Un ataque con armas automáticas dentro de
una iglesia católica en momentos en que se celebraba la misa de Pentecostés
arroja un saldo provisorio de cincuenta feligreses muertos y un número
indeterminado de heridos.
En la
mañana del domingo cuando se celebraba la misa de Pentecostés, un comando de al
menos cinco hombres armados con fusiles automáticos Kalashnikov AK-47 irrumpió
en la iglesia de San Francisco, situada en la localidad de Owo, en el suroeste
de Nigeria, abriendo fuego indiscriminado contra los feligreses.
Al
menos cincuenta personas, incluidas mujeres y niños perecieron y un número
indeterminado de víctimas con heridas de diversa gravedad.
Los atacantes
cubrieron su retirada detonando un artefacto explosivo y disparando sobre los transeúntes
que circulaban por los alrededores del templo.
Por el
momento ningún grupo terrorista se ha adjudicado el atentado.
Las
autoridades especulan sobre los conflictos religiosos entre musulmanes y
cristianos, aunque no descartan que el ataque responda a otras motivaciones
como las rivalidades por el control de tierras entre las etnias fulani de
pastores nómadas musulmanes y los yoruba d agricultores cristianos. Las
tensiones entre ambas etnias se potenciaron por las adversidades provocadas por
el cambio climático y el deterioro medioambiental.
En la
última década, Nigeria se ha visto afectada por el terrorismo yihadista de
grupos como Boko Harán, desde 2009, y la franquicia del Estado Islámico en la
región que asume la denominación de “Estado Islámico en la provincia de
África Occidental” (ISWAP según su sigla en inglés) desde 2015.
Hasta
hoy los ataques terroristas sobre la minoría cristiana eran frecuentes en el
norte del país donde la población es mayoritariamente musulmana y los
yihadistas pretenden imponer la sharía y no en el sur donde predominan los
cristianos.
En el
sur el mayor problema de seguridad proviene de los yihadistas sino de los
separatistas del “Pueblo Indígena de Biafra” (IPOB, por las siglas en
inglés).
Esta
antigua colonia británica que se independizó en 1961 es conocida frecuentemente
como el “Gigante de África”, debido a su población y economía.
Con
206 millones de habitantes, Nigeria es el país más poblado del continente, con
un sexto de la población continental y el séptimo país más poblado del mundo.
El promedio de hijos por mujer es de 5,45; una de las tasas más elevadas de
África, que de mantenerse podría aumentar la población nigeriana de 460
millones para 2050. Actualmente, al menos del 50% de los nigerianos viven en
áreas urbanas, y en el país existen más de ochenta ciudades con una población
mayor de cien mil habitantes.
Por el
momento, Nigeria tiene la tercera población juvenil del mundo, después de India
y China, con más de noventa millones de habitantes menores de dieciocho años.
Desde
el punto de vista económico, Nigeria es la vigésima economía más grande del
mundo, y en la próxima década podría situarse entre las diez más grande. Sin
embargo, ocupa el puesto 158 entre 189 países según el Índice de Desarrollo
Humano de Naciones Unidas.
Nigeria
es un estado multinacional, habitado por doscientos cincuenta grupos étnicos,
de los cuales los tres más grandes son los hausa, igbo y yoruba. En el país se
hablan quinientos dialectos tribales distintos y se identifican una amplia
variedad de culturas. El idioma oficial es el inglés elegido para unificar al
país y establecer una unidad lingüística nacional y posibilitar los
intercambios con el mundo.
Nigeria
está dividida aproximadamente en partes iguales entre musulmanes que habitan
principalmente en el norte del país y cristianos que viven en el sur. Entre los
cristianos, el 27,8% son católicos, el 31,5% son protestantes y el resto
pertenecen a otras iglesias cristianas.
Cabe
destacar que el cristianismo crece en África más que en ningún otro continente del
mundo. Actualmente, tres de los diez países con más cristianos están en África;
si no cambia la tendencia, en 2060, habrá seis países en esta lista.
En
este contexto humano y económico el ataque de hoy, cualquiera sean sus autores,
a una iglesia que precisamente lleva el nombre del papa Francisco, desnuda el
hecho indudable de que el Estado nigeriano ha fracaso en su tarea de asegurar
el monopolio de la fuerza en su territorio y garantizar la seguridad y libertad
de culto a su población.
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