LA
TENTACIÓN DEMAGOGICA
En la política, el
oportunismo, la demagogia y el populismo son siempre condenables. Pero son
mucho más repudiables cuando estos comportamientos son llevados a cabo por un
funcionario diplomático internacional de quien se espera objetividad e
imparcialidad en sus declaraciones y realizaciones.
Es por ello que las recientes
declaraciones del Secretario General de la Organización de Naciones Unidas, el
coreano Ban Ki-moon, resultan por demás sorprendentes y poco profesionales.
Tras nueve años de una más que
mediocre gestión al frente del organismo internacional, donde no puede exhibir
ningún logro trascendente, Ban Ki-moon pretende despedirse con un golpe de
efecto a expensas de Marruecos.
Lo cierto es que, Ban Ki-moon
no puso fin a ningún conflicto, no evito ninguna de las numerosas guerras y
crisis internacionales que proliferaron en el mundo durante los años de su
mandato.
INEPTITUD
EN EL CONFLICTO DEL SÁHARA
Tampoco el Secretario General
de la ONU aporto ninguna solución al Conflicto del Sáhara, ni se preocupó
demasiado por la calidad de vida de los ciudadanos marroquíes retenidos
ilegalmente en los campos de concentración administrados por el Frente Polisario
en Argelia.
Ahora, cuando su mandato
finaliza, Ban Ki-moon intenta ser recordado como un defensor de los saharauis
cuando, en realidad, él ha sido responsable por no haber implementado ninguna
estrategia para solucionar el diferendo que contemple un reconocimiento a los
intereses de ambas partes.
Ban Ki-moon tampoco ha hecho
nada para aplicar la única propuesta realista de solución al problema, la “Iniciativa para la negociación de un
Estatuto de Autonomía para la Región del Sáhara”, presentada por el Reino
de Marruecos, en abril de 2007.
En más de nueve años de
mandato, Ban Ki-moon no fue capaz de sentar a ambas partes en una mesa de
negociación para solucionar el diferendo.
Pero, pretende despedirse con
una visita turística seguida de declaraciones complacientes en favor del Frente
Polisario, para beneficiarse del apoyo que le dará el gran aparato de
propaganda que han organizado los dirigentes polisarios con el apoyo de Argelia
y otros compañeros de ruta.
Anteriormente, el Secretario
General de la Organización de Naciones Unidas había evidenciado su parcialidad
ofendiendo a Marruecos con su insistencia en mantener como su enviado personal
para el Conflicto del Sáhara, al diplomático estadounidense Christopher Ross,
conocido por su defensa de las posiciones pro polisario, a quién Rabat “retiró” su confianza, en 2012, e
impidió desde entonces ingresar al territorio marroquí.
UNA
CUOTA DE HIPOCRECÍA
Habría que preguntarle al
señor Ban Ki-moon porqué, si le parece “realmente
triste ver la situación” en que vive la población de los campamentos, que
ha hecho la ONU en la última década para mejorar las condiciones de vida de esa
gente.
Es innegable que la ONU ha
sido incapaz de determinar cuál es la población que realmente vive en los
campamentos ni les ha suministrado documentación para identificarse. Tampoco ha
podido evitar el robo sistemático de la ayuda humanitaria por parte de los
dirigentes del Polisario y los funcionarios argelinos o de impedir las
actividades criminales que desde esos campamentos se planifican y organizan
para asolar a toda la región sáharo-sáheliana.
En realidad, al único que
realmente le importa el Sáhara, lo que allí ocurre y la suerte de la gente que
vive en sus arenas es a Marruecos que invertido durante décadas millones y
millones de dólares para desarrollar a sus provincias del Sur y dar a sus
ciudadanos una vida con dignidad.
Es muy cómodo, y a vez
injusto, hacer un viaje de turismo por el Sáhara y luego realizar declaraciones
conflictivas que solo sirven para herir y ofender a treinta y tres millones de
marroquíes y a mantener vivos los antagonismos en el Magreb.
Es por ello, que el pueblo
marroquí, con su Rey al frente, ha demostrado al mundo su repudio a las
irresponsables declaraciones de Ban Ki-moon y su irrenunciable defensa de la
integridad territorial de Marruecos, en una histórica manifestación
multitudinaria que recorrió las calles de Rabat y otras ciudades, organizada
por los partidos políticos, los sindicatos y otras organizaciones de la
sociedad civil.
Podemos concluir que, la
actitud y las declaraciones de un diplomático internacional de la jerarquía de
Ban Ki-moon constituyen una inaceptable intromisión en los asuntos internos de
un Estado miembro de la Organización de Naciones Unidas, y más aún, un claro
ataque a su soberanía e integridad territorial.
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