La población marroquí retenida en los
campos argelinos manifiesta su descontento ante los reiterados abusos a que es
sometida por los jerarcas del Frente Polisario y los funcionarios argelinos.
Desde el retiro de España del
territorio marroquí en el Sáhara, en 1975, el Frente Polisario con el apoyo y
la complicidad de Argelia retiene a un número indeterminado de ciudadanos
marroquíes de origen saharaui en infames campamentos instalados en la inhóspita
jamada argelina.
Tanto Argelia como el Frente
Polisario necesitaban contar con cierta cantidad de población para dar algún
sustento a sus falsas pretensiones de representar a un inexistente “pueblo saharaui”.
Así, los habitantes de los
campamentos se convirtieron en rehenes de los intereses geopolíticos de Argelia
y sus títeres del Frente Polisario.
Por más de cuatro décadas esa
población se ha visto sometida a los abusos y atropellos de sus captores que,
al mismo tiempo, se oponían a cualquier tipo de solución realista y posible al
conflicto en la región del Sáhara.
En 2007, el Reino de Marruecos
ofreció una clara e indiscutible alternativa de solución a través de la
Iniciativa para la Negociación de un Estatuto de Autonomía para la región del
Sáhara, pero el Frente Polisario alentado por Argelia se ha negado
sistemáticamente a discutir la propuesta.
La población de los
campamentos ha sido sistemáticamente privada de los más elementales derechos
civiles y políticos mientras que sus derechos humanos son continuamente
vulnerados.
Nunca fue censada ni se le
otorgó documentación personal de ningún tipo. No se le permite construir
viviendas confortables en los campamentos y se los confinó a perpetuidad a
precarias jaimas -tiendas de campaña- carentes de agua corriente, cloacas y
otras elementales y necesarias comodidades.
Mientras tanto, los dirigentes
separatistas residen en cómodos apartamentos en Argel o pasaban largas estadías
en el extranjero.
A la población de la diáspora
saharaui no se le permite salir de los campamentos sin un permiso especial de
las autoridades del Polisario. Aún desplazarse dentro de Argelia para comerciar
o estudiar requiere de una autorización especial por parte del liderazgo separatista.
La ayuda humanitaria donada
por las Naciones Unidas, la Comunidad Europea y diversas ONG internacionales
para alimentar y sostener las necesidades básicas de esa población es
sistemáticamente desviada por los dirigentes del Polisario y sus cómplices
argelinos para su comercialización ilegal en los mercados informales del sur de
Argelia y de los países del Sahel.
Las familias saharauis son
forzadas todos los años a enviar a sus niños en edad escolar a España para
participar del programa propagandístico “Vacaciones
en Paz”, donde son recibidos por cuarenta días por “familias de acogida” españolas.
Los dirigentes del Polisario
insisten en llevar a cabo esa práctica, aún sabiendo que todos los años algunos
de esos niños son retenidos con cualquier excusa en la Península.
Las infortunadas familias de
los campamentos pierden a sus hijos y los niños retenidos se convierten en
seres divididos entre los afectos a sus familias de sangre y su identidad
marroquí y africana y la familia de acogida que termina por adoptarlos
cambiando su identidad y hasta su religión.
El caso de Maloma Morales constituye
un claro ejemplo de este tipo de tragedia personal, pero, lamentablemente, no es
el único. Esta situación ha sido perfectamente novelada por la escritora Reyes
Monforte en su libro “Besos de arena”.
Otra trágica práctica
implementada por el Frente Polisario sobre los habitantes de los campamentos
son las becas de estudio de por vida. Algunos niños son enviados como becarios
a Cuba para realizar estudios en la Isla. Los jóvenes marroquíes permanecen
durante años en Cuba donde, además de los estudios secundarios y universitarios
convencionales, son adoctrinados ideológicamente, se los aparta de sus
tradiciones y de su religión y además reciben instrucción militar.
Después de pasar muchos años
en la Isla, donde incluso forman familias al casarse y tener hijos, un día son
obligados a retornar a los campamentos dejando a sus familias cubanas atrás.
Son impiadosamente forzados a retornar así a un lugar, una cultura y a una familia que han dejado de
ser los suyos hace mucho tiempo.
Por último, el Frente
Polisario administra los campos bajo un sistema antidemocrático y totalitario
de partido único. Todas las expresiones y organizaciones políticas están
prohibidas. Los cargos jerárquicos y de responsabilidad se deciden en forma
opaca dentro del partido donde son frecuentes las luchas por el poder y las
purgas de altos funcionarios. Quienes pierden en la competencia por el poder muchas
veces desaparecen en las cárceles argelinas, como fue el caso de Khalil
Ahmed Breih, desaparecido en 2009. La población es estrechamente controlada a
través de un sistema de delaciones y con la policía secreta.
Además de estos atropellos,
recientemente los dirigentes del Polisario, siguiendo directivas del gobierno
argelino, han introducido nuevas regulaciones y prohibiciones de carácter
económico para reducir la intervención de los pobladores de los campamentos en
ciertos negocios que la cúpula mafiosa de generales que controla Argelia
pretende preservar para sí.
Por ejemplo, los miembros del
Polisario que residían en el extranjero simulado que era “diplomáticos” aprovechaban ese privilegio para ingresar, sin pagar
impuestos, automóviles usados que luego vendían a buen precio en Argelia. A
partir de ahora estos dirigentes no tendrán derecho a importar automóviles.
Los comerciantes de los
campamentos tampoco podrán vender sus productos en Mauritania a través del
recientemente habilitado paso fronterizo “PK75”.
Ese paso sólo será empleado por comerciantes argelinos que paguen sus sobornos
a los militares de su país y por las redes de contrabandistas que operan con la
complicidad de las autoridades argelinas.
Todos estos atropellos y
delitos, además de otros que no hemos detallado por razones de espacio, han
terminado por agotar la paciencia de un gran número de pobladores de los
campamentos que han superado sus temores a las persecuciones y la represión del
Polisario para expresar en público su descontento.
La semana del 17 al 21 de
diciembre de 2018, un grupo de disidentes del Polisario organizó una “sentada” de protesta frente a la
supuesta “embajada” de la inexistente
“República Árabe Saharaui Democrática”
en Argel demandando mayores libertades en los campamentos.
Pero sus reclamos fueron
tomados con indiferencia tanto por los jerarcas del Polisario como por las
autoridades argelinas.
Pero los disidentes no estaban
dispuestos a abandonar fácilmente sus demandas. La siguiente protesta se llevó
a cabo en la localidad de Rabuni, el centro neurálgico de la burocracia de la
supuesta “RASD”, la semana del 28 de
enero al 1° de febrero de 2019.
En esta ocasión los
manifestantes vistieron “chalecos
amarillos” refractantes, similares a los empleados en Francia durante las
recientes manifestaciones contra el gobierno del presidente Emanuel Macron,
para hacer más colorida y visible su protesta.
Pero, nuevamente sus demandas
fueron ignoradas por los jerarcas del Polisario. Por lo tanto, es posible que
estas manifestaciones de descontento se prolonguen y que incluso convoquen a la
participación de un mayor número de residentes de los campos. A menos que las
autoridades argelinas obliguen a la jerarquía del Polisario a incrementar sus habituales técnicas de intimidación y a
encarcelar a los dirigentes de los descontentos.
El creciente aislamiento
internacional, las recientes denuncias de corrupción efectuadas por los propios
dirigentes separatistas, como el “diputado”
del “Congreso Popular”, Dih Mohammed Noucha, que denunció
la malversación de más de
56.000 millones de dinares argelinos (unos 2,5 millones de dólares) del
presupuesto de la RASD para sus “actividades internacionales”, y la
reiteración por parte de la población en demanda de mayores libertades y el respeto
por sus derechos humanos, son claras señales del acelerado proceso de
descomposición interna que sufre en los últimos años el Frente Polisario y que
terminarán inexorablemente por hacerlo colapsar.
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