Los
recientes hechos de violencia que sacuden al mundo, ponen en evidencia de que
ha estallado una nueva contienda bélica de alcance global y características
innovadoras.
LAS
GUERRAS ANTERIORES
Los estudiosos de la guerra
suelen señalar que una nueva guerra siempre se piensa como una continuación de
la guerra anterior. Por lo tanto, para cuando los estrategas descubren que
están frente a un fenómeno distinto, suele ser muy tarde.
Siguiendo con este
razonamiento, una nueva guerra mundial se presentaría de una forma muy distinta
a la que asumió la Gran Guerra (1914 – 1918) o la Segunda Guerra Mundial (1939
– 1940).
Incluso tendría
características muy diversas de las que presentó la Guerra Fría que las
sucedió. Podemos considerar que este último conflicto se inició oficialmente
cuando Winston Churchill, el 5 de marzo de 1946, pronunció su discurso “Los pilares de la paz”. Discurso que la
historia recuerda por su referencia al “telón
de acero”. En esa ocasión el estadista inglés agradecía su investidura como
doctor honoris causa.
Como fecha de finalización
podemos tomar la “Caída del Muro de
Berlín” (Muro de Protección
Antifascista o Muro de la Vergüenza,
según a cada uno de los bloques enfrentados), ocurrida el 9 de noviembre de
1989.
Este conflicto no se presentó
como una guerra convencional (si es que puede haber algún tipo de
convencionalismo cuando de guerra se trata) sino que se desarrolló a través de
una serie ininterrumpida de “guerras por
procuración”, bloqueos militares, presiones diplomáticas y económicas,
embargos comerciales, guerras de inteligencia, golpes de Estado y toda otra
forma violenta en que un Estado puede imponer su voluntad a otro.
Ahora bien, cabría
preguntarnos si el fin de la Guerra Fría fue seguido por un periodo de paz. Evidentemente
no fue así. Quizás, Francis Fukuyama se apresuró al anunciar que había llegado “el fin de la historia” o el presidente
George Bush al proclamar que había nacido un “nuevo orden mundial”.
Lo cierto es que el orden
mundial de la posguerra fría no fue menos violento que el precedente. Los
conflictos bélicos, tanto inter como intraestatales, siguieron multiplicándose
y cobrando la vida de miles de personas, especialmente en la región de Medio
Oriente.
UN
NUEVO INCENDIO
No obstante, la conflictividad
global entro en una nueva fase, el 17 de diciembre de 2010, cuando Mohamed
Bouazazi decidió inmolarse en una calle de Túnez para protestar contra el
injusto régimen de Zine el Abidine Ben Alí. Había estallado la “Primavera Árabe”.
Las llamas que abrazaron el
cuerpo de Bouazizi quemaron también el sistema político que sostenía la
estabilidad de la mayoría de los gobiernos del Norte de África y Medio Oriente.
Entonces se sumaron al
conflicto las potencias occidentales, Rusia y Turquía. La intervención internacional
con tropas y bombardeos en defensa de sus intereses geopolíticos termino de
conformar la tormenta perfecta.
Las chispas de ese incendio no
se detuvieron allí. Focos de este siniestro comenzaron conmocionando a toda
Europa. Hoy ese fuego se ha propagado por África y amenaza incluso al
continente americano.
Los ataques de terroristas
suicidas –actuando como “lobos
solitarios”- se suceden en forma continua en países tan diversos como
Francia, Bélgica, Israel, España, los Estados Unidos, Afganistán o Turquía.
Entonces la réplica del mundo
desarrollado no se hace esperar y llega en forma de más tropas, bombardeos aéreos
e incursiones de drones asesinos.
En ocasiones los atentados son
frustrados poco antes de que se lleven a cabo. Como la red yihadista
recientemente desarticulada en Brasil. No siempre las fuerzas de seguridad son
tan afortunadas.
Los métodos terroristas
cambian continuamente. Se iniciaron con atentados explosivos llevados a cabo
por atacantes suicidas. Luego llegaron los tiroteos indiscriminados y hoy los
terroristas pueden emplear cualquier medio para volcar su odio desde un hacha
hasta un inmenso camión fuera de control.
También se modifican en forma
constante los blancos elegidos. Ellos varían desde un aeropuerto rebosante de
viajeros, a una iglesia en pueblo alejado de la campiña francesa. Sin olvidar
todo tipo de espectáculo público que congregue a un gran número de potenciales
víctimas.
Los terroristas no discriminan
ni perdonan a nadie. Tanto cristianos como judíos y aún los mismos musulmanes
de otra confesión o más moderados terminan siendo víctimas del fanatismo
religioso.
Pese a que las víctimas se
multiplican ninguno de los bandos muestra voluntad de ceder.
EL
MUNDO EN GUERRA
Mientras que en algunos países
del Norte de África y Medio Oriente cunde la anarquía y sus ciudades, convertidas
en campos de combate, quedan prácticamente reducidas a escombros, en todas las naciones
occidentales las sociedades se militarizan aceleradamente restringiendo las
libertades de sus ciudadanos. Nos hemos convertidos todos en sospechosos.
Estamos bajo vigilancia y casi en libertad condicional.
Pero aún falta más. Olas de
inmigrantes provenientes de las zonas focales en conflicto se agolpan en las
fronteras de los países occidentales poniendo a prueba a sus instituciones.
Lo más grave es que algunos de
estos inmigrantes son portadores de infección yihadista y la difunden allí
donde se establecen.
Además, las propuestas
radicales, ahora difundidas a través de las redes sociales, siempre encuentran
algún individuo descontento, un solitario o algún sujeto mentalmente inestable
a quien seducir con sus cantos de sirena.
Es así como, por efecto
colateral, por Occidente se expande la xenofobia, el racismo, la islamofobia y
la paranoia colectiva.
El temor a este enemigo
esbozado, que ataca de cualquier forma, en cualquier lugar y en cualquier
momento, es el terreno fértil en que prosperan las más insólitas propuestas fascistas
y los líderes extremos que saben sacar buen provecho de los miedos colectivos.
Quién pude negar en tal contexto
global de violencia que el mundo no está viviendo una nueva guerra mundial.
Una guerra en que los bandos
no resultan suficientemente claros. Tampoco existe certeza de cómo se definirá
la contienda y mucho menos quién resultará triunfador.
Mientras tanto la gente sigue
padeciendo el horror de la violencia injustificada y los gobiernos se muestran
impotentes sin saber cómo enfrentarla con eficacia.
Algo es seguro en este nuevo
tipo de guerra mundial de alguna manera todos somos combatientes y el campo de
batalla está en las calles de nuestras ciudades.
Lo sepa o no, lo acepte o no, amigo
lector usted ha sido llamado a filas para combatir en la tercera guerra
mundial.
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