Una
columna de cinco mil migrantes ilegales centroamericanos marcha hacia la
frontera de los Estados Unidos detonando una crisis humanitaria e internacional
en la región.
EL
DILEMA MIGRATORIO
Los flujos migratorios se han
convertido en el siglo XXI en un drama humanitario sin precedentes, pero
también en un problema económico y un serio desafío a la seguridad.
Ninguna región está exenta de
la cuestión y ningún país se encuentra protegido de sus efectos. La población mundial
se ha multiplicado en los últimos cien años y millones de personas dejan sus
países de origen buscando escapar a las catástrofes naturales, a los efectos
del cambio climático, a las hambrunas, la ruina económica, los gobiernos
tiránicos o a la extorsión y amenaza de grupos criminales descontrolados. Otras
personas simplemente sueñan con dar a sus hijos las condiciones de vida digna y
las oportunidades de progreso que ellos no tuvieron.
Ese deseo incontenible de
buscar un futuro mejor hace que las personas no reparen en los peligros y
esfuerzos que suele demandar la búsqueda de ese supuesto Edén terrenal. Ni en
los costos materiales, emocionales y sociales del cambio que pretenden introducir
en sus vidas.
Miles mueren cada año en el
intento, pero millones de migrantes están cambiando el perfil demográfico del
mundo.
En los países receptores los
flujos migratorios desbordados suelen incrementar los presupuestos sociales,
impactar sobre los índices de empleo, presentar desafíos sanitarios, educativos
y culturales.
La presencia de un volumen
creciente de personas con un fenotipo distinto, elementos culturales diversos
(religión, idioma, vestimenta, costumbres y hasta pautas alimenticias
diferentes) suelen generar el desconcierto y hasta el rechazo de la población
originaria.
Partidos políticos extremistas
y dirigentes populistas demagógicos suelen sacar provecho de este desconcierto
y de los temores a la declinación étnica para cosechar apoyos electorales y
hasta económicos alentando la xenofobia y la violencia.
Esta gran oleada migratorio
podrá ser demorada y atemperada pero no va a ser detenida. Ni elevados muros
con concertinas, ni patrullas costeras, ni el despliegue de tropas en las
fronteras o los discursos de odio y la criminalización de la inmigración podrán
detener las ansias de cambio de la gente.
Mientras la población en el
mundo pobre crezca a un ritmo promedio de más de cinco hijos por mujer y la
globalización de las comunicaciones gracias a las nuevas tecnologías de la
imagen y el sonido muestren a las personas que carecen de agua potable,
instalaciones sanitarias, viviendas y alimentos, que otros disponen de todo eso
en exceso, es imposible pedirles a los necesitados del mundo que se resignen a
una precaria existencia en los países en que nacieron.
Al mismo tiempo, el avance del
cambio climático y la industrialización acelerada con sus efectos sobre el
medio ambiente y su secuela de grandes lluvias, prolongadas sequías, olas de
calor, erosión y desertificación fuerzan a algunas poblaciones rurales que
viven en economías de subsistencias a buscar nuevos hábitat donde poder sobrevivir.
Todo esto hace que el
incremento de los flujos migratorios sean un hecho irreversible.
LA
BATALLA MIGRATORIA
En los Estados Unidos la
crisis migratoria se aceleró en la última semana. El viernes 12 de octubre, una
insólita caravana de migrantes a pie, compuesta en su inicio por tan sólo 160
personas, partió de la ciudad de San Pedro Sula, uno de los lugares más
peligrosos de Honduras, iniciando un largo y azaroso periplo a través de
Honduras, Guatemala y México rumbo a la frontera estadounidense.
Los organizadores afirmaron
que los inmigrantes decidieron agruparse para viajar como una forma de defenderse
de los robos y la violencia que los acecha en su camino por América Central y
México. En los días siguientes, por contagio, cientos de personas se
incorporaron a la columna en marcha. Los observadores señalan que actualmente
unas cinco mil personas se dirigen lentamente a los Estados Unidos.
Los ciudadanos de Honduras,
Guatemala, El Salvador y Nicaragua pueden transitar libremente por el
territorio de los cuatro países con la sola documentación de una tarjeta de
identificación. México, por el contrario, exige a los viajeros latinoamericanos,
para ingresar a su territorio, pasaporte y visa. Cada año transitan por México
en dirección a los Estados Unidos cuatrocientas mil personas, principalmente
centroamericanos.
De los treinta y tres millones
de migrantes internacionales originarios de América Latina y el Caribe,
aproximadamente quince millones provienen de México y de los tres países que
conforman el denominado “Triángulo Norte
Centroamericano”, formado por Guatemala, El Salvador y Honduras.
Por ejemplo, ocho hondureños
por hora intentan emigrar a los Estados Unidos para escapar a la pobreza y a la
violencia irracional de las Maras, las temibles organizaciones criminales que asolan
Centroamérica.
Las migraciones
centroamericanas se han convertido también en una importante fuente de recursos
para los países del Triángulo Norte Centroamericano. En 2015, las remesas de
los migrantes representaron el 18% del PBI de Honduras, el 17% del PBI de El
Salvador y el 10% de Guatemala. Desde entonces la participación de lo migrantes
en la economía de sus países de origen se ha incrementado.
El presidente Donald Trump
reaccionó rápidamente frente a la marea de personas que avanza hacia su
frontera en abierto desafío a su política migratoria. Trump consideró la marcha
como una verdadera “invasión” de
elementos indeseables, cuando no “criminales”.
Anunció que impediría su ingreso por todos los medios a su alcance. Aún cuando
ello implicara cerrar totalmente la frontera con México -una línea limítrofe
que diariamente atraviesan, en forma perfectamente legal, un millón de
personas- y movilizar a la Guardia Nacional para controlar el área.
También reiteró sus amenazas
de cortar la ayuda al desarrollo que los Estados Unidos suministran a los
países de América Central si estos no realizan todos los esfuerzos a su alcance
para detener la caravana por que “parecen
no tener un pleno control de su población”.
Ninguna de estas advertencias
sirvió para disuadir a los integrantes de la caravana de migrantes. El viernes
19, la vanguardia de la columna arribó a Tecún Umán, departamento de San Marcos,
un punto fronterizo entre Guatemala y México, después de algunos incidentes saltaron
el cordón policial y cruzaron a territorio mexicano.
Las autoridades mexicanas
intentaron entonces contenerlos en el puente sobre el río Suchiate, pero los
migrantes más jóvenes y audaces se lanzaron a las aguas y vadearon el río.
La Cruz Roja y las autoridades
mexicanas debieron intervenir para asistir a los migrantes más débiles,
afectados por las altas temperaturas, la deshidratación y la falta de
alimentos. Unas mil personas debieron ser asistidas. En algunos casos incluso
los migrantes fueron internados en instalaciones sanitarias.
Por el momento, la columna de
migrantes sigue su marcha rumbo a las frontera de los Estados Unidos sin que
las autoridades mexicanas o estadounidenses hayan encontrado la forma de convencerlos
de desistir de su intento de ingresar ilegalmente a territorio americano.
Aún cuando se resuelva esta
crisis por cualquier medio, el problema migratorio en Centroamérica y el Cribe
continuará.
La solución definitiva
demandaría la aplicación de estrategias integrales en al menos cuatro dimensiones:
-
Acceso acelerado a niveles mínimos de bienestar,
comenzando por la seguridad alimentaria y nutricional.
-
Nuevas y mejores oportunidades de empleo e
ingresos.
-
Resiliencia a eventos climáticos extremos y
adaptación al cambio climático.
-
Fortalecimiento del tejido social y del estado
de derecho para terminar con el flagelo del crimen organizado.
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