UNA
CONTINUA CRISIS DE GOBERNABILIDAD
En los últimos cuatro años, Egipto ha sufrido una
seria y continuada crisis de gobernabilidad. Una crisis caracterizada por dos golpes
de Estado, violentas manifestaciones (que produjeron dos mil víctimas fatales),
cuatro presidentes alternándose en el poder (Mubarak, Tantawi, Morsi y
al-Sisi), proscripciones y elecciones sospechosas seguidas de juicios aún más
sospechosos.
No obstante, tal como se verá todas estas convulsiones
y muertes han producido pocos cambios reales en un país donde impera el
autoritarismo conservador y la democracia tienes tan solo valor simbólico.
La Primavera Árabe barrió con el régimen autoritario del general Hosni Mubarak
quien había retenido el poder por más de treinta años. Dos semanas de
manifestaciones que dejaron centenares de víctimas fueron suficientes para
acabar con el orden conservador establecido por el anciano dictador en base al
apoyo de las fuerzas armadas. El foco principal y permanente de la rebelión fue
la famosa y representativa “Midan Tahrir”
-Plaza de la Liberación-, en el centro de El Cairo, donde se congregaban a
diario varios cientos de miles de manifestantes al grito de “Pan, libertad y justicia social”.
El 11 de febrero de
2011, el Consejo Supremo de las Fuerzas Armadas asumió el poder para “asegurar”
que el país se encaminara hacia un nuevo gobierno más democrático. En
cumplimiento de este mandato, el 23 de mayo de 2012, se celebraron elecciones
libres en las cuales se presentaron 23 candidaturas presidenciales y en las que
resultó triunfador un islamista moderado Mohamed Morsi, en representación del
pequeño partido “Libertad y Justicia”. El triunfo de Morsi se debió al apoyo de
la Hermandad Musulmana.
La Hermandad Musulmana
(Dschamaat al-ichwan al-muslimin) es
un partido religioso fundado, en 1928, por un maestro de escuela llamado Hassan
al-Banna, este partido, bajo la consigna de “El Islam es la solución”,
postulaba un retorno a los valores tradicionales del islamismo y un rechazo a
las ideologías occidentales –en especial a las influencias del marxismo ateo- a
quienes consideraba ajenas a la esencia de los pueblos musulmanes. Desde su
fundación, la Hermandad ha pasado por largos periodos de proscripción y
persecución, también se la ha vinculado a diversos hechos de violencia, como el
asesinato del presidente Anward al-Sadat, el 6 de octubre de 1981.
GOLPE DE ESTADO
Pero la primera
experiencia de gobierno democrático en 5.000 años de historia egipcia no estaba
destinado a durar mucho. El 3 de julio de 2013, las fuerzas armadas llevaron a
cabo un nuevo golpe de Estado. Paradójicamente, ni la Organización de las
Naciones Unidas, ni los Estados Unidos o la OTAN condenaron la asonada militar
y el premio Nobel de la Paz, Mohamed el Baradei, apoyó explícitamente el golpe.
Tras el derrocamiento
de Morsi, la presidencia de facto del país fue asumida por el ministro de Defensa
del gobierno depuesto, general Abdel Fatah al-Sisi.
Después del
derrocamiento del gobierno del islamista Morsi, policías y soldados que
respondían al gobierno de facto lanzaron una dura represión de elementos
islamistas, abatieron a 1.400 manifestantes y encarcelaron a unos 15.000
miembros de la Hermandad Musulmana. Centenares de dirigentes islamistas,
incluido el guía supremo de la Hermandad, Mohamed Badie, fueron condenados a
muerte en procesos en masa expeditivos que la ONU calificó de “sin precedentes en la historia reciente”.
La
organización fue ilegalizada por la Justicia por “usar sus instalaciones para almacenar explosivos” y constituir una
amenaza a la unidad y seguridad nacionales. Asimismo se confiscaron todos sus
bienes, y se disolvieron sus organizaciones asociadas.
La
Hermandad Musulmana, al haber sido descabezada, no fue capaz de volver a
organizar grandes protestas, pero la violencia siguió, especialmente
contra los cristianos, a los que acusaron de respaldar el golpe de Estado.
Muchos miembros de la comunidad copta
fueron asesinados, y solamente durante la primera quincena de agosto de 2014,
se habrían quemado 49 iglesias y otros tantos centros cristianos, según el
Obispado de Giza.
EL NUEVO AUTORITARISMO
En
mayo de 2014, el general Abdel Fatah al-Sisi se convirtió en presidente
constitucional en unas discutidas elecciones en que participó el 47% de los
votantes inscriptos en el padrón electoral y en las cuales el candidato oficial
se impuso por el 97% de los votos emitidos.
Al-Sisi
es un militar nacido en Gamaliya, un barrio popular de la capital egipcia. Los
analistas lo consideran un musulmán devoto y, al mismo tiempo, un dirigente
pragmático. De sus discursos emotivos, realizados en árabe coloquial y su
estilo paternalista y autoritario se deduce una visión de la sociedad
eminentemente conservadora, no muy diferente de la imperaba en tiempos de
Mubarak.
En
un claro ejemplo, del rumbo que está tomando la política egipcia bajo la
conducción de al-Sisi, en noviembre de 2014, un tribunal exoneró al ex dictador
Hosni Mubarak de toda responsabilidad por la muerte de cientos de manifestantes
durante los sucesos de enero y febrero de 2011. El ex dictador había sido
anteriormente condenado a cadena perpetua por estos mismos cargos en 2012, pero
un tribunal de casación declaró nulo el proceso y ordenó su repetición. En el
mismo proceso, Mubarak –así como sus dos hijos Gamal y Alá, y el financista
Hussein Salem- también fue exculpado de los cargos de corrupción y enriquecimiento
ilícito a través del acuerdo de exportación de gas a Israel a un precio
inferior al del mercado internacional.
Tras
la sesión, el veterano general, de 86 años de edad, fue trasladado de nuevo en
helicóptero a una clínica militar del barrio cairota de Maadi. Debido a su
estado de salud supuestamente delicado, allí cumple una condena de tres años de
prisión por malversación de fondos públicos. Sin embargo, las autoridades no
impidieron que el ex “rais” se acercara a una ventana para saludar a docenas de
seguidores congregados ante el hospital, ni tampoco que concediera una
entrevista telefónica a una televisora egipcia.
En contrapartida, el 22 de abril de este año, el ex
presidente Mohamed Morsi y doce miembros de la Hermandad Musulmana fueron condenados
a veinte años de prisión por su responsabilidad en los hechos de violencia,
secuestro y tortura vinculados con la muerte de manifestantes durante las
protestas contra su gobierno en 2012.
Al parecer, Egipto ha efectuado un giro de trescientos
sesenta grados pasando del autoritarismo militarista del general Hosni Mubarak
al autoritarismo militarista del general Abdel Fatah al´Sisi un presidente que
no duda en afirmar que su país no está preparado para un sistema realmente
democrático y que necesitará “al menos de 25 años”, opinión compartida por Mubarak
y el resto de los autócratas egipcios.
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