Un ajustado triunfo electoral, una economía que no
logra recuperarse de la pandemia y la crisis del comercio internacional
provocado por la guerra de Ucrania, más un presidente anciano y enfermo
conforman un coctel potencialmente explosivo en Brasil.
Según cuenta la leyenda, el rey Pirro trans una costosa
victoria contra los romanos, que diezmó a su ejército, pronunció la célebre
frase que inmortalizó su nombre: “Otra victoria como esta y volveré solo a
Epiro.”
Desde entonces toda victoria lograda con grandes
esfuerzos y elevados costos recibe el nombre de victoria pírrica.
El 30 de octubre pasado. Luiz Inacio “Lula” da
Silva, del Partido de los Trabajadores (PT), logró a los 77 años, concretar la
gran hazaña de convertirse en el primer brasileiro que gobernará a su país en
tres períodos desde la restauración de la democracia en 1985.
No obstante, Lula se impuesto en la segunda ronda
electoral por el margen electoral más estrechen la historia de Brasil: 50.9%
frente al 49,1% obtenido por su rival el presidente Jair Bolsonaro, tan solo
dos millones de votos de diferencia.
Se trató de una elección hiperpolarizada donde medio
Brasil ha votado por otro modelo de país.
En consecuencia, cabe preguntarse si no terminará siendo
el reciente triunfo electoral una victoria pírrica.
La mitad del electorado brasileiro voto en favor de una
opción conservadora y liberal, mientras que el programa que se propone
implementar Lula plantea cambios progresistas, políticas de género y en defensa
de los derechos de las minorías, más impuestos en una economía dirigista y con
mayor intervención del Estado y más gasto fiscal.
Lula enfrentará el dilema tradicional de las izquierdas
latinoamericanas como atender las acuciantes demandas sociales postergadas
durante décadas sin recursos fiscales para satisfacerlas. Por lo general, los
gobiernos populistas cuando no tienen recursos que distribuir terminan
fracasando estruendosamente y distribuyendo solo pobreza.
Lula sin duda enfrentará fuertes resistencias por parte
de la oposición bolsonarista que controla las dos cámaras del Congreso y cuenta
con el apoyo de gran número de gobernadores, entre ellos los de Estados claves:
San Pablo, Minas Gerais y Río de Janeiro.
Además, Bolsonaro conserva gran ascendiente como
referente de los intereses de las fuerzas armadas y de seguridad, los
empresarios, los sindicatos de transportistas, el sector agrícola y de las
poderosas iglesias evangélicas.
Esta debilidad política obligará a Lula a moderar sus intenciones
de cambiar la situación social del Brasil en favor de los sectores menos
favorecidos de la sociedad que lo llevaron por tercera vez a la presidencia.
Por
otra parte, Lula da Silva, durante sus anteriores gobiernos fue un presidente
progresista moderado, muy diferente de los líderes que impulsaban el socialismo
del siglo XXI: Hugo Chávez, Néstor Kirchner, Evo Morales o el veterano Fidel
Castro.
Lula
fue un gobernante eficiente que cuando lo consideró necesario no dudó en
criticar al neoliberalismo, pero manteniendo los lineamientos del “Plan
Real”. En otras palabras, encendió la señal de giro hacia la izquierda (por
ejemplo, fundando el Foro de Sȃo Paulo) pero viró hacia la derecha.
Ahora,
veinte años más tarde del día en que llegó a la presidencia y doce desde que
finalizó su último mandato, Lula retorna a la presidencia. Pero, ya Heráclito
ha advertido que nadie se baña dos veces en el mismo río. Nada más cierto en el
caso de Lula. Ni él, ni Brasil, ni el mundo son los mismos de hace una década.
Hoy,
Lula da Silva, por mucho que se esmere en disimularlo, es un anciano de 77 años
(dos años menos que Joe Biden), que cuenta en su haber cincuenta años de
intenso fumador, que ha superado, en 2011, un cáncer de laringe que ha afectado
en forma permanente sus cuerdas vocales, enfrenta problemas de hipertensión y que
ha enterrado en 2017., a su segunda esposa y se ha casado por tercera vez después
de pasar 580 días en la cárcel condenado por corrupción.
Lula
ha conducido al Brasil durante dos períodos presidenciales consecutivos en los
que el país se vio sacudido por diversos escándalos de corrupción: el mensalao,
el lavajato; Petrobrás y de la empresa de construcciones Odebrecht.
Es por lo que para muchos brasileiros Lula da Silva es sinónimo de corrupción y
no esperan nada bueno de él.
El
Brasil de 2023 también es muy distinto al de 2010. Lula no contará con el
viento de cola proporcionados por el llamado boom de los commodities sino con
una economía que lucha por recuperarse de las secuelas de la pandemia del Covid
en una economía internacional muy enrarecida.
Recordando
a Eduardo Galeano, podemos decir que las sociedades latinoamericanas aún tienen
“las venas abiertas” por el daño les ha causado la pandemia y la corrupción.
En
el continente, los partidos de derecha, económicamente liberal y socialmente
conservadora, que una década atrás eran unas corrientes meramente testimoniales
en muchos países, hoy constituyen una alternativa capaz de competir con
posibilidades de éxito para llegar al poder a través de los comicios.
En
América Latina los líderes de izquierda, como Boric, Lula o Petro, se enfrentan
al desafío de demostrar que pueden, además de ser grandes reformadores
sociales, convertirse también eficientes administradores eludiendo la tentación
del clientelismo y la corrupción.
¿Cómo será entonces este tercer gobierno de Lula?
Con
más años y mayor experiencia, el exsindicalista combativo buscará construir un
proyecto reformador moderado que mantenga la recuperación económica de Brasil.
Algo muy similar a las políticas implementadas por los gobiernos socialistas
europeos.
O,
por el contrario, tratara de cumplir con su electorado, el más pobre y
marginado de Brasil, acelerando las reformas y la distribución de la riqueza,
poniendo en riesgo la gobernabilidad del país.
En
este sentido la situación es cuando menos sensible. El 11 de noviembre unas
inocentes declaraciones de Lula sobre el gasto fiscal precipitaron al índice
Bovespa un 4%.
Habrá
logrado Lula ganar una victoria que finalmente lo lleve a perder la guerra. Por
el momento al menos, no podemos saberlo. Solo podemos confiar en que los años
le hayan traído sabiduría y prudencia para el bien de los brasileiros.
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