COMENTARIO SOBRE “GEOPOLÍTICA DEL
SÁHARA-SÁHEL” DEL PROFESOR ADALBERTO AGOZINO
Columnista
Invitado: Embajador Juan José Santander
Consejo Argentino
para las Relaciones Internacionales
Bs. As. 4 de diciembre
de 2013
Considero que el
mérito principal de este libro es su actualidad. Efectivamente, el autor ha
tomado en consideración para su análisis noticias del presente año, lo que le
confiere a sus reflexiones una inmediatez y actualidad no frecuentes en este
tipo de elaboraciones.
Más allá de ello, el
área de que se ocupa, esa banda que atraviesa el territorio del continente
africano del Atlántico al Cuerno de África, además de todas las consideraciones
y ponderaciones que sus circunstancias merecen en razón del alcance que sus
repercusiones e implicancias tienen o pueden llegar a tener para el mundo en su
totalidad, es la vastedad de su extensión.
Para ilustrarlo de
manera directa, esos más de doce millones de kilómetros cuadrados que abarcan
el Sáhara y el Sáhel en su conjunto, equivalen a alrededor de cuatro veces la
superficie de la India, o poco más de cuatro la de Argentina. Tres cuartos corresponderían
grosso modo al Sáhara y un cuarto al Sáhel.
Esas circunstancias a
las que nos referimos asumen dos aspectos, unos permanentes y otros por los que
atraviesa el área en este momento de nuestra historia.
Entre los permanentes
cabe destacar sin duda los recursos naturales, todos de importancia estratégica
pero algunos de ellos, como el uranio o el petróleo, de singular incidencia en
la actualidad, impulsada por los intereses de las potencias, grandes y
medianas.
También la situación
geopolítica de una franja continental que une el Atlántico con el Golfo Arábigo
y los confines del Índico, que está subploblada y cuyo territorio ha sido y es,
por la falta de poder efectivo de control por parte de los Estados que la
comprenden y sus adyacentes, paso franco para cualesquiera tráficos o
desplazamientos, tanto de poblaciones como de grupos con propósitos
específicos.
Estimo que
discriminar la legalidad o ilegalidad de esos movimientos carecería de sentido
para sus protagonistas, y del punto de vista de las autoridades nominalmente
responsables, de eficacia en sus resultados, en caso que tuvieran la voluntad
de actuar contra ellos, en función de sus capacidades reales.
Derivado de ello,
naturalmente desembocamos en las circunstancias que al presente afectan ese
territorio: el terrorismo y los tráficos de armas, drogas y personas, a menudo
íntima e inextricablemente ligados.
El Profesor Agozino
pone especial énfasis en el sector occidental de esta franja, donde persiste
uno de los conflictos originados en el proceso de descolonización emprendido a
partir de la segunda post guerra y continuado a través de la llamada ‘guerra
fría’, que asumió consecuencias particulares para el África, dado el impacto
que en este continente habían tenido previamente las ambiciones y el accionar
de las potencias europeas, de manera singular a partir del Congreso de Berlín
en los años ’80 del siglo XIX.
Nos referimos a la
cuestión del Sáhara Occidental, uno de los últimos en ser liberados por la
potencia colonial, en este caso España.
El Profesor Agozino
expone con claridad y sólidos argumentos no sólo esa situación sino también los
riesgos que su persistencia implica, particularmente por su ubicación
geoestratégica en una de las puntas de esta banda territorial potencial y actualmente
de suyo conflictiva, y que ha mostrado hasta el presente ser incontrolable.
La obra expone, por
lo demás, la incidencia de otros conflictos, que podríamos aventurarnos a
calificar de endémicos, arraigados en diferencias étnicas, históricas, culturales,
religiosas y de recursos económicos, que tiñen en mayor o menor medida a todos
y cada uno de los Estados que componen el conjunto que nos ocupa.
Cada país –conviene señalar
que aunque se trate de entidades cuya historia se pierda en el tiempo, su independencia
actual formal y efectiva data de décadas solamente,- o cada gobernante, ha
tratado con mayor o menor éxito de conciliar esas diferencias e integrar sus
poblaciones y territorios.
Algunos, como Mali o
Somalia –sin aspirar a una nómina excluyente-, se debaten hoy día en
situaciones que por su gravedad han dado lugar a intervenciones foráneas, a
menudo por potencias que buscan preservar sus intereses más que atender a
necesidades humanitarias, o incluso masacres y desastres.
En todo caso, esas
intervenciones, más allá de sus siempre azarosos resultados finales y
colaterales, nos plantean el dilema que implica decidir por otros su destino.
Sea esto dicho con toda consideración y respeto por los buenos deseos y
aspiraciones de quienes las promueven aduciendo esa asistencia humanitaria como
propósito.
En cuanto a acciones
recientes de los gobiernos en el área, el caso del Reino de Marruecos merece
destacarse por su gestión de dos circunstancias potencialmente conflictivas y delicadas:
la de las normas sociales desde el punto de vista del Islam y la de la
diversidad de orígenes bereberes o árabes entre su población, incluída la
lingüística y cultural.
En el primero de
estos casos, la reforma de la Mudáuana, o Código de Familia, instaurada a
comienzos de su reinado por el actual monarca, Mohammad VI, continuando
iniciativas de su predecesor, Hassán II, tiene la peculiaridad de que cada una
de las modificaciones o precisiones es introducida por una cita del Qurán Al
Karim o de la Sunna -conjunto de tradiciones-, que la justifica, sustenta y
fundamenta.
Ello ha permitido su recepción
favorable y su aceptación por la sociedad, mayoritariamente musulmana.
En el segundo caso,
la cuestión bereber o, más propiamente, amazigh, que es el nombre que este
conjunto humano se da a sí mismo, ha sido abocada reconociendo estatus oficial
a su lengua, adoptando un alfabeto para su escritura y disponiendo su
aprendizaje a partir de la enseñanza primaria en las regiones del Reino donde
esta lengua es de uso corriente o principal, asumiendo el carácter de lengua
materna.
Éstas, entre otras
medidas, además de preservar un bien cultural que integra el acervo marroquí,
han sin duda contribuido a integrar armoniosamente a grupos cuyas diferencias
constituyen rasgos históricos de su propia identidad.
Me permito, yendo más
allá del tema específico de la obra de Agozino, citar estos ejemplos de los que
he tenido el privilegio de ser testigo presencial sirviendo como diplomático
argentino en Marruecos entre 1998 y 2006, y lo hago en función de ofrecer
alternativas de futuro para otros países de los que integran el Sáhara-Sáhel y
que, como mencionábamos hace un momento, hallan serias dificultades de
integración, estabilidad y progreso.
Pienso que la validez
de estos ejemplos está ínsita en el hecho de que ambos constituyen propuestas
de solución para problemas propios elaboradas por las mismas sociedades que los
enfrentan y, en este sentido, precisamente, aparecen como opuestas y distintas
de las intervenciones foráneas referidas.
Los riesgos para la
paz mundial de la situación en el Sáhara-Sáhel son múltiples.
Uno de los ejemplos
palmarios lo configura la gravedad que han venido asumiendo los incidentes de
piratería en las costas de y cercanas a Somalia. Si bien el surgimiento o
renovación de estas actividades puede atribuirse a las circunstancias de anomia
que han aquejado a ese país en todo o en parte en los últimos años si no
décadas, ello no obsta a que afecten y perturben la navegación y el comercio internacionales
de manera decisiva.
Ahora bien, al pensar
que ésa ha sido una consecuencia colateral, si se quiere, del conflicto en el
hinterland de esas costas, imaginemos un momento un derrame o contagio en el
otro sentido, tierra adentro.
Como bien explica el
Profesor Agozino en su libro, nada impide efectiva o controlablemente el
tránsito en cualquier sentido a través de esta banda territorial; es decir, que
la extensión de un conflicto que la tuviera por escenario fácilmente o no tan
difícilmente abarcaría la extensión misma de la banda. Me repito: cuatro veces
la India, o Argentina, porque la diferencia entre ambas es sólo un 10%, y con
alcance bioceánico: del Atlántico al Índico, pasando, vale la pena recordarlo,
por el Golfo Árabo Pérsico.
Es de suponer que los
Estados Unidos, al crear en la primera década de este siglo, entre 2007 y 2008,
su Comando África –US Africom- dependiente de su jefatura en Stuttgart, Alemania,
con la intención de establecer un comando propio en un país de África –lo que todavía
no ha tenido lugar- habrán tomado en consideración algunos de los aspectos que
hemos reseñado.
El ambicioso proyecto
involucra asimismo tanto a la Secretaría de Estado como a la de Seguridad
Interior –Homeland Security- y a la USAID -US Agency for International
Development- y contempla acciones en el
terreno en un inteligente abordaje multisectorial no exclusivamente militar, en
coordinación con los gobiernos de los Estados del área.
La relevancia que
adquirieron súbitamente Afganistán e Iraq y la captación de recursos y fuerzas
que implicaron para los EEUU estimo que llevaron a una pérdida de impulso de
tal proyecto.
Sin embargo, creo que
la iniciativa mencionada, a la que no calificaría dentro de las intervenciones
foráneas antedichas, constituye una muestra de aquellas acciones que en la
política internacional pueden a mi juicio impulsar hacia un horizonte que abra
a mejores perspectivas no sólo para los países de esta descuidada franja del
mundo, sino para el mundo en su conjunto.
Creo que la lectura
de Geopolítica del Sáhara-Sáhel ha sido una fuente de inspiración y un
disparador para estas reflexiones, lo que confiere a esta obra, a mi entender,
un mérito singular: estimular el pensamiento y el análisis sobre cuestiones a
menudo soslayadas pero cuya incidencia inmediata o futura sobre nuestras vidas
resulta indiscutible.
Muchas gracias.
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