El presidente
ruso Vladimir Putin continúa aplicando su política del “hecho consumado”, que
le dio resultado en Crimea, mientras la OTAN no logra consensuar una política
de contención que detenga la escalada.
CONTENIDO
En una nueva vuelta de tuerca en el conflicto que libra
con Ucrania y la OTAN, el presidente ruso Vladimir Putin reconoció, el pasado
lunes 21 febrero, por decreto las Repúblicas Populares de Donestk y Lugansk,
hasta el momento regiones separatistas prorrusas de Kiev.
Seguidamente Moscú desplazó blindados y armas al
territorio de las repúblicas separatistas.
LAS REPÚBLICAS SEPARATISTAS
Los separatistas prorrusos controlan efectivamente las
ciudades de Donetsk y Lugansk y sus aledaños, lo que significa el treinta por
ciento del territorio del oblast de Donestk, pero exigen la soberanía sobre la
totalidad de la región de Donbás y su adhesión a la Federación de Rusia.
La región de Donbás tiene frontera con Rusia en la orilla
norte del Mar Negro y está en la ruta natural rumbo a Crimea. Es conocida como “el
cinturón del óxido” debido a que tiene enormes reservas de carbón y es una
gran productora de acero. Su economía representaba, en 2015, el 16% del PIB de
Ucrania. Está habitada por una mayoría de población ruso parlante debido al
gran número de trabajadores rusos enviados allí por Josiph Stalin, durante la
Segunda Guerra Mundial
El gobierno ucraniano en Kiev considera a los
separatistas como terroristas e invasores, a los dirigentes separatistas como
agentes de los servicios de inteligencia rusos y al territorio que controlan
como ocupado por Rusia.
Donetsk (denominada en la época soviética como Stalino)
es la principal ciudad de la cuenca minera del Donbás, así como uno de los
principales centros metalúrgicos de Ucrania con una población de dos millones
de habitantes y un territorio de 9.000 km². El líder de la República Popular de
Donetsk es Denis Pushilin elegido en 2018 en elecciones que no son aceptadas
por Kiev.
Lugansk (que en la época soviética se denominaba
Voroshilovgrado), es una ciudad industrial con un millón y medio de habitantes
y 8.400 km² de territorio. El presidente de la República de Lugansk es Leonid
Pasechnik.
Actualmente, el tráfico ferroviario con estas ciudades
está cerrado y debe recurrirse a un servicio de combis para enlazar con Ucrania
o Rusia. Los vehículos automotores deben circular con placas identificatoria
expedidas por las autoridades separatistas y solo son reconocidas por Moscú.
El origen de estas repúblicas separatistas se remonta a
finales de 2013, cuando se produjo el “Euromaidán”, una ola protestas de
carácter europeísta en la Plaza Maidán (Independencia), lo que derivó en los
siguientes meses en una escalada de tensiones entre el presidente ucraniano
prorruso Viktor Yanukóvich quien trataba de desvincular al país de los acuerdos
de asociación a Europa y devolver a Ucrania a la esfera de influencia rusa.
Tras la muerte de un centenar de manifestantes y
policías, el presidente Yanukóvich debió abandonar Ucrania y refugiarse en
Moscú. La Rada Suprema (el parlamento ucraniano) destituyó a Yanukóvich y eligió
a un presidente provisional. El país comenzó a orientarse gradualmente hacia la
Europa comunitaria en medio de tensiones con Rusia.
El Euromaidán abrió un conflicto en el sureste de Ucrania
entre la población ruso parlante y los ucranianos partidarios de la integración
a la Europa comunitaria que fue incentivado por agentes de inteligencia y
militares rusos que operaban de civil.
En ese contexto se produjo la anexión de la península de
Crimea a Rusia ratificada por un referéndum.
El 6 de abril miles de personas se congregaron en varias
ciudades ucranianas en protesta contra el Gobierno interino de Kiev. En
Donetsk, los manifestantes rompieron el cordón policial, irrumpieron en el
edificio de la administración regional y retiraron la bandera ucraniana y la
reemplazaron por la bandera rusa.
Posteriormente, los manifestantes se congregaron en la
Plaza de Lenin con banderas rusas y pancartas antigubernamentales reclamando la
federalización de Ucrania y el reconocimiento del ruso como idioma oficial.
En Járkov, los manifestantes se congregaron en la Plaza
Maidán local pidiendo la celebración de un referéndum sobre la federalización
de Ucrania. Algunas personas portaban banderas rusas.
También se registraron protestas en las ciudades de
Odesa, Mikoláyiv y Lugansk. En esta última un asalto a la dirección provincial
del Servicio de Seguridad se saldó con ocho heridos de bala.
Finalmente, los manifestantes proclamaron las Repúblicas
Populares de Donetsk y Lugansk y con el apoyo de tropas rusas que operaban con
ropas civiles se enfrentaron con las tropas ucranianas apoyadas por
nacionalistas ucranianos.
Al mes siguiente, las regiones separatistas celebraron
una votación popular para declarar la independencia y solicitar a la Federación
de Rusia su incorporación. Moscú no obstante rechazo la incorporación de las
repúblicas separatistas, pero siguió apoyando a los separatistas con armas,
instructores militares y “voluntarios”.
Los enfrentamientos siguieron con batallas de tanques y
artillería pesada y aviones de guerra. Después de la derrota de las fuerzas
ucranianas en Debaltseve, entre enero y febrero de 2015, Francia y Alemania
negociaron un acuerdo de paz, que fue firmado en Minsk por representantes de
Ucrania, Rusia y los separatistas.
El Acuerdo de Minsk estableció un precario alto al fuego,
el retiro de las armas pesadas y la búsqueda de un acuerdo político. Obligó a
Ucrania a otorgar un estatus especial a las regiones separatistas,
permitiéndoles crear su propia fuerza policial y participar del nombramiento de
fiscales y jueces locales. También preveía que Ucrania solo podría retomar el
control fronterizo sobre la frontera con Rusia de 200 kilómetros (zona en poder
de los separatistas) después de instalada la autonomía con un gobierno local
surgido de elecciones libres supervisadas por la OSCE.
Lamentablemente, ninguna de las partes cumplió totalmente
con las cláusulas del Tratado de Minsk. El alto al fuego fue violado en
numerosas ocasiones con fuego de fusilería y morteros. Los rusos continuaron
armando y entrenando a las fuerzas separatistas.
Moscú distribuyó entre los habitantes de Donbás más de
720.000 pasaportes rusos, lo que significa aproximadamente una quinta parte de
su población de unos 3,5 millones de personas. Esto permitiría a Rusia intervenir
allí en defensa de sus ciudadanos
Las República Populares de Dontsk y Lugansk siguieron considerándose
independientes y maniobrando diplomáticamente en busca de reconocimiento
internacional. Reconocimiento que ahora han conseguido de Rusia y que
seguramente también recibirán de los países aliados de Moscú.
REACCIONES
El presidente estadounidense Joe Biden reaccionó al
reconocimiento de la independencia de las repúblicas separatistas de Donbás y
al envío de tropas “pacificadoras” rusos a esa región con sanciones
económicas contra Rusia y trasladando tropas para reforzar el dispositivo de la
OTAN en el Báltico.
Biden indicó que aplicará “bloqueos totales” a dos
grandes instituciones financieras rusas: el banco militar Promsvyazbank y el
VEB, el banco estatal que se encarga de financiar el desarrollo económico,
gestionar la deuda del Estado y los fondos de pensiones en la Federación de
Rusia.
El mandatario estadounidense declaró que su país cortaría
a Moscú la posibilidad de financiarse en Occidente. “Rusia no podrá recibir
dinero de Occidente y no podrá negociar su deuda en nuestros mercados o en los
mercados europeos”, afirmó Biden.
Hasta el momento los Estados Unidos había desplegado
6.000 hombres de sus fuerzas armadas en Alemania, Polonia y Rumania en áreas
cercanas a la frontera con Ucrania. Tras el reconocimiento de la independencia
de las repúblicas separatistas, Washington trasladó un batallón de infantería
(800 hombres) desde Italia a la región del Báltico; ocho aviones de combate F
35 enviados desde Alemania a varias ubicaciones operativas a lo largo del
flanco este de la OTAN; un batallón de 20 helicópteros Apache AH-64 de Alemania
a la región del Báltico y otros 12 helicópteros Apache de Grecia a Polonia.
Alemania, por su parte, anunció la suspensión del proceso
de aprobación para la puesta en funcionamiento del gasoducto Nord Stream 2
(NDS2), pendiente de certificación desde octubre de 2021 cuando comenzó a
agravarse la crisis entre Rusia y Ucrania.
El tema del aprovisionamiento de gas ruso a Europa
requiere de algunas líneas aclaratorias.
El NDS2 surgió como proyecto en 2015 con el propósito de
incrementar el paso de gas ruso hacia Europa liberándolo de la intervención de
Ucrania, particularmente el desvío de gas ruso por parte de Kiev sin pagar el
costo del suministro. Ello generó una gran crisis energética, en 2009, cuando
Moscú cerró las válvulas durante dos semanas.
El proyecto fue financiado por conjuntamente por Gazprom
que aportó 9.500 millones de dólares (50% del costo del proyecto) y por las
empresas alemanas Uniper y Wintershall, Engie, la austríaca OMV y la anglo
holandesa Shell.
La puesta en marcha de NDS2 significará para Ucrania una
pérdida de 2.000 millones de dólares en regalías por derecho de paso del
gasoducto NDS1.
Los Estados Unidos siempre se han opuesto al NDS2
aduciendo que Europa debía romper su dependencia del gas ruso y adquirir en su
reemplazo gas líquido, trasportado por barco y regasificado.
Solo que el gas estadounidense o proveniente de Qatar es
mucho más caro.
Ucrania, por su parte, tras denunciar el reconocimiento
como una nueva agresión por parte del Kremlin, decretó el estado de emergencia
por treinta días y ordenó el reclutamiento de todos los varones entre 18 y 60
años para incrementar sus efectivos en caso de una invasión rusa.
Los Estados Unidos, el Reino Unido e Italia, por separado
han denunciado que Rusia se dispone a realizar una invasión a gran escala de
Ucrania.
Las tensiones en Europa Oriental crecen día a día, trayendo
a muchos las horribles reminiscencias de julio de 1914 o las negociaciones de Múnich,
en 1938.
Mientras que la posibilidad de una guerra a gran escala
en Europa ha comenzado a elevar los precios de los combustibles, el aluminio,
el trigo y la soja. También el gasto militar mundial se ha elevado en 2022, en
un 2,6% con respecto a 2020.
La pregunta que nadie puede responder por el momento es
si los jefes de Estado involucrados en esta locura están dispuestos a llevar al
mundo a una nueva guerra, pero esta vez con armas nucleares.
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