“No
volverán ya los viejos políticos”, con esta frase el presidente ecuatoriano
Lenin Moreno, luego de obtener un claro triunfo por el 70% de los votos en la
consulta popular del domingo, enterró a la “Revolución Ciudadana” de Rafael Correa.
El llamado “Socialismo del Siglo XXI” es una
versión descafeinada y corrupta del régimen castrista de Cuba.
Se instaló inicialmente, en
1999, cuando un militar golpista, el teniente coronel Hugo Chávez Frías, llegó
a la presidencia de Venezuela triunfando en elecciones democráticas.
Una vez en la presidencia,
Hugo Chávez se adueño del poder absoluto, instaurando un régimen populista con
el apoyo de las fuerzas armadas. Para ello modificó la constitución venezolana
ni bien asumió la presidencia para incrementar los poderes presidenciales e
instaurar la reelección presidencial indefinida.
Luego, aprovechando la bonanza
generada por los altos precios del barril de petróleo, comenzó a perseguir a
disidentes y opositores, al tiempo que construía una aureola de líder
revolucionario con un acercamiento al régimen de Cuba y financiando a cuanto
grupo o partido de izquierda peregrinaba hasta Caracas para rendir la consabida
pleitesía.
Pronto, el ejemplo de Chávez
sirvió de inspiración a otros políticos populistas latinoamericanos deseosos
también de perpetuarse en sus cargos.
En esta línea se inscribieron
especialmente los Kirchner, Néstor y Cristina en Argentina que se mantuvieron
en el poder entre 2003 y 2015.
Evo Morales, que gobierna en
Bolivia desde comienzos de 2006, logró que el Tribunal Constitucional
Plurinacional lo habilite para la reelección presidencial indefinida, y
pretende postularse ilegalmente para un nuevo periodo presidencial en 2019.
También el sandinista Daniel
Ortega, después de haber gobernado dictatorialmente su país entre 1979 y 1990,
ha conseguido instalarse sólidamente en el gobierno de Nicaragua, desde 2007,
con el apoyo de Cuba y Venezuela. Ortega ha reformado la constitución de su
país para habilitarse la reelección presidencial indefinida.
En alguna medida Luis Inacio “Lula” da Silva, que gobernó Brasil
entre 2003 y 2010, se inscribía en la misma línea ideológica, aunque no llegó a
los excesos cometidos por Chávez y su heredero Nicolás Maduro.
Por último, estaba la “Revolución Ciudadana”, versión
ecuatoriana del “socialismo del siglo XXI”, creada por Rafael Correa para
perpetuarse en el gobierno de Ecuador. Después de dos periodos presidenciales,
el 3 de diciembre de 2015, a través de una enmienda votada por la Asamblea
Nacional, Correa modificó la constitución para permitir la reelección indefinida
para los cargos electivos -incluso la posición de presidente de la Nación- pero
la misma sólo regiría a partir del siguiente período presidencial.
Por lo tanto, Rafael Correa se
vio impedido de presentar candidatura en 2015, debió delegar el cargo en un “heredero” político que le “guardara” el cargo hasta la siguiente
elección en 2021.
Su preferido era el vicepresidente
Jorge Glas, pero este no era nada popular y arrastraba serios cuestionamientos
por hechos de corrupción. Entonces, Correa se vio forzado a apoyar la
candidatura de su antiguo vicepresidente, el empresario Lenin Moreno.
Moreno se impuso en las
elecciones y se convirtió en presidente. Pero, desde un primer momento el nuevo
mandatario ecuatoriano buscó diferenciarse de su predecesor y mentor político,
dejando en claro que no era un simple títere de Correa. Comenzó cesando el
enfrentamiento que el ex presidente mantenía con la prensa independiente, los
líderes empresariales y las organizaciones indigenistas.
Las diferencias pronto se
convirtieron en abiertas acusaciones de traición, cuando el nuevo presidente
denunció la situación económica heredada y manifestó la voluntad de permitir a
la justicia investigar los hechos de corrupción ocurridos durante los gobiernos
de Correa.
La confrontación se hizo
abierta cuando el vicepresidente Jorge Glas fue procesado, juzgado y condenado
a seis años de cárcel por actos de corrupción vinculados con el affaire de la
empresa constructora brasileña Odebrecht.
Correa consideró la condena de
Glas como una declaración de guerra sin cuartel y pretendió expulsar al
presidente del partido oficialista “Alianza
País”. Pero terminó alejándose del partido que lo llevó dos veces a la
presidencia para crear un nuevo nucleamiento denominado “Movimiento Revolución Ciudadana”.
Moreno replicó impulsando una
consulta popular de siete preguntas sobre: la reelección indefinida, el Consejo
de Participación, la ley de Plusvalía, la protección de la naturaleza, la
minería, la prescripción de los delitos sexuales contra los menores.
El domingo 4 de febrero, trece
millones de ecuatorianos concurrieron a las urnas para decidir sobre esas
cuestiones, pero teniendo muy en claro que estaban eligiendo entre Correa y Moreno.
Lenin Moreno logró establecer una alianza con todos los sectores moderados y
movilizar el voto anticorreísta. La estrategia del presidente fue exitosa, obtuvo
el 70% de respaldo a sus propuestas.
El resultado electoral del
domingo marcó también el fin de la “Revolución
Ciudadana” en Ecuador.
Para colmo de males, Rafael
Correa deberá concurrir a la Fiscalía para responder sobre algunas irregularidades
detectadas en las exportaciones de petróleo a China y Tailandia.
Correa ha comenzado a recorrer
el mismo camino que Lula da Silva, condenado a nueve años y medio de cárcel por
corrupción y Cristina Fernández de Kirchner, con varios procesamientos por
hechos de corrupción cometidos durante sus gobiernos, y en libertad solo por que
posee fueros como senadora.
Son malos tiempos para los
populistas latinoamericanos, incluso Raúl Castro parece a punto de dejar el
poder, sólo resisten Nicolás Maduro, Daniel Ortega y Evo Morales.
El expresidente peruano Ollanta
Humala y su esposa están en la cárcel, el ex presidente Alejandro Toledo exilado
con pedido de captura, Lula Da Silva condenado a nueve años, el ex presidente ecuatoriano
Jorge Glas condenado a seis años, el ex vicepresidente argentino Amado Boudou
con prisión domiciliaria y Cristina Fernández de Kirchner procesada a punto de
ir a juicio.
Todo indica que el llamado “Socialismo del Siglo XXI” ha entrado en
un ocaso definitivo en América Latina.
No hay comentarios:
Publicar un comentario