El resultado electoral del pasado domingo 25 de
octubre más que consagrar el pírrico triunfo del candidato oficial, Daniel
Scioli, o la derrota con gusto a triunfo del opositor Mauricio Macri marca el fin
de una época.
El 65% del electorado expresó el hartazgo del
electorado con el gobierno de Cristina Kirchner y el agotamiento del tan
mentado modelo productivo de matriz
diversificada con inclusión social, que no ha desarrollado nada ni parece haber
incluido realmente a nadie.
El resultado de los comicios deja algunas reflexiones
importantes. En primer término resultó una falacia la afirmación de que una larga
década de kirchnerismo y de adoctrinamiento seudochavista
habían provocado un desplazamiento irreversible del electorado argentino hacia
posiciones de izquierda.
Tampoco era cierto que la gente se encontrara
anestesiada por los planes sociales y la financiación en doce cuotas de los
gastos con tarjetas de crédito y que le fuera indiferente el enriquecimiento
descarado de los funcionarios públicos, la corrupción e impunidad de los
políticos oficialistas y el avance del narcotráfico en el país.
El electorado mostró su hartazgo ante los reiterados
monólogos y el histrionismo presidencial en las innumerables cadenas
nacionales, el descaro del Jefe de Gabinete afirmando que Argentina tiene menos
pobres que Alemania, las estadísticas adulteradas del INDEC, la soberbia de la militancia
prevendataria de La Campora y el
nepotismo descarado.
Finalmente, la opinión pública mostró su rechazo al
creciente culto a la personalidad y la obsecuencia almibarada de los corifeos
del Gobierno que, a través de programas
como 6, 7, 8; los foros de autoproclamados intelectuales como Carta Abierta, los sermones radiales de
Víctor Hugo Morales y los comentarios destemplados de Estela de Carlotto,
dictar cátedra de moral.
También agotó la verborragia de personajes oportunistas
que destinan continuamente sobre la sociedad un odio sin sentido, como el pro
iraní Luis D´Elia o la esperpéntica Hebe de Bonafini.
Los argentinos rechazaron también la idea de un país
aislado internacionalmente, que parece haberse caído del mundo, solo vinculado
con los estados y personajes que son auténticos parias en el sistema
internacional.
Finalmente, el pueblo pareció decir basta a un régimen
corrupto que amparándose en un supuesto progresismo se apropió del Estado para
el beneficio y la impunidad de unos pocos que explotan las urgencias de los más
necesitados para perpetuarse en el poder mientras intentan tergiversar la
historia y hasta desvirtuar la misma defensa de los derechos humanos
involucrando a sus organizaciones en estafas inmobiliarias.
El domingo estalló en pedazos la creencia de que el
aparato clientelar y de fraude electoral montado por los intendentes
bonaerenses no podía ser derrotado. Los principales barones del conurbano
perdieron sus cargos y la oposición se impuso en 64 de las 135 intendencias
permitiendo que, después de 24 años de gobierno ininterrumpido del peronismo,
una mujer no peronista ocupara el sitial de Dardo Rocha en la ciudad de La
Plata.
Los resultados de los comicios fueron también un
llamado de atención para el peronismo que gobernó durante 24 años y medio de
los treinta y dos que tiene la actual etapa democrática. Durante esos años, el
peronismo se mostró incapaz de aportar soluciones de fondo para las principales
carencias económicas y sociales que sufre un tercio de la población argentina
ni encontrar la forma de encauzar a la tambaleante economía del país.
Lo cierto es que el electorado parece haberle retirado
su confianza al gobierno y al peronismo y apostado por una renovación de los
elencos gubernamentales buscando mayor eficacia en la gestión, un claro
espíritu republicano y nuevas ideas.
Por último, Mauricio Macri demostró que era posible
crear un nuevo partido político y gestar una renovación de la clase política
desde cero, sin apelar a un desgajamiento del radicalismo o el peronismo y
competir con éxito frente a los partidos históricos.
Aunque no todo está dicho, aún falta definir quién
presidirá al país en los próximos cuatro años, en una reñida segunda vuelta
electoral.
No obstante, debemos señalar que los recientes
comicios han arrojado un escenario político muy similar al de la elección
presidencial de 2003, donde el ganador se impuso por muy escaso margen sin
posibilidad en la segunda vuelta de sumar el apoyo de sectores sustanciales del
electorado. En tanto que el candidato situado en segundo lugar, era derrotado
por muy pocos votos, si se encuentra en capacidad de consistar el apoyo de los
votantes que eligieron a otros candidatos en la primera ronda electoral.
Por lo tanto, no es demasiado aventurado el esperar
que Daniel Scioli finalmente realice un acto de realismo político y resigne una
candidatura sin reales posibilidades y les ahorre a los argentinos el costo de
una nueva elección que ratifique lo ya decidido.
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