“Dicen que China quiere
dominar el mundo... La respuesta es que los chinos quieren ser poderosos”
Dr.
Henry Kissinger.
Las eras imperialistas en América Latina
Durante los primeros trescientos años de su historia,
entre el descubrimiento en 1492 y el comienzo del proceso de independencia
hacia el 1800, América Latina constituyó una parte del Imperio Español.
Al declinar el poderío español, al final de las
guerras napoleónicas, comienza en la región el siglo de hegemonía del Imperio
Británica. Entre 1815 y el estallido de la Primera Guerra Mundial en 1914 el
león británico ejercía una influencia decisiva en América Latina otorgando
créditos, construyendo puertos y ferrocarriles, adquiriendo materias primas,
vendiendo sus productos (en especial el carbón y textiles) y transportando
cargas en sus barcos.
El fin de la Primera Guerra Mundial marca el comienzo
del ocaso del “Siglo Británico”, que se cerrará definitivamente después del fin
de la Segunda Guerra Mundial, con el ascenso irresistible de lo que el
sociólogo francés Raymond Aron denominó “la República Imperial”, los Estados
Unidos de América.
Entre 1945 y 2001, América Latina fue realmente “el
patio de atrás de la política estadounidense. Desde Washington se aplicaba sin
mayores pudores el lema del presidente James Monroe (1817 – 1825): “América
para los americanos”, es decir, “América para los norteamericanos”.
Sin embargo, después de los atentados terroristas del
11 de septiembre de 2001, la diplomacia estadounidense redefinió sus
prioridades conforme a las necesidades de la “guerra contra el terror”.
Especialmente, después del destrato sufrido por el
presidente George W. Bush, en la IV Cumbre de las Américas, en Mar del Plata,
en noviembre de 2005, por parte del gobierno de Néstor Kirchner, América Latina
“salió del radar” del Departamento de Estado que centró su atención en
otras regiones: Asia central, Medio Oriente y Europa del Este.
El vacío de poder generado por los Estados Unidos en
América Latina es gradualmente ocupado por China, que desde el año 2000 ha
invertido en la región 172.000 millones de dólares e instalado 2.700 empresas y
se ha convertido en el principal socio comercial de los países
latinoamericanos.
Ahora, después de años de abandono e indiferencia,
tanto los Estados Unidos como la Unión Europea han comenzado a preocuparse por
la creciente influencia de China en América Latina.
En realidad, esa preocupación tiene serios fundamentos.
El comercio de China con América Latina, por ejemplo, que ascendía a 12.000
millones de dólares en el año 2000, se incrementó superando los 430.000
millones de dólares, en 2021. Además, los grandes bancos estatales chinos han
otorgado créditos en la región por 139.000 millones de dólares.
Actualmente, China es el principal socio comercial de
las cuatro mayores economías latinoamericanas: Brasil, Argentina, Colombia y
Chile.
No obstante, la mayor influencia china en la región no
se manifiesta únicamente en el ámbito comercial. El presidente chino Xi Jinping
ha realizado trece giras por Latinoamérica. Además, el Instituto Confucio, una
suerte de “caballo de Troya” cultural chino tiene filiales en 24 países
latinoamericanos que difunden el idioma y la cultura china. El Banco Industrial
y Comercial de China (ICBC, por su sigla en inglés) está presente en las
principales economías latinoamericana: Argentina, Brasil México y Perú.
Argentina y Bolivia debido, a sus problemas
financieros, han comenzado a operar en yuanes para pagar sus exportaciones y
Argentina, demás, ha pagado parte de sus vencimientos con el FMI en la moneda china.
Además, Beijín ha aprovechado la pandemia del Covid 19
para desarrollar la “diplomacia de las vacunas”, aislar diplomáticamente
a Taiwán y obtener bases estratégicas en el subcontinente.
Buenos negocios
China intenta asociar a los países latinoamericanos a
sus proyectos estratégicos de desarrollo y expansión de su influencia global,
tales como la Iniciativa de la Franja y la Ruta de la Seda o la Iniciativa de
Desarrollo Global.
Con una demandante población de más de 1.300 millones
de personas, China esta urgida de asegurarse el abastecimiento futuro de
recursos naturales claves, energía y bienes primarios, apertura de nuevos
mercados y colocar inversiones en proyectos de inversión, innovación,
tecnologías y telecomunicaciones.
Esta política de penetración en la región le ha
permitido convertirse en el primer socio comercial inundando los mercados
locales con sus bienes de consumo e intermedios.
Como toda potencia imperialista, China, mientras
negocia acuerdos comerciales, impone demandas geopolíticas y depreda los recursos
naturales.
Los chinos cuentan con una flota de pesqueros de
altura compuesta por 2.800 navíos, que constituye el 80% del total mundial de
este tipo de barcos.
La explotación de las aguas marinas que le ha asignado
la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación
(FAO), obliga a la flota pesquera china de alta mar a navegar cada vez mayores
distancias para pescar en aguas de los países del Tercer Mundo.
América Latina es una de las regiones más afectadas
por la depredación pesquera de los chinos. Aunque los pesqueros chinos capturan
en sus redes todo tipo de especies marinas (como tortugas, delfines y
pingüinos). Buscan el calamar gigante -calamar iliex- y los langostinos en las
aguas patagónicas, el atún frente a las costas de Chile y Ecuador, los
tiburones (incluido el tiburón martillo, especie protegida en riesgo de
extinción) en aguas de Colombia y Perú.
La flota pesquera china emplea buques capaces de
permanecer por años en alta mar. Los pesqueros se encargan de capturar los
peces con sus redes. Los buques factoría reciben y procesan la pesca en el mismo
lugar donde se la captura, arrojando al mar los desechos contaminantes de su
actividad.
El pescado, procesado y congelado, y la harina de
pescado son enviados a China. Los buques frigoríficos hacen el recorrido entre
los buques factoría y los puertos chinos llevando la carga y relevando a las
tripulaciones de los pesqueros.
En esta forma los chinos han transformado a la pesca
en un proceso industrial en el que los buques operan como una suerte de
fábricas flotantes que funciona en forma ininterrumpida y donde los pescadores
en la mayoría de los casos viven sometidos a una suerte de esclavitud, en
muchos casos sin poder retornar a sus países de origen por décadas.
Los chinos incluso han instalado en el Atlántico Sur,
frente a las aguas del Mar Argentino, un buque tanque con capacidad de
almacenar hasta 17 millones de litros de gasoil que reabastece de combustible
en alta mar a los barcos pesqueros que operan en la zona, no solo los chinos.
Esta suerte de gasolinera o “estación de servicio” flotante (que son muy
comunes en Brasil, en aguas del Amazonas o del río Negro) constituyen un grave
riesgo ecológico para los ecosistemas marinos circundantes por la posibilidad
de derrames de combustible.
China aprovecha que la mayoría de los países
latinoamericanos con grandes costas dotadas de recursos ictícolas carecen de
tecnología y recursos financieros para combatir la pesca ilegal patrullando las
aguas de su zona económica exclusiva de 180 millas.
Ventajas Geopolíticas
El 8 de junio de 2023, el importante diario financiero
de The Wall Street Journal publicó que China planeaba operar una base para
realizar Sigint (inteligencia de señales) sobre los buques, aeronaves y
satélites estadounidenses. Posteriormente, el Pentágono aclaró que Beijín opera
este tipo de instalaciones de inteligencia en la región desde hace tiempo.
Una de las más importante de estas bases está
instalada, desde 2014, en el desierto neuquino, en la Patagonia argentina. La
base china se creó durante la presidencia de Cristina Kirchner y luego fue
refrendada por su sucesor: Mauricio Macri.
La instalación ocupa un predio de 200 hectáreas, donde
tiene instalada una gigantesca antena que pesa 450 toneladas, ha sido
concesionada por cincuenta años, es operada por el Ejército Popular Chino y
tiene el mismo estatus jurídico de extraterritorialidad que una embajada.
El propósito declarado de la instalación es la
exploración del espacio lejano. China necesitaba una estación de rastrero de
satélites al otro lado del mundo para poder lanzar expediciones a la Luna y la
Patagonia era un lugar idóneo para ello. La base de la provincia de Neuquén fue
clave para el alunizaje de la sonda china Chang’e, el 3 de enero de 2019.
Los Estados
Unidos sospechan que las instalaciones chinas en la Patagonia también
monitorean sus satélites, escuchan sus comunicaciones y siguen los
desplazamientos de sus buques y aeronaves. A estas estaciones terrestres se
añade la detección, a principios de 2023, de un globo aerostático de vigilancia
sobre cielos de Colombia y Costa Rica.
Beijín también muestra interés por las
infraestructuras de transporte. La naviera china Cofco adquirió dos terminales
en el principal puerto brasileño, el puerto de Santos, en el estado de São
Paulo, entre 2014 y 2015, tras obtener el control de la cerealera Nidera y de
la firma de Hong Kong, Noble Group.
Un conjunto de empresas chinas: China Harbour
Engineering (CHEC), China Railway Construction, Sinopec y Sinohydro, desde
2013, se han dedicado a construir carreteras, puentes, represas y plantas
eléctricas en Bolivia.
CHEC participa en un 25% de los proyectos regionales
chinos, entre ellos la ampliación de los terminales de contenedores de Colón
(Panamá) y Manzanillo (México) y la reforma del puerto North Abaco en las
Bahamas.
Beijín aspira a construir en Manzanillo, el tren
turístico de la península de Yucatán que ha prometido el presidente Andrés
Manuel López Obrador y que requerirá inversiones faraónicas.
En Argentina, el China Gezhouba Group se propone
construir en la provincia patagónica de Santa Cruz, las represas hidroeléctricas:
Néstor Kirchner y Jorge Cepernic.
Durante la cumbre del G-20, en Buenos Aires, en
diciembre de 2018, el presidente Xi Jinping firmó con el entonces presidente
Mauricio Macri, un acuerdo para la construcción de la central nuclear Atucha
III, la cuarta del país. La inversión se financiará con un crédito chino por un
monto de 6.500 millones de dólares que se amortizará en veinte años a un tipo
de interés del 4,5%.
Otra empresa china ofrece mejorar el puerto argentino
de Ushuaia, en la isla de Tierra del Fuego, una iniciativa que entusiasma al
gobierno provincial, ya que también incluye la construcción de una planta
generadora eléctrica y otra de producción petroquímica, pero que encuentra
fuertes resistencias de las nacionalistas de izquierda y derecha dentro del
país y agita los temores de Estados Unidos y la Unión Europea.
La isla es un lugar estratégico de paso entre los
océanos, eventualmente vital durante un conflicto de alcance mundial, que pueda
generar el cierre del canal de Panamá, país mucho más cercano a Estados Unidos.
Un tercer caso, aunque no concretado, tiene que ver con el inmenso interés
chino en controlar la hidrovía del río Paraná, cuyo puerto principal es el de
Rosario, provincia de Santa Fe. El cauce del río Paraná es el vehículo de
salida de buena parte del comercio fluvial de América latina.
Beijín también presiona al gobierno kirchnerista de
Alberto Fernández para que adquiera los aviones de combate JF-17, producidos en
forma conjunta por Pakistán y China, para renovar la casi inexistente Fuerza
Aérea Argentina. Si la venta se concreta, por primera vez los chinos se convertirán
en proveedores de armamentos. Hasta el momento, China ha logrado vender (o
transferir para generar interés en la región) equipos policiales de vigilancia
remota (software de reconocimiento facial), aviones de entrenamiento, armas
livianas y municiones. Nunca ha logrado vender equipos tan sofisticados y
costosos como este avión interceptor multipropósito de cuarta generación.
También Ecuador se encuentra bajo la influencia
china., Beijín tiene derechos sobre el 90% de las reservas ecuatorianas de
petróleo después de haber otorgado 12.000 millones de dólares en créditos a
Quito.
China construyó y financió la represa hidroeléctrica
de Coca Codo, ubicada en la selva amazónica, con una inversión de 1.700
millones de dólares que incluía varios proyectos adicionales para la
construcción de puentes y carreteras. Se pensaba que, con potencial para
producir 1.500 megavatios, la central hidroeléctrica resolvería los problemas
energéticos del país.
Pero, actualmente, la represa inaugurada en 2016, esta
semiparalizada debido a múltiples fallas de diseño que han generado fracturas
en su estructura y por la cercanía de un volcán activo.
Adicionalmente, Latinoamérica ha sido el campo
escogido por China para librar su batalla diplomática y así restarle
reconocimiento a Taiwán. Este año, Honduras fue el último de los países
latinoamericanos en romper relaciones con la isla, siguiendo el camino de
Nicaragua y República Dominicana. El asunto fue parte de la reciente campaña de
las elecciones presidenciales en Paraguay. En la actualidad, los países que
todavía siguen relacionándose con Taipéi son Guatemala, Belice y Haití, además
de las islas caribeñas San Cristóbal y Nieves, Santa Lucía y San Vicente y las
Granadinas.
Como puede apreciarse, la presencia china en América Latina
es creciente y se manifiesta en diversos ámbitos. Se trata de una presencia
imperial de explotación económica y de subordinación geopolítica.
En síntesis, podríamos decir, que a lo largo de su
historia América Latina, esta siempre cambiando de amo sin lograr el auténtico
desarrollo económico que garantizaría su independencia. Pareciera que ahora es el
turno de China para ser la potencia imperial del subcontinente.
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