sábado, 20 de octubre de 2018

LA CRISIS MIGRATORIA GOLPEA LAS PUERTAS DE AMÉRICA



Una columna de cinco mil migrantes ilegales centroamericanos marcha hacia la frontera de los Estados Unidos detonando una crisis humanitaria e internacional en la región.
EL DILEMA MIGRATORIO

Los flujos migratorios se han convertido en el siglo XXI en un drama humanitario sin precedentes, pero también en un problema económico y un serio desafío a la seguridad.
Ninguna región está exenta de la cuestión y ningún país se encuentra protegido de sus efectos. La población mundial se ha multiplicado en los últimos cien años y millones de personas dejan sus países de origen buscando escapar a las catástrofes naturales, a los efectos del cambio climático, a las hambrunas, la ruina económica, los gobiernos tiránicos o a la extorsión y amenaza de grupos criminales descontrolados. Otras personas simplemente sueñan con dar a sus hijos las condiciones de vida digna y las oportunidades de progreso que ellos no tuvieron.

Ese deseo incontenible de buscar un futuro mejor hace que las personas no reparen en los peligros y esfuerzos que suele demandar la búsqueda de ese supuesto Edén terrenal. Ni en los costos materiales, emocionales y sociales del cambio que pretenden introducir en sus vidas.

Miles mueren cada año en el intento, pero millones de migrantes están cambiando el perfil demográfico del mundo.

En los países receptores los flujos migratorios desbordados suelen incrementar los presupuestos sociales, impactar sobre los índices de empleo, presentar desafíos sanitarios, educativos y culturales.

La presencia de un volumen creciente de personas con un fenotipo distinto, elementos culturales diversos (religión, idioma, vestimenta, costumbres y hasta pautas alimenticias diferentes) suelen generar el desconcierto y hasta el rechazo de la población originaria.

Partidos políticos extremistas y dirigentes populistas demagógicos suelen sacar provecho de este desconcierto y de los temores a la declinación étnica para cosechar apoyos electorales y hasta económicos alentando la xenofobia y la violencia.

Esta gran oleada migratorio podrá ser demorada y atemperada pero no va a ser detenida. Ni elevados muros con concertinas, ni patrullas costeras, ni el despliegue de tropas en las fronteras o los discursos de odio y la criminalización de la inmigración podrán detener las ansias de cambio de la gente.

Mientras la población en el mundo pobre crezca a un ritmo promedio de más de cinco hijos por mujer y la globalización de las comunicaciones gracias a las nuevas tecnologías de la imagen y el sonido muestren a las personas que carecen de agua potable, instalaciones sanitarias, viviendas y alimentos, que otros disponen de todo eso en exceso, es imposible pedirles a los necesitados del mundo que se resignen a una precaria existencia en los países en que nacieron.

Al mismo tiempo, el avance del cambio climático y la industrialización acelerada con sus efectos sobre el medio ambiente y su secuela de grandes lluvias, prolongadas sequías, olas de calor, erosión y desertificación fuerzan a algunas poblaciones rurales que viven en economías de subsistencias a buscar nuevos hábitat donde poder sobrevivir.

Todo esto hace que el incremento de los flujos migratorios sean un hecho irreversible.

LA BATALLA MIGRATORIA

En los Estados Unidos la crisis migratoria se aceleró en la última semana. El viernes 12 de octubre, una insólita caravana de migrantes a pie, compuesta en su inicio por tan sólo 160 personas, partió de la ciudad de San Pedro Sula, uno de los lugares más peligrosos de Honduras, iniciando un largo y azaroso periplo a través de Honduras, Guatemala y México rumbo a la frontera estadounidense.

Los organizadores afirmaron que los inmigrantes decidieron agruparse para viajar como una forma de defenderse de los robos y la violencia que los acecha en su camino por América Central y México. En los días siguientes, por contagio, cientos de personas se incorporaron a la columna en marcha. Los observadores señalan que actualmente unas cinco mil personas se dirigen lentamente a los Estados Unidos.

Los ciudadanos de Honduras, Guatemala, El Salvador y Nicaragua pueden transitar libremente por el territorio de los cuatro países con la sola documentación de una tarjeta de identificación. México, por el contrario, exige a los viajeros latinoamericanos, para ingresar a su territorio, pasaporte y visa. Cada año transitan por México en dirección a los Estados Unidos cuatrocientas mil personas, principalmente centroamericanos.

De los treinta y tres millones de migrantes internacionales originarios de América Latina y el Caribe, aproximadamente quince millones provienen de México y de los tres países que conforman el denominado “Triángulo Norte Centroamericano”, formado por Guatemala, El Salvador y Honduras.

Por ejemplo, ocho hondureños por hora intentan emigrar a los Estados Unidos para escapar a la pobreza y a la violencia irracional de las Maras, las temibles organizaciones criminales que asolan Centroamérica.

Las migraciones centroamericanas se han convertido también en una importante fuente de recursos para los países del Triángulo Norte Centroamericano. En 2015, las remesas de los migrantes representaron el 18% del PBI de Honduras, el 17% del PBI de El Salvador y el 10% de Guatemala. Desde entonces la participación de lo migrantes en la economía de sus países de origen se ha incrementado.

El presidente Donald Trump reaccionó rápidamente frente a la marea de personas que avanza hacia su frontera en abierto desafío a su política migratoria. Trump consideró la marcha como una verdadera “invasión” de elementos indeseables, cuando no “criminales”. Anunció que impediría su ingreso por todos los medios a su alcance. Aún cuando ello implicara cerrar totalmente la frontera con México -una línea limítrofe que diariamente atraviesan, en forma perfectamente legal, un millón de personas- y movilizar a la Guardia Nacional para controlar el área.

También reiteró sus amenazas de cortar la ayuda al desarrollo que los Estados Unidos suministran a los países de América Central si estos no realizan todos los esfuerzos a su alcance para detener la caravana por que “parecen no tener un pleno control de su población”.

Ninguna de estas advertencias sirvió para disuadir a los integrantes de la caravana de migrantes. El viernes 19, la vanguardia de la columna arribó a Tecún Umán, departamento de San Marcos, un punto fronterizo entre Guatemala y México, después de algunos incidentes saltaron el cordón policial y cruzaron a territorio mexicano.

Las autoridades mexicanas intentaron entonces contenerlos en el puente sobre el río Suchiate, pero los migrantes más jóvenes y audaces se lanzaron a las aguas y vadearon el río.

La Cruz Roja y las autoridades mexicanas debieron intervenir para asistir a los migrantes más débiles, afectados por las altas temperaturas, la deshidratación y la falta de alimentos. Unas mil personas debieron ser asistidas. En algunos casos incluso los migrantes fueron internados en instalaciones sanitarias.

Por el momento, la columna de migrantes sigue su marcha rumbo a las frontera de los Estados Unidos sin que las autoridades mexicanas o estadounidenses hayan encontrado la forma de convencerlos de desistir de su intento de ingresar ilegalmente a territorio americano.

Aún cuando se resuelva esta crisis por cualquier medio, el problema migratorio en Centroamérica y el Cribe continuará.

La solución definitiva demandaría la aplicación de estrategias integrales en al menos cuatro dimensiones:

-        Acceso acelerado a niveles mínimos de bienestar, comenzando por la seguridad alimentaria y nutricional.
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             Nuevas y mejores oportunidades de empleo e ingresos.
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             Resiliencia a eventos climáticos extremos y adaptación al cambio climático.
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            Fortalecimiento del tejido social y del estado de derecho para terminar con el flagelo del crimen organizado.

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