algo exagerado, podemos imaginar
al peronismo actual como una suerte de “franquicia política” que en cada
territorio tiene su propietario, el cual aplica una política propia, siempre
invocando a Perón y Evita y cantando la arcaica marchita de “combatiendo al
capital”.
Hoy, en el peronismo hay un vacío de poder y es una
regla aceptada de la ciencia política de que todo vació termina por ser llenado
más tarde o más temprano.
[i] BOROCOTIZACIÓN:
Término que hace referencia al comportamiento poco ético del médico y
periodista Eduardo Lorenzo Borocotó, quien elegido diputado nacional por el PRO
en octubre de 2005, antes de asumir, abandono su bancada y se pasó a la del kirchnerista
Frente para la Victoria.
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