El bello lago de Ypacaraí es el mayor recurso lacustre
del Paraguay. Sin embargo, la contaminación amenaza con convertirlo en una
inmensa cloaca a cielo abierto.
El bello lago de Ypacaraí es
un tesoro natural del Paraguay y parte del patrimonio de la Humanidad. Tuve
oportunidad de apreciar su belleza en su entera dimensión gracias a la
gentileza del Dr. Francisco Jiménez Duarte, quien además de invitarme como
panelista de su programa “Visión País” para comentar los resultados de los
comicios presidenciales del pasado 22 de abril en Paraguay, me brindó sus
expertos conocimientos como guía de turismo “ad
hoc”.
Francisco Jiménez y su esposa
María Asunción no escatimaron esfuerzos para que mi esposa y yo conocieron la
belleza del Paraguay, la riqueza de su gastronomía y la calidez de su
población.
Sin embargo, al visitar el
lago de Ypacaraí los cuatro no pudimos menos que lamentarnos profundamente al
mensurar el daño que el hombre hace al medio ambiente.
El lado de Ypacaraí constituye
el mayor espejo de agua del Paraguay. Su superficie abarca unos 90 km² que se
extiende por 24 km de Norte a Sur y de 6 km de Este a Oeste. Su escasa
profundidad, unos tres metros en promedio, lo hacen especialmente apto para los
deportes náuticos.
Las aguas que lo forman
provienen de los arroyos Yaguá Resau, Yuquerí, Puente Estrella y Pirayú. A su
vez el lago drena en el río Salado que lleva sus aguas al río Paraguay.
El paisaje que conforma el
lago es muy bello, pues está rodeado de cerros con frondosa vegetación y por
los tres pueblos que se extienden por las elevaciones circundantes.
La región es una zona de gran
valor turístico, especialmente para el turismo interno de los paraguayos. En la
ciudad de Ypacaraí se lleva a cabo cada año, desde 1971, el “Festival del Lago” que congrega a más
de trescientos mil personas.
San Bernardino, por su parte,
es un punto neurálgico del veraneo en Paraguay. Antigua colonia suiza, reúne a
miles de personas en el período de vacaciones. La ciudad mantiene una vibrante
vida nocturna con pubs, discotecas, bares y clubes sociales en funcionamiento.
De día la actividad turística gira en torno a las playas del lago, los clubes
privados, los deportes náuticos y la vida nocturna especialmente de jóvenes y
adolescentes.
La “Casa Hassler” es un espacio cultural de San Bernardino que
funciona todo el año, pero, lógicamente, su mayor actividad en el verano. Los
artistas plásticos y artesanos tienen la oportunidad de exponer sus obras en
este centro, que también es sede de conciertos y encuentros literarios.
Allí tuve la oportunidad de
probar los famosos y deliciosos bollos -popularmente denominados “bolas de fraile”- rellenos de dulce de
guayaba y espolvoreados de azúcar.
Sin embargo, no todo es
belleza natural y escenarios propicios para el turismo. Al visitar el lago
recibe al turista un olor nauseabundo y es posible observar a simple vista la
presencia de partículas negro- verduzcas flotando en las aguas que también
cubren las playas con un residuo negro. Se trata de algas “Cianobacterias microcystis aeroginosa”, comúnmente conocidas como “algas azules o algas tóxicas” por ser
dañinas para el ser humano, tanto por ser agentes cancerígenos, como también
por ser generadoras de hepatotoxinas capaces de provocar hemorragias masivas en
hígado y riñones.
Las aguas contaminadas
provienen de desechos cloacales, industriales, agropecuarias y basurales al
aire libre y convierte a la “Laguna Azul”
en una inmensa cámara séptica a cielo abierto. La vida natural ha desaparecido
casi en su totalidad
La contaminación del lago
afecta a cinco municipios: San Bernardino, Ypacaraí , Areguá, Itaguá y Luque
que carecen de los medios necesarios para revertir esta grave situación que
padecen hace décadas.
Mientras que los sucesivos
gobiernos nacionales han sido indiferentes al deterioro del lago. Se anunciaron
ambiciosos proyectos para solucionar la contaminación de sus aguas, pero, tras
las ceremonias de inauguración de las obras, los trabajos eran pronto
abandonados. Poderosos intereses económicos impiden llegar a una solución y
mantienen el gradual deterioro de este vital recurso lacustre.
Algo, similar a lo que ocurre
en Argentina con la Cuenca del Río Matanza y el Riachuelo convertidos en
cloacas a cielo abierto por los desechos tóxicos arrojados por industrias y
curtiembres, pero también por los basurales y los residuos fecales de los
municipios aledaños.
El Lago de Ypacaraí y el
Riachuelo constituyen claros ejemplos de la destructividad que puede alcanzar
el hombre con décadas de uso desaprensivo del medio ambiente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario