Hay noticias sobre las que a todo periodista le resulta duro escribir, las que hablan de la muerte de un querido amigo. La muerte de mi querido amigo, el periodista marroquí Said El Jadidi me ha provocado un dolor que me hace difícil el escribir y solo encuentro fuerzas para hacerlo porque sé que el habría esperado que así lo hiciera.
No solo ha
partido un periodista de raza y un pionero del periodismo en español en
Marruecos; se ha marchado un amigo, un hermano mayor que con su voz serena y su
sonrisa cálida me enseñó como forjar lazos de amistad entre Marruecos y el
mundo hispano y latinoamericano.
El hombre
detrás del periodista
Said había
nacido en Tetuán, y siempre llevaba esa tierra en la mirada. Se formó en
Inglaterra y España, pero jamás perdió el pulso de Marruecos. Volvió porque
sentía que aquí estaba su misión: tender puentes. Lo hizo desde la Radio
Televisión Marroquí, donde se convirtió en el primer presentador de
informativos en español. Quienes lo vimos en esa pantalla recordamos no solo la
impecable dicción, sino también la tranquilidad que transmitía, como si dijera:
“Confía, esta noticia está contada con respeto”.
Un puente
entre orillas
Su verdadero
legado está en haber demostrado que Marruecos y el mundo hispano no son
extraños, sino vecinos que pueden entenderse. Said hablaba en español con
acento marroquí, y lo hacía con orgullo. En cada artículo, en cada informativo,
en su portal Info Marruecos o en su blog Con Acento Marroquí, con
el que tuve el honor de colaborar, él nos recordaba que las palabras no tienen
fronteras.
A veces
bromeaba diciendo: “Soy más español que muchos españoles y más marroquí que
muchos marroquíes”. En realidad, era ambas cosas a la vez: un ciudadano del
diálogo.
El maestro
discreto
Nunca le
gustó presumir de sus logros, aunque eran muchos. Colaboró con El País,
con TVE, con medios latinoamericanos, y en los noventa fue condecorado por
España con la Orden al Mérito Civil. Pero si uno le preguntaba, cambiaba
de tema. Él prefería hablar de literatura, de música o de fútbol. Y, sobre
todo, le gustaba hablar de la vida, con esa calma contagiosa que lo hacía un
conversador único.
Muchos periodistas
marroquíes, españoles y argentinos lo considerábamos un maestro, aunque él
nunca aceptó ese título. Para Said, enseñar consistía en abrir puertas, no en
dar lecciones. A mi particularmente, me abrió las puertas de sus publicaciones
con una generosidad poco común en estos tiempos.
El amigo que
se nos va
La última
vez que lo vi, fue también nuestro primer encuentro personal ocurrió durante mi
última visita a Rabat en 2018. Said tuvo la deferencia de viajar desde Tetuán a
Rabat, tan solo para compartir un breve encuentro de una hora en el hotel donde
me alojaba. Yo integraba una delegación de la Asociación de Amigos del Reino de
Marruecos en Argentina y tenía una agenda muy estricta.
En esa
oportunidad, intercambiamos algunos presente y mucho afecto. Luego hablamos de
los vínculos entre Argentina y Marruecos. En ese momento no imaginaba que sería
nuestra despedida. Hoy, al recordar esa mañana, siento un nudo en la garganta.
Su ausencia
duele, pero también deja una herencia enorme: la certeza de que el periodismo
puede ser diálogo, respeto y puente entre los países hermanos.
Hasta
siempre, amigo Said
Decir adiós
a Said El Jadidi no es sencillo. Su voz se ha apagado, pero quienes lo
conocimos sabemos que seguirá resonando en cada crónica en español sobre la
realidad marroquí.
Descansa en
paz, querido amigo. Gracias por la luz, por la calma, por la sonrisa. Donde
quiera que Dios te haya recibido hasta allí llegara como siempre mi fraternal
abrazo.

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