sábado, 8 de agosto de 2020

A LOS ESPAÑOLES SE LES HA PERDIDO UN REY Y NO SABEN QUIÉN LO TENDRÁ

 

Juan Carlos I, rey emérito de la restaurada monarquía española se ha fugado de su propio reino.

La historia registra innumerables casos de reyes que pierden su reino. Pero, es muy difícil encontrar otro caso en que un reino pierde a su rey y no lo puede hallar.

Los argentinos a la largo de nuestra agitada historia hemos visto muchas cosas insólitas, robos de cadáveres célebres, la sustracción de las manos al cuerpo de un presidente fallecido o que un fiscal federal se “suicide” después de efectuar graves acusaciones penales contra la presidenta en ejercicio y a menos de veinticuatro horas de tener que presentar las pruebas de su acusación ante el Congreso Nacional.

No obstante, hay que reconocer que los españoles nos han superado ampliamente, a nosotros los “sudacas”,  en el campo de los escándalos políticos y la corrupción gubernamental.

Porqué cualquier país sudamericano cuenta con un par de buenos expresidentes corruptos fugados del país y algún exdictador militar muerto en el exilio o incluso en alguna cárcel estadounidense.

Aunque eso de tener a un rey corrupto fugado con su custodia oficial y con paradero desconocido es muy difícil de superar o incluso de empardar.

No cualquier país convierte en vida a u héroe nacional en un vulgar caco prófugo. Dónde quedó el garante de la democracia restaurada, el artífice de la transición a la democracia que teléfono en mano frustró el “Tejerazo” y el garante último de la integridad territorial de España.

Aquél joven rey democrático y progresista, que un día despertó las ilusiones de los españoles, hoy ha devenido en un viejo verde, bueno para asesinar elefantes y pagar muy cara la compañía de jóvenes cortesanas, que oculta su identidad tras gruesos lentes oscuros en algún paraíso fiscal donde no rigen los tratados de extradición.

Lo único que falta para completar el sainete es que el amigo Pablo Iglesias Turrión demande una circular roja de Interpol para detener al Rey Emérito allí donde se lo encuentre.

Otro personaje curioso este vicepresidente de Gobierno español que, cual Quijote con coleta, arremete contra el molino de viento de la monarquía, mientras se financia con los aportes de la teocracia más arcaica del mundo y se compra un lujoso chalé con los dinerillos que obtuvo asesorando a  su amigo el dictador Nicolás Maduro.

Lo cierto es que cuando los argentinos nos miramos en el espejo de la política de nuestra “Madre Patria” llegamos a la triste conclusión de que nuestra inmadurez institucional y la baja calidad de nuestra clase política no es una característica original sino una tara heredada que hemos sabido cultivar y perfeccionar con esmero y esfuerzo desde nuestra independencia.

Curioso tiempo este que nos toca vivir. Unos días en que, mientras esperamos con algo de deleite y mucho de preocupación cuál es el próximo episodio del culebrón protagonizado por la monarquía y el gobierno español, en un mundo paralizado por una grave pandemia, la vida de millones de personas depende el humor y las imprevistas decisiones de un conjunto de líderes bizarros como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Boris Johnson, Kim Jong-un, Mohamed bin Salman y ahora también del fugado Juan Carlos I, rey emérito de España en paradero desconocido.

 

 

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