La vicepresidenta Cristina Fernández de
Kirchner ha destruido la gobernabilidad de la administración del presidente
Alberto Fernández al forzar la renuncia de los ministros kirchneristas del
gabinete.
A
escasas 72 horas de que el electorado argentino emitiera un brutal voto castigo
contra el gobierno de Alberto Fernández, la vicepresidenta y jefa del sector
kirchnerista del Frente de Todos ha llevado a cabo un auténtico golpe de Estado
institucional retirando del gabinete de ministros a los funcionarios de su
sector.
En las
elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, el Frente de Todos resultó
derrotado en diecisiete de los veinticuatro distritos donde se votó, perdiendo
unos cuatro millones de votos con respecto a los comicios de 2019, dos millones
doscientos mil en la provincia de Buenos Aires, tradicional bastión kirchnerista.
De repetirse estos números en las elecciones
efectivas del 14 de noviembre, el oficialismo vería mermada sensiblemente su
representación en la Cámara de Diputados y perdería el quorum propio en la Cámara
de Senadores y se complicaría el manejo de muchos gobernadores e intendentes.
Especialmente, el gobierno de Axel Kiccillof en la provincia de Buenos Aires.
Frente
al desafío de revertir esta derrota en tan solo sesenta días, la vicepresidenta
exigió al presidente la remoción de “varios funcionarios que no funcionan”
según su apreciación y “poner dinero en el bolsillo de la gente” con una
mayor emisión monetaria. Los ministros cuestionados son especialmente el Jefe
de Gabinete, Santiago Cafiero, el ministro de economía Martín Guzmán, el
ministro de Industria, Matías Kulfas, la ministra de Salud Carla Vizzotti y el
ministro de Relaciones Exteriores Felipe Solá.
Por
diversos motivos, el presidente Alberto Fernández, siempre sensible a los
pedidos u órdenes de la jefa de su espacio político, esta vez se negó. No
estuvo dispuesto a sacrificar a los últimos hombres que le eran leales en el
Gabinete ni a colocar al país al borde de la hiperinflación y la devaluación al
día siguiente a los comicios de noviembre.
Alberto
Fernández no esta dispuesto a “cambiar de caballo a mitad del río” como
dijo el general Perón, en 1973, cuando algunos sindicalistas, antes de las
elecciones presidenciales, le pidieron el desplazamiento de José I. Rucci entonces
Secretario General de la C.G.T. Un cambio de ministros en plena campaña
electoral lo dejaría con un conjunto de funcionarios nuevos sin conocimiento de
como es el funcionamiento administrativo de sus ministerios en momentos claves.
El presidente prefiere llevar a cabo los cambios después de los comicios,
cualquiera sea el resultado de estos.
El
presidente tampoco cree que distribuir dinero en las bases peronistas modifique
sustancialmente el resultado de los comicios de noviembre, mientras que adoptar
esa medida populista impediría arribar al tan necesario acuerdo con el FMI para
refinanciar la deuda externa.
El
martes 14, el presidente y vice se reunieron a puertas cerradas durante tres
horas sin lograr arribar a un acuerdo.
Por la
mañana de hoy, el Presidente se mostró con los funcionarios cuestionados y
acompañó al ministro de Economía cuando ratificó el rumbo de la economía y de
las negociaciones del FMI.
La
respuesta no se hizo esperar, inmediatamente el ministro del Interior, Eduardo “Wado”
de Pedro, uno de los incondicionales de Cristina Fernández, anunció que ponía
su renuncia a disposición del Presidente. Inmediatamente se sumaron las
renuncias de otros ministros (Justicia, Ciencia y Tecnología, Medio Ambiente,
Cultura, la Mujer) y directores nacionales de algunos organismos (PAMI, ANSES,
etc.).
Estas
renuncias vaciaron al Gobierno de hombres de La Cámpora y marcaron el fin del
Frente de Todos.
La
magnitud de la maniobra llevada a cabo por Cristina Kirchner contra su propio
gobierno, remite a los más memoriosos cuando la Organización Político Militar
Montoneros, el 6 de septiembre de 1974, repentina y unilateralmente renunció a
la legalidad y decidió “pasar a la clandestinidad” para llevar a cabo la
“lucha armada”. Esta decisión de la cúpula montonera dejó librado al terrorismo
de la Triple A y a la represión de los cuerpos policiales a los militantes
barriales y sindicales que activaban públicamente en nombre de la Juventud
Peronista y la Juventud Sindical Peronista, e incluso a los periodistas que escribían
en el diario Noticias y las revistas El Descamisado y La Causa Peronista.
La
ruptura del frente de Todos expone a los militantes, referentes y funcionarios vinculados
con La Cámpora a represalias de los ministros, gobernadores e intendentes que
los consideran una amenaza más grave incluso que la que representan Juntos o el
radicalismo.
Los
militantes de La Cámpora lo saben pero son incapaces de resistir una decisión
de “La Jefa”.
Cuando
asumió el cargo Alberto Fernández, en diciembre de 2019, algunos analistas
pensaban que el Presidente delegado podría imitar el ejemplo de su colega
ecuatoriano Lenin Moreno, que para poder gobernar con independencia se deshizo
rápidamente de su jefe político Rafael Correa e incluso posibilitó su
juzgamiento por hechos de corrupción.
Pero
nadie pensó que sería la propia Cristina Kirchner quien rompería con el
presidente que ayudó a consagrar y al mismo tiempo destruiría el frente
electoral que unió después de muchos tiempo al peronismo y lo llevó nuevamente
al poder.
Nadie
imaginó tampoco que Cristina Kirchner pondría en peligro la estabilidad del
presidente Alberto Fernández antes de solucionar las causas judiciales que comprometen
la libertad de ella y de sus hijos.
Pero,
Cristina Kirchner es Cristina y no puede cambiar su naturaleza, intentará siempre
hacer su voluntad aún cuando algunas de sus intempestivas decisiones adoptadas en
un arranque de terquedad perjudicándolas seriamente a ella y a quienes confían
incondicionalmente y acatan su conducción.
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