domingo, 17 de noviembre de 2019

LA PRIMAVERA LATINOAMERICANA AHORA AMENAZA A COLOMBIA




Colombia se prepara para una huelga masiva con movilización para el próximo jueves 21 de noviembre en medio de un subcontinente en llamas.

América Latina vive tiempos convulsionados. Venezuela, Nicaragua, Ecuador y Chile enfrentaron o viven violentas protestas callejeras. En Perú, el presidente Pedro Pablo Kuczynski debió renunciar y está preso acusado de corrupción. El país tiene a tres expresidentes en prisión por corrupción y un cuarto se suicidó antes de ser detenido. Bolivia, después del fraude electoral que derivó en un golpe cívico de Estado contra el presidente Evo Morales, vive en una suerte de guerra civil que por el momento ha costado la vida a más de veinte personas, trescientos heridos y cuantiosos daños a la propiedad

Venezuela tiene dos presidentes, el chavista Nicolás Maduro en ejercicio y el opositor Juan Guaidós como presidente designado, más de cinco millones de venezolanos votaron con los pies dejando su patria en búsqueda de mayor libertad y seguridad. Los que permanecen en el país no han abandonado las protestas contra el socialismo del siglo XXI.
Ahora, parece haber llegado el momento de que Colombia también se enfrente a la violencia callejera.

Curiosamente, en 2019, Colombia será uno de los países de mayor crecimiento de América Latina, superando el 3,3%, cuando la región apenas crecerá en promedio 0,2%, según estimaciones realizadas por el FMI. La contracara de este crecimiento en un desempleo que se mantiene en dos dígitos (10,9%).

Pese a esta prosperidad, desde su llegada al poder en agosto de 2018, el presidente Iván Duque ha debido enfrentar un descontento paulatino en las calles originado en sus propuestas de reforma económica, impositiva, laboral y previsional, en su política de seguridad enfocada en el combate abierto al narcotráfico y los cultivos ilegales de drogas, además de su intento de modificar el acuerdo que llevó al desarme de las FARC.

En la más reciente encuesta de Gallup, la desaprobación al presidente Duque llega al 69% -la más alta desde que inició su mandato-; mientras que el 70% de los encuestados considera que el país va por mal camino.

El núcleo duro del descontento radica en la existencia de una clase media con conciencia política y movilizada en defensa de las conquistas logradas en los últimos años. Un sector social cansado de que las élites políticas y económicas manipulen los gobiernos para descargar el costo de hacer a la economía colombiana más competitiva sobre él.

Aunque el gobierno de Duque asegure que aún no tiene proyectos concretos de las reformas que piensa implementar y que las mismas se llevaran a cabo por consenso. Algunas de las medidas en estudio por el gobierno han transcendido.

Los sindicatos y los partidos de la oposición han denunciado que el gobierno pretende rebajar los impuestos a las grandes empresas y multinacionales e imponer tributos más altos a la clase media y a los trabajadores, pagar el 75% del salario mínimo a los jóvenes que acceden a su primer empleo, suprimir la indemnización por despido, el pago por horas extras, suprimir las primas por trabajo en días festivos, sábados y domingos, aumentar la edad jubilatoria, privatizar el sistema jubilatorio, las empresas productoras de electricidad y otras empresas públicas.

Estos planes de reforma socioeconómica afectan especialmente a la clase media que además sufre el efecto contagio de lo que ocurre en Venezuela, Bolivia y Chile y le llega a través de los medios de comunicación.

En este nuevo escenario, los discursos populistas que promueven un papel más activo del Estado en favor de las clases populares resultan más atractivos para quienes buscan cumplir con sus expectativas educativas, laborales y de salud, que otros que incluyen una férrea disciplina fiscal y nuevos ajustes de cinturón para calmar a las calificadoras de riesgo y a los organismos financieros internacionales con la esperanza de atraer nuevas inversiones.

Para colmo de males, a los descontentos se suman grupos de activistas de extrema izquierda financiados, adiestrados y coordinados desde Caracas y La Habana.

Es así como, el jueves 21 de noviembre, algunos van a expresar su rechazo a los planes de reforma económica, otros van a marchar agitando consignas ideológicas y otros enarbolando pañuelos blancos en defensa de los “desmovilizados” y otros líderes sociales asesinados y contra el reclutamiento forzado de niños por parte de grupos ilegales.

En este último sentido, la protesta recibió un mayor impulso, en los últimos días, al conocerse la muerte de ocho menores en el bombardeo al campamento de las disidencias de las FARC, en Caquetá, ocurrido el pasado 30 de agosto.

Es por lo que campesinos, indígenas, docentes, estudiantes, comunidades de afrodescendientes, mujeres, miembros de la comunidad LGTBI, jubilados y trabajadores urbanos se movilizaran el próximo jueves.

La protesta convocada y coordinada especialmente por redes sociales. Los organizadores esperan reunir a tres millones de personas expresando su descontento en las calles del país.

Entre las más de ciento cincuenta organizaciones sociales que se han sumado a la convocatoria se encuentran: la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos de Colombia, la Organización Colombiana de Pensionados, la Federación Colombiana de Trabajadores de la Educación, la Central Unitaria de Trabajadores de Colombia (CUT), la Confederación de Trabajadores de Colombia (CTC), la Confederación General del Trabajo (CGT), el Consejo Regional Indígena de Colombia (CRIC), la Asociación Colombiana de representantes Estudiantiles, la Asociación de Consejeros Comunitarios del Norte del Cauca y la Unión de Comunidades de Afrodescendientes.

Entre los partidos políticos convocantes a la marcha figuran la Fuerza Alternativa Revolucionaria del Común (ex FARC), el Polo Democrático Alternativo, Alianza Verde y Cambio Radical.

A estas organizaciones se han sumado figuras independientes, intelectuales, artistas y celebridades como el cantante Carlos Vives, Fernanda Aristizábal, la nueva “Señorita Colombia”, los cantantes Adriana Lucía, Andrea Echeverri y Héctor Buitrago del grupo de rock “Aterciopelados”, Goyo de “ChocQuibtown”, el actor Andrés Parra, entre otras personalidades.

Mientras que, el expresidente y hoy senador Álvaro Uribe insiste en recalcar que detrás del paro y la marcha se encuentran el Foro de Sâo Paulo, organización que reúne a los grupos más radicalizados de la izquierda latinoamericana con su estrategia de desestabilizar a las democracias de la región.

El gobierno de Iván Duque teme que la protesta pacífica sea capitalizada por activistas extranjeros violentos. En los últimos días expulsó a diez extranjeros (venezolanos, chilenos y españoles) con antecedentes de activismo, a los que las autoridades acusaron de querer “infiltrarse” en la movilización. Al mismo tiempo, el gobierno anunció que otros once extranjeros podrían seguir el mismo destino.

Así planteada la situación de Colombia puede tornarse explosiva si finalmente la marcha del próximo jueves deriva en incidentes violentos, destrucción de propiedad y represión policial que genere víctimas y detenidos.

Estos hechos servirían de escusa a quienes intentan desestabilizar Colombia para prolongar las jornadas de protesta y multiplicar los hechos de violencia. El fantasma de Chile, Ecuador y Bolivia esta presente más que nunca en América Latina.

Por eso, sorprende que el presidente Iván Duque no intente desmontar (al menos en parte) la protesta anunciando un brusco cambio de rumbo económico que incluya el abandono de sus impopulares planes de reforma. Aún está a tiempo de evitar el caos, luego, posiblemente, igual se verá forzado a tomar esa medida si la violencia de apodera de las calles.

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