CEDER NUNCA, RENDIRSE
JAMÁS
Por el Dr. Adalberto C. Agozino
Los saqueos ocurridos en la primera quincena de diciembre terminaron con el
intento de apertura impulsada por la Liga de Gobernadores y dejaron al gobierno
de Cristina Fernández de Kirchner en un estado de anomia y al partido peronista
en una situación de empate técnico.
La dura derrota del “cristinismo” en las PASO y la posterior enfermedad de
la Presidente proyectaron al centro del escenario político a un conjunto de
gobernadores peronistas que tras obtener holgadas victorias electorales en sus
provincias se sintieron en capacidad de orientar la agenda gubernamental en la
etapa final del kirchnerismo.
Esa percepción los llevó a realizar una reunión cumbre en la ciudad de
Corrientes, el jueves 29/8/2013, de donde surgió un plan de acción tendiente a
garantizar la gobernabilidad del país en la etapa institucional que se iniciaba
y permitir que Cristina Fernández fuera sucedida por otro presidente peronista.
Los gobernadores estaban especialmente preocupados por las condiciones en que
asumiría el próximo gobierno.
Como estimaban que sin lugar a dudas el sucesor de Cristina sería otro
peronista, en modo alguno querían que el futuro presidente se encontrara con
una suerte de “bomba de tiempo” que hiciera prácticamente imposible la gestión
del próximo gobierno.
El 10 de diciembre de 2015 finalizará el mandato de Cristina Fernández de
Kirchner, pero el peronismo –y muchos de los actuales gobernadores- seguirá
gobernando. Los caudillos provinciales estimaban que para garantizar la
gobernabilidad futura era menester realizar en forma urgente rectificaciones al
“modelo”.
Cristina, entonces golpeada, tanto por la pérdida de veinte puntos en su
caudal electoral de dos años atrás, como por serios problemas de salud, decidió
ganar tiempo. Se resignó a ver partir a unos pocos de sus colaboradores
favoritos. Pero cuando algunos la consideraban definitivamente derrotada, ella
sólo se había replegado tácticamente para recomponer fuerzas.
Cristina no había cambiado ni estaba derrotada. En su naturaleza íntima no
están ni la autocrítica ni el sentimiento de derrota. La Presidente parece
creer que finalmente las crisis se superan con el tiempo y que la derrota sólo
sobreviene si se muestra debilidad.
Los hechos parecieron darle la razón. Fue suficiente con que el gobierno
nacional dejara sólo a los gobiernos provinciales, en el momento en debían
enfrentar los reclamos salariales de sus fuerzas policiales y la ola de saqueos
y vandalismo que le siguió, para revertir la correlación de fuerzas.
En poco más de 48 horas el vendaval de la protesta social barrió el poder
acumulado por los gobernadores peronistas tras la victoria electoral de
octubre. Acorralados, los caciques provinciales entraron en crisis. Fue
evidente que no contralaban la situación en sus provincias tanto como ellos
pensaban y que dependían de la buena voluntad del gobierno central más allá de
lo que crían.
Fue suficiente con que desde Olivos retacearan el envío de fuerzas
federales de seguridad a las provincias para que el Interior del país estallara.
Para hacer aún más crítica la situación de los mandatarios locales desde Buenos
Aires les llegaron claras señales de que no contarían con respaldo financiero
adicional para hacer frente a los compromisos sociales contraídos con el
personal policial.
Actualmente, los gobernadores peronistas parecen más dependientes que nunca
del gobierno nacional y cualquier asomo de independencia o reclamo de
correcciones en el “modelo” se ha esfumado. Es suficiente con ver el cambio de
actitud y de discurso del jefe de Gabinete para percibirlo.
Sin embargo, Cristina Fernández tampoco fue capaz de recuperarse totalmente
del traspié electoral y sus consecuencias posteriores. Sin un plan para el
período de transición. Sin ideas frente al desmadre económico y ante la falta
de un claro sucesor que garantice, a partir del 2015, una retirada del poder
sin sobresaltos ni represalias, el gobierno se encuentra paralizado.
Además, tarde o temprano las esquirlas de las crisis provinciales
terminarán por alcanzar al gobierno nacional.
La puja salarial (tan sólo los aumentos prometidos a las policías provinciales
demandaran otros 25.000 millones de pesos anuales a las arcas del Estado), el
desborde del gasto fiscal, la brutal caída de las reservas (desde el cepo al
dólar se perdieron 15.000 millones de dólares de las reservas) y otros males
que aquejan a la economía, provocaron una desaforada emisión de moneda sin
respaldo real y despejan el camino hacia el abismo de la hiperinflación.
Mientras su imagen se derrumba en las encuestas (en los últimos días perdió
12 puntos en su imagen positiva), las falsas y costosas victorias comiteriles y
los injustificados y desmesurados festejos, la verdad es que Cristina Fernández
no sabe como salir del atolladero en que ha metido a su gobierno.
Por lo tanto, a falta de un plan coherente, parece haber transmitido a sus
huestes claras reglas de empeñamiento:
cerrar filas y aguantar lo que venga. La consigna es ceder nunca, rendirse
jamás.
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