miércoles, 15 de abril de 2015

EL PETRÓLEO CREA PROBLEMAS EN ARGELIA


EL AGOTAMIENTO DE UN LIDERAZGO ENVEJECIDO
En el Norte de África, Argelia, el segundo país más extenso del continente, se enfrenta con un cuadro socioeconómico complejo. El liderazgo gerontocrático del presidente Abdelaziz Buteflika, interpreta al mundo con una visión propia de los tiempos de la Guerra Fría –Argelia es gobernada aún por la generación que se forjó en la lucha anticolonial de la década de 1960-.
Esto impide al gobierno argelino encontrar una estrategia adecuada para amortiguar el impacto que han tenido sobre su economía el descenso de más de un 60% en el precio internacional del petróleo.
La economía argelina depende en gran medida del sector de los hidrocarburos, que contribuye con un 26,2% en el PBI y cuyas ventas constituyen el 97% del total de sus exportaciones, es por ello que Buteflika advirtió recientemente en el consejo ministerial que la crisis actual provocada por el descenso del precio del petróleo es “grave, con perspectivas imprevisibles a corto plazo”.
La crisis económica ha llevado al gobierno de Argel a implementar un fuerte ajuste presupuestario reduciendo las inversiones públicas y efectuando otros recortes en los gastos de funcionamiento de la administración pública, en especial congelando las contrataciones de personal por el resto del 2015.
En este país, donde las industrias son escasas e impera la pobreza y la desocupación, la función pública, permite absorber un gran número de desempleados, especialmente en las ciudades meridionales del país donde, pese a estar prohibidas, son recurrentes las manifestaciones y protestas sociales para reclamar trabajo y vivienda.
LA GOBERNABILIDAD PUESTA A PRUEBA
Además, la gobernabilidad de Argelia se ve puesta a prueba por otros problemas económicos de carácter estructural. La sobre explotación está llevando al agotamiento de sus yacimientos de hidrocarburos convencionales y, al mismo tiempos, los ambientalistas se resisten violentamente al empleo de técnicas de fracking en la explotación del gas de esquisto –shale-.
Argelia posee las terceras mayores reservas mundiales de shale, después de China y Argentina, con 700 millones de pies cúbicos de gas distribuidos en seis yacimientos. El problema reside en que la explotación de los yacimientos de gas de esquisto, en la región de In Salá, en el desierto del Sáhara, al sur del país, demanda por parte de Argelia una inversión de 70.000 millones de dólares y consumiría enormes recursos hídricos –muy escasos en el país- a riesgo de contaminar irreparablemente el frágil sistema de acuíferos subterráneos que comparte con Túnez y Libia, destruyendo la frágil agricultura del norte del continente.
Además, el gobierno argelino debe hacer frente a la permanente actividad de los grupos islamistas y controlar extensas y porosas fronteras con países inestables como Libia, Malí, Mauritania, etc.
Para colmo, el empeño de Argel en mantener su rivalidad con Marruecos, financiando y apoyando políticamente a los separatistas del Frente Polisario, complican el panorama regional.
Argel también mantiene, desde 1994, cerrada la frontera común de 1.559 kilómetros de largo que constituye la frontera cerrada más extensa del mundo. Aún entre las dos Coreas, teóricamente en guerra, circulan trenes de mercancías y sólo otras dos fronteras –las que separan a Armenia de Turquía y Azerbaiyán- son tan infranqueables como la que divide a Marruecos de Argelia.
La política seguida por Argelia con respecto a Marruecos alimenta las tensiones, genera carreras armamentistas e impide a toda la región del Magreb avanzar en la cooperación y complementación económica una alternativa vital en épocas de crisis.


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