El pasado sábado 12 de junio se efectuaron
comicios legislativos en Argelia para elegir a los 407 diputados del Parlamento
pero solo concurrió a los centros de votación el 15% de los electores
habilitados evidenciando el aislamiento con la sociedad del gobierno de Abdelmedjid
Tebboune.
Después
de más de dos años de protestas callejeras, un golpe de Estado y tres
elecciones en que el triunfador fue el ausentismo marcan la insuperable crisis
de gobernabilidad que vive Argelia.
Los
problemas de gobernabilidad comenzaron en 2013 cuando el anciano presidente
Abdelaziz Bouteflika sufrió un severo accidente cerebro vascular que lo confinó
a una silla de ruedas y redujo considerablemente su capacidad para dirigir los
destinos del país.
No
obstante, Bouteflika volvió a ser reelegido en la presidencia para un cuarto
período en 2014.
Fue el
anuncio de su postulación para un quinto período presidencial consecutivo en
abril de 2019 de un presidente de 80 años, que además no podía caminar ni
hablar fluidamente, el hecho que detonó las protestas callejeras protagonizadas
por el movimiento juvenil Hirak que no lograron detener el comienzo de la
pandemia, la feroz represión gubernamental o la despiadada persecución a todas
las voces opositoras.
Los
militares terminaron por destituir a Bouteflika, cerraron el Parlamento y
suspendieron las elecciones pero las protestas continuaron.
En
diciembre de 2019, en medio de una dura represión que llevó a la cárcel a miles
de argelinos opositores incluidos empresarios, militares, periodistas, miembros
de organizaciones de derechos humanos, personalidades independientes y
activistas del Hirak e incluso a figuras vinculadas con el “círculo de poder”
que rodeaba al expresidente Bouteflika; los militares permitieron elecciones
presidenciales en las cuales sólo pudieron competir seis candidatos, todos ellos
exministros del presidente depuesto y con sólidos vínculos con la fuerzas
armadas.
En los
comicios compitieron unas 1.500 listas, 800 de ellas independientes y 600
respaldadas por 28 partidos políticos. De los 13.000 candidatos independientes,
5.500 eran menores de los cuarenta años y 5.700 eran mujeres.
El
gobierno destinó una partida de diez millones de euros para apoyar a los 5.500
candidatos independientes y menores de cuarenta años como una forma de incentivar
la renovación de los cuadros políticos y en especial para restar fuerza al
Hirak cuyos militantes pertenecen mayoritariamente a esa franja etaria. El
Hirak impulsó la abstención a los comicios.
Después
de finalizado el recuento de votos el martes 15 de junio el presidente de la
ANIE, Mohamed Charfi, anunció que el Frente de Liberación Nacional (FLN), que
controla la cámara baja argelina desde la independencia del país en 1962, ganó
nuevamente las elecciones al obtener 105 escaños, aunque perdió 69 diputados
con respecto a los comicios anteriores y la mirad de ellos en comparación con
2012, los candidatos independientes, en conjunto, constituye la segunda fuerza parlamentaria
sumando 78 escaños, seguidos del principal partido islamista, el Movimiento
Social para la Paz, con 64 diputados y la Asociación Nacional Democrática con
57 diputados.
Por su
parte, las expresiones progubernamentales el Frente al Mustakbal (Futuro) y el
Movimiento al Binaa (Construcción Nacional), obtuvieron 48 y 40 diputados
respectivamente.
Otras
ocho formaciones lograron entre uno y tres escaños, como es el caso del
opositor Yil Yadid y el Frente de la Buena Gobernanza, sumando un total de
quince escaños.
Este
nuevo fracaso de la convocatoria electoral marca una vez más la total
desconexión entre la clase dirigentes argelina y el grueso de la población que
demanda un cambio real en los elenos que detentan el poder desde los tiempos de
la independencia.
Por el
momento, esa demanda se canaliza por procedimientos no violentos pero nadie
puede predecir que ocurrirá en el momento que el pueblo argelino tome conciencia
de que sus reclamos pacíficos no serán atendidos.
Por
otra parte, la inestabilidad política y los problemas de gobernabilidad en
Argelia que le han hecho perder protagonismo continental y regional contrastan
con la estabilidad, sólido liderazgo y proyección internacional que ha exhibido
en las últimas décadas Marruecos.
La
Europa comunitaria que depende de los suministros de gas y petróleo argelinos y
que tanto se ha perjudicado con la guerra civil en Libia y los problemas de
derechos humanos y terrorismo yihadista en Egipto debería considerar cuan
valiosas son sus relaciones con el Reino de Marruecos, el único interlocutor
estatal estabilizado y con capacidad de protagonismo internacional que pueden
encontrar en el Norte de África y un socio necesario para regular los flujos
migratorios, combatir al terrorismo yihadistas y controlar a las mafias que
operan desde el Sahel, en especial las que trafican con migrantes, armas y
drogas.
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