En cada elección se presentan candidatos
ofreciendo una tercera vía que evite la polarización y la profundización de la
grieta pero que en la práctica solo contribuyen a confundir el electorado y
terminan siendo funcionales al oficialismo de turno. En las elecciones de
noviembre próximo esa tarea la cumplirá el kirchnerista Florencio Randazzo.
En la política argentina las
terceras fuerzas, ya sean partidos o heterogéneas coaliciones electorales,
suelen constituir en la práctica tan sólo tácticas políticas poco éticas,
financiadas y apoyadas secretamente por los gobiernos de turno con el único
propósito de dividir el voto opositor con el objeto de disimular una derrota en
elecciones legislativas y transformarla en una “victoria”.
Esta táctica también es útil
en las elecciones presidenciales para dividir al voto opositor y así ampliar la
diferencia entre el candidato más votado y el segundo más votado permitiendo al
triunfador evitar competir en una segunda vuelta donde toda la oposición podría
unificarse contra él.
Ese fue precisamente el papel
que cumplió el economista Roberto Lavagna en las elecciones presidenciales del
año 2007. En esa ocasión Cristina Kirchner triunfó en la primera vuelta con el
45,29 de los votos válidos, segunda se situó Elisa “Lilita” Carrió con el
23,04% y el tercero fue Lavagna con 16,91%.
Con esa distribución de los
votos Cristina Kirchner se impuso en primera vuelta superando el 40% de los
votos con una diferencia de más del 20% sobre la segunda.
Otra hubiera sido la historia
sin la candidatura de Lavagna. La distancia entre Cristina y Lilita seguramente
habría sido de menos del 20% obligando a llevar a cabo una segunda vuelta entre
las dos candidaturas más votadas.
En ese caso todo el voto
opositor podría haberse unificado llevando a la presidencia a Lilita Carrió.
Roberto Lavagna, apoyado
financieramente por el presidente Néstor Kirchner, se convirtió en el
instrumento del oficialismo kirchnerista.
En las elecciones legislativas
de medio tiempo, la presencia de terceras fuerzas al dividir el voto opositor
permite al oficialismo disimular su pérdida de votos y seguir presentándose
como el partido más votado aunque con un menor porcentaje de sufragios.
Además, las terceras fuerzas
suelen conformar pequeñas bancadas de legisladores supuestamente opositoras
pero que en la práctica terminan siendo funcionales al oficialismo dando quórum
cuando el gobierno necesita tratar leyes muy polémicas resistidas por la
oposición real y aunque simulan sus diferencias con el Gobierno pronunciando encendidas críticas en la Cámara
de Diputados, luego o votan a favor de los proyectos oficialistas, se abstienen
o se ausentan en el momento previo a la votación en la Cámara.
Este suele ser, por ejemplo,
el comportamiento reiterado de la diputada Graciela Caamaño al tratar leyes
importantes para el Ejecutivo.
Las terceras fuerzas suelen
surgir en escenarios políticos fuertemente polarizados e ideologizados como el
argentino donde suelen presentarse con un discurso conciliador y moderado
supuestamente destinado a “superar la grieta”.
Por lo general, suelen estar
conformadas por una decena de figuras políticas conocidas por la opinión
pública, sin segundas líneas, equipos técnicos o de campaña, tampoco disponen
de suficientes cuadros políticos experimentados. Son dirigentes que se rodean
tan solo de un reducido núcleo de amigos o familiares incondicionales.
Como son generosamente
financiados desde el gobierno, disponen de abundantes recursos económicos que
vuelcan a alquilar lujosas oficinas en puntos importantes, muy visibles de las
grandes ciudades, cuentan con abundante material de propaganda con costoso
diseño gráfico y generoso merchandising (remeras, gorras, banderas, globos,
etc.), fotografías de alta calidad de los candidatos, entre otros elementos de
apoyo.
Al otro día de los comicios
cierran sus locales y oficinas y desaparecen por los siguientes dieciocho mese
cuando, como la cigarra, salen de la tierra para reiniciar el ciclo electoral.
Al carecer de suficientes
militantes en su espacio recurren a personal rentado para mostrar presencia
callejera con puestos de distribución de propaganda gráfica en la vía pública y
atender las redes sociales.
Los organizadores de estas
terceras fuerzas suelen ser dirigentes sin territorio, que alguna vez
controlaron municipios o provincias, incluso fueron ministros o exsecretarios
de Estado pero que hoy, están desprestigiados en su distrito y no lograrían ser
elegidos concejales si encabezaran una lista vecinalista.
Con el apoyo del gobierno o
incentivando financieramente a los medios se convierten en invitados frecuentes
de los programas políticos e informativos de mayor audiencia en la radio y la
televisión donde exhiben un discurso bien articulado lleno de propuestas de lo
que se debe hacer, claro que sin decir como es posible materializar sus
propuestas.
Es sobreexposición mediática
suele hacerlos muy conocidos pero no siempre tiene un correlato en los votos.
Al realizar apariciones
políticas esporádicas, suelen carecer de una estructura partidaria bien
desarrollada y con inserción barrial. Para suplir esta carencia se ven
obligados a recurrir a los “ronin” de la política argentina. Punteros
barriales, vestidos de dirigentes vecinalistas que, sin partido ni ideología
muy definida, cambian su alineamiento político de elección en elección según
quien “contrata” sus servicios.
Estos punteros suelen operar
especialmente en la provincia de Buenos Aires, son miembros de familias
numerosas concentradas en ciertos barrios o municipios pequeños. Son quienes se
encargan abrir locales partidarios, distribuir propaganda, organizar las listas
locales, reclutar y organizar a los fiscales y llevarles refrigerios el día de
la votación, organizar la concurrencia de los votantes a los centros
electorales, distribuir recompensas monetarias y materiales.
Los candidatos de la tercera
vía por lo general tampoco disponen de un partido político con personería
nacional y no les interesa crearlo debido a que mantenerlo en períodos no
electorales tiene altos costos y demanda agotadoras tareas de militancia,
organización y negociación política que no están dispuestos a asumir.
Recordemos que estos
candidatos suelen ser “políticos de tertulia” buenos para tejer acuerdos
de cúpula pero sin lazos con las bases. Suelen ser exfuncionarios para quienes
la política consiste en asistir a los programas televisivos, reunirse con
amigos en interminables almuerzos de “rosca política”, conseguir
clientes para su estudio jurídico o brindar consultoría financieras y una vez
cada tanto dar una charla en el local de algún Rotary Club, la Fundación Konrad
Adenauer, el Club del Progreso u otro ámbito similar.
Por lo tanto, suplen la
carencia de partido alquilando el sello electoral de algún ignoto dirigente
político que se las ingenia para mantener una suerte de “cascarón vacío”,
sin demasiada estructura ni militancia que en cada elección patrocina o
participa de alguna alianza electoral al solo efecto de cumplir con las
exigencias de la ley de partidos políticos, cobrar los aportes que paga el
Estado por los votos recibidos y si tienen suerte obtener un inesperado cargo
electivo.
En ocasión de elecciones
presidenciales estos políticos a tiempo parcial suelen engañar al electorado
por que careciendo de un partido con personería nacional, solo presentan
candidatura en un puñado de grandes distritos electorales y saben que con esa
limitación nunca podrán competir con posibilidades contra los partidos
tradicionales consolidados en todo el país.
FLORENCIO, EL DUEÑO DEL
BALNERARIO
En las futuras elecciones
legislativas de medio término, en noviembre de 2021, el típico político que
intenta venderle al electorado la posibilidad de una candidatura de “tercera
vía” que rompa la polarización entre el Frente de Todos y Juntos por el
Cambio es el exministro del interior Aníbal Florencio Randazzo.
A Randazzo en el kirchnerista
Instituto Patria lo denominan “el dueño del balneario” porque solo aparece en
el escenario político en temporada electoral.
Después de haber sido ministro
de Cristina Kirchner durante ocho años y haber competido en las elecciones
parlamentarias de 2017 con Alberto Fernández como jefe de campaña, Randazzo
pretende convencer al electorado de que no es kirchnerista o al menos es un
kirchnerista más moderado, eficiente y democrático. Es decir, una suerte de “unicornio”
de la política populista.
Su intención es encabezar la
lista de diputados nacionales en la provincia de Buenos Aires en alianza con
otros políticos de tercera vía demasiado desacreditados por sus compromisos con
el kirchnerismo en los últimos dos años, entre ellos están los eternos nombres
y caras del duhaldismo residual: el circunspecto Roberto Lavagna, la presidenta
del minúsculo partido Tercera Posición, la diputada Graciela Caamaño y su
segundo Martín Jofre, el salteño ahora radicado en San Isidro, Juan Manuel
Urtubey, el ex intendente de general Pueyrredón Gustavo Pulti, el diputado
Eduardo “Bali” Bucca y Florencia Casamiquela.
Instalado en costosas oficinas
de Puerto Madero (que seguramente le ha prestado un amigo) Florencio Randazzo
busca sumar apoyos y aportes del más variado espectro político: los piqueteros
Humberto Tumini y Jorge “Huevo” Ceballos del Partido Libres del Sur (que
incluye al sector liderado por Silvia Saravia del Movimiento Barrios de Pie
como brazo social y de movilización) y a diversos dirigentes vecinalistas (los “ronin”
que mencionamos antes), entre otros, para conformar una alianza de izquierda..
En el contexto actual, la
candidatura de Florencio Randazzo es sin lugar a duda funcional al
kirchnerismo. Le permitirá retener el voto de los sectores que se sienten
defraudados por el gobierno de Axel Kicillof en la provincia de Buenos Aires,
el mal manejo de la pandemia, la falta de vacunas y camas de terapia intensiva
y la crisis económica, evitando que migren hacia Juntos por el Cambio y creando
así la sensación de que el Frente de Todos sigue siendo la fuerza mayoritaria
en la provincia.
Además de proporcionarle
llegado el caso, al gobierno el oportuno voto de diputados “independientes”.
Aunque tal como se presentan
las encuestas y la evolución de la situación política en el país posiblemente
ni siquiera esto logre conseguir la candidatura de “el dueño del balneario”.
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